Opinión


Vamos con otro de los días de cine en Sitges 2017, turno de Musa de Jaume Balagueró, de The Cured de David Freyne y de una sesión con Q&A donde pudimos ver Suspiria junto a Dario Argento y Guillermo del Toro, luego también pudimos repasar La Cumbre Escarlata (Crimson Peak)… que todo sea dicho mejora como el buen vino.

Arranco con el nuevo producto de Balagueró, el director de la muy molona Los sin nombre, de la genial propuesta [REC], de las menores Darkness o Frágiles, y de la fabulosa Mientras duermes, demos gracias a Alberto Marini por ese guión y ese cabrón de nivel insoportable que era el personaje de Luis Tosar. El tema es que desde aquel 2011 de éxito el bueno de Balagueró nos ha ofrecido la bastante terrible [REC] 4: Apocalipsis, ni pies ni cabeza, y ahora presenta Musa… Sí, Musa, un fiasco de muy señor mío, propuesta caduca en tiempos en los que la fórmula propuesta, manida a más no poder, no termina por funcionar. ¿Qué hace Balagueró? Pues contarnos una historia de brujas, anodina, con un reparto infrautilizado en la que Manuela Vellés aparece unos minutos en pantalla (el 95% de su tiempo desnuda), donde Franka Potente transita, donde Christopher Lloyd cobra cheque y pone caras, donde Joanne Whalley parece aparecer lo mismo que Leonor Watling (para los restos), y donde protagonizan Ana Ularu y Elliot Cowan… los mejores pero no por ello la salvación. Una historia que recuerda al cine que ya hizo Balagueró a finales del siglo pasado… no se puede negar, Musa es lo mismito que Los sin nombre, investigación y desenlace. Fin. Propuesta tristemente floja y que no augura nada bueno como el director nacido en Lleida no trate de ofrecer algo diferente (como ya hiciera en 2011).

Cartel de Musa de Jaume Balagueró
Cartel de Musa de Jaume Balagueró

La otra novedad de este 2017 es The Cured, film irlandés con serias referencias a viejos problemas anclados en la mente del pueblo del lugar, pero donde se cambia el cromo del no quiero a los ingleses por el no quiero a esa gente curada que en otro tiempo fueron zombis. Bueno, sería al revés, los ex-zombis son los irlandeses y los irlandeses son lo antiguos ingleses que se zurraban con el IRA en la agitada Ulster del siglo pasado. Más o menos. En fin, el tedio se apodera de una historia original en la que los ex-zombis son tratados como apestados, primero por contener el virus que los infectó, segundo porque recuerdan, en forma de pesadillas nocturnas, todo lo que hicieron en esa otra vida. Vamos, una cosa rara pero no desacertada. Lo malo, que te meten por en medio una guerra entre los sanos y los curados, una que de regalo alarga una historia que no tiene mucho más que ofrecer y donde el obligado aplauso final (un clásico en Sitges cuando acaba la película) se produce unas cuatro veces, demostrando su director que no sabe terminar el fin… y de hecho, ¡ni lo termina! Aparece Ellen Page y poco más, para obviar.

Cartel promo de The Cured de David Freyne
Cartel promo de The Cured de David Freyne

De regalo tuvimos una sesión de Q&A con Dario Argento y Guillermo del Toro tras revisar la versión 4K de Suspiria del maestro italiano. Una delicia visual, diferente, repleta de momentos únicos, con la música de I Globlin, con la truculencia clásica del Giallo, plagada de secretos y paranoia. Obra maestra de este director junto a su Rojo Oscuro (Profondo Rosso), a su El pájaro de las plumas de cristal (L’uccello dalle piume di cristallo), sin olvidar Inferno, Tenebre o Phenomena. En fin, disfrutar de esta joya en pantalla grande, a todo volumen y con el masivo uso del color que hace es una experiencia única, similar a la del año pasado con Carga maldita (Sorcerer) de William Friedkin, oportunidades que no se puedes desaprovechar. De regalo, pues la posibilidad de volver a disfrutar de La Cumbre Escarlata, ese film romántico antiromántico gótico que no llegó a funcionar en taquilla (sencillamente porque lo vendieron como le dio la gana a Legendary). Vista nuevamente gana y mucho. Es una historia completa, muy bien elaborada y rodeada de todas esas inquietudes que mueven al director mexicano. El premio, asistir a la Q&A, hacer una pregunta a Dario Argento sobre la relevancia del uso de espejos en algunas de sus películas (son las piezas que desvelan los grandes secretos) y ver como Guillermo del Toro aplaude tu pregunta y grita "Genial pregunta cabrón!".

Cartel de Suspiria de Dario Argento
Cartel de Suspiria de Dario Argento

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Y así arrancó la 50ª edición del Sitges – Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya, con Guillermo del Toro, recién llegado de Los Angeles, presentando su nueva obra cinematográfica: La Forma del Agua (The Shape of Water, 2017). El director mexicano inaugura una nueva era en su carrera profesional presentando un clásico instantáneo que desprende madurez, sensibilidad y esperanza por todos los lados. Es La Forma del Agua un cuento de hadas, absolutamente delicioso, pero es al mismo tiempo una historia de amor verdadero, un film crítico con las represiones pasadas, presentes y futuras por género, sexualidad y raza. Es La Forma del Agua una historia de oportunidades, de derecho a la felicidad sea cual sea tu condición, y de obsesiones. Guillermo del Toro mezcla magistralmente todo, en una época donde la desconfianza se veía reflejada en todos los estamentos sociales. Es La Forma del Agua una película emocionante, vibrante y que no oculta nada, directa (el agitado despertar de nuestra protagonista todas las mañanas) y sobre todo muy sensible. Se apoya el director mexicano en un diseño de producción precioso, algo que ya exploró con grandeza en La Cumbre Escarlata (Crimson Peak), y riega este cuento de amor eterno con evidentes referencias a clásicos del cine como La Mujer y el Monstruo (Creature from the Black Lagoon) o la literatura universal como La Bella y la Bestia. Es La Forma del Agua una película que se debe ver, disfrutar y sobre todo sentir. Las emociones están ahí y todos tenemos algo de estos protagonistas en nuestro interior.

Precioso cartel de The Shape of Water
Precioso cartel de The Shape of Water

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La verdad, tras darle muchas vueltas se me hace francamente difícil, o casi imposible, hablar de madre! (mother!) de Darren Aronofsky sin entrar en el terreno de los SPOILERS. ¿Por qué? Os preguntaréis, pues porque la nueva obra del director de Pi, Réquiem por un sueño (Requiem for a Dream), Cisne Negro (Black Swan) o El luchador (The Fighter), vuelve a rizar el rizo sobre lo divino, filosófico y terrenal como ya hiciera en La fuente de la vida (The Fountain) y Noé (Noah). En esta ocasión el viaje que nos propone Aronofsky es completo, de principio a fin uno descubre una mayúscula alegoría no sólo a la Tierra, si no que a la Biblia, o a temas tan actuales como las tendencias o los extremismos. Por lo tanto esta entrada de hoy, dedicada al film protagonizado por Jennifer Lawrence y Javier Bardem, más la participación no anecdótica de Ed Harris, Michelle Pfeiffer o los hermanos Brian y Domhnall Gleeson, llega en forma de qué pienso que ha hecho Aronofsky con madre! y que es lo que entiendo nos ha querido explicar. Añado antes de arrancar que madre! no es una película cómoda. Es compleja de ver, no se disfruta (más bien se sufre), y, sobre todo, marea por su formato y su ritmo paranoico. De hecho, lo que más llama la atención es que la primera sensación tras salir del cine es que no has entendido nada, o puede que hayas visto la primera capa de la alegoría global. Es luego, tras meditarlo, tras hablarlo con amigos, cuando descubres el verdadero trabajo de Aronofsky. Uno especial, no del gusto de todos, y que seguramente no acabe gustando a la inmensa mayoría.

madre! es en primer lugar una alegoría divina sobre la creación. Lo curioso del tema es que arranca la historia por el final, una catarsis destructiva para acto seguido comenzar su narración como si de un flashback se tratara (engaño). Bardem es un escritor sin ideas, un creador sin objetivo que, poco a poco, va llenando su mundo, como hace Dios, de cosas. Este mundo, representado por la casa / el personaje / o la musa que encarna Jennifer Lawrence (aquí no tengo claro si son una unidad o elementos diferentes) arranca siendo un "Paraíso" (así lo define la propia actriz). Ese paraíso comienza a llenarse de vida con la llegada de Ed Harris, al que sigue esa tentación que es Michelle Pfeiffer y sus hijos, los hermanos Caín y Abel… perdón, los Glesson. Al tiempo nuestra madre! descubre que todo lo que le supone vitalidad, todo lo que es ella misma, se desmorona. La alegoría sigue creciendo y de alguna forma se hace referencia ya no sólo a más aspectos mesiánicos / bíblicos, si no que el director decide pararse en temas más presentes como la guerra, los extremismos, los falsos ídolos, fanatismos varios o la represión social en general. Todo esto afecta de una u otra manera a nuestra madre!, esta Tierra que poco a poco estamos matando. Y en estas Aronofsky elige un elemento que causa la catarsis que vivimos al principio de la historia y vuelta a empezar.

Es para pensar, darle vueltas, buscar referencias y hacer un análisis detallado de las diferentes atrocidades que están marcando la progresión de la humanidad a lo largo del tiempo. Otra visión es darle una vuelta 100% bíblica y sacar la comparativa total de lo que Aronofsky nos muestra con los escritos de la iglesia. En definitiva, una historia no para el gusto de todos y con demasiados entuertos referenciales que de partida cuesta entender.

Darren Aronofsky descubre el cartel de Mother!... madre del amor hermoso
Darren Aronofsky descubre el cartel de Mother!… madre del amor hermoso

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En los tiempos que corren estaba claro que algo iba a chirriar en una nueva adaptación del clásico escrito por Stephen King "It". Esa curiosa moral que impera al otro lado del charco, esa donde hay ciertas barreras que no se pueden traspasar porque consideran puede acabar degradando un producto a una segunda fila no rentable, iba a golpear de nuevo. Por otro lado, el espectador / aficionado siempre debe tener claro que todo depende de lo que se espere ver en pantalla, si una adaptación o una traslación. Así que, no cabía duda que llevar tal cual la obra de King al cine según el modelo que ahora rige no iba a ser posible. El actual control, y las ganas de llegar a más público por parte de los estudios no lo iba a permitir. Por ello el It de Andy Muschietti es como es y por eso mismo debe valorarse dentro de ese nuevo cine en el que se mueve.

¿Podrían haber dado a entender esas partes de la obra no incluidas? Sí. ¿Podrían haberlo directamente plasmado? Desde luego, nada lo impide. ¿Que efecto habría provocado? Controvertido pero en ojos de la MPAA no trasladable a las salas comerciales… y sí, puedes hacerlo así o asá, pero no iba a ser lo mismo y para dobles sentidos, o mensajes indirectos que te dejan a medio camino, ¿mejor no hacerlo?

Bajo este prisma uno se sienta a ver It y descubre un nuevo episodio del terror que arrasa este nuevo siglo, un terror mainstream que para más INRI ha acabado vestido de inesperado blockbuster y, sobre todo, gran éxito de taquilla (274 millones recaudados a hoy 15/09). Andy Muschietti es un buen director, tras su debut con el también horror de Mamá (Mama), recibió un complejo segundo encargo que encima debía aplacar la discutida y no deseada salida de Cary Fukunaga (la superlativa primera temporada de "True Detective")… este todavía figura como co-guionista del nuevo It junto a un tal Chase Palmer y la máquina de escribir miedo para todos Gary Dauberman (The Nun, Annabelle: Creation, Wolves at the Door, Crawlspace, Annabelle o Ciénaga diabólica). Con estos mimbres, nada malos, lo que se construye aquí es un producto que funciona de manera tan eficiente que no cabe duda que hay mucho análisis por detrás y mucho vamos a seguir los caminos marcados que en estos momentos son aplaudidos.

Tenemos una historia francamente bien hilada y que de forma directa y gradual te va metiendo el miedo en el cuerpo. Apoyada en lo moderno de los medios, It es un genial reflejo de aquellos años en los que la obra nos sitúa, trasladando al espectador a mediados / finales de los 80. Sus estrenos de cine, sus coches, la estética de las cosas, ese efecto retro que ahora todo lo domina, está presente (no era posible que no lo estuviera) en el nuevo It.

La película cuenta además con un reparto de chavales sorprendentes, que al igual que uno de los últimos grandes hits televisivos, está formado por nombres nada conocidos. Jaeden Lieberher, Sophia Lillis, Finn Wolfhard (este ha salido de la factoría de "Stranger Things"), Jeremy Ray Taylor, Chosen Jacobs, Jack Dylan Grazer y Wyatt Oleff. Un buen equipo de niños que protagonizan como ocurriera en Cuenta conmigo (Stand By Me) o en parte de El cazador de sueños (Dreamcatcher), una historia de adultos salida de la perversa mente de Stephen King. Lo curioso, entre todos ellos destaca la tremenda naturalidad de la Lillis, una Millie Bobby Brown en potencia que seguro veremos mucho más a partir de ahora.

El resto es un terror fresco, con un nuevo Pennywise, muy bien Bill Skarsgård, configurado bajo las nuevas tendencias (por otro lado inconcebibles en 1990). Adaptación abiertamente violenta, bravo, y que traslada mucho más mal rollo vía esas otras historias ya personales que pueblan este cuento de terror que por la propia presencia del payaso. De regalo una banda sonora al uso, que funciona, que no chirría, y la consabida combinación de efectos digitales con prácticos. Hay para todos y bastante bien mezclados. No explota los golpes sonoros para dar el susto y prefiere experimentar más con el in crescendo de la desesperación de los personajes y las situaciones. Merece la pena verla y esperar por esas segunda parte que debería llegar cuanto antes si no quieres que los chavales peguen el estirón de forma repentina…

Fabuloso primer cartel de It de Andy Muschietti
Fabuloso primer cartel de It de Andy Muschietti

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Pues nada, tras un fin de semana de despedida llegó el momento de pasarse por el cine para disfrutar, y recalco esto último, de Spider-Man: Homecoming de Jon Watts. La tercera versión cinematográfica de la era moderna del trepamuros de Marvel se está ganando con merecimiento el título a versión más fresca y acertada si lo que uno pretende es cambiar por completo los aires con los que hasta ahora conocíamos a Peter Parker. Marvel Studios ha metido mano, hasta el fondo, y esto se nota.

¿Pensasteis alguna vez cómo habría sido una adaptación de las aventuras del asombroso Hombre Araña? Pues por lo pronto Spider-Man: Homecoming es la versión más teenager y cercana que podríamos imaginar, una historia bien narrada en la que el famoso lema de un poder conlleva una gran responsabilidad queda más que patente aunque no sea necesario ni citarla… Tony Stark (Robert Downey Jr.) ya lo deja caer varias veces en modo sermón del que sabe de qué va la cosa (en modo padre lo describe él, se podría decir que sabe más el diablo por viejo que por diablo en su caso). Segundo, el nuevo enfoque aúna lo que define al Spider-Man original: un superhéroe de barrio en sus inicios que mira por ese vecino al que atracan en su puesto callejero, o a esa señora mayor a la que hay que llevarle la bolsa de la compra. Tercero, el instituto, las implicaciones de hacer convivir la vida del héroe con los estudios o las actividades escolares, al tiempo que hace sus pinitos evitando atracos y otras cosillas como por ejemplo enfrentarse a avezados villanos con ideas mucho más pérfidas de lo que el propio héroe puede ni si quiera imaginar. Sumemos comedia, acción sobresaliente y los obligados guiños al mundillo que emula, que es, sin ir más lejos, el del cine teenager de enredo de John Hughes… porque el homenaje va más allá de la propia referencia, Todo en un día (Ferris Bueller’s Day Off) vive en esta historia.

Spider-Man: Homecoming aprovecha además una situación ideal, habiéndose generado un universo completo y detalladamente definido en el muy extenso MCU, el villano de turno ha nacido de él y, como parásito, es un aprovechado de la situación (como ya se había contado en uno de los one-shot que Marvel Studios rodó allá por 2012, "Marvel One-Shot: Item 47" se titulaba). La idea es la misma, Marvel Studios ahí lo ha tenido fácil, ya que de todo lo Chitauri se pueden sacar muchas cosas… interesante ver cómo van perfilando la fusión de todo lo contado hasta ahora para que ese MCU sea más y más rico en detalles y relaciones. De paso Adrian Toomes, genial ese Michael Keaton de mil caras, es un villano muy terrenal, no un ser con poderes, lo que mueve a Keaton son otros valores, o intereses, más sorprendentes de lo que inicialmente esperas. Luego tenemos el factor Tom Holland, actor de 21 años que aparenta mucho menos y que por lo tanto encaja como un guante en el personaje. No es bonito comparar, pero a Holland le queda el traje como un guante. Este quizás sea su mayor hándicap, o ventaja según se vea. Spider-Man vive en el mundo Tony Stark y aunque no esté presente tanto como se ha dado a entender en su larga campaña promocional, sin lugar a dudas todo funciona como funciona gracias a la intervención del magnate. Discutible.

Pero bueno, detalles que no ensombrecen, para nada, una historia fresca, divertida, dinámica, entretenida y repleta de chascarrillos. De paso no queda exenta de guiños al personaje con sutiles referencias a todo lo que rodea a Spider-Man.

Simpático cartel de Spider-Man: Homecoming a lo Todo en un día
Simpático cartel de Spider-Man: Homecoming a lo Todo en un día

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Pues aquí tenemos el tercer episodio de una trilogía que arrancó en 2011 y que ha ido evolucionando a mejor, tras el arranque de Rupert Wyatt, gracias al trabajo realizado por Matt Reeves en su segunda y tercera parte. La guerra del Planeta de los Simios (War of the Planet of the Apes), cierre mayúsculo, basa su historia en un camino que discurre por dos senderos claramente definidos, el bélico mucho más cercano al subgénero de las grandes evasiones en el que se enfrentan humanos y monos, y el mesiánico, en el que nuestro protagonista César (Andy Serkis) busca la redención en un entorno en el que, cómo líder, es el guía de un nuevo pueblo que pese al paso de los años sigue siendo joven e inexperto.

Nuevamente la incomprensión y el odio exacerbado lleva al ser humano a mostrar su cara más odiosa como ya ha ocurrido a lo largo de la historia (la propia de la saga y la de nuestro mundo real). Además, esta vez la batalla toma un cariz diferente, uno basado en el encabronamiento del Coronel (Woody Harrelson), una suerte de Walter E. Kurtz que, convencido de que la culpa es de los monos, quiere aniquilar a los primates al tiempo que hace lo propio con su propio pueblo. Ya lo descubrimos en la muy notable El amanecer del planeta de los simios (Dawn of the Planet of the Apes), también de Reeves, la raza humana se extingue sin solución por el virus de los monos y no hay nada que hacer. Por lo tanto, si uno puede ser causa o efecto del virus entonces sobras… esa es la visión del personaje de Harrelson: villano, obsesionado y básicamente trastornado.

Pero este odio reluce en ambos lados. En el humano ya lo he explicado antes, pero en el lado de los simios no se andan con chiquitas. Por César pasan los años y no es en vano. Las tensiones del pasado, Koba siempre estará presente, provocan en el líder dudas, resquemores y, por ende, odio. Su primer encuentro con el Coronel no hace más que disparar el desquicie de nuestro protagonista, y este odio provocará que se desboque más allá de las posibles consecuencias que más adelante dará como resultado. Ahí es donde la humanidad de César está más presente. Sus sentimientos, el sufrimiento al que se ve enfrentado, es propio de los humanos acabar tomando decisiones arriesgadas y alocadas, en muchas ocasiones poco meditadas y que tendrán seguramente efectos nefastos sobre tus iguales.

La guerra del Planeta de los Simios es la historia de dos mundos diferentes, pero en el fondo muy iguales. Tecnológicamente desequilibrados pero, en el fondo, que buscan un objetivo común… la supervivencia. A la ya de por sí gran historia que nos plantean los guionistas Mark Bomback y el propio Reeves, debemos sumar la maestría musical de Michael Giacchino, genio que logra llegar al corazón al tiempo que a la mayor de las emociones. De regalo Reeves dirige una película casi sin diálogo, de miradas, de sensaciones y de decisiones pero, eso sí, no exenta de momentos de acción sin freno (la secuencia de arranque es vertiginosa). En definitiva, vale mucho la pena y creo que es el cierre ideal para un enfoque del inicio que, si regresara, debería viajar en el tiempo mucho más adelante para evolucionar en otro momento relevante del universo del Planeta de los Simios.

El cartel final de La Guerra del Planeta de los Simios, cine con mayúsculas
El cartel final de La Guerra del Planeta de los Simios, cine con mayúsculas

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Del director de Shaun of the Dead, del responsable de Arma fatal (Hot Fuzz), del genio que adaptó Scott Pilgrim contra el mundo (Scott Pilgrim vs. the World), del apocalíptico padre de Bienvenidos al fin del mundo (The World’s End)… estos son los cuatro proyectos que definen la carrera cinematográfica de Edgar Wright, "Spaced" es harina de otro costal, y Baby Driver es la última joya que se ha sacado de las manos.

Baby Driver es cine rodado a ritmo, decenas de secuencias medidas al milímetro para que ese paso, ese movimiento de manos, ese guiño o mueca y es giro de volante, coincidan con un toque musical de la pieza que en ese instante esté definiendo la vida de Baby (Ansel Elgort). Baby Driver es originalidad, una fusión imposible de géneros como el musical roquero y el cine de persecuciones que lleva sembrando las pantallas desde hace ya unas cuantas décadas (aunque de forma bastante esporádica). Baby Driver es a Edward Wright lo que Ronin a John Frankenheimer o lo que Punto límite: cero (Vanishing Point) a Richard C. Sarafian… un punto destacado en sus filmografías. Baby Driver es cine sorprendentemente violento en la que un joven obligado a cumplir un pacto de sangre por un error de adolescencia debe lidiar con tipos ansiosos por apretar el gatillo y que responden a motes tan básicos como Doc (Kevin Spacey), Buddy (Jon Hamm), Darling (Eiza González)o Bats (Jamie Foxx). Baby Driver es velocidad, mucha, rodada con sobresaliente maestría y donde nada se nos puede escapar. Baby Driver es también una curiosa historia romántica, el nacimiento de una odisea de amor donde las miradas, la música y los diálogos breves hacen que más temas por el destino que les espera.

Edgar Wright, después del fiasco Ant-Man, se despeina y ofrece una de sus mejores películas, tan frenéticas como las anteriores aunque en lugar del in crescendo habitual, en Baby Driver ya vas todo el rato por encima de las revoluciones permitidas. Da gusto ver lo bien que se le ha salido al director británico su nueva aventura, y se demuestra que la independencia personal que define su cine es la mejor carta de presentación posible. No hay nada como mantenerse alejado de las grandes corporaciones y los grandes estudios que terminan por obligarte a hacer lo que el mercado les demanda.

Baby Driver es una joya, imparable, que parte a alto nivel y acaba completamente descontrolada en un tercer acto donde el consumo de gasolina deja completamente vacío el depósito del despiporre. Debe verse una y más veces para pillarle los detalles, para fijarse en la imposible coreografía que han parido, y, sobre todo, para disfrutar de una sensación de velocidad auténtica. No puedo contar nada porque debe disfrutarse sin descubrir todos los secretos que oculta, que no son pocos y sorprendentes.

El último póster molón de Baby Driver
El último póster molón de Baby Driver

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Tras un par de días desaparecido, obligaciones varias, es momento de hablar de una diosa recién llegada que dando un golpe en la mesa ha gritado… "he venido para quedarme". Este pasado viernes al fin ha llegado a los cines Wonder Woman, el nuevo episodio en el denominado como DC Extended Universe, y proyecto que define con grandeza el tercer pilar de un futuro conglomerado comiquero que cuanto más crece más mola. Antes fueron Superman en El Hombre de Acero (Man of Steel), luego fue principalmente Batman, aunque no sólo él, en Batman v Superman: El Amanecer de la Justicia (Batman v Superman: Dawn of Justice), y ahora son Wonder Woman, Gal Gadot y Patty Jenkins… un tres en una que además de seguir confirmando que aquí hay muchísimo potencial, Warner Bros. / DC Films seguro que siguen llorando de alegría con el éxito cosechado, presenta a un superheroína como debe ser, que no genere dudas sobre su adaptación (no miremos hacia otros lados) y, las cosas claras, superior en casi todos los aspectos a sus equivalentes masculinos. Lo dicho, golpe sobre la mesa y más que merecido aplauso.

Wonder Woman no reinventa un género, ni lo pretende, pero se reafirma que el western del siglo XXI tiene todavía mucho que ofrecer, y que con suerte estaremos aquí los espectadores para disfrutarlo. Una historia muy bien elaborada, de tono narrativo clásico que transita desde el nacimiento de nuestra heroína, su idílico periplo hacia la madurez y la posterior y definitiva pérdida de la inocencia haciendo frente a las situaciones más duras y desagradables… lo dicho, clásico pero ideal. Esta narración transita además entre la mitología y la cruda realidad, una que toma como base el destino de las Amazonas de Temiscira, su obligación para acabar con Ares, Dios de la Guerra, y el cómo cambian las cosas cuando Diana (Gadot) debe salir de su paraíso secreto y llegar a este nuevo mundo reinado por el primer gran horror armamentístico de nuestra historia… la Primera Guerra Mundial. Aquí es donde Wonder Woman triunfa. Abandonando el estilo de los films predecesores de su universo, a los mencionados encuentros con Superman y Batman debemos sumar ese extraño compendio de villanos que es Escuadrón Suicida (Suicide Squad), el film de Patty Jenkins pone el ojo donde, reconozcámoslo, lo puso previamente Marvel con su Capitán América: El Primer Vengador (Captain America: The First Avenger), y da forma a una historia de aventuras, de sentimiento, de primer amor, y de golpe a la patata. Ambos films tienen mucho en común. Si bien sus puntos de partida son completamente diferentes, desde luego defienden los mismos valores y eso es lo que, por descontado, hacen que en este caso de Wonder Woman, la película también crezca en torno a un sentimiento de esperanza y fortaleza frente a un evento salvaje donde la barbarie humana todo lo destruye.

Mismos mimbres, repito que no se pone en duda, pero diferente elaboración. El poso de Wonder Woman es grandioso, es de nacimiento de un personaje que puede dar mucho más de lo que hace años se pensó y descartó (recordemos aquella aventura en la Segunda Guerra Mundial que Joss Whedon quiso rodar en 2005 pero que acabó muriendo en 2007). Segundo, Patty Jenkins deja bastante claro que este no es un mundo de hombres. El poderío visual se transmite en pantalla y es el valor del director que está tras la dirección lo que establece el resultado final. Aquí la Jenkins deja bastante claro que donde hay saber hacer lo mejor es estar callados y mucho ojo a cómo rueda esta señora las escenas de acción.

En definitiva, lo mejor es verlo en pantalla unas cuantas veces si tercia. Disfrutar del buen cine de aventuras, de acción, de golpe de realidad en un universo ficticio y comiquero. Disfrutar también de este diamante llamado Gal Gadot, actriz de rostro angelical pero imparable (por destructiva) defensora de sus ideales. Wonder Woman es la gran joya de Warner Bros. / DC Films y ya pueden ser respetuosos con le personaje… ha nacido una nueva franquicia y ahora sólo queda que sepan manejar el futuro de la misma.

Genial cartel de Wonder Woman
Genial cartel de Wonder Woman

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Y en estas Universal Pictures se sintió desplazada de la moda que agita Hollywood estos años, y por esa razón decidió pergeñar un plan aparentemente genial, uno en el que los grandes monstruos que poblaron la era dorada del cine en blanco y negro eran iconos con legiones de seguidores. De ese plan, y de las mentes preclaras de Alex Kurtzman y Chris Morgan, vaya par, nació Dark Universe, un sello que debuta con el film que nos reúne hoy en esta entretenida pero no amable lectura.

La momia (The Mummy), con Kurtzman a los mandos y debutando en esto de dirigir un proyecto de gran producción (si bien de gestionar estos tinglados controla un rato de su etapa con Roberto Orci), cuenta con un guión que cumple con los cánones que imperan en el cine blockbuster de hoy en día… ha sido escrito por demasiadas manos. Entre los implicados tenemos al multipremiado David Koepp, el ganador de un Oscar Christopher McQuarrie, un tal Dylan Kussman, ideas dadas por el discutido pero muy de moda Jon Spaihts, más aportaciones de, otra vez, Kurtzman y otra tal Jenny Lumet. Lo dicho, demasiados huevos para una misma cesta.

Con todas estas mentes ofreciendo su granito de arena me pregunto que esperaban obtener en el estudio, porque el resultado no deja de ser el mayor refrito que ha parido madre en mucho tiempo. Un refrito donde se asimilan grandes ideas como la absorción de vidas de la mítica Lifeforce: Fuerza vital (Lifeforce) de Tobe Hooper, pero sin Mathilda May, la presencia del amigo muerto viviente que te da consejos como ocurría en Un hombre americano en Londres (An American Werewolf in London) de John Landis, pero sin Griffin Dunne, el arte arquelógico de Indiana Jones y la última cruzada (Indiana Jones and the Last Crusade) de Steven Spielberg, pero sin la química Dr. Jones / Elsa, y hasta los templarios muerto vivientes de La noche del terror ciego, El ataque de los muertos sin ojos, El buque maldito y La noche de las gaviotas, todas ellas del gallego Amando de Ossorio. Se puede asegurar que hay más ideas adoptadas pero habrá que ver alguna vez más este pastiche (si es que se tiene estómago para hacerlo).

Como colofón la idea del millón: nada mejor que depositar todas tus esperanzas sobre los hombros de actores sobradamente conocidos, estrellas (en otro tiempo), que se han labrado una carrera con gran esfuerzo, pero que hoy en día ya no son el imán que fueron, y no se yo si lo volverán a ser. Tom Cruise es el protagonista de La momia y como se supone cuando protagoniza una película, Cruise es el centro de todo y en torno a su persona se gesta la historia. Por lo tanto, sorpresas las justas (por no decir que ninguna). Es innegable que sin ver la película, o viendo el primer avance de hace ya unos meses, se sabe ya por donde van a ir los tiros. Vale, podemos asumirlo, el espectador conoce de la importancia de la presencia de Cruise y admite que no habrá grandes impactos. De ahí pasamos al cine de acción más made in Hollywood posible, muy bien elaborado todo sea dicho, pero que como ya comentaba antes bebe de tantas fuentes que originalidad nula. Terminar de regar la historia con una presencia un tanto anodina, Russel Crowe es un convidado de piedra en la piel de un personaje con cero vitalidad, y termina haciendo un innecesario guiño a las aventuras de Brendan Fraser. ¿En qué estaban pensando?

La momia apunta a primera gran oportunidad perdida, una película de acción más, con algunas secuencias molonas pero deudoras de series B notablemente superiores a esta producción Universal Pictures. La verdad, el enfoque se antoja como nada correcto, igual el bueno pudo haber tratado el producto como algo más del estilo de El hombre lobo (The Wolfman), la de Joe Johnston, pero tratando de ser conscientes de lo que pretendes reinventar. La momia pretende ser el debut de un sello de terror y se queda a medio camino entre la comedia, el cine de aventuras y de acción. Oportunidad perdida, veremos el siguiente episodios.

Uno de los pocos carteles decentes de La Momia
Uno de los pocos carteles decentes de La Momia

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En estas llegó Jordan Peele, actor puro de comedia ácida y crítica, al universo del presupuesto ajustado para el cine de género de terror que propone Jason Blum bajo su enorme sello Blumhouse. En estas el bueno de Peele fusionó en un film de terror como Déjame salir (Get Out) aspectos tan presentes en la sociedad norteamericana actual como ese racismo latente del que somos espectadores en los informativos / telediarios de vez en cuando, o las historias de relaciones personales más transgresoras como la narrada hace ya un montón de años en Adivina quién viene esta noche (Guess Who’s Coming to Dinner).

Con un nuevo presidente en la casa blanca "yo habría votado por tercera vez a Obama", Peele junta en pantalla una suerte de historia (muy) macabra donde se juntan elementos evidentes de odio racial, aquí el inserto de crítica social como ya lograran otros en su tiempo como John Carpenter, como malabarismos grotescos y típicos del horror más contemporáneo como la absorción de la vida, la suplantación de identidad, los mad doctors y la comunidades cultistas. Sí, Déjame salir es un entretenido refrito de ideas clásicas como las propuestas en La semilla del diablo (Rosemary’s Baby) y su secta pro-diablo, los hipnotismos lavados de cerebro de El mensajero del miedo (The Manchurian Candidate), o las autómatas de "Las poseídas de Stepford", pero al tiempo es una curiosa propuesta de película con aroma clásico y tendiente a la comedia (macabra), hay hasta algún chascarrillo a Los padres de ella (Meet the Parents) como cuando el padre se muestra no conforme con los meses que llevan de relación los protagonistas.

La película es una obra a tres bandas. Por un lado el desencajado actor protagonista. Mola Daniel Kaluuya y su capacidad de sufrimiento. Esos ojos fuera de sus órbitas, ese blanco leche de esos globos oculares que aportan un malsano contraste a su tez negra. Junto a él la niña pija de turno encarnada por Allison Williams. Mujer de múltiples facetas nunca mejor dicho. Para rematar la madre de familia encarnada por Catherine Keener y suerte de Minnie Castevet que te pone los pelos de punta cuando saca provecho de sus "cualidades". El tapete de juego lo completan una caterva de amigos, criados y familiares que ya con verlos parece que están calculando a cuánto el kilo de carne negra y que de manera subrepticia no se esconden a la hora de desvelar qué les mueve, aunque el espectador no se dé cuenta de ellos hasta más avanzada la historia. Geniales sentencias esas de "me encanta tu capacidad de ver las cosas", "lo negro está de moda", o el "qué tal tu juego de golf", todas ellas con elaborado sentido de lo que en realidad estás viendo.

A la película hay que pillarle el punto, no es sencilla y cuesta disfrutarla. La verdad es que Peele te incomoda con su historia (bravo), pero se queda un pelín cojo con el amigo maestro del chascarrillo brother del protagonista Chris (Kaluuya)… cansa LilRel Howery. Además, ese descafeinado final, a medio camino entre lo estándar y lo glorioso, deja un poco cojo el resultado final, que no por ello desmerece. Favorecen la enfermiza historia lo paranoico de muchos de los personajes de apoyo como el hijo, encarnado por ese pálido Caleb Landry Jones, la cocinera o el encargado de los jardines. El mal rollo viene servido con miraditas, risotadas y lágrimas fuera de contexto que no sabes en que narices pueden acabar derivando. La verdad, me has gustado por lo diferente que es y porque no usa el factor sobrenatural que hoy tanto se explota. Es un terror más de andar por casa, presente, perturbador, malsano, supremacista, espeluznante y francamente odioso.

Todo es blanco y negro en Déjame salir
Todo es blanco y negro en Déjame salir

Publicado por Uruloki en

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