Sáb 19 Ene 2019
Enero del 2017, propios y extraños salíamos del cine con el culo torcido tras ver Múltiple (Split), absolutamente inesperada secuela de esa obra maestra de M. Night Shyamalan nacida en el año 2000 bajo el título de El protegido (Unbreakable). Enero del 2019 nace Glass, el director de origen indio vuelve con idea de cerrar esta ahora trilogía nacida hace ya casi veinte años reuniendo de nuevo en pantalla a los originals David Dunn (Bruce Willis) y Elijah Price (Samuel L. Jackson), así como a la nueva criatura, las mil mentes de Kevin Wendell Crumb (James McAvoy).
De forma poco agradable y sumida en el mayor de los pesimismos, Shyamalan nos presenta Glass, la amarga despedida de estos tres iconos del universo de los superhéroes nunca reconocidos. Dunn, Don Cristal y la Horda ya no necesitan guerrear entre ellos, aunque el film contenga dos secuencias (inicio y fin) dignas de las mejores aventuras dentro del cine comiquero. Esta vez toca bailar con las más fea, la doctora Ellie Staple (enervante Sarah Paulson), mujer al mando de una institución mental en la que lo que se busca es justificar lo anómalo y, si se puede, erradicarlo. Ahí es donde acaban nuestros tres protagonistas, tres seres diferentes, con un destino marcado por la anormalidad y el temor al qué dirán. Dunn, Price y Crumb cuenta eso si con sus particulares apoyos, aquellos que entienden a estos seres anómalos y que, a diferencia de la perversa Staple, comprenden que de alguna forma existe en ellos valores positivos y opciones de redención. Shayamalan explora esta vertiente inesperada y atípica como si fuera lo necesario y obvio, y es que en el fondo tiene más razón que un santo. Lo extraño es temido, el que destaca es apartado, es aquí donde el director indio ya no sólo propone el desenlace de ese plan que siempre ha prometido tener en mente, se lo llevamos pidiendo desde hace más de una década, si no que da reflejo a su propia historia como cineasta. De ser un director aplaudido por todos, a ser odiado por sus propuestas cinematográficas, hasta tener que valerse por si mismo para poder sacar adelante sus últimas aventuras.
Pero ojo, que no todo es grandeza en Glass. De alguna forma parece que Shyamalan se ve igualmente atrapado en su historia, una en la que además los mimbres no acaban por encajar del todo y donde, todo sea dicho, las cosas se acaban precipitando ya no por casualidad, si no por pura necesidad de encontrar la salida a este enrevesado universo comiquero de propia factura (bravo). Se busca la emoción vital de El protegido, pero no se llega a cuajar, se busca la desesperada ansia de sobrevivir de Múltiple, pero nunca está presente. Se queda a medio camino, pero no queda claro si es porque así lo quiere el director o si porque no era su momento. Glass encandila, pero a la vez permanece como what if del que esperaba lo inesperado.
Nuevo cartel de Glass