Opinión


Si ayer hablaba de los 15 años del blog, hoy toca hablar de la culminación (primera) tras 10 años de películas de Marvel Studios con el estreno de Vengadores: Infinity War (Avengers: Infinity War).

Una de las cosas que más me llamaban la atención conforme se promocionaba la película era pensar en cómo iban a hacer para condensar protagonismo equivalente al elenco de actores y actrices que pueblan este universo construido sobre un conjunto de personajes excelsior. Toda película se basa en una estructura narrativa y en verdad era francamente complejo imaginar cómo leches los hermanos Russo pensaban dan forma a este reto incomparable. Probablemente lo que mejor defina este imponente despliegue de cine comiquero es lo que Anthony y Joe Russo han hecho a este respecto, que ha sido aunar en dos horas y media de metraje dosis ideales y bien sopesadas de cada uno de los egos que durante estos 10 años han protagonizado mejores y peores películas. Es encomiable el trabajo realizado, y más, es digno de aplauso y loa que todos estén presentes, que todos tengan su momento, que todos protagonicen uno de los muchos arcos que en esta Vengadores: Infinity War se tocan. Todos están, se les reconoce y hay espacio para disfrutar las muy diferentes personalidades que se han construido a lo largo de esta pasada década.

Porque es impresionante que dos horas y media de Vengadores: Infinity War te agoten. Te agoten por lo extenuante que es pasarte sentado en una butaca en constante tensión y éxtasis comiquero mientras en pantalla actores como Robert Downey Jr., Chris Hemsworth, Mark Ruffalo, Chris Evans, Scarlett Johansson, Benedict Cumberbatch, Tom Holland, Chadwick Boseman, Zoe Saldana, Karen Gillan, Tom Hiddleston, Paul Bettany, Elizabeth Olsen, Anthony Mackie, Sebastian Stan, Josh Brolin o Chris Pratt hacen acto de presencia dando un giro muchas veces inesperado a esos personajes que han encarnado a lo largo de esta era de MCU (y perdón por no citar más porque entonces me quedaría un párrafo de color negro excesivamente aburrido de leer). Te agoten por la intensidad de las cosas que ves, ya sea por el derroche visual parido nuevamente (supremo, variado, múltiple, perfecto), como por la imparable y extenuante dosis de acción al estilo hermanos Russo, directores ideales y conocedores de cómo se hacen las cosas como ningún otro. Cuando veas la película sabrás de lo que hablo, pero Vengadores: Infinity War no tiene freno, no descansa, no hay momentos de alivio, es agotadora para bien. Y finalmente te agoten por lo sentimental, porque hay hueco para el retorno de personajes olvidados, para golpes en lo más profundo del fan, para clavarte una notable dosis de "y ahora qué" que te dejará patidifuso y ansiado por lo que ha de llegar. El guión de Christopher Markus y Stephen McFeely ha sido depurado por completo, elaborado a medida para ofrecer lo que se tenía que ofrecer, una historia sin parangón, de una épica desbordante, y que quedará ahí clavada en nuestras mentes como referencia de cómo se maneja un totum revolutum de esta categoría en cines.

¿Y de la historia que puedo decir? Pues la verdad es que nada si no quiero entrar en el terreno SPOILER. Comentar que sin lugar a dudas la presencia de la Orden Negra, Proxima Midnight (Carrie Coon) y Ebony Maw (Tom Vaughan-Lawlor) sobre todo, es superlativa. Comentar que Thanos (Brolin) ES EL VILLANO. Comentar que, por citar unos cuantos, me quedo sobre todo con Tony Stark (Downey Jr.), Steve Rogers (Evans), Wanda Maximof (Olsen), Stephen Strange (Cumberbatch), Thor (Hemsworth) o Gamora (Zoe Saldana). Comentar que menos mal que hay momentos de alivio cómico protagonizados por quien vosotros ya sabéis porque si no, en otro caso, la experiencia hubiera sido extrema. Comentar que ahora no puedo más que pensar en cómo narices van a resolver este entuerto, porque no veo fácil solución y, menos aún, no dolorosa.

En fin, Vengadores: Infinity War merece la inversión, pegarse a la butaca y disfrutar de cine de acción épico. Es el momento que todos estábamos esperando, ha llegado y no sé a qué estáis esperando para ir a verlo.

Cartel final de Vengadores: Infinity War
Cartel final de Vengadores: Infinity War

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Pues ala, vista Un lugar tranquilo (A Quiet Place) no puedo más que decir que aun ahora la angustia, la intensidad y el desasosiego recorren mi cuerpo.

De vez en cuando el cine de terror logra dar con esa tecla que transforma un espectáculo no mayoritario en un producto mainstream capaz de hacer sombra a los habituales proyectos que recorren las salas de cine. El caso más reciente es Déjame salir (Get Out), gracias al cual Jordan Peele sigue frotándose las manos ante el impactante éxito cosechado por su película. Gente como James Wan lo ha ido logrando de forma habitual hasta acabar convertido en una especie de rey midas del terror… de hecho tiene su propio universo franquicia como si de cine comiquero se tratase. Blumhouse, productora de Jason Blum, le anda a la par. Un estudio que opta por presupuestos bajos, acordes con las necesidades reales de un género donde lo anormal e inconcebible juega con nuestra psique. Si bien no todo lo que toca es oro, raro es el proyecto que no destaque (aunque los hay), pero por lo general si la cosa arranca con la entradilla de Blumhouse entonces puedes mostrarte confiado.

Ahora es el momento de Un lugar tranquilo, obra cumbre de la filmografía de John Krasinski, más actor de comedia y habitual reparto de voz, que arriesga con una historia complicada de contar pero con la que sin embargo ha acertado de pleno en su nuevo salto a la silla de dirección (sus incursiones previas son bastante olvidables todo sea dicho). Porque Krasinski ha decidido echar un órdago múltiple. Primero por el género. El terror no es uno de los medios más sencillos para contar historias íntimas, pero sin embargo Un lugar tranquilo es una que merece ser contada y sobre todo sentida. Una historia de supervivencia absoluta, de desmedida protección, de adoración por la familia y de intenso dolor personal e íntimo.
Segundo por el guion de Bryan Woods y Scott Beck, con apoyo del propio Krasinski. Sí, estamos ante una idea muy compleja de contar, una historia basada en las miradas, los silencios, las sensaciones y que por lo tanto tiene que estar muy bien narrada para que su director pueda sacar todo el potencial que tiene. Woods y Beck, si miráis sus filmografías descubriréis que con Un lugar tranquilo puede que cambie el rumbo de sus carreras, se sacan de la chistera un cuento de terror terrible, en donde el diálogo en voz de los personajes se reduce a unos pírricos minutos, y donde por lo tanto todo se basa en los gestos, acciones, miradas y sensaciones que los actores logren transmitir al espectador.

Aquí está el tercer factor de la grandeza de Un lugar tranquilo. Su reparto. Krasinski como Lee Abbot notable, Emily Blunt (su esposa en la vida real) más que sobresaliente con un papel que te deja angustiado, sobre todo durante el intenso tercer acto del film en donde sufres la torturadora intensidad del dolor que padece Evelyn Abbot. Tercero Millicent Simmonds y Noah Jupe, impagables hijos cinematográficos de los Abbot y piezas clave de esta historia que te mantiene en vilo desde su abrumador principio a su un pelín más convencional final. Y ojo, porque esto es todo (que no es poco). Un lugar tranquilo no se expande más allá de esto y ni falta que le hace. Es una película completa, en la que también destaca la fabulosa, por momentos íntima por momentos acongojante, música de Marco Beltrami. Una banda sonora que explora el desasosiego que sufre esta familia en un entorno adverso, complejo y que no permite expresarte como realmente desearías.

Un lugar tranquilo es de todo menos tranquila. Desesperante, angustiosa, expresiva, un torbellino de sensaciones merced a los sufridos y atormentados rostros de sus protagonistas. En definitiva, un joya de las que merece disfrutarse en total silencio para, si cabe, pasarlo todavía peor.

El primer cartel de A Quien Place mete miedoUno de los carteles de Un lugar tranquilo
Uno de los carteles de Un lugar tranquilo

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Pues nada, Hollywood sigue en sus trece. El rico universo de los videojuegos, uno que tiene su propia aura, continúa en el punto de mira de los grandes estudios y parece que nadie es capaz de lograr el más difícil todavía… hacer una adaptación decente.

Con un historial de intentos a cada cual más estrambótico le ha llegado el turno a "Rampage", el famoso arcade de la compañía Bally Midway. Así nace Proyecto Rampage (Rampage), perdonad por la masiva repetición del vocablo, intento de trasladar a formato cine algo tan simple como un videojuego donde controlas a una de tres criaturas monstruosas descomunales para arrasar ciudades completas mientras te pones morado comiendo a los indefensos ciudadanos. Ojo, las posibilidades eran infinitas, hasta a alguno se le podría haber ocurrido tratar de darle una vuelta al concepto de peli protagonizada por monstruos gigantes e innovar aunque fuera un poquitín, pero el camino elegido por Ryan Engle (Non-Stop), Carlton Cuse ("Perdidos"), Ryan J. Condal (Hércules) y Adam Sztykiel (Black Adam) ha sido sin embargo el más simple de todos. La fórmula escogida funciona, pones a Dwayne Johnson como cuarto monstruo, le das un toque de humor "grosero", unos notables efectos visuales, muertes a cascoporro y tienes la película hecha.

Proyecto Rampage debe verse como lo que es, un producto mainstream de entretenimiento plano. Una historia cero compleja, más simple que el mecanismo de un botijo, y donde un misántropo soldado de las fuerzas especiales que se ha transformado en primatólogo (Johnson) se desvive por un primate blanco que, contaminado por un virus cultivado en una estación espacial, se une a un lobo volador y a un cocodrilo para arrasar al ciudad de Chicago. Por ahí tenemos a Jeffrey Dean Morgan haciendo un papel grotesco, Joe Manganiello en uno completamente infrautilizado y que de ser explotado podría haber aportado un tono bastante molón al film, y mujeres como Malin Akerman o Naomie Harris que están, que no es poco. Y sí, con un argumento tan fabuloso y unos mimbres como los que pone Rampage sobre la mesa, no hay posibilidad de defraudar, pero ojo, debe disfrutarse sin pretender ver aquí una lucha en favor de la protección de los animales, o una crítica a las investigaciones con ADN. Es todo más simple, es una de monstruos que arrasan, matan y hacen cortes de manga… hay un momento para todo.

Nada más, proyecto Dwayne Johnson de gran pureza.

¡En Japón el estreno de Rampaga va a ser digno de la adoración de Gojira!
¡En Japón el estreno de Rampage fue digno de la adoración de Gojira!

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Coincidiendo con el preestreno de Ready Player One llegó a las salas de cine Pacific Rim: insurrección (Pacific Rim: Uprising), secuela del film que hace ya unos años se sacó de la manga el mexicano Guillermo del Toro junto al guionista Travis Beacham. Este vez, y tras la salida de Del Toro por las prisas de Legendary, el proyecto cayó en manos de Steven S. DeKnight, guionista total de la sudorosa y salvaje "Spartacus: Sangre y arena" ("Spartacus: Blood and Sand"), por momentos escritor y productor a tiempo completo de la segunda temporada de "Daredevil" para Netflix. Con esos mimbres DeKnight se vio ante un propuesta desafiante, una que le permitía dar el paso que seguramente estaba deseando… llegar al Hollywood más mainstream y de blockbuster sin tener que tocar otras teclas previamente. El resultado, seguramente no el esperado.

Pacific Rim: insurrección es una película nacida a la sombra de un medio éxito. El film de Guillermo del Toro, que gustó a unos más que a otros, era una apuesta personal de tapatío y una clara muestra de su desmedida adoración a estas grandes criaturas que son los kaiju del país del sol naciente. Del Toro quería hacer lo que no había visto todavía, plasmar ese género en la meca del cine como nunca antes se había hecho. Su deseo por crear a un Godzilla, crear su personal visión de los Alien Baltan, King Joe o Alien Metron de Ultraman, o sacarse de la manga una especie de Mazinger Z, fue lo que llevó a que Pacific Rim fuera una realidad, una que no funcionó en taquilla como en el fondo esperaron, si bien era de suponer que algo así ocurriría por tratarse del nacimiento de una posible franquicia que debía ganar adeptos a toda velocidad.

Y este es el gran problema de Pacific Rim: insurrección. El espíritu que Del Toro transmitió a su producto aquí queda totalmente diluido en manos de un director que, pese a poner la mejor de sus intenciones en su trabajo, no deja de atender a un encargo más. Toda aquella fascinación, aquel milimétrico seguimiento al producto final, la adoración y fe puesta en un proyecto de índole casi personal y con pocas posibilidades de triunfar, en Pacific Rim: insurrección no se refleja. La película de DeKnight sirve de secuela pero sin serla, olvidando por obligación a los personajes que sentaron las bases de lo que ahora pretende contar. Vale que regresan algunos, de forma anecdótica Mako Mori (Rinko Kikuchi), de forma un poco más continuista Burn Gorman como Hermann Gottlieb y Charlie Day como el Newton Geiszler, pero no existe la gracia, no se explota el color, y la razón dada para lo que ocurre es de índole tan peregrina y forzada que mete miedo que se haya permitido trasladar el plan a película. Se notan las prisas para que esta anunciada secuela no pasara a formar parte de los proyectos que pudieron ser y nunca fueron.

Sí, Pacific Rim: insurrección es entretenida y se deja ver, pero si al salir te preguntas las motivaciones de Jake Pentecost (John Boyega), la razón de la importancia de su rival y compañero Nate Lambert (Scott Eastwood), el porqué de la existencia de un personaje tan poco creíble como el de Amari Namani (Cailee Spaeny), o qué ha llevado realmente al villano a hacer lo que hace (e incluso plantearte cómo narices lo hace), obtendrás como respuesta un incómodo silencio. Lo mismo con lo secundarios, ojito a la importancia y presencia que tenía Hannibal Chau (Ron Perlman) en Pacific Rim, ojito a la relación padre / hijo entre Herc (Max Martini) y Chuck Hansen (Robert Kazinsky), ojito a la rivalidad nunca resuelta entre este último y Raleigh Becket (Charlie Hunnam), u ojito a la posible historia personal entre este y la propia Mako. En este aspecto, fundamental para construir una historia, Pacific Rim: insurrección es la más pura nada.

En fin, Pacific Rim: insurrección es anodina pero entretenida, secuela de alguna forma del film de Del Toro pero no queda claro si bien decidida o meditada como necesaria. ¿Hubiera sido mejor esperar? Pues no, sencillamente porque no se habría realizado nunca. A toro pasado es fácil hablar, pero Pacific Rim: insurrección no logrará cuajar por su total carencia de pasión y fe en lo que puede ofrecer. Al final una muy digna película donde grandes robots se meten de leches con imponentes criaturas Kaiju… menos de las esperadas y desde luego no tan impactantes como las de hace unos años.

Cartel de Pacific Rim: insurrección
Cartel de Pacific Rim: insurrección

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Era cuestión de tiempo que la obra de Ernets Cline “Ready Player One” fuera una realidad cinematográfica. Era cuestión de tiempo que se pusiera en marcha el viaje virtual por OASIS a la caza del huevo de pascua ocultado por esa especie de ser visionario a la Steve Jobs llamado James Halliday (Mark Rylance). Era cuestión de tiempo que todos aquellos que vivimos la cultura pop de hace 40 años en adelante (madre mía lo rápido que ha pasado el tiempo) nos sentáramos en una butaca de cine para quedarnos con el culo pegado ansiosos por darle a la pausa cada segundo del metraje de esta adaptación. Era cuestión de tiempo que Steven Spielberg volviera a sus orígenes, al cine que más transmite ese espíritu aventurero que durante muchos años fue lo más relevante y significativo de su estilo narrativo cinematográfico. Sí, Ready Player One es lo que esperamos, más allá de que su adaptación sea más o menos fidedigna a la obra de Cline, que por otro lado es guionista y responsable junto a Zak Penn de lo que se cuenta y por lo tanto consciente de las ausencias o cambios.

Ready Player One es puro entretenimiento de principio a fin, uno que por otro lado admite tantas formas de disfrute que todavía se hace más apetecible. Pensemos por ejemplo en el modo habitual que todos practicamos en sala grande, ese en el que te sientas y tratas de meterte en una historia repleta de personajes por los que sentirás o no empatía (hasta el villano encarnado por Ben Mendelsohn mola, ni que se llamara Fratelli… bueno, es Sorrento que le anda a la zaga), y con algo más que directas referencias a films de cabecera o culto que muchos hemos visto. Todo esto favorece el hecho de que nos sintamos como en casa mientras nos bombardean los sentidos. Para este visionado, el recomendado para una primera vez, te quedarás con los elementos más superficiales que aun siendo evidentes son cientos, una retahíla de referencias musicales, cinematográficas o contextuales, que al ser tan continuadas no dejan ni una pizca de tiempo para pararse en el resto que, por proteger nuestra salud mental, deberemos obviar. Spielberg de paso juega ligas mayores, introduciéndonos de cabeza en el cine más clásico y donde predomina una secuencia tan espectacular que, o la ves en cine o la ves en CINE. No queda otra posibilidad.

Tras este primer repaso toca un segundo visionado, uno que sin embargo difícilmente podremos disfrutar en sala grande y que deberemos esperar a  hacerlo en casa. Esto se debe a que Ready Player One es un huevo de pascua en si, de principio a fin, incansable,  extenuante y no apto para todos los públicos… no da puñetero respiro. ¿Y eso? Pues porque esas referencias que antes destacaba, y al igual que en la obra de Cline, van dirigidas a un conjunto de espectadores ya con cierta edad. Por lo tanto, puedes prepararte para el gran día mando en mano y consciente de que te espera por delante una sesión maratoniana en la que más de uno tratará de encontrar el millón de guiños que se ocultan en la obra de Spielberg. Ready Player One es frenética en este aspecto, no deja ni un momento de relax y requerirá de que el deseoso por descubrir  el ciento y la madre de guiños ponga todos sus sentidos a trabajar. No descarto desquicies varios o gente que por desesperación tire la toalla. Pero ojo, estos que nos lo pasaremos teta tendremos ya unos cuantos años.

Y llegamos así a la tercera posible forma de ver el film, una que debe entenderse como dirigida al "otro" público. Porque sí, podemos pensar que Ready Player One es para nosotros (en mi caso nacido en 1977), pero  para nada. Veremos que tal recepción tiene entre ese otro público a la que va dirigida esta producción de Warner Bros., un publico donde no reconocerán ni el 5% de referencias que se vierten en el film, pero donde Spielberg juega una baza mágica… Ready Player One es Los Goonies 2.0 y por lo tanto gustará a una nueva generación que acompañada por sus “mayores” se meterán de lleno en la historia de Wade Watts AKA Parzival (Tye Sheridan), y sus amigos gunters Art3mis (Olivia Cooke) o Hache (Lena Waithe) vs. el IOI de ese Sorrento con cara de ¿Superman villano?. Sí,  Ready Player One en manos de Spielberg es un inconcebible viaje para todos los públicos y seguramente una de las pocas veces donde disfrutarán generaciones distantes, padres e hijos, por igual, y donde los primeros explicarán el porqué de ciertas cosas a los segundos, y donde estos captarán con particular superioridad referencias que los primeros ni verán venir.

En definitiva, Ready Player One es una joya del entretenimiento, un derroche de efectos visuales, y un disfrute para toda la familia. El mejor Steven Spielberg, hacía falta un director como este para llevar a buen puerto una obra que de forma arriesgada juega con las vivencias de una generación pero que sin embargo podría quedar obsoleta para otras muchas.

Uno de los cartel de Ready Player One
Uno de los cartel de Ready Player One

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Pues ayer día 12 de marzo se estrenó en medio mundo Aniquilación (Annihilation) de Alex Garland, producción Paramount / Skydance que debido a la perpleja recepción de los asistentes a los pases de prueba, y decisiones de los mogules de ambos estudios (Scott Rudin por un lado y David Ellison por el otro), se ganó el derecho a no tener distribución fuera de los EEUU hasta que Netflix decidió hacerse cargo de ella. Se ve que Aniquilación era en parte lo que buscaban ambos estudios, pero no completamente lo que esperaban ofrecer a los espectadores. El film adapta la primera obra de la trilogía Jeff VanderMeer, "Southern Reach", titulada "Aniquilación", y tras esta deberían llegar, que no lo harán, sendas adaptaciones de las dos obras que completan esta compleja historia sobre la cambiante identidad humana, "Authority" y "Acceptance".

Con un reparto francamente eficiente encabezado por Natalie Portman, Jennifer Jason Leigh, Gina Rodriguez, Tessa Thompson, Tuva Novotny y Oscar Isaac (fin), nos encontramos ante un film donde se nos propone el viaje expedicionario de un grupo de mujeres hacia un entorno agresivo conocido como el "Área X" donde todo lo que entra no sale (con vida), salvo el marido de la primera de ellas y razón suficiente para que su personaje decida dar un paso adelante tratando de comprender qué le ha cambiado. La verdad es que uno no sabe qué hay dentro de ese lugar salvo cuando allí se aventura, pero llegado el momento Garland / VanderMeer ponen sobre la mesa las consecuencias que provocan que la cabeza del espectador comience a dar vueltas tratando de comprender lo que está viendo. A modo ecosistema inconcebible, dentro de ese "Área X" uno pierde la consciencia del paso del tiempo y lo que es más alarmante, de la propia identidad, de igual forma que hace frente a un mundo selvático donde la evolución (o mutación) avanza a velocidades grotescamente inconcebibles. Vamos, lo que sufren las protagonistas lo experimentan en sensaciones el espectador.

Probablemente el gran problema de la película es lo profundo y trascendental que pretende contar. Garland hace méritos para resultar asequible pero, de forma innegable, el resultado no es plato de buen gusto para todos por igual. El film además, y supongo que en previsión de que no habrá secuelas, trata de dar sentido a un final que siendo más tremendo (como la novela) nos dejaría relativamente en tierra de nadie. Aniquilación es un film de acontecimientos inexplicables, de cambio del ser, de la pérdida de identidad, de viaje a un infierno del que, si me apuras, no tienes escapatoria. Es a su vez una película de terror (si bien no acaba de cuajar como tal), bien por lo que se le oculta a la persona el hecho de entrar en el "Área X", como por lo que te vas a encontrar ahí… hay dos momentos susto de mírame y no me toques, uno de impacto y el otro de puro pavor. Pero insisto, al igual que ese viejo clásico en blanco y negro que cuenta con un buen puñado de remakes a sus espaldas, Aniquilación basa su miedo en el darte cuenta que tú no eres tu tan pronto entras en esa zona donde no hay ley lógica que rija su evolución.

Por otro lado Aniquilación es un incansable caleidoscopio de color (aturde), y de ritmo sosegado (por momentos muy cansino), que hace mella en el espectador de la misma forma que las protagonista se desmoralizan conforme se adentran más y más en ese "Área X". Garland parece querer que lo pases tan mal como las cinco aventureras. Además, en algún momento la película supura elementos presentes en "El corazón de las tinieblas", la novela de Conrad, no tanto por lo que cuenta si no por las chocantes y enfermizas experiencias de las protagonistas al entrar más y más en ese mundo desmoralizante. Y ojo, porque para rizar el rizo, el hecho de estar todo narrado por el personaje de la Portman, hace todavía más intrigante ciertos momentos de extraña repetición (esa casa por ejemplo), elevados más aun gracias al final que se nos plantea…

Cartel final de Annihilation de Alex Garland
Cartel final de Annihilation de Alex Garland

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Al fin he podido echar un tardío vistazo a Mute de Duncan Jones, estreno Netflix y viaje al infierno de la mediocridad de un director que, sin rumbo fijo, ha ido de lo más alto a, tristemente, lo más bajo. Mute es un producto menor, nacido no se sabe muy bien bajo que propósito y que no queda nada claro hacia dónde nos pretende llevar.

El poco prolífico Duncan Jones, hijo de David Bowie, presenta su cuarta incursión en cine tras la genial e inteligente Moon, la hábil y entretenida Código fuente (Source Code), y el primer fiasco de su carrera, Warcraft, una gran superproducción del estudio que más dudas genera en Hollywood / China… el muy irregular Legendary Pictures. Con esta carrera a sus espaldas, Jones vuelve a optar por una historia original bajo el título de Mute, una adaptación de su propio producto comiquero que pretende habitar en el mundo de Blade Runner, al igual que la también desconcertante "Altered Carbon", pero al tiempo compartir espíritu (no se sabe a santo de qué) con Moon. Cuesta clasificar este drama de ciencia ficción, pero poco a poco comienza a vérsele el plumero a Netflix, a la que cada vez y de forma más evidente se le reconoce una división Serie B / Z en la que priman el ahorro de costes de producción y los guiones "desecho" de otras compañías. Ojo, cine y series, hay de todo como en botica, llega con ver cosas como Spectral, "Iron Fist", "Defenders", Bright, "Jessica Jones" en su segunda temporada, y las que vendrán, para comprender que Netflix puede estar optando por un rumbo no demasiado recomendable con tal de hacer clientes.

En fin, la realidad es que Mute no sabe a qué atenerse, historia de un Amish en los bajos fondos de una Alemania hiper-sexuada, enamorado de una camarera madre de una niña hija de un perturbado cirujano cuyo mejor amigo tiene tendencias pedófilas … Sí, esto es lo que se ha currado Duncan Jones. Con un reparto encabezado por Alexander Skarsgård como el mudo Leo, no sé si sorprende o no pero el actor sueco es al igual que Jones capaz de lo mejor ("Big Little Lies") o lo peor (La leyenda de Tarzán o esta propia Mute), su pareja peliculera Naadirah (Seyneb Saleh), el cirujano Cactus Bill (Paul Rudd), su amigo del alma Duck (un irreconocible Justin Theroux) y apariciones de gente como Noel Clarke, Robert Kazinsky o Robert Sheehan, no hay por donde coger esta promesa de película noir futurista, porque así nos la vendieron. Ni noir ni leches, despropósito por todos lados, inconexa, absurda e insípida, con personajes que no generan ni pizca de empatía, y aunque con algún controvertido debate puede que más trascendente hacia el final de su excesivamente largo metraje, insuficiente razón para comprender cómo ha acabado Jones haciendo esto. Más aún, ¿que razón hay para ofrecer un guiño con Moon y porqué es necesario alargarlo tanto?

Poco más que contar, Mute es tan larga como aburrida, increíble por lo mal que propone las cosas, y no es que parezca, es que está hecha con menos de cuatro duros. De las que se deberían clasificar como "¡Huid!".

Cartel fanmade de Mute de Duncan Jones... mola, la película no
Cartel fanmade de Mute de Duncan Jones… mola, la película no

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Una de las cosas que tenemos que agradecer, y mucho, a Netflix, es la oportunidad que nos está dando para ver films que de otra forma dudo que llegaran distribuidos a nuestro país. Este es el caso de El ritual (The Ritual) de David Bruckner, curioso film de terror que transita por subgéneros tan diversos como lo sobrenatural / espiritual o la monster movie más estándar. El bueno de Bruckner, responsable de The Signal y segmentos de films episódicos como V/H/S y Southbound, dirigue un interesante guión de Joe Barton que adapta la homónima obra de Adam Nevill en la que cuatro amigos de universidad se reúnen de nuevo para recorrer los parajes más inhóspitos del Círculo Ártico escandinavo y revivir tiempos pasados. En el film, y al igual que la obra escrita, lo que comienza siendo una aventura de senderismo (inexperto) y reencuentro, acaba derivando en un choque con siniestros cultos paganos y ritos ancestrales de mírame y no me toques.

Bruckner y Barton dan entrada a la historia de El ritual de forma salvaje con la truculenta y violenta muerte de uno de los amigos, que obviamente no irá de excursión, y que servirá de detonante para que el resto de colegas decidan irse de parranda aunque en modo homenaje. Si te gusta el senderismo (estos no tienen ni idea de dónde se meten y cómo tienes que ir a estas aventuras) te molará la idea, el páramo presentado es bien bonito, pero lo de meterse en un bosque sin tener claro hacia dónde vas a ir no semeja la mejor idea. Me atrevería a decir que El ritual es al senderismo lo que Hostel de Eli Roth a los viajes de verano por la Europa del este… si las ves te lo pensarás dos veces antes de imitar a los protagonistas de ambas películas.

En fin, como decía, el film visita dos subgéneros dentro del terror. Por un lado lo sobrenatural pagano, esos rituales a cultos olvidados y ancestrales que afectan en modo paranoia a la mente de nuestros protagonistas, Rafe Spall (Prometheus o Mi amigo el gigante), Arsher Ali, Robert James-Collier ("Downton Abbey"), Sam Troughton (Alien vs. Predator) y Paul Reid ("Vikings")… a no, que este está muerto desde el principio. Por otro es una monster movie sin complejos, porque ahí está la gran gracia de la película, piensas que va por un lado y por arte de birlibirloque cambia de rumbo en cero coma y te deja con el culo torcido. Esto es bueno y malo, bueno porque se permite dar justificación a todo lo que pasa de forma totalmente convincente y generosa (en lo visual), pero malo porque de alguna forma parece no tomarse en serio y deja los dos primeros actos en nada debido al sorprendente giro que da. Que sí, que la primera parte es maravillosa y que las grotescas y paranoicas visiones de los protagonizas invitan a lo enfermizo, pero ese tercer acto es un cambio tan radical que cuesta hacerse a la idea que estás viendo la misma película.

Aprovechad un rato y disfrutad de El ritual.

Cartel final de The Ritual, estreno en Netflix
Cartel final de The Ritual, estreno en Netflix

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Sí, sé que llego tarde, pero es lo que tiene irse de fin de semana para desconectar de todo y tomarse un respiro (eso sí, con tiempo para echar un nuevo vistazo a La Forma del Agua de Guillermo del Toro).

Hoy toca hablar brevemente de Black Panther de Ryan Coogler, el nacimiento (más o menos) de un nuevo héroe en el universo cinematográfico de la casa de las ideas. Si hay algo por lo que las película del MCU no habían apostado todavía, o al menos de forma no tan evidente, era el resultar cansinamente shakesperianas en lugar de ofrecer lo que el resto de sus iguales plasman… cine palomitero sin más pretensiones (aunque Thor se las traía a un 50%). Porque sí, pese a quien pese lo que se nos cuenta en Black Panther no destaca excesivamente por su interés, y no deja de ser un clásico cuento de ascenso al trono, traición con caída, y resurgir todopoderoso. Vamos, un sota, caballo y rey desde hace varios siglos adaptado, en este caso, para que conozcamos Wakanda, los entresijos de esa tierra secreta, las razones de porqué se ocultan, y la gestación definitiva del héroe T’Challa (Chadwik Boseman) a la sombra de su fenecido padre.

En medio del fregado tenemos un villano clásico y muy molón que viene como anillo al dedo a la historia. Michael B. Jordan encarna con destreza a ese hermano de sangre que del mismo modo que ocurrió con leyendas y realidades, trata de ocupar el trono del reino al que podría haber optado. Vamos, Black Panther es fiel reflejo de la historia villanesca de Juan I de Inglaterra contra Ricardo Corazón de León. Eric Killmonger es el Juan de Wakanda, T’Challa es el Ricardo de esta utópica civilización donde igualdad social y evolución global son seña de su identidad. Como condimento en cuanto a reparto tenemos a un excesivamente protagonista y anodino Martin Freeman como el agente de la CIA Ross, un conjunto de actrices con presencia del nivel de Lupita Nyong’o, Danai Gurira o Letitia Wright, reconozcamos que cada una logra aportar su granito de arena a esta propuesta de teatro, presencias de hacérselo mirar como lo de Daniel Kaluuya (caída libre desde Déjame Salir a Black Panther en cero coma) y veteranos en horas bajas como Angela Bassett y Forest Whitaker. Menos mal que para dar la réplica a Killmonger tenemos a Andy Serkis como el gran Ulysses Klaue, probablemente junto al primero el mejor personaje de la larga aventura comiquera. Y sí, Boseman ni chicha ni limoná.

Para rizar el rizo, y si ya la historia resulta un pelín plana, el exceso digital de Black Panther tampoco ayuda a meterte en ella. No ayuda el exceso colorista de la historia, resultando alarmante por momentos y excesivamente artificial en otros, no ayuda lo poco elaborados efectos digitales del film que cantan cosa fina en esa batalla final (la pelea del metro wakandiano o los rinocerontes), no ayuda haber pasado del todo ofrecido por los Hermanos Russo, con su enfoque realista de las vicisitudes de Steve Rogers (Chris Evans), a este brinca brinca protagonizado por un héroe que no tiene el carisma de otros, y del que no me imagino ahora mismo una historia que acabe enganchando. Ah, menos mal que tenemos la secuencia de Corea, con Klaw protagonista, que mola cosa fina. En fin, cuesta entender el excesivo beneplácito que se puede ver en esos portales totum revolutum donde la crítica especializada ensalza Black Panther hasta convertirla en una de las mejores películas del año y del MCU vivido. ¿En serio? Desde luego es entretenida, pero nada más. Muy lejos de convertirse en la mejor película del proyecto nacido ya en 2008.

Black Panther IMAX
Black Panther IMAX

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Tras disfrutar de ella en Sitges 2017, hoy he podido volver al cine, acompañado por una persona muy especial, a ver La Forma del Agua (The Shape of Water) de Guillermo del Toro. Recupero la opinión publicada en su día, y os recomiendo nuevamente acudir al cine para entender en un nuevo episodio lo que es el cine para el director mexicano. Su visión de las cosas, los temas que le mueven, como se expresa en el medio en el que es un genio en toda regla. La Forma del Agua, un poema de amor sembrado por iconografía de una era y adornada por esa particular visión de "La Bella y la Bestia" en manos de Del Toro.

Y así arrancó la 50ª edición del Sitges – Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya, con Guillermo del Toro, recién llegado de Los Angeles, presentando su nueva obra cinematográfica: La Forma del Agua (The Shape of Water, 2017). El director mexicano inaugura una nueva era en su carrera profesional presentando un clásico instantáneo que desprende madurez, sensibilidad y esperanza por todos los lados. Es La Forma del Agua un cuento de hadas, absolutamente delicioso, pero es al mismo tiempo una historia de amor verdadero, un film crítico con las represiones pasadas, presentes y futuras por género, sexualidad y raza.

Es La Forma del Agua una historia de oportunidades, de derecho a la felicidad sea cual sea tu condición, y de obsesiones. Guillermo del Toro mezcla magistralmente todo, en una época donde la desconfianza se veía reflejada en todos los estamentos sociales. Es La Forma del Agua una película emocionante, vibrante y que no oculta nada, directa (el agitado despertar de nuestra protagonista todas las mañanas) y sobre todo muy sensible. Se apoya el director mexicano en un diseño de producción precioso, algo que ya exploró con grandeza en La Cumbre Escarlata (Crimson Peak), y riega este cuento de amor eterno con evidentes referencias a clásicos del cine como La Mujer y el Monstruo (Creature from the Black Lagoon) o la literatura universal como La Bella y la Bestia.

Es La Forma del Agua una película que se debe ver, disfrutar y sobre todo sentir. Las emociones están ahí y todos tenemos algo de estos protagonistas en nuestro interior.

Precioso cartel de The Shape of Water
Precioso cartel de The Shape of Water

Publicado por Uruloki en

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