Cuando David Twohy y Vin Diesel anunciaron que por fin el tercer episodio de este ya icónico personaje iba a ver la luz, a los seguidores de la saga nos dio un vuelco el corazón. Más creció la ilusión cuando director y actor decidieron apostar por la independencia, ciencia ficción más serie B, y no rendirse a las imposiciones de un gran estudio ofreciendo aquello que en su segunda parte quedó un poco más coartado, gran culpa del castañazo que supuso para Universal Pictures la aventura. Riddick (2013) surgía por lo tanto con mucho camino hecho, con positivos valores como la fidelidad a su espíritu, la sobriedad con que nació el ya germen de culto Pitch Black (2000) y bajo la promesa de que aquí no se iban a cortar un pelo pese a esas obligaciones que imperan Hollywood si lo que pretendes es llegar a la mayoría de público… la película iba a ser abiertamente violenta. En todos estos aspectos la obra cumple con creces, no se puede negar, pero las buenas intenciones no son suficientes para ganarte del todo el aplauso de tus fans. Puede que lo más importante de todo esto sea ver que este genial y bravucón tipo duro de serie B regresa al modelo cinematográfico que lo definió, pero hay que reconocer que si bien uno se alegra del detalle, es necesaria cierta innovación y apuesta por el riesgo, ¿no?
En este sentido la producción resulta curiosa al ver como deambula por tres modelos escénicos que dan la sensación de haber sido ideados por separado. Un primer acto solemne, que vive al amparo de la más dura soledad personificada en Riddick, maestro de la supervivencia, y que sirve para hacer un recorrido por sus temores y la consciencia de que el que no fallaba ha fallado… Olé! Acto seguido un giro de 180 grados para entrar en un concepto opuesto. Riddick en modo killer on the loose dando cuenta de dos unidades de cazarrecompensas de bastante poca profesionalidad, al menos una de ellas. Uno de los elementos más de agradecer es que tantea uno de los aspectos con que nos engañaban en Pitch Black, a Riddick se le ve poco o nada… bueno, se acepta. Pero claro, de ahí nos salimos de plano y pasamos al peor escenario posible y un error bastante garrafal… ¿en serio era necesario sacarse de la manga un remake encubierto de Pitch Black que dura unos 40 minutos? La verdad, la primera parte tiene su gracia, la segunda dentro de su limitada intensidad, rostros de bajo presupuesto pero sobradamente conocidos como el incalificable Jordi Mollà, Matt Nable, Katee Sackhoffm, Dave Bautista o Bokeem Woodbine, hacen que sea simpática y por momentos, los menos, divertida,… pero la tercera, hay la tercera.
Muy irregular, así es Riddick. Da la sensación de que el horno no está para bollos, con tanta preparación y dedicación que le han otorgado sus creadores parecía que iban a ser capaces de ofrecer algo más, aunque si funciona, que tiene pinta de poder hacerlo, quedan bastante claras las pautas de continuidad que debería seguir la saga en los dos prometidos episodios que nos quedan por ver. Venganza y regreso al hogar. Ah, y ojo que por muy poco que parezcan 38 millones de inversión, lo de los efectos visuales por momentos es para alucinar de lo flojos que son.
El cartel de Riddick para la Comic-Con 2013