Vie 5 Abr 2013
Antes de ayer por la tarde me entristecía leer que Roger Ebert anunciaba en su columna del Chicago Sun-Times que tenía que dejar de nuevo el mundo de la opinión cinematográfica debido a un repunte del cáncer que desde hacía años le estaba machacando sin piedad. Esa despedida fue definitiva cuando ayer se anunció inesperadamente que Ebert, uno de los críticos cinematográficos con más personalidad que haya existido, había fallecido. Noticia repentina y triste. Con 70 años y una forma de ser francamente curiosa, a Roger Ebert se le podría definir como el crítico cinematográfico que aportó a ese mundillo el tono más coloquial y mundano pero sin apartarse de la calidad, el respeto y el criterio. Ebert además era consecuente con su forma de ser y no se cortaba un pelo a la hora de sacar su vena más fan y poner por las alturas proyectos que en el mundo de los sesudos opinadores del cine no pasarían por ser más que productos palomiteros sin interés. En fin, un tipo entrañable que pese a todas las penurias que tuvo que pasar desde el inicio del cáncer que lo ha acabado por consumir, brindó 46 años de carrera como crítico ya fuera en medios escritos como el Chicago Sun-Times, en la televisión junto a Gene Siskel en programas como "Coming to a Theatre Near You" o el eterno "Siskel & Ebert at the Movies",
Ahora ya no mola
Una pena. Tengo su libro «Las peores películas de la historia», con un montón de críticas suyas, que me ha proporcionado unas cuantas carcajadas por la mala leche que gasta. Ejemplo: «Deuce Bigalow: gigoló europeo: Deuce Bigalow, gigoló europeo, se gana la vida limpiando acuarios y prostituyéndose de vez en cuando. Cuánto cobra, no lo sé, pero cualquier precio vale la pena si se le mantiene fuera de las calles y de cualquier otra película. Deuce Bigalow es agresivamente mala, como si quisiera provocarle sufrimiento al público. Lo mejor que tiene es que sólo dura setenta y cinco minutos…». Y así durante un buen rato.
También admito que el que disfrute de sus críticas no significa que las comparta siempre. Sigo sin entender que en ese mismo libro, al lado de películas auténticamente infumables, aparezcan otras que pueden ser más o menos buenas, pero no como para ponerlas en el mismo libro que la anterior. Hablo de películas como «Terciopelo azul» de David Lynch o «El día de los muertos» de Romero. Aunque en la crítica de ésta última estuvo visionario al decir de Romero: «Debería dejarlo ahora».
Por más que digan, Ebert era muy suyo, y sus criticas a que cojerlas a opinión personal. De t
Toy Story 3 se quejó de