Sáb 17 Nov 2018
El entuerto más vicioso y retorcido vuelve a ser marca de la casa en el cine de Drew Goddard, y más concretamente en este viaje a un hotel en completa decadencia, uno que sirve como purgatorio particular, o infierno directo, de una serie de personajes con secretos inconfesables. Ya jugó a este juego en la gloriosa La cabaña del bosque (Cabin in the Woods), así que Goddard opta por volver a inventar sobre unos mimbres similares y se saca de la manga Malos tiempos en El Royale (Bad Times at the El Royale), fabuloso experimento teatrero donde se juntan actores de la talla de Jeff Bridges, Chris Hemsworth, Dakota Johnson, Jon Hamm, la debutante Cynthia Erivo o extraños como Xavier Dolan o Nick Offerman.
Y en estas llegamos a El Royale, hotel variopinto dividido por la frontera entre California y Nevada en el que confluyen cuatro desconocidos que por personales razones deciden alojarse en un lugar en decadencia, olvidado y con más secretos de los que ellos mismos pretenden ocultar. Goddard crea entonces un rompecabezas narrativo bastante memorable, uno donde a los enigmas sobre los personajes debemos sumar los de propio hotel, el botones y los que están por llegar a esta fiesta repleta de misterios y momentos brutales. Uno de los factores que hacen además más imponente el trabajo de Goddard es haber reducido a una serie mínima de escenarios toda la narración del film, siendo más que suficiente visitar el hall de El Royale y un par de habitaciones y pasillos para construir una historia entretenida y que pese a la larga duración del film, logra mantener la atención de forma permanente.
Y la capacidad de Goddard de hacer cine diferente y único sigue tomando forma merced a otra serie de factores que le hacen todavía más merecedor de un largo aplauso. Goddard acompaña ese rompecabezas con un montaje de los que crean escuela, uno donde los personajes protagonizan la historia desde diferentes ángulos, momentos y centro narrativo. Tan pronto Jeff Bridges es el protagonista de la acción, observando lo que pasa, como se transforma en el observado por un tercero pero desde un lugar y momento diferente. Todo esto de regalo armonizado por una música de fondo que de diversas formas está siempre presente, ya sea porque sale de la jukebox del hotel, como de las cuerdas vocales del personaje encarnado por Erivo… y es que en este aspecto destaca una secuencia sobre el resto, magistral. Hay espacio The Righteous Brothers, The Mamas and the Papas, The Box Tops, The Supremes, Frankie Valli o el "Hush" de Deep Purple en otro instante memorable. Y como es de esperar, en una historia de secretos, de lugares siniestros y situaciones retorcidas, tiene que haber violencia, una traída por Goddard de forma impactante, inesperada y tan truculenta como el resto de la narración.
Y si no parece suficiente, Malos tiempo en El Royale va más allá. Dado que la narración tiene lugar en la década de los 70s, haceros una idea. Goddard saca a flote todo lo que tiene que recuperar de esa época en los Estados Unidos. Hay hueco para el racismo, para la atrocidades hechas en la Guerra del Vietnam, para las secuelas que dejó sobre aquellos que regresaron enganchados, para recordar esa floreciente etapa de sectas religiosas donde lo sexual y lisérgico era la base de su credo, e incluso para los oscuros vicios, el espionaje político y, directamente, referenciando a cierto presidente asesinado. En definitiva, Malos tiempo en El Royale es una de esas joyas que hay que recomendar con los ojos cerrados, que merece nuestra paciencia y que una vez vista puede ser degustada sacando punta a todos los detalles que contiene, que son cientos si no miles.
Cartel de Malos tiempos en El Royale