Opinión


Y hablando de junglas, tras The Green Inferno fue el turno de la ponzoña más grande vista hasta el momento en Sitges 2013, o casi. Andrew Traucki dirige y escribe una película que por alguna extraña razón ha llegado al festival. ¿Qué hace una producción como The Jungle (2013) ganándose el derecho a ser emitida en el ruedo más grande cuando otras producciones infinitamente más jugosas y respetables se comen los mocos en otras plazas? Pues no lo entiendo, pero que durante hora y media te pasen por thriller de terror / misterio un episodio al modo "Frank de la jungla" protagonizado por un adorador de felinos pues no tiene nombre. Aburrimiento supino, despropósito global que encima explota el sobreexplotado modelo del metraje encontrado, y mal. Mucha oscuridad, cero sustos, estupidez humana y un efecto especial digital borroso y patético. Larry (Rupert Reid), Budi (Agoes Widjaya Soedjarwo), Adi (Igusti Budianthika) y el hermano del primero se cuelan en una selva de Indonesia para ver si logran encontrar el raro ejemplar de leopardo de Java… pero en la selva hay leopardos y algo más. Chupi.

Cartel de The Jungle
Cartel de The Jungle

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Sigo con las mini opiniones del Festival de Sitges y es el turno de hablar algo sobre Eli Roth y su viaje caníbal The Green Inferno (2013). El bueno de Roth, por segundo año consecutivo un maleducado que sigue dejando tirado a algunos portales de cine que los que tiene acordadas entrevistas, es un tipo que confirma su gran capacidad de ofrecer lo inesperado y gratificante en todas sus incursiones en el género al que se ha aupado como uno de los grandes maestros de ceremonias.

Su cuarta aventura, la verdad es que lleva entre nosotros más de 10 años y sus largometrajes se pueden contar con los dedos de una mano ya que la otra te la habrá cortado, es una oda a la ridiculización de los dos bandos que se enfrentan en las guerras entre los grupos antisistema y las empresas que todo lo monopolizan. Durante los dos tercios iniciales del film, y al igual que ocurriera con Aftershock (2012) del chileno Nicolás López, The Green Inferno nos muestras los participantes, el año pasado fue el mundo pijo de Santiago de Chile y el juego que se traían entre manos, si bien no escatima en poner sobre la mesa sus trapos más sucios. Roth se ríe de todos, sin miedo y complejos, y pone tibios a aquellos que al igual que en Hostel (2005) hace ocho años iban a por sexo fácil, tienen poco más que pájaros en la cabeza o quimeras imposibles de lograr. The Green Inferno nos muestra mucha de la pantomima que se vive en estos tiempos con activistas y compañías guerreando, sacando provecho de los medios, etc. Pero llegados al instante más esperado por lo fans Roth cambia de rumbo y cumple con creces.

Hecatombe gore, subida de tono con muertes salvajes y si cortarse un pelo, ya se amputa el resto. Pero ojo, porque lo mejor de todo es que las carcajadas del público son más notables a partir de ese momento, es tan excesivo todo lo previsto por el guión de Roth y Guillermo Amoedo que uno no puede más que reírse y aplaudir cada salvajada, que todo sea dicho te deja en algún momento acoplado a la butaca y sin posibilidad de parpadear. En definitiva, divertida, muy sangrienta y crítica. Bravo por Roth.

Kaycee (Sky Ferreira) calentando motores para ser el alimento del pueblo
Kaycee (Sky Ferreira) calentando motores para ser el alimento del pueblo

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Vamos con una de esas que sufrieron de efectos colaterales bastante crueles. Varios cortes en su emisión para la prensa, creo recordar que fueron tres con alguno de ellos de cerca de 15 minutos, y un apoteosis final por el cual los presentes nos quedamos sin los 10 últimos minutos de metraje del nuevo film de Gonzalo López-Gallego. Eso sí, al día siguiente dieron la oportunidad de recuperar el final perdido pero tras esperar otro cuarto de hora para ver cómo acababa Open Grave (2013) y sin llegar a ponerse en marcha la cosa pues solo nos quedó decir que para la próxima y salir corriendo a la siguiente película… creo que Big Bad Wolves de Aharon Keshales y Navot Papushado. Lo siento por López-Gallego pero uno no podía dejar pasar la oportunidad de enfrentarse a una de las mejores propuestas del año. En fin, con el logro desbloqueado de ver el final, veremos cuando llega a nuestros cines Open Grave, hay que reconocer que la idea de Chris y Eddie Borey es francamente interesante en su origen, plasmando de paso una intriga llamativa donde un grupo reducido de desmemoriados personajes, aquí destaca en presencia el cada vez más importante Sharlto Copley, deambulan sin saber quiénes son, dónde están y, lo que es peor, qué está pasando vistas las cosas que se encuentran. Todo pinta bien, no saben situarse, no se reconocen, incluso se plantean dudas morales acerca de sus supuestos actos pasados conforme van conociendo en qué participaron y qué pudieron hacer. Como en toda película existe un fino hilo del que deben ir tirando para desenredar una madeja que trate de dar cierto empaque final a todo esto pero, fallo, aquí es donde Open Grave se convierte en demasiado típica y extremadamente tópica. Los personajes no importan, del mediano interés que sientes por ellos pasan a formar parte del habitual body count de toda película de terror normalilla. Solo Copley mantiene el tipo hasta un final de traca donde la película se transforma en un producto más. Eso si, muy buen trabajo de López-Gallego que sigue creciendo como director.

Uno de los carteles de Open Grave, así comienza todo
Uno de los carteles de Open Grave, así comienza todo

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Con todo el hype que se estaba levantando alrededor de este proyecto de factura española pero reparto internacional bastante impactante, las esperanzas sobre la nueva obra cinematográfica de Eugenio Mira estaban siendo muy grandes, y más tras el batacazo que resultó ser Agnosia (2010) en su presentación también en el festival hace unos años. Esta vez, ojala sea así siempre, el hype se justifica, y hasta diría que se queda corto, porque para regocijo del espectador Grand Piano (2013) roza la excelencia, mucho de esto debido a una puesta en escena, filmación y dirección al modo más clásico que bebe directamente de maestros del thriller como Alfred Hitchcock o Brian De Palma, y donde Mira se maneja como alumno aventajado. Si bien el guión de Damien Chazelle no es tampoco sobrecogedor ni magistral, resultará hasta conocido, el director se vale de un escenario mínimo en forma de auditorio repleto de un público entregado y un piano como protagonista casi absoluto para atrapar al espectador y contar la historia del pianista Tom Selznick (Elijah Wood), un prodigio que tras cinco años de silencio debido a un fracaso en su última actuación, regresa para homenajear a su gran maestro, ahora fallecido. Pero la sorpresa que se llevará Selznick será mayúscula, una nota escrita sobre su partitura le amenaza mortalmente si se le ocurre fallar si quiera una nota en su concierto. Ritmo frenético, situaciones inquietantes y muchos planos / montaje de obra maestra que recuerdan a las mejores obras de los ya mencionados De Palma y Hitchcock. John Cusack, Don McManus, Kerry Bishé y Alex Winter completan un reparto coral al que acompaña, como productor, el innovador cañí Rodrigo Cortés, este se la juega sin contemplaciones y por ahora donde pone el ojo pone la bala. La verdad, para vérsela de nuevo el 25 de octubre en cines… si es que me ha molado un huevo!

Cartel de Grand Piano
Cartel de Grand Piano

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Otra de las películas que me vi el primer día de Festival de Sitges fue Rigor Mortis (Geung Si, 2013) de Juno Mak, debutante en esto de dirigir pero una estrellas pop oriental que sin embargo ya ha paladeado el otro lado de la pantalla como actor en, la verdad se a dicha, pocas películas… Revenge: A Love Story (Fuk sau che chi sei, 2010) es una de ellas. En fin, lo de Rigor Mortis es una extraña fusión de cine de vampiros orientales, materia espiritual siniestra al modo vieja escuela, enfrentamientos entre monjes y nigromantes, líos a lo 13 Rúe del Percebe, algo de efecto Matrix sanguinolento y un actor encarnado por Chin Siu-Ho que malviviendo como vieja gloria, y con el objetivo de suicidarse metido entre ceja y ceja, acaba metido en un cristo bendito de no te menees. La verdad, seria y cómica, pesada y entretenida, lenta como un caracol e hiperactiva hasta la extenuación sensorial. No exenta de malrollismo y algún que otro susto o escena desagradable. Ni fu, ni fa. Curioso debut que cuenta además con el apadrinamiento de Takashi Shimizu, uno de los maestros del terror oriental y padre de La maldición (Ju-on, 2000).

Un cartel de Rigor Mortis
Un cartel de Rigor Mortis

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Primera toma de contacto que me como en la 46 edición del Festival Internacional de Cinema Fantastic de Catalunya y, la verdad, como arranque no es que haya sido todo lo deseable que uno hubiera querido. Tras 9 años haciendo no se qué, y con una opera prima compleja, sesuda y que todavía hoy sigue siendo difícil de asimilar como Primer (2004), todavía tengo un colega que me la tiene guardada por convencerle para verla en el cine, Shane Carruth regresa a la gran pantalla con Upstream Color (2013), historia mucho más grotesca que Primer donde los gusanos, los cerdos y las vidas enlazadas de los protagonistas son lo que debemos tener en cuenta… o eso creo. Podría decir eso de que Carruth ha hecho poesía cinematográfica, que Upstream Color es en el fondo un mensaje sobre las adicciones, o una oda a las profundas relaciones debidas la padecimiento de cisticercosis. Pero no, Carruth ha parido un coñazo sublime donde la vida de un par de cerdos está íntimamente vinculada a Kris (Amy Seimetz) y Jeff (Shane Carruth). Probablemente lo más llamativo del film es la relación entre los cerdos, Kris y Jeff, que va más allá de lo imaginable y en donde las vivencias de los primeros, y por sorprendente que parezca, son en parte sufridos por los segundos. El espectador podrá disfrutar hasta de un tremebundo y matriarcal mensaje gorrino que le dejará bastante perplejo. Por lo demás la obra de Carruth es un experimento ideal para festivales pero difícil de digerir. Rara no, lo siguiente!

De lo poco asumible del film, el cartel
De lo poco asumible del film, el cartel

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Quedar atrapado, ser parte y sufrir minuto a minuto. Eso es Gravity (2013) de Alfonso Cuarón, fabuloso experimento cinematográfico que da la oportunidad al espectador de viajar al espacio y, con matices, padecer el placer o desasosiego que uno debe sentir mientras orbita a más de 400km de altura sin la seguridad que da tener los pies en tierra firme. Un film que sirve de paso de viaje estelar inmersivo merced a un necesario y obligado uso del 3D, tecnología con la que los estudios nos agreden sin contemplación cada fin de semana pero que en contadas ocasiones, Gravity es una de las pocas, demuestran ser un elemento más, y en este caso casi primordial, del conjunto final.

Y lo que más mola de Cuarón es que no se anda por las ramas, pone en marcha el corto viaje que nos tiene preparados con un vertiginoso plano secuencia, interminable, en donde uno comienza disfrutando primero de un una fotografía de la Tierra a distancia más que respetable pero advirtiendo que nada en esta vida es fácil y menos en esos mudos parajes. De ahí a la terrorífica aventura a la que nos vamos a enfrentar no hay ni un suspiro, en cuestión de minutos, y acompañados por la presencia y voces de Sandra Bullock, incomprensible lo de esta actriz que en cuanto a elección de papeles tan pronto sorprende como da vergüenza, y George Clooney, además de la música de Steven Price, lo que semeja placer se torna en auténtico horror. Además, en estos niveles de calidad con poco más de hora y media es más que suficiente para atrapar al espectador y en eso Cuarón trabaja con maestría para pegarte a la butaca, ahogarte, hacerte pasar un muy mal rato, marearte, emocionarte y presentarte el difícil trago, el nudo en la garganta debe se acongonjante, ante la certeza de que lo que estás sufriendo es tu fin y que todas las cartas en juego apuntan al peor de los presagios posibles.

La verdad, desconozco qué charlas tendrán los astronautas de la NASA o la Agencia Espacial Europea, por poner un par de ejemplos, mientras atornillan, configuran y experimentan a esas alturas, pero si Gravity es un mínimo reflejo de la sensación real que debe tener alguien en esa situación la cosa es para ponerse taquicárdico a la de ya y no pasar de los primeros minutos de estancia allí arriba. Y es que esa tranquilidad, esa quietud, esa sensación de vacío que promete el espacio puede llegar a ser la peor de las experiencias si lo que buscas es un punto de apoyo. El film suma a sus cualidades, aunque a nivel carismático los personaje pueda llegar a calar más o menos, todo lo imaginable. Gravity debe verse en cine, en 3D y con la certeza de que el poco prolífico Alfonso Cuarón cuando se mete en faena es para ofrecer algo que no dejará para nada indiferente.

Póster IMAX de Gravity
Póster IMAX de Gravity

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La verdad, es francamente sorprendente que una producción del 2011 llegue en el 2013 a nuestro país cuando su destino principal hasta alcanzar las salas comerciales en los EE.UU. no era otro que el de los festivales especializados. Casos merecedores de ser estrenados en cines los hay a montones, así que cuando se da la casualidad, mil millones de gracias a Filmax, esta no debe ser desaprovechada. Por este curioso avatar del destino ahora mismo puede disfrutarse en pantalla grande Tú eres el siguiente (You’re Next, 2011), película de muy bajo presupuesto que pone de manifiesto que todavía es posible innovar en esto del género combinado del terror con generosas dosis de slasher.

Pero ojo, porque Tú eres el siguiente no es terror al uso, aunque dé miedo, sino más bien un thriller gore del subgénero malrollero de las "home invasion", lo que me recuerda recomendar la brutal y descorazonadora Secuestrados (2010) de Miguel Angel Vivas. En fin, esta truculenta y original historia, que no escatima en nada, se nutre además del personaje más inesperado del cine en muchos años, de una extraña combinación de comedia macabra ya que lo que ves, en el fondo, no debería tener ninguna gracia, y de la creación de nuevos iconos para el género, las máscaras blancas más populares del momento, algo realmente complicado entre tanta globalización cinematográfica.

Escrita por Simon Barret y dirigida por Adam Wingard, miembros estos dos de la nueva ola que florece con desparpajo con producciones la mar de entretenidas ideales para ambientes festivaleros y el medio VOD, Tú eres el siguiente es trepidante desde su principio hasta ese final de no te menees. El arranque nos hace prever por donde irán los tiros y, ya metidos en faena, juega con el ritmo cardíaco del espectador que ávido por saber más no ve el momento en que todo se ponga en marcha. Pero cuando se pone, aquí Barret y Wingard manejan a la perfección las dosis de sustos que te hacen saltar en la butaca merced a muchas cosas, entre ellas la carpenteriana música, entra uno en un modo non stop adrenalínico con altas dosis de tensión que menos mal que apaciguan con muy elaborados momentos de comedia negra. Y ojo, porque si en su momento nos enamoramos de Cécile de France y su excelsa y sufrida Marie en Alta tensión (Haute Tension, 2003), diez años después toca pasar página y tatuarse el nombre de Sharni Vinson a.k.a. Erin en el brazo, esa novia que todos querríamos tener en según que momentos de violenta nececidad.

Pues eso, película de culto al canto.

Uno de los carteles de Tú eres el siguiente
Uno de los carteles de Tú eres el siguiente

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Cuando David Twohy y Vin Diesel anunciaron que por fin el tercer episodio de este ya icónico personaje iba a ver la luz, a los seguidores de la saga nos dio un vuelco el corazón. Más creció la ilusión cuando director y actor decidieron apostar por la independencia, ciencia ficción más serie B, y no rendirse a las imposiciones de un gran estudio ofreciendo aquello que en su segunda parte quedó un poco más coartado, gran culpa del castañazo que supuso para Universal Pictures la aventura. Riddick (2013) surgía por lo tanto con mucho camino hecho, con positivos valores como la fidelidad a su espíritu, la sobriedad con que nació el ya germen de culto Pitch Black (2000) y bajo la promesa de que aquí no se iban a cortar un pelo pese a esas obligaciones que imperan Hollywood si lo que pretendes es llegar a la mayoría de público… la película iba a ser abiertamente violenta. En todos estos aspectos la obra cumple con creces, no se puede negar, pero las buenas intenciones no son suficientes para ganarte del todo el aplauso de tus fans. Puede que lo más importante de todo esto sea ver que este genial y bravucón tipo duro de serie B regresa al modelo cinematográfico que lo definió, pero hay que reconocer que si bien uno se alegra del detalle, es necesaria cierta innovación y apuesta por el riesgo, ¿no?

En este sentido la producción resulta curiosa al ver como deambula por tres modelos escénicos que dan la sensación de haber sido ideados por separado. Un primer acto solemne, que vive al amparo de la más dura soledad personificada en Riddick, maestro de la supervivencia, y que sirve para hacer un recorrido por sus temores y la consciencia de que el que no fallaba ha fallado… Olé! Acto seguido un giro de 180 grados para entrar en un concepto opuesto. Riddick en modo killer on the loose dando cuenta de dos unidades de cazarrecompensas de bastante poca profesionalidad, al menos una de ellas. Uno de los elementos más de agradecer es que tantea uno de los aspectos con que nos engañaban en Pitch Black, a Riddick se le ve poco o nada… bueno, se acepta. Pero claro, de ahí nos salimos de plano y pasamos al peor escenario posible y un error bastante garrafal… ¿en serio era necesario sacarse de la manga un remake encubierto de Pitch Black que dura unos 40 minutos? La verdad, la primera parte tiene su gracia, la segunda dentro de su limitada intensidad, rostros de bajo presupuesto pero sobradamente conocidos como el incalificable Jordi Mollà, Matt Nable, Katee Sackhoffm, Dave Bautista o Bokeem Woodbine, hacen que sea simpática y por momentos, los menos, divertida,… pero la tercera, hay la tercera.

Muy irregular, así es Riddick. Da la sensación de que el horno no está para bollos, con tanta preparación y dedicación que le han otorgado sus creadores parecía que iban a ser capaces de ofrecer algo más, aunque si funciona, que tiene pinta de poder hacerlo, quedan bastante claras las pautas de continuidad que debería seguir la saga en los dos prometidos episodios que nos quedan por ver. Venganza y regreso al hogar. Ah, y ojo que por muy poco que parezcan 38 millones de inversión, lo de los efectos visuales por momentos es para alucinar de lo flojos que son.

El cartel de Riddick para la Comic-Con 2013
El cartel de Riddick para la Comic-Con 2013

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Pues mira por donde, pero resulta que Michael Bay sabe hacer cosas muy interesantes cuando se lo propone y se aleja de los boyantes presupuestos que le permiten destruir cientos de sets de rodaje o sembrarlos de impactantes complementos visuales que se ganan al público por su dimensión y pirotecnia. Di tu que Dolor y dinero se apoya en una de las historias verídicas más inefables que he podido conocer en muchísimo tiempo, y como resultado ofrece al espectador una oda al idílico concepto del sueño americano que, se ve que no todo es jauja al otro lado del charco, acabó como el rosario de la aurora. La verdad es que la película merece muchísimo ser vista y una de las razones es para pasar un gran rato con el excelente trabajo de adaptación de los guionistas Christopher Markus y Stephen McFeely. Estos dos han trasladado con esmero uno de esos capítulos de los que nadie tiene idea pero que por otro lado seguramente inunden la negra historia del país de las oportunidades. Adaptando un artículo escrito por Pete Collins en 1999 para el diario Miami New Times, Dolor y dinero rebosa humor negro, muchísimo y muy cafre, pero al tiempo, y si meditas lo que en realidad está ocurriendo, aporta lecturas tremendamente dramáticas sobre lo acontecido, sobre una sociedad en caída libre, decadente y con una moral atrofiada de tanto esteroide y proteína que se ha metido en vena. Porque si, la historia es muy cómica, pero dado el poco cerebro que deberían tener los que la protagonizaron en el mundo real te ríes más bien por el supremo grado de estupidez de estas personas que por lo que en verdad pasó… que tiene tela.

Y para dar forma a todo este inconcebible mejunje que tuvo lugar en los 90 pues tenemos a los ultramusculados Mark Wahlberg, observando todo desde la cima de su carrera, Dwayne Johnson y Anthony Mackie. Este trío se ponen en la piel de Daniel Lugo, Carl Weekes y Adrian Doorbal, tres adoradores del músculo, el segundo más bien de la cocaína y los excesos que funden el cerebro, que perdieron por completo el norte tratando de alcanzar la gloria con un plan tan grotesco y peliculero como inconcebible. Junto a estos un desagradable Tony Shalhoub, histérico y maleducado que merece ser robado, o veteranos como Ed Harris, Peter Stormare o la variopinta Rebel Wilson, obsesión lo creáis o no.

Pero una de las cosas más importantes es que lo que sigue presente pese a tener entre manos un proyecto realizado por menos de 30 millones es la estética Bay. Su cámara lenta – que en este caso sirve para disfrutar más y más de ese Miami repleto de color, noventero y sobre todo del superlativo Wahlberg, Johnson y Mackie – o su hiperbólicos movimientos de cámara demuestran que su estilo funciona también cuando en el fondo de la escena no todo está explotando y moviéndose a velocidad de vértigo. Vamos, que resulta que Michael Bay se ha puesto el mono de trabajo de buen cineasta y ha logrado lo impensable… una película completamente alejada de lo cánones a los que nos tiene habituados pero que sin embargo contiene todos los toques estéticos y de filmación que le definen como hombre orquesta en Hollywood. La duda que uno se plantea ahora es cuándo volverá Bay a este tipo de cine. Al menos esta apuesta, opera prima de su hasta ahora desconocida carrera, le ha salido de notable para arriba.

Para la historia quedará ya la frase "Mi nombre es Daniel Lugo… y creo en el fitness".

El cartel de Dolor y dinero que más me mola
El cartel de Dolor y dinero que más me mola

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