Opinión


Y en estas Universal Pictures se sintió desplazada de la moda que agita Hollywood estos años, y por esa razón decidió pergeñar un plan aparentemente genial, uno en el que los grandes monstruos que poblaron la era dorada del cine en blanco y negro eran iconos con legiones de seguidores. De ese plan, y de las mentes preclaras de Alex Kurtzman y Chris Morgan, vaya par, nació Dark Universe, un sello que debuta con el film que nos reúne hoy en esta entretenida pero no amable lectura.

La momia (The Mummy), con Kurtzman a los mandos y debutando en esto de dirigir un proyecto de gran producción (si bien de gestionar estos tinglados controla un rato de su etapa con Roberto Orci), cuenta con un guión que cumple con los cánones que imperan en el cine blockbuster de hoy en día… ha sido escrito por demasiadas manos. Entre los implicados tenemos al multipremiado David Koepp, el ganador de un Oscar Christopher McQuarrie, un tal Dylan Kussman, ideas dadas por el discutido pero muy de moda Jon Spaihts, más aportaciones de, otra vez, Kurtzman y otra tal Jenny Lumet. Lo dicho, demasiados huevos para una misma cesta.

Con todas estas mentes ofreciendo su granito de arena me pregunto que esperaban obtener en el estudio, porque el resultado no deja de ser el mayor refrito que ha parido madre en mucho tiempo. Un refrito donde se asimilan grandes ideas como la absorción de vidas de la mítica Lifeforce: Fuerza vital (Lifeforce) de Tobe Hooper, pero sin Mathilda May, la presencia del amigo muerto viviente que te da consejos como ocurría en Un hombre americano en Londres (An American Werewolf in London) de John Landis, pero sin Griffin Dunne, el arte arquelógico de Indiana Jones y la última cruzada (Indiana Jones and the Last Crusade) de Steven Spielberg, pero sin la química Dr. Jones / Elsa, y hasta los templarios muerto vivientes de La noche del terror ciego, El ataque de los muertos sin ojos, El buque maldito y La noche de las gaviotas, todas ellas del gallego Amando de Ossorio. Se puede asegurar que hay más ideas adoptadas pero habrá que ver alguna vez más este pastiche (si es que se tiene estómago para hacerlo).

Como colofón la idea del millón: nada mejor que depositar todas tus esperanzas sobre los hombros de actores sobradamente conocidos, estrellas (en otro tiempo), que se han labrado una carrera con gran esfuerzo, pero que hoy en día ya no son el imán que fueron, y no se yo si lo volverán a ser. Tom Cruise es el protagonista de La momia y como se supone cuando protagoniza una película, Cruise es el centro de todo y en torno a su persona se gesta la historia. Por lo tanto, sorpresas las justas (por no decir que ninguna). Es innegable que sin ver la película, o viendo el primer avance de hace ya unos meses, se sabe ya por donde van a ir los tiros. Vale, podemos asumirlo, el espectador conoce de la importancia de la presencia de Cruise y admite que no habrá grandes impactos. De ahí pasamos al cine de acción más made in Hollywood posible, muy bien elaborado todo sea dicho, pero que como ya comentaba antes bebe de tantas fuentes que originalidad nula. Terminar de regar la historia con una presencia un tanto anodina, Russel Crowe es un convidado de piedra en la piel de un personaje con cero vitalidad, y termina haciendo un innecesario guiño a las aventuras de Brendan Fraser. ¿En qué estaban pensando?

La momia apunta a primera gran oportunidad perdida, una película de acción más, con algunas secuencias molonas pero deudoras de series B notablemente superiores a esta producción Universal Pictures. La verdad, el enfoque se antoja como nada correcto, igual el bueno pudo haber tratado el producto como algo más del estilo de El hombre lobo (The Wolfman), la de Joe Johnston, pero tratando de ser conscientes de lo que pretendes reinventar. La momia pretende ser el debut de un sello de terror y se queda a medio camino entre la comedia, el cine de aventuras y de acción. Oportunidad perdida, veremos el siguiente episodios.

Uno de los pocos carteles decentes de La Momia
Uno de los pocos carteles decentes de La Momia

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En estas llegó Jordan Peele, actor puro de comedia ácida y crítica, al universo del presupuesto ajustado para el cine de género de terror que propone Jason Blum bajo su enorme sello Blumhouse. En estas el bueno de Peele fusionó en un film de terror como Déjame salir (Get Out) aspectos tan presentes en la sociedad norteamericana actual como ese racismo latente del que somos espectadores en los informativos / telediarios de vez en cuando, o las historias de relaciones personales más transgresoras como la narrada hace ya un montón de años en Adivina quién viene esta noche (Guess Who’s Coming to Dinner).

Con un nuevo presidente en la casa blanca "yo habría votado por tercera vez a Obama", Peele junta en pantalla una suerte de historia (muy) macabra donde se juntan elementos evidentes de odio racial, aquí el inserto de crítica social como ya lograran otros en su tiempo como John Carpenter, como malabarismos grotescos y típicos del horror más contemporáneo como la absorción de la vida, la suplantación de identidad, los mad doctors y la comunidades cultistas. Sí, Déjame salir es un entretenido refrito de ideas clásicas como las propuestas en La semilla del diablo (Rosemary’s Baby) y su secta pro-diablo, los hipnotismos lavados de cerebro de El mensajero del miedo (The Manchurian Candidate), o las autómatas de "Las poseídas de Stepford", pero al tiempo es una curiosa propuesta de película con aroma clásico y tendiente a la comedia (macabra), hay hasta algún chascarrillo a Los padres de ella (Meet the Parents) como cuando el padre se muestra no conforme con los meses que llevan de relación los protagonistas.

La película es una obra a tres bandas. Por un lado el desencajado actor protagonista. Mola Daniel Kaluuya y su capacidad de sufrimiento. Esos ojos fuera de sus órbitas, ese blanco leche de esos globos oculares que aportan un malsano contraste a su tez negra. Junto a él la niña pija de turno encarnada por Allison Williams. Mujer de múltiples facetas nunca mejor dicho. Para rematar la madre de familia encarnada por Catherine Keener y suerte de Minnie Castevet que te pone los pelos de punta cuando saca provecho de sus "cualidades". El tapete de juego lo completan una caterva de amigos, criados y familiares que ya con verlos parece que están calculando a cuánto el kilo de carne negra y que de manera subrepticia no se esconden a la hora de desvelar qué les mueve, aunque el espectador no se dé cuenta de ellos hasta más avanzada la historia. Geniales sentencias esas de "me encanta tu capacidad de ver las cosas", "lo negro está de moda", o el "qué tal tu juego de golf", todas ellas con elaborado sentido de lo que en realidad estás viendo.

A la película hay que pillarle el punto, no es sencilla y cuesta disfrutarla. La verdad es que Peele te incomoda con su historia (bravo), pero se queda un pelín cojo con el amigo maestro del chascarrillo brother del protagonista Chris (Kaluuya)… cansa LilRel Howery. Además, ese descafeinado final, a medio camino entre lo estándar y lo glorioso, deja un poco cojo el resultado final, que no por ello desmerece. Favorecen la enfermiza historia lo paranoico de muchos de los personajes de apoyo como el hijo, encarnado por ese pálido Caleb Landry Jones, la cocinera o el encargado de los jardines. El mal rollo viene servido con miraditas, risotadas y lágrimas fuera de contexto que no sabes en que narices pueden acabar derivando. La verdad, me has gustado por lo diferente que es y porque no usa el factor sobrenatural que hoy tanto se explota. Es un terror más de andar por casa, presente, perturbador, malsano, supremacista, espeluznante y francamente odioso.

Todo es blanco y negro en Déjame salir
Todo es blanco y negro en Déjame salir

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Pues en esas estamos, la franquicia Alien regresa con buen sabor de boca al cine después del viaje de la Prometheus, uno que muchos desearon no haber visto nunca (yo sin embargo la disfruto una vez al año por lo menos), y ahora nos embarcamos en la Covenant y su periplo espacial colonizador de planetas con ansias de acabar terraformados, perfecta antesala (que no lo es) de lo que ya pudimos ver en otro tiempo…

Al tema. Comprendo las críticas que en su día se hicieron a Prometheus, las admito, pero este universo es tan intenso e inmenso que vaya por donde vaya raro es el proyecto cinematográfico que no acabe por entretenerte o disgustar a partes iguales, ya se sabe que nunca lleve a gusto de todos. Con esta advertencia en mente y como punto de partida, hay que reconocer que Alien: Covenant no es para nada perfecta, pero en el fondo debería dar igual cuando estamos ante un film que logra encauzar muchos de los frentes que se abrieron en el viaje de la doctora Elizabeth Shaw (Noomi Rapace). Es más, merecidamente esta película pasa a ocupar un puesto relevante dentro de una franquicia que ha sido largamente explorada y que, a diferencia de otras segundas partes, vuelve a contar con un Ridley Scott tomando de nuevo las riendas y demostrando la maestría que sigue atesorando como narrador de cine.

Personalmente creo que lo peor que se pueda decir de Alien: Covenant es lo poco sorprendente que resulta. Es difícil hablar sin desvelar, pero llega con decir que en un universo sobreexplotado, aportar novedades es francamente complejo. En cierto modo me gustaron mucho más ciertas revelaciones de su predecesora Prometheus, pero está claro que los guionistas elegidos esta vez, John Logan y Dante Harper, han optado por ir un poco más al grano que en el 2012 se dejó un tanto de lado. No sé si para bien o para mal, pero Alien: Covenant es el salto directo a la marca que mucha gente esperó ver en Prometheus. Si en aquel momento muchos pensaron menuda tomadura de pelo, en esta otros tantos comentarán que no han sabido frenar a tiempo y que la evidencia resulta hasta rocambolesca. Por otro lado, esta vez se juega con un aspecto francamente poderoso de la historia, uno que además funciona y desvela lo monstruoso que puede ser todo más allá de la propia criatura que muchos querían ver… el xenomorfo. Ya se entreveía en Prometheus, y aquí explota de la mejor forma posible. Para ello llega con contar con un doble Michael Fassbender, absoluto protagonista acompañado por un elenco de colonos que levantan un interés proporcional al que duran en pantalla. Fassbender es David y Walter, versión 1.0 y 2.0 de un mismo ser, un sintético obsesivo y uno carente de obsesiones. Seres idénticos que sin embargo no pueden ser más diferentes. Con esto se completa el 95% de la película, el resto es una monster movie francamente bien elaborada y perteneciente a un universo que todos adoramos.

¿En definitiva? Pues que bravo. Entretiene, sirve para resolver entuertos de Prometheus, sirve para que los fans de la criatura se sientan conformes, sirve para establecer lo que ha de pasar en una obligada tercera parte, etc. Sirve para muchas cosas, pero lo más importante es que sirve para seguir disfrutando de una saga pura, un icono del terror y la ciencia ficción que siempre te hará pasar un buen rato. Yo compro y seguiré comprando.

Póster de Alien: Covenant
Póster de Alien: Covenant

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Tras una larga espera Marvel Studios nos presenta Guardianes de la Galaxia Vol. 2 (Guardians of the Galaxy Vol. 2) y pone de nuevo rumbo a la comedia mainstream más desenfadada como ya hiciera en su primera parte, pero, eso sí, explotando mucho más que su predecesora aspectos emocionales que seguramente tocarán la patata a más de uno. James Gunn sigue haciendo suyo el producto, es evidentemente fresco, aunque esta vez las circunstancias le obliguen a encorsetarse más en el modelo Disney, por lo que Guardianes de la Galaxia Vol. 2 es un film para todos, grandes y pequeños, y hay que cumplir con su verdadero y único cometido… entretener y hacer disfrutar al público. Lo logra aunque en el fondo sea más plano que la genial primera entrega.

Esta segunda parte deja de lado la grandeza aventurera de la anterior, en aquella además de presentarnos a todo el grupo se vinculaba a los héroes directamente con el hito final que veremos / viviremos en Vengadores: La Guerra del Infinito (Avengers: Infinity War, 2018), y centra su historia 100% en los personajes protagonistas indagando en mayor o menor medida en lo personal de cada uno como es la paternidad de Starlord (Chris Pratt), ya no es sorpresa que Ego (Kurt Russell) es su padre, la relación entre las hermanas Gamora (Zoe Saldana) y Nebula (Karen Gillian), la completa sensación de abandono que sufre Rocket (Bradley Cooper) o la sobreexplotación de lo entrañable que resulta ver todo lo que hace Baby Groot (Vin Diesel)… estaba claro que tenía que ocurrir. Sorprende sin embargo, aunque seguro que más de uno lo entiende como necesario, la completa gimlificación de Drax (Dave Bautista), haciendo de un personaje permanentemente fuera de onda en la primera, de ahí su gracia, un trasunto de bufón que, por momentos, no pega ni con cola y hasta resulta cansino. Eso sí, el film recupera con gran acierto otras presencias que ya nos acompañaron en la anterior historia como Yondu (Michael Rooker), y se vale para argumentar ciertas razones no aclaradas en el pasado que de paso relacionan más íntimamente a nuestros personajes.

Guardianes de la Galaxia Vol. 2 no obstante se mueve dentro de un envoltorio repleto de espectáculo espacial donde destacan las frenéticas persecuciones / batallas espaciales con los Soberanos, o el despiporre visual que es Ego en si. Vale también para disfrutar de las mil referencias a los cómics con la presencia de la raza de los Vigilantes, ese vistazo al verdadero planeta comiquero Ego, o el guiño modo evidencia a la futura presencia de Adam Warlock (entre otras muchas). Además, pone el foco sobre dos personajes que no creo que tengan continuidad pero que están ahí y que resulta simpático ver. Mantis (Pom Klementieff) no es que aporte demasiado creo yo, y Stakar Ogord / Starhawk (Sylvester Stallone) hasta podría formar parte de Guardians of the Galaxy Vol. 3. Desde luego Guardianes de la Galaxia Vol. 2 es entretenida. Tiene chistes frescos, absurdos y forzados. Juega con las emociones, bravo, y se nos clava en las retinas y en la orejas como ya hizo su anterior parte. Eso sí, no transmite y no llega al fondo como si logró su predecesora.

El cartel de Guardianes de la Galaxia Vol. 2 es un despiporre de color
El cartel de Guardianes de la Galaxia Vol. 2 es un despiporre de color

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Aunque ya ha pasado una semana desde que vi en cines Ghost in the Shell de Rupert Sanders, aprovecho ahora un pequeño hueco entre tanta noticia y compromiso para hacer un breve recorrido por esta adaptación de la icónica y estupenda obra manga de Masamune Shirow y su excelsa versión anime dirigida por Mamoru Oshii.

Obviamente las pretensiones de Hollywood cuando hablamos de remakes, y más de esta índole, suelen tirar hacia abajo. En este caso no es para menos y pese a todo lo visualmente imponente que resulte el producto final, que lo es, la impersonalidad de un director como Sanders o de guionistas cero relevantes auguraban lo que finalmente ha resultado… no es una castaña pilonga, no, pero tampoco es el Ghost in the Shell que seguramente esperábamos ver (aunque ese modelo iba a ser sumamente complejo de presentar a un público mainstream). Pero ojo, porque adaptar la obra de Shirow y la visión de Oshii no es cosa fácil, de hecho el proyecto lleva dando vueltas casi una década sin que nadie se haya decidido a dar el paso definitivo… hasta ahora. Y no creo que este periplo haya sido por no querer hacerlo, si no porque el cómo ha sido algo francamente complejo de decidir.

Ghost in the Shell versión Rupert Sanders juega con los elementos más simples de la obra original, añadiendo nuevos de posteriores en la franquicia anime, olvidando otros cruciales, pero mostrando en pantalla auténticos planos / cuadros que son fieles reflejos visuales de lo que Oshii creó. Lo que sí queda claro es que todo está simplificado para ser digerido por el público en general, abandonando (aunque esté ahí medio presente) lo más metafísico que rememora a los cánones sobre los que se aposentó la obra maestra Blade Runner: el ser humano, la propia identidad, el sentido de pertenencia y la inteligencia artificial. Aquí todo se soslaya, si, hay detalles de humanidad e identidad, pero en definitiva mucho más cine de acción que una narrativa compleja que te obligue a devanarte los sesos para comprender (como ya ocurriera con el film de Ridley Scott).

El reparto pues correcto, a Scarlett Johansson no es que la vea en el papel, más a Pilou Asbæk o Takeshi Kitano que logran un acondicionamiento mucho más solvente que la megaestrella. Pero bueno, es cine de acción, es cine de Hollywood y muchas veces tampoco se le puede pedir mucho más. Eso sí, visto el resultado que está teniendo en taquilla uno se plantea qué habría pasado si se hubiera pasado por entrar hasta el fondo en las dudas filosóficas del anime. ¿Le hubiera ido igual de mal? Pues puede que sí, pero entonces habría sido eternamente recordada, cosa que ahora no será así.

El cartel más molón hasta la fecha de Ghost in the Shell
El cartel más molón hasta la fecha de Ghost in the Shell

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Este pasado domingo encontré un hueco para echar un vistazo a la prometedora Kong: La Isla Calavera (Kong: Skull Island) del hasta ahora, al menos para mi, desconocido Jordan Vogt-Roberts. La verdad, tras la muy irregular Godzilla de Gareth Edwards estaba reticente a esperar algo realmente sorprendente de un nuevo monstruoso producto de la factoría Warner Bros. El resultado sin embargo toma un rumbo francamente prometedor para una franquicia no correctamente explotada (que no sobradamente explorada).

Kong: La Isla Calavera es verdadero cine de aventuras, de altas esferas donde el ritmo, la acción, y la vistosidad de un espectáculo de efectos visuales nos ponen a los pies de un gigante como nunca antes lo habíamos visto… es grande de narices. Hay que reconocer que el proyecto dista mucho de la solemnidad con la que Edwards trató el film anterior de esta nueva saga, y eso que ambas criaturas, Godzilla y Kong, viven en un universo compartido que dentro de poco poblarán (si esto es posible) juntas. Vogt-Roberts, desconocemos si aleccionado o no, toma su propio rumbo, uno en el que el espectador es el protagonista porque debe salir del cine diciendo a grito pelado "id a ver esta puñetera película". Edwards esto no lo logró, los trailers nos dieron una cosa, la película otra, el producto Vogt-Roberts no engaña a nadie y lo que lleva ofreciendo unos cuantos meses vía trailers es lo que han estrenado en cines, sin tapujos, sin artificio, sin medias tintas… Kong: La Isla Calavera es la versión de King Kong que queríamos ver, una donde el mono no tiene que perder la cabeza por la dama (curioso sinsentido), ni tiene que acabar metido en un barco camino de una feria mundial para ser expuesto como mono de feria… y nunca mejor dicho.

En un tiempo donde el artificio es lo que prima, el enfoque de este Kong es lo que uno espera. Por eso se puede decir que ver a un bicho de semejante tamaño a las primeras de cambio zurrándose contra helicópteros comandados por una suerte de Walter E. Kurtz a la Samuel L. Jackson obsesionado por puro vicio es más que suficiente. De regalo unos anodinos Tom Hiddleston, Brie Larson, John Goodman o Toby Kebbell (este tipo iba para ser alguien en el cine y se está quedando en el mayor ostracismo, aunque aparezca acreditado como el expresivo Kong). Se salva un poquitín John C. Reilly, curioso personaje que funciona tanto como alivio cómico del producto final, como transmisor en nuestra lengua de lo que el rey Kong es en realidad… el mismo rol que el Godzilla de Edwards, un ser de otro tiempo, una especie de dios imparable que habita en este planeta para evitar que criaturas como los MOTU, calamares gigantes, arañas asesinas y lagartijas de dimensión monstruosa aniquilen a la humanidad.

El resto es producto mainstream, y pista. Muy bien rodado eso sí. Atrás quedan el King Kong de Peter Jackson, uno lo ve ahora y se le cae la cara con lo mal que han pasado los pocos años sobre el producto parido por el neozelandés. Un gorila aumentado de tamaño y la misma historia, refrito, del clásico e ingenioso film de Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack, al que todo sea dicho el de Vogt-Roberts rinde homenaje en su apariencia. Atrás también queda el mono de John Guillermin, que mal lo pasan algunos efectos especiales clásicos de carton piedra aunque estos hubieran sido realizados por Carlo Rambaldi y Rick Baker. No hablemos ya de King Kong 2 (King Kong Lives), de ese mejor pasar página. Como complemento la banda sonora de Henry Jackman, notable trabajo pero me quedo con otras de sus previas composiciones. Ojo, Kong: La Isla Calavera tiene hasta momentos ridículos… pero me valen.

Otro de los carteles molones de Kong: La Isla Calavera
Otro de los carteles molones de Kong: La Isla Calavera

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Ruda, salvaje, violenta, emotiva y redención absoluta de un personaje que nació en cines en el ya lejano año 2000. Esto es Logan, la despedida por todo lo alto de Hugh Jackman de un personaje que le ha visto envejecer pese a correr por sus venas un factor de curación que le debería haber mantenido al frente otros 17 años más. 20th Century Fox ha descubierto de paso el valor de lo realista y fiel a la fuente de la que bebe. Han tenido que pasar 17 años para optar por un viaje truculento al más oscuro lado de Lobezno, uno en el que las garras de adamantium del personaje no quedan impolutas y donde los cuerpos desmembrados de sus rivales acaban tendidos por el suelo que pisa. Puede que un poco excesiva, pero igualmente agradecida, Logan es cruda. No escatima en nada, ni en cabezas cercenadas, ni en miembros amputados, ni en primeros planos de las garras del personaje atravesando torsos o rostros. Ojo, Logan también lo pasa mal y hasta ahora no habíamos conocido el efecto del desgaste y la decadencia del poder mutante.

James Mangold ha hecho un trabajo casi sublime, porque pese a todo hay momentos en los que el film pierde el imparable ritmo con el que arranca. La verdad, poco debe importar, se le concede, y de paso otorga a Jackman el derecho a lucirse como hasta ahora no había hecho en el universo más mainstream que puebla. Pero ojo, porque el actor australiano se apoya en una inesperada compañera como Dafne Keen, una que de paso se integra en la situación propuesta como si hubiera nacido para ello. La duda existe… ¿quién es más violento y salvaje?, ¿Logan o Laura? Pues ahí le andan. Junto a estos dos números uno regresa Patrick Stewart para mostrarnos la fatiga más abrumadora en la piel de un Charles Xavier casi senil, en decadencia e incontrolable. Stephen Merchant como Caliban tampoco decepciona y Boyd Holbrook, nueva estrella en ciernes, da el do de pecho como el también icónico Donald Pierce, líder de los Reavers.

Y poco más se puede decir. Ritmo perfecto pese al bajón intermedio, un momento más personal del personaje que se alarga puede que más de lo necesario, exceso absoluto, efectos especiales prácticos de antaño combinados con visuales, dinamismo, acción a raudales y redención. Como ocurriera con los Batman de Nolan, films más policíacos que de superhéroes encapuchados, Logan se aleja por completo de esta tónica y asemeja mucho más a un western crepuscular y viaje final del héroe que en antaño fue referencia. Id a verla, es una pequeña joya, una que de paso hace ver previas apariciones en solitario del personaje como puro artificio carentes de interés. Si cabe Lobezno: inmortal (The Wolverine) tenía un pase, pero es que otras son intragables. Esta perdurará para siempre.

Cartel IMAX de Logan
Cartel IMAX de Logan

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No lo puedo negar, soy un gran fan del cine de misterio de M. Night Shyamalan, y salvo esas dos ignominias ajenas a su personal mundo de lo paranormal, lo oscuro y lo terrorífico, adoro todo lo que hace y lo que supone. Shyamalan ha desembarcado este fin de semana con Múltiple (Split), un nuevo viaje a Philadelphia, ciudad que ya visitó con la fantasmagórica El sexto sentido (The Six Senthe) o en la que Elijah Price (Samuel L. Jackson) se cruzó en el camino de David Dunn (Bruce Willis) en El Protegido (Unbreakable). Es esa misma Philadelphia en la que el letal brote de El Incidente (The Happening) comenzó a sesgar vidas y en la que también quedó "atrapada" la ninfa de La Joven del Agua (Lady in the Water). Pero también es la ciudad de la que la extraña sociedad de El Bosque (The Village) vivía separada. Si hasta tenemos referencias en Señales (Signs), uno de los grandes lugares de los que había que alejarse, o La visita (The Visit), donde se rodó todo el film… por lo que por lógica ocurre allí todo lo que Shyamalan nos presentó (o en sus cercanías). Pero no sólo eso, el director va más lejos y Philadelphia es el centro de su universo cinematográfico, su ciudad obsesión, ese lugar donde todo puede ocurrir y hasta se conecta.

Múltiple es un nuevo regreso al cine más Shyamalan. Tras La visita este director sigue explorando ese mundo de rarezas y esta vez es una de calibre mayúsculo. Nuevamente como guionista, es innegable que es un tipo imaginativo y peculiar, descubre una historia retorcida, básicamente conocida pero a la que le da no una, si no 24 vueltas. Tantas como personalidades tiene el impresionante personaje que encarna el cambiante (en todo los sentidos) James McAvoy… superlativo. Junto a este (o estos) tres jóvenes desdichadas encarnadas por la muy potente y de futuro pleno Anya Taylor-Joy, a la que conocimos en el film de terror La bruja (The Witch), Haley Lu Richardson o Jessica Sula. Y eso es Múltiple, un film como lo fueron El Sexto Sentido, El Protegido, El Bosque, El Incidente, La Joven del Agua, Señales o La Visita, un film de pocos personajes, de entrar hasta el fondo de la historia, de meterte en la espiral narrativa que propone y maquina Shyamalan, donde la desesperación de los personajes avanza, donde a cada minuto hay algo nuevo que sopesar, que hacer encajar en lo que se nos va montando en la cabeza… hasta el golpe final, ese instante donde Shyamalan trata de dejarte con el culo torcido, con sensación de mal cuerpo o certeza de que todo podrá ir a mejor.

Su estilo está ahí, su cine calmado, que no abandona nunca el ritmo que propone al principio, y que mantiene sin descanso hasta el final. Múltiple mola, es para ver una y varias veces, la primera para quedarte ojiplático, la segunda para fijarte en los detalles, para darle la vuelta a todo lo que te cuentan y, sobre todo, cómo te lo cuentan, terceras y posteriores para seguir disfrutándola porque hay mucho ahí oculto. Shyamalan es un tipo con mucha personalidad, uno que le propusieron muchas cosas grandes eh Hollywood pero que de sus pequeñas propuestas creó una escuela, odiada por muchos debido a estos cuentos de secretos y misterios con engaño, pero sin artificio alguno que pretenda desviar tu atención. Múltiple es su cine, el que le encaja, alejado del mainstream en el que, tristemente, ha fallado. Id a verla y disfrutad… mola mucho.

Uno de los carteles de Split de M. Night Shyamalan
Uno de los carteles de Split de M. Night Shyamalan

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Esta Navidad que ya se nos ha terminado la he pasado, entre otras muchas cosas, disfrutando como un enano con "Trollhunters", adaptación en formato serie animada de la homónima novela para niños escrita por Guillermo del Toro y Daniel Kraus, e ilustrada por Sean Murray.

Producida por Dreamworks Animation y Cha Cha Chá Films, esta serie que se puede ver en Netflix desde hace unas cuantas semanas cuenta la historia de un chaval de 15 años llamado Jim Lake Jr. (tenéis la oportunidad de escuchar la voz de Anton Yelchin en uno de sus últimos papeles), que sin comerlo ni beberlo se ve envuelto en una aventura increíble al comprobar como colisionan ante sus ojos el pueblo en el que vive, Arcadia, y el fantástico mundo de los trolls. El tema es que Jim se encuentra un extraño artilugio con forma de reloj de bolsillo del tamaño de la palma de una mano que le acabará transformando en el Cazador de Trolls, una figura legendaria que a lo largo de muchos siglos se ha hecho cargo de mantener la distancia entre el mundo en el que vive y el de los trolls, al tiempo que se ha enfrentado al lado más oscuro de estos últimos. Pero Jim no estará solo en esta aventura, además de sus compañeros de instituto Toby (Charlie Saxton) y Claire (Lexi Medrano), crecerá como persona y como Trollhunter gracias a las enseñanzas de dos trolls llamados Blinky (impagable Kelsey Grammer en un personaje tronchante) y AAARRRGGGHHH!!! (Fred Tatasciore).

Pero no sólo eso, con gran soltura y apoyado por un grupo de guionistas y directores que saben muy bien lo que hacen, en el primer rol gente como Kevin y Dan Hageman, responsables de las historias de hits de la animación más simpática con Hotel Transilvania (Hotel Transylvania) o La Lego película (The Lego Movie) en su currículum, o Marc Guggenheim, en el segundo lado el granadino Rodrigo Blaas, Elaine Bogan o él mismo, Del Toro produce una historia perfectamente equilibrada con una hilo que está presente durante toda esta temporada, al tiempo que divide la narración en dos grandes arcos argumentales protagonizados por dos grandes villanos y sus acólitos. Por un lado la historia del Cazador de Trolls vs. Bular (Ron Perlman), y la segunda la de nuestro joven protagonista y Angor Rot (Ike Amadi).

Con "Trollhunters", lo que Guillermo del Toro pone sobre la mesa son esos grandes valores que tanto le identifican, al tiempo que deja nuevamente claro que lo suyo es estrujarse el cerebro y sacarse de la manga un universo completito repleto de magia y fantasía como quien sólo estaba de paso. Si uno echa un ojo a aquel mercado de trolls, duendes y hadas de Hellboy II: El ejército dorado (Hellboy II: The Golden Army), verá que muchos de los detalles que Del Toro trató en aquel momento están ahora reflejados en este nuevo mercado animado. No sólo eso, si no que si uno ha leído Hellboy, y las primeras obras de Mike Mignola y su héroe rojo, reconocerá en "Trollhunters" suculentas dosis del folklore que Mignola cruzaba en la vida de Hellboy. El nivel de la animación y los detalles con que Del Toro y su equipo han decorado todo, hacen de "Trollhunters" una serie que merezca mucho la pena disfrutar. Además, desconozco el presupuesto con el que han contado, pero con ingenio, misterio, suspense y sobre todo calidad, "Trolhunters" se convierte en un must see.

En definitiva, estamos ante una primera temporada compuesta por 26 episodios de unos treinta minutos con un ritmo endiablado, perfecto para pequeños y no tan pequeños, con altas dosis de acción, de espada y brujería, de humor y mucha emotividad. Para ver en familia.

Cartel de "Trollhunters"
Cartel de "Trollhunters"

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Confieso que soy uno de los que disfrutaron como un niño viendo Star Wars: El Despertar de la Fuerza (Star Wars: The Force Awakens). Confieso un año después que soy otra vez uno de los que ha flipado, merced a ese imparable tercer acto, de Rogue One: Una Historia de Star Wars (Rogue One: A Star Wars Story) de Gareth Edwards. Aunque alguno pueda pensar que es cruel decirlo, podríamos asegurar egoístamente que estamos ante la merecida primera precuela, porque podríamos seguir viajando al pasado, del inicio de la trilogía clásica de la saga de George Lucas, aunque haya un par de agradecidas referencias a ese último y medio decente film que fue Star Wars: Episodio III – La venganza de los Sith (Star Wars: Episode III – Revenge of the Sith).

Tras toda la polémica montada con el rodaje de Rogue One: Una Historia de Star Wars, recordemos ese montón de secuencias que tuvieron que volver a rodarse entre junio y julio de este año, o la aparición final de Christopher McQuarrie (nunca llegó a ser oficial y de hecho no sale acreditado) o Tony Gilroy en temas de reescritura de guión e incluso participación en la mismísima producción como director de segunda unidad, la esperanza sobre Rogue One: Una Historia de Star Wars estaba un poco en entredicho. El estreno sin embargo ha confirmado más lo positivo que lo negativo, si bien el film adolece (innegable) de ciertos momentos de falta de ritmo que la hacen peligrar durante sus dos primeros actos.

Rogue One: Una Historia de Star Wars supone de paso una vuelta de tuerca importante dentro del conjunto de historias de la Guerra de las Galaxias más canónica. Se trata de una historia centrada en un hecho que acontece dentro de la línea de la fuerza, pero sin tener en cuenta, o con muy poca relación, a los personajes que definen esta. Rogue One: Una Historia de Star Wars es una versión de Star Wars centrada en esos momentos que siempre llamaron la atención, donde se contara lo que le pasa a tal o cual personaje que si miramos la línea narrativa original acabaría por no tener suficiente importancia dentro del conjunto de cosas a narrar. Sin embargo lo que se descubre es sumamente crucial, como lo puede ser que nos cuente lo que hizo Boba Fett entre los episodios V y VI, o como perdió realmente Lando Calrissian (Billy Dee Williams) el Halcón Milenario.

Rogue One: Una Historia de Star Wars viene a justificar la razón de que la primera Estrella de la Muerte fuera imperfecta (algo que nunca trascendió), ahí estuvieron francamente hábiles John Knoll, un mito dentro del mundo de los efectos visuales, y Gary Whitta. Este detalle, aparentemente baladí si recordamos La Guerra de las Galaxias (Star Wars), permite crear una historia completa, una historia de traición, redención, reencuentro, egocentrismo y amistad. Porque sí, en dos horas y un poco hay tiempo para todo esto, para contarnos la complicada relación familiar de Galen Erso (Mads Mikkelsen) y su hija Jyn (Felicity Jones), de la amistad entre Chirrut Îmwe (Donnie Yen) y Baze Malbus (Wen Jiang), de las meritorias ansias de poder de Orson Krennic (Ben Mendelsohn) o del "ma han abierto los ojos" del piloto imperial Bodhi Rook (Riz Ahmed). Ojo, el film también deja un detalle singular sobre la mesa… en todos lados cuecen habas, y si bien el Imperio instaura un dominio basado en el terror, la Rebelión tampoco se las anda con chiquitas y no duda en asesinar antes de preguntar… pero claro, Rogue One: Una Historia de Star Wars pone el acento sobre un detalle que no siempre fue justificado, todo movimiento político tiene sus claros y oscuros, y la Rebelión no podía librarse.

Por lo tanto, estamos ante una historia muy diferente a lo que hasta ahora habíamos visto, alejada por completo de la senda seguida por J.J. Abrams, una donde las referencias se convertían en calco (algo que dolió a muchos), y más cercana a un constante dramatismo nunca plasmado en esta franquicia. Vale, había detalles, la muerte de Darth Vader en El Retorno del Jedi (Return of the Jedi), la congelación de Han Solo (Harrison Ford) en carbonita en El Imperio Contraataca (The Empire Strikes Back) o la muerte de Obi Wan (Alec Guiness) en La Guerra de las Galaxias. Pero en Rogue One: Una Historia de Star Wars esto se traslada al total del metraje, siendo el sentimiento la base de su narración durante los dos primeros actos que además desemboca en una última fase de armas tomar. Aquí es donde se debe dar gracias a Knoll, Whitta, Weiz, Gilroy y sobre todo Gareth Edwards, un director que dentro de su cine busca siempre el punto te machaco el corazón. Su debut cinematográfico Monsters así lo reflejaba, y si uno indaga en Godzilla nuevamente se dará cuenta de que es omnipresente en toda su historia. Ojo, esto tiene mérito, sobre todo porque es un cambio arriesgado de tono con muchísimas posibilidades y que triunfando, que lo hará, abre si cabe más el impresionante abanico de historias que se pueden llevar a la gran pantalla.

Visualmente la película es una delicia. Los medios de hoy en día sirven para aplicar continuidad en todos los aspectos, y uno que era fundamental era en lo que se conoce como la dirección artística. Rogue One: Una Historia de Star Wars es excelsa en ese aspecto, eso estaba claro tras ver lo bien que habían hecho las cosas Abrams y su equipo el año pasado. Pero no sólo eso, Rogue One: Una Historia de Star Wars juega con una baza que para algunos chirriará y para otros será la confirmación de que esto es el camino que se debe seguir. Los cameos introducidos en Rogue One: Una Historia de Star Wars son cruciales, por un lado para aplicar linealidad a una historia de forma casi milimétrica, por otra para poder indicar que hoy en día todo es posible. La mirada al pasado es total y, sorprendentemente, más importante de lo que personalmente esperaba. Si bien la presencia de Darth Vader era conocida, otras caras que surgen de la sombra son sorpresa, si bien la historia que se nos cuenta las hacía casi necesarias (una de ellas sí, la otra es un gran guiño).

En fin, Rogue One: Una Historia de Star Wars es una delicia, soy persona de buen conformar, pero no se puede negar que su tercer acto es el perfecto modelo para contar el dramatismo de una misión suicida como plantearse robar los planos de la Estrella de la Muerte. Hay intrahistorias que aportan poco interés, lo de Saw Guerrera (Forest Whitaker) está bastante metido con calzador, pero el conjunto al final es francamente recomendable y desde luego muy pero que muy disfrutable.

Cartel de Rogue One: Una Historia de Star Wars
Cartel de Rogue One: Una Historia de Star Wars

Publicado por Uruloki en

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