Personalmente era una de las que más esperada para Sitges 2015. La adaptación de la obra de J.G. Ballard en manos del lisérgico Ben Wheatley prometía y no defraudó, pero no precisamente para bien. Pese al reparto con el que ha contado, Tom Hiddleston, Jeremy Irons, Sienna Miller, James Purefoy, Sienna Guillory o Luke Evans, Wheatley la lía parda con una película decadente, de fondo similar al Snowpiercer visto el año pasado pero radicalmente diferente. High-Rise es setentera, paranoica, enfermiza, arrítmica y excesivamente rara. Roza con descaro lo desagradable a nivel personal y si con A Field in England cuajó un viaje psicotrópico de magnitud pantagruélica, con High Rise no se queda atrás y este edificio social, esta mole de marcadas diferencias, es pura incomodidad para el espectador. Rara, enferma, sexual, primaria, High Rise no es plato de buen gusto para todos los espectadores y en mi caso estoy casi como con su anterior film. Los buenos recuerdos de Turistas (Sightseers), comedia negra y macabra con mucho encanto, o Kill List vuelven a quedar ocultos tras una cosa rara que, es innegable, sorprende más si cabe por lo que acaba ofreciendo y por los mimbres con los que ha sido concebida. O mucho me equivoco o no le auguro mucho recorrido en pantalla grande. A ver si llega a cines, que lo hará, pero la gente se quedará ojiplática ante tanta degradación personal.
El curioso y molón cartel de High Rise de Ben Wheatley