Opinión


Cine social reivindicativo y ciencia ficción, un par de géneros difícilmente conjugables pero que en manos de sudafricano Neill Blomkamp son más que fusionables. Tras sorprendernos con la magnífica Distrito 9 (District 9, 2009), opera prima y estilizada visión del apartheid sufrido en la tierra de Nelson Mandela a la que transformó poniendo el foco en una raza extraterrestre avocada a la segregación social, el bueno de Blomkamp vuelve a la carga con una idea nuevamente interesante pero destinada, no es tan profunda como su predecesora, a encontrar una mayor cantidad de público a la que complacer. Con esos mimbres del pasado se ha gestado Elysium (2013), nueva oportunidad para disfrutar, o al menos intentarlo, de un modo de cine diferente repleto de mensaje social pero bajo el prisma que otorgan los grandes estudios y los presupuestos boyantes. Si a esto le sumas un buen conjunto de actores, con estrellas como Matt Damon o Jodie Foster, a los que acompañan los cada vez más geniales Sharlto Copley y William Fichtner, o los siempre cumplidores Alice Braga y Wagner Moura, pues el resultado debía ser, al menos, cercano al de su predecesora. Pero no, Elysium lo tiene todo pero sin embargo no acaba por cuajar como se esperaba de ella.

Nuevamente Blomkamp explora algo que sin darle demasiadas vueltas es el pan nuestro de cada día en el mundo en el que vivimos. Esa cada vez más gruesa frontera que existe entre el denominado primer mundo y el resto del planeta es en Elysium representada por los miles de kilómetros que separan la Tierra de una idílica base espacial que recuerda a la nave Odisseus de "Ulises 31" ("Yurisiizu 31", 1981-1982) o a la estación de 2001: una odisea en el espacio (2001: A Space Odyssey, 1968). Incluso existe el reflejo terráqueo de esa separación social que también existe entre nosotros y que diferencia a los que peor lo pasan de aquellos que viven con cierta comodidad laboral pero no en el paraíso que en este caso viene a representar el pulcro mega satélite. Todo esto Blomkamp lo representa a la perfección jugando incluso de forma sibilina con la predominancia de las lenguas en según que parte de este nuevo mundo vivas – si, tristemente lo hispano muerde el polvo – y al igual que hiciera en Distrito 9 el mensaje está ahí, poner en relieve para el público de los cines algo que vemos día si y día también en la pequeña pantalla. Todo esto se agradece, por si había alguno que no se había enterado, pero ojo, esta vez aplica una deriva más acomodada y puede que obligada vistos los 115 millones con que ha contado para la producción.

Este punto sea quizás lo que lastra la idea, por otro lado magnífica, con una historia no excesivamente dinámica que pone sobre los hombros de Max (Matt Damon) el peso del destino de todos los que sufren en la Tierra. Pero lo más curioso son los giros que le da Blomkamp al guión. Si ya el objeto que define la película es más que suficiente para atraer el interés del espectador, el director / guionista decide meter por medio luchas internas que, visto a nivel global, puede ser incluso el reflejo de las oscuras guerras que se tienen entre manos los grandes países que dominan el mundo en el que vivimos (EE.UU. vs Rusia, EE.UU. vs. Corea, EE.UU. vs el resto del mundo). Desde este punto de vista uno puede incluso llegar a apreciar la evolución del personaje de Jodie Foster, bastante siniestro y manipulador, y desde luego disfrutar enormemente del despliegue dictador que Sharlto Copley, nuevamente lo mejor del film, ofrece a la grada. La verdad, un villano a anotar en la lista de grandes del celuloide… menudo desquicie tiene.

No se, tengo que reconocer que en parte se disfruta enormemente pero que por otro lado sufre de vacíos e ideas bastante inconexas que desvían el foco de lo que realmente se pretende hacer ver, ¿demasiado quiero agradar a todos?. Eso si, visualmente es perfección…

El cartel Mondo de Elysium obra de Martin Ansin
El cartel Mondo de Elysium obra de Martin Ansin

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Tras cinco años desde su última incursión en el mundo de la dirección, e invirtiendo dos particularmente extenuantes en la concepción del salto de "El Hobbit" a la gran pantalla, solo la alineación de ciertos astros y que el estudio que más ganas pone en esto de inventar productos mainstream en Hollywood decidiera apostar por él, podían llevar a Guillermo del Toro a fraguar Pacific Rim (2013). Si bien el retorno del director mexicano a esa primera fila que llegó a ocupar hace años no está siendo nada fácil, al final la película cumplirá pero ni por asomo será el bombazo taquillero que se esperaba, lo que queda bastante claro es que en California vive en estos momentos el mayor devorador de cultura geek que ha parido madre, y que gracias a él tenemos ahora en los cines la producción más impensable que nadie hubiera imaginado (y deseado). Pacific Rim es un monstruo en todos los sentidos, no ya por recuperar para la gran pantalla en pleno siglo XXI y con nota alta un tipo de cine que existe desde hace ya varias décadas pero que, por alguna extraña razón, nunca había sido explotado como hasta ahora, si no porque en su fondo de ideas hace uso de golpes, de efecto y emocionales, que no recordaba desde hace muchos años en films de este calibre. Hay que reconocer que contadas son las producciones nacidas con el sambenito de blockbuster donde las cosas no salgan bien y todos acaben más felices que una perdiz, pero Pacific Rim se escapa de esta aparente obligatoria regla y decide apostar por la verdadera dureza de las consecuencias que se toman.

El libreto escrito por Travis Beacham y Del Toro es perfecto para el objetivo que se marca, cumple con las pautas lógicas de este tipo de películas y tras introducirnos en el universo original que han creado, repleto eso si de referencias, donde criaturas kaiju y robots jaeger se zurran cuerpo a cuerpo, puede que esta sea una de las razones de su batacazo taquillero en USA, nos introduce sin miramientos en una fantástica recreación de lo debe ser en esta nueva era del despiporre visual el otrora clásico esquema peliculero de men in suit como protagonista. Este toque moderno recreado con excelencia brutal por Industrial Light & Magic (ILM) se aleja además, gracias en parte a concebir inteligentemente a estas criaturas y robots como verdaderas moles de pesados movimientos, de la cada vez más cansina cámara epiléptica que acaba por marear y desviar la atención. El espectador disfruta por lo tanto de frenéticos e impagables combates sin que sea necesaria la cámara lenta para ver que narices está pasando y se sirve de la más visual de las destrucciones merced al uso de escenografías coloristas y brillantes tremendamente sobrecargadas y llamativas.

Y ojo, porque otro de los arriesgados méritos de Pacific Rim es su reparto. Aquí Del Toro sigue siendo fiel a lo que es por ahora una de sus señas de identidad y no mete en la película ninguna estrella de primer nivel, logrando por otro lado que el foco recaiga sobre todo el mundo por igual, cosa que ayuda a disfrutar puede que incluso más de esos momentos en donde se busca la empatía espectador / personaje independientemente de si el que padece es o no el protagonista. Muy grandes Idris Elba y Charlie Day, correctos y con cierta química, aunque más por la inocencia nipona de ella, Charlie Hunnam y Rinko Kikuchi. El complemento de secundarios formado por Ron Perlman, Burn Gorman o Max Martini, mención especial para el más que cameo de Santiago Segura y su polvo de cuerno de kaiju, dan empaque a una historia que, eso si, sufre de cierto ritmo en la fase intermedia.

En fin, Pacific Rim es sin dudarlo el blockbuster del verano y apunta a lo mejor del año en este rango. Es francamente entretenida, visualmente acojonante y con una fase final de más o menos una hora donde Guillermo del Toro se lo ha pasado como un niño y donde es imposible no quedarse pegado a la butaca con los ojos y la boca abiertos… si, como un niño.

Cartel español de Pacific Rim de Guillermo del Toro
Cartel español de Pacific Rim de Guillermo del Toro

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La no adaptación de la obra de Max Brooks ya puede verse en los cines aunque, esto debe ser gritado, no va a ser producto del agrado de todos. Esta revisión del mito zombi, aunque les parezca ridículo a los propios protagonistas usar el término, llega pervertida por un sin fin de problemas previos que, seamos realistas, le han hecho flaco favor al resultado final. Aunque la verdad, si es que en el fondo me da igual si es cierto o falso que director, Marc Forster donde estás, y actor no se hablaban, tampoco me preocupa si despidieron o no al principal responsable de los efectos visuales del film o si a meses de su estreno, previsto para hace un año, supuestamente solo existía una película de 70 minutos sin pies ni cabeza. Todo esto me da igual si al final el resultado vale la pena y compensa el gasto.

Guerra Mundial Z (World War Z, 2013) toma el título de una obra a tener muy en cuenta y transforma su gran historia documental, narración de acontecimientos desde un punto de vista informativo global, en una vertiente excesivamente clásica a la que debemos sumar sorpresas de esas que, si no las ves plasmadas no te darías cuenta que no acaban de encajar ni con calzador en un film de zombis. Eso si, en su defensa hay que reconocer que la idea de Paramount Pictures no era realizar una producto duro, fuerte, desgarrador y desagradable, para eso te ves un film de George A. Romero, disfrutas con las hiperactivas obras de Zack Snyder o Danny Boyle en incluso con la cruda adaptación de "Los muertos vivientes" de Kirkman. Para nada, el plan B, con un Brad Pitt bastante intranscendental aunque portador de las siete plagas y de una mala suerte que debería pasar a los anales de la historia del cine, era sacarse de la manga con costes de superproducción, 190 millones más publicidad, un proyecto mainstream, apto para todos los públicos, que de un par de sustos contados y donde la cada vez más madura estrella de Hollywood explote todo su talento y carisma, aquí no se puede decir nada ya que vale todos los euros que recauda la película. Pero aun con las intenciones más que definidas, y con todos advertidos sobre lo que íbamos a ver, Guerra Mundial Z flaquea horrores.

Aunque el arranque es potente y digno de disfrutar, esa primera fase del film en los que la familia Pitt se enfrenta con sorpresa a algo que son incapaces de comprender mola bastante, ¿hay un guiño al inicio del caos del Amanecer de los muertos (Dawn of the Dead, 2004) de Snyder en el momento dormitorio?, el desbarajuste no tarda en llegar. En ese punto la película pretende tomar conciencia de la obra de Brooks y aunque hay reflejos de momentos y pasajes la cosa se diluye como un terrón de azucar en un vaso de agua. Eso si, parece que al personaje de Pitt le ha mirado un tuerto y lugar donde pone el pie, lugar donde se va todo a tomar por culo. La cosa podría tener hasta cierta gracia si al menos uno lo pasara mal viendo los acontecimientos, pero al fabricar un producto para masas lo único que logras es limitarte tanto que al final no muestras nada. GMZ hace un uso extenuante y desesperante del fuera de plano que da a entender que lo que se mira con horror debe ser algo realmente desagradable, que en el mundo de los zombis siempre lo es, y que por lo tanto debemos tener miedo por pura afinidad con la estrella. GMZ presenta historias no contadas como se merecen, perdidas en el limbo de la mesa de montaje, como la protagonizada por David Morse, sale unos 30 segundos, o Matthew Fox, sale unos 2 segundos. GMZ es una visión ombliguista del mundo zombi, el caos que se produciría y como se iría todo a tomar viento como suele ser en toda superproducción made un USA y por mucho que se llame Guerra MUNDIAL Z.

Esto es lo que hay. Una película de zombis que ha recaudado la friolera de casi 480 millones de dólares. Por lo tanto, zombis descafeinados, con dentera, que no sangran y que corren y brincan incluso más que los durante mucho tiempo criticados innovadores formatos de Boyle y Snyder. Mucha gente puede disfrutar ya de un género para el que nunca tuvieron estómago.

Uno de los carteles de Guerra Mundial Z
Uno de los carteles de Guerra Mundial Z

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El terror está de enhorabuena, o eso es lo que se puede asegurar cuando uno se pasa por el cine para disfrutar de esta nueva joya del género que resulta ser Expediente Warren: the conjuring (The Conjuring, 2013). El film de James Wan, maestro del género de este nuevo milenio, además de ser uno de los proyectos más refrescantes que se puede echar el espectador a la vista este verano, pasa por ser una de las mejores películas de terror de los últimos años y sirve como prueba de que no todo está contado, aunque lo parezca, y que para acongojar al patio de butacas llega con dar un par de palmadas en el momento idóneo, acompañadas eso si de un buen equipo de sonido para que te vibre hasta el alma. No hace falta mucha más parafernalia, llega con saber manejar bien lo que tienes entre manos y en eso Wan últimamente no hace más que triunfar. Expendiente Warren: the conjuring se aparta además, algo que por ahora el director mantiene como enseña, del muy manido modelo de metraje encontrado y se centra en explotar un hecho real, esto queda a la credulidad del espectador, vivido y documentado por los investigadores de lo paranormal Ed y Lorraine Warren. Él demonólogo reputado y ella clarividente profesional y medium, durante un buen puñado de años, desde mediados del siglo pasado en adelante, investigaron algunos de los casos paranormales más famosos de los Estados Unidos de América, entre los que se encuentra el famoso y adaptado al cine ad nauseam de la mansión de Amityville.

Wan se sirve en esta ocasión de uno de sus casos menos conocidos de los Warren, según Lorraine mantenido en secreto hasta ahora, para, rodeado de un reparto suculento encabezado por Patrick Wilson y Vera Farmiga como el matrimonio investigador, y Lili Taylor y Ron Livingston como los cabezas de la familia Perron que las pasaron bastante canutas, ofrecer un producto sólido, bien trabajado y deliciosamente rodado. Parece que fue ayer, pero como director Wan tiene un don para el terror que deja claro que conoce los resortes que debe tocar para que este género funcione con éxito como ya demostró en la sorprendente Saw (2004), la menor pero interesante Silencio desde el mal (Dead Silence, 2007) o la renovadora Insidious (2010). Además, el film es un constante desquicie. El suplicio para el espectador arranca en el minuto cero y no cesa hasta los tétricos créditos finales. Uno se mantiene pegado a la butaca porque aun a sabiendas de donde pueden salir los golpes de efecto que le hagan temblar no tiene tiempo para preverlos.

Sumemos como valor nuevamente el clasicismo tanto estético, en esta caso obligado por ocurrir el caso a mediados de los 70, como técnico. Otra vez Wan prefiere no pasarse tres pueblos con la pirotecnia y elabora un conjunto de momentos donde las sombras, la cámara, las voces y los objetos cobran vida propia. Una simple puerta, unas inocentes palmadas o un reloj que se para a las 3:07 de la madrugada son cosas que bien usadas pueden acabar con los nervios del espectador más avezado. Y eso es Expediente Warren: the conjuring, un acierto de 20 millones de dólares con aroma mainstream que ha funcionado genial en taquilla y que servirá para que las investigaciones paranormales de este matrimonio nos sigan metiendo el miedo en el cuerpo probablemente de año en año… ah, y todavía tenemos este año tiempo para ver Insidious: Chapter 2 (2013), otra vez con Wan y Wilson, actorazo, a la cabeza.

Cartel español de Expediente Warren: the conjuring
Cartel español de Expediente Warren: the conjuring

 NOTA  Nuevamente os recomiendo echar un vistazo a The 3:07 AM Project, cuatro cortos de terror nacidos como promoción para esta película que han sido rodados por Jason Eisener, Nacho Vigalondo, Max Landis y Ti West.

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Como parte de esa ola de cine de terror hecho con cuatro duros que acaba siendo, salvo sorpresa mayúscula, un éxito comercial cuando llega a las salas de medio mundo, Blumhouse Productions, la compañía más relevante en este negocio, y Platinum Dunes, unieron fuerzas para poner sobre la mesa una idea fresca, interesante y a priori bastante prometedora. James DeMonaco, director con poco pasado como para valorar su verdadera capacidad, se puso al frente de un proyecto que también salió de su cabeza a la que si debemos sumar su previa experiencia como guionista, la notable Negociador (The Negotiator, 1998), la normalita Asalto al distrito 13 (Assault on Precinct 13, 2005) o la demasiado floja Skinwalkers (2006) salieron de su máquina de escribir. En fin, los ingredientes eran buenos, la ya mencionada idea molaba y un reparto con acertados valores como Ethan Hawke, con la tontería ha coincidido con DeMonaco unas cuantas veces, y Lena Headey hacían pensar en algo notable. Con todo esto la esperanza era que The Purge: la noche de las bestias (The Purge, 2013) fuera un film al menos entretenido y, por supuesto, un éxito económico. Pero la realidad es que la cosa se ha quedado en cumplo con el 50% de estas dos premisas. El éxito comercial es indudable y alucinante, 3 millones de coste y casi 78 recaudados han asegurado ya The Purge 2 (¿?), pero la calidad ha dejado bastante que desear para este primer asalto.

DeMonaco ha tenido una gran idea entre las manos, cruel, extrema y polémica, pero no ha sido quien de explotarla como merecía, ¿era el indicado? Ni la profesionalidad de Hawke y Headey han podido salvar un despropósito que se cae por su propio peso en el momento en el que se plantea el debate humano más arriesgado de todos, ¿qué debes hacer el día de libertad criminal? Todo arranca bien, títulos de crédito que no te dejan indiferente, la presentación de una familia que vive en una sociedad de dudosa moralidad y el arranque de la noche más larga del año. Pero es llegar a ese momento, el auténtico leitmotiv del film, y la película pierde coherencia para transformase en una solución facilona y poco trabajada de una idea que, sin dudarlo, resultaba altamente sugerente. Ese cruel debate que podía suscitar la salvaje premisa se diluye por completo en un mar donde predomina la incredulidad por los acontecimientos que, seamos realistas, no se sostienen ni con el esfuerzo de Hawke. Ciento de preguntas se te plantean y la gran mayoría recaen en las decisiones tomadas por el personaje de Max Burkholder que… vaya por dios. Ah, y para acabar por matar por completo el proyecto, que un film de poco más de 80 minutos acabe resultando muy pesado es para bajar el nivel de The Purge al softcore, tampoco nos pasemos, y aplicar un correctivo a aquellos que dan luz verde a estos guiones. Un poquito de por favor.

Primer cartel de The Purge
Primer cartel de The Purge

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El pasado miércoles llegó a nuestras pantallas Lobezno: inmortal (The Wolverine, 2013), nueva incursión en solitario de uno de los personajes más icónicos dentro de la vasta librería Marvel, o al menos en lo que se refiere a su traslado a la gran pantalla. Tras la muy olvidable X-Men orígenes: Lobezno (X-Men Origins: Wolverine, 2009), agujero negro en lo que a universo mutante global se refiere, la 20th Century Fox decidió poner sobre los hombros de James Mangold, recordemos que segundo plato tras la triste salida de Darren Aronofsky del proyecto – nos quedamos si su visión -, un proyecto que debía renovar las esperanzas sobre el aburrido pasado del personaje en solitario. Además, la apuesta iba más allá de lo habitual ya que la Fox apostó abiertamente, o eso prometían, por adaptar libremente pero en conciencia una de las obras gráficas más representativas de la vida de Logan… el genial cómic "Lobezno: Honor" de Chris Claremont y Frank Miller. El trabajo de de Mark Bomback y Scott Frank es, a riesgo de equivocarme, el más "personal" realizado hasta el momento dentro del universo Marvel cinematográfico. Pero ojo, aquí nada es perfecto y Lobezno comienza a estar muy agotado, tanto en espíritu como en presencia y, peligrosamente, en ideas.

Lobezno: inmortal ofrece una visión, siendo generoso, de lo que se podía contar de "Lobezno: honor" en pantalla grande. Una historia personal, un momento de la vida de Logan que debía ser narrado para mostrar que el duro personaje encarnado por el monumental Hugh Jackman, este tipo está más que cuadrado, también siente. Desde la secuencia de los bosques, hasta el viaje a Japón y su encuentro con Mariko (Tao Okamoto). Esa parte del film mola y no nos queda más que aceptar los "ajustes" realizados porque no toda viñeta puede ser llevada tal cual a bobina. Pero el miedo a ser fiel está patente y este ha llevado a guionistas y productores a ir más allá de lo que en verdad debían. Los detalles de Lobezno: honor están ahí en esencia – Mariko, más o menos Yukio (Rila Fukushima), Shingen (Hiroyuki Sanada), el clan de la Mano – pero el objetivo real de la obra escrita se difumina sin control a cada minuto que pasa en pos de un previsible desaparrame modo final boss que, por otro lado, no tiene ni pies ni cabeza. Reconozco que ver al Silver Samurai era uno de los sueños de todo fan de Marvel, pero no se yo si a ese Silver Samurai en particular. Además, las obsesiones de hoy en día por vincularlo todo llevan a justificar el tormento que sufre Logan con su pasado X-Men. Ojo, Orígenes ya no existe, pero si lo hace el terrible film de Brett Ratner. Por ello, y con ánimos de tocar las narices, la presencia de Jean Grey (Famke Jansen), sale más que la propia Mariko, aburre considerablemente.

En fin, creo que estamos ante otra oportunidad perdida, una en la que la adaptación completa hubiera sido mucho más acertada. Habría molado apostar por la humanidad de Logan, el doble juego de la obra gráfica y la traición de Yukio a la mano porque se enamora del mutante, para acabar enfrentándolo completamente a los tejemanejes nipones donde el honor, el respeto y las traiciones lo dominan todo. Hubiera sido más humano…

Póster español de Lobezno: inmortal
Póster español de Lobezno: inmortal

 NOTA  Ah, y si, hay escena post-créditos que debe ser vista…otro obsesivo vínculo más con los Días Futuros que han de llegar.

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La nueva etapa de la franquicia creada por el mítico Gene Roddenberry en pantalla grande sigue dando grandes alegrías a sus fans / no tan fans, y Star Trek: en la oscuridad (Star Trek Into Darkness, 2013) se ha estrenado en cines para demostrarlo… aunque haya sido con casi dos meses de retraso. Además, J.J. Abrams, ese al que muchos no pueden ni ver delante, se sigue confirmando, si todavía hay alguna duda, como uno de los nuevos reyes Midas de Hollywood si de lo que hablamos es del modelo blockbuster. Y ojo, porque uno de los factores fundamentales para lograr algo como esto es tratar de ser continuista, cosa que Paramount, Skydance y Bad Robot han decidido cumplir a rajatabla. Resulta que todo en la secuela de la revitalizante Star Trek (2009) permanece, desde el equipo tras la idea, los guionistas favoritos del modelo palomita en la última década Roberto Orci y Alex Kurtzman, a los que debemos sumar eso si al "odioso" Damon Lindelof, hasta un imponente y cada vez más consolidado reparto que cuenta con ya estrellas de sobra consolidadas como Chris Pine, Zachary Quinto, Zoe Saldana, Karl Urban, Simon Pegg, John Cho y Anton Yelchin, a los que esta vez debemos sumar el debut en la saga galáctica de ese imponente actor que es el británico Benedict Cumberbatch, o los igualmente conocidos Peter Weller, grandísimo veterano, Alice Eve o Noel Clarke, breve pero intenso.

Y a sabiendas de lo que uno debe hacer en cines cuando lo que busca es entretener a la masa, Star Trek: en la oscuridad cumple con el manual del producto mainstream. La gran ventaja de esta segunda visita a la galaxia sin fronteras es ese dinámico y divertido guión que se han trabajado Orci, Kurtzman y Lindelof, ideal para echarse muchísimas risas, vibrar durante las más de dos horas de metraje, no hay ni un minuto de descanso, al tiempo que trata de profundizar en temas más personales. Desde la relación entre los personajes principales, núcleo de la aventura de este 2013 es la consolidación de la inquebrantable amistad Kirk / Spock, decisión y visceralidad el primero vs. cabezonería matemática vulcaniana para el segundo, como ya lo fuera en su momento en Star Trek II: La ira de Kahn (Star Trek II: The Wrath of Khan, 1982), y hasta el clásico debate, o no, sobre lo que marca la diferencia entre humanos y otras razas del universo Roddenberry, ya sea para bien o para mal.

Pero todo lo bueno que tiene Star Trek: en la oscuridad, un suspiro en cines que merece muchísimo la pena ver en pantalla grande con atronador sonido, también se lo debemos anotar como malo… o al menos como no del todo acertado. Abrams, Orci, Kurtzman y ahora Lindelof se han acomodado. Pensaba que pese a la obviedad de la presencia de John Harrison la cosa podía evolucionar, pero en ese aspecto Star Trek: en la oscuridad, como apuntaba antes un ejemplo de continuismo, se pasa no ya tres pueblos, si no tres galaxias! El personaje de Benedict Cumberbatch es demasiado previsible en sus actos, aunque mola mil gracias a la rotundidad del actor que lo encarna; pero si el homenaje es claro… puede que lo sea demasiado. Da la sensación de que al tratarse de un universo alternativo al que disfrutamos con William Shatner y Leonard Nimoy, aquí debemos revivir aquellos mismos instantes aunque como si fueran vistos en el reflejo de un espejo. ¿No hay nada más allá para elegir que estas repeticiones? La verdad, elucubré sobre algo más en mi mente cuando vi el fabuloso inicio con el corrupto momento de Noel Clarke acompañado por la melancólica música del una vez inmenso Michael Giacchino, pero no… una breve ilusión. Eso si, si te abstraes de esto la película es una maravillosa delicia desde el minuto uno y hasta la lista de agradecimientos. Vamos, id al cine a verla que bien lo merece.

El cartel que más me ha molado de Star Trek: en la oscuridad
El cartel que más me ha molado de Star Trek: en la oscuridad

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No se puede negar, pero muchos éramos los que deseábamos desde lo más hondo el retorno del gran icono del universo DC a la gran pantalla. Han tenido que pasar siete largo años para que con un equipo creativo por detrás de mírame y no me toques, Warner Bros. haya encontrado el botón que debía pulsar, aunque puede que no haya sido el perfecto, y ofrecer a los espectadores la película que muchos queríamos ver y, más aun, la que la creación de Jerry Siegel y Joe Shuster en gran parte añoraba. El Hombre de Acero (Man of Steel, 2013) juega no obstante un juego muy peligroso, una fusión de estilos que van desde el tono más pausado, serio, melancólico, emotivo y profundo, la mano de Christopher Nolan es muy larga, y otro hiperactivo, atronador y destructivo, orientado con descaro a explotar al máximo lo que la tecnología cinematográfica de hoy en día puede ofrecer, en este Zack Snyder es un auténtico maestro. Pero el riesgo adoptado es patente y así se está reflejando, no en taquilla pero si en crítica. Nadar entre dos aguas implica que puede que a la gente no le guste la decisión tomada, se quede con una, prefiera la otra o, en el caso más optimista, acepte las dos por igual. En mi caso no voy a decir que soy negativo ni extremista, pero si que esa versión más positiva de las posibles reacciones se queda un poco en el límite.

El nuevo periplo de Superman en cines ofrece al espectador uno de los arranques, y podría decir que en esto se engloba la primera mitad de película, más fabulosos del cine de cómics. Lo intimista puede gustar o no, pero esa presentación del fin de Krypton, y la dura decisión tomada por Jor-El (Russell Crowe) y de Lana (Ayelet Zurer) con su hijo Kal-El es rompedora. Luego el viaje a las diversas etapas de crecimiento de Clark Kent (Cooper Timberline, Dylan Sprayberry y Henry Cavill), la complicadas decisiones que debe tomar y los duros momentos a los que se debe enfrentar, genial. A partir de ahí, y tras la catarsis que supone conocer su origen, la cosa se desboca. En ese momento, y con la entrada del Zod (Michael Shannon) más enfermizo y diabólico… pues llega el desmadre. En ese instante uno deberá poner a prueba sus todos sus sentidos. La segunda parte de la película es un completo no parar, ambicioso desenfreno donde vemos a ese Superman que siempre imaginamos, luchando de tu a tu a tortazo limpio con sus iguales y donde la obligada destrucción del planeta hace acto de presencia cuando pones frente a frente a semejantes titanes, o nuevos dioses. Vamos, un blockbuster con mayúsculas que sin embargo para los que vivían plácidamente inmersos en esa primera gran parte del film puede resultar demasiado radical.

Pero claro, si riegas todo esto con la siempre acertada dirección de Zack Snyder, rey de la cámara lenta pero que esta vez ha optado por probar el lado opuesto y aplicarnos una dosis en vena de hipervelocidad y zooms que hasta cuesta seguir, un guión robusto escrito aunque no exento de libertades por ese hijo predilecto de DC que es David S. Goyer, y aspectos ténicos que no pasarán ni de broma desapercibidos pues te apuntas un tanto en el pulso con el espectador. Gran fotografía la de Amir Mokri, gran música la de Hans Zimmer regada con unos cuantos temas para el recuerdo aunque otros no tanto, y una cantidad de efectos visuales / sonoros tal que sobrecogen y ensordecen. Y ojo, porque encajar todo esto en un producto que hay momentos en los que podría pasar por una versión no superheroica del hijo de Jor-El pues tiene su miga. Desde luego que no ha sido nada fácil el rumbo tomado.

Y que decir del reparto, pues que muy correcto. Esculpido con cincel tenemos a Henry Cavill, sin lugar a dudas mucho más convincente que su predecesor como Superman, Amy Adams en un rol excesivamente frío pese a todos los Pulitzer que haya podido obtener como Lois Lane y ese Michael Shannon cabreado con el mundo, de frenopático, desbocado y sociópata absoluto. Junto a el compañeros de fatigas como Faora (Antje Traue), otra que mete hostias como panes. Mención especial merecen los padres, ya no solo Russell Crowe que como Jor-El se gana una buena dosis de protagonismo, si no también de Diane Laine, madraza Martha Kent, y sobre todo Kevin Costner, un Jonathan Kent que a la par que padre adoptivo actúa casi de conciencia de su hijo.

En definitiva, un film complicado, bastante discutible y que trata de fusionar con riesgo dos caminos tan diferentes que, se está demostrando, no es del gusto de todo el mundo. A mi me ha convencido, con matices, y como punto de partida para lo que ha de venir me parece un camino acertado aunque no perfecto.

 NOTA  En los comentarios hay  SPOILERS , algunos correctamente anunciados y otros tristemente no, así que lee con cuidado si todavía no has visto la película!

El primer cartel que vimos de El Hombre de Acero
El primer cartel que vimos de El Hombre de Acero

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Complicada de ver y más de asimilar, Stoker (2013) supone el debut, aunque la palabra no es que me parezca la más adecuada, de Park Chan-Wook, o si preferís Chan-Wook Park, en ese mercado que todo lo devora que es Hollywood. No me imagino la posible reacción de la gran mayoría de público mainstream que acude a los cines, pero la toma de contacto del director coreano con el cine rodado en inglés no se separa ni un ápice del modelo cinematográfico que ha explotado durante su carrera; una repleta de extrañas grandes obras como las violentas y vengativas Sympathy for Mr. Vengeance (Boksuneun naui geot, 2002), Old Boy (Oldeuboi, 2003) o Sympathy for Lady Vengeance (Chinjeolhan geumjassi, 2005), el drama de ciencia ficción Soy un cyborg (Ssa-i-bo-geu-ji-man-gwen-chan-a, 2006) o el vampírico film de terror Thirst (Bakjwi, 2009). Por lo tanto, hay que advertir que Stoker no será del gusto de todos, pero si te engancha, en mi caso lo logró desde el minuto uno, te mantendrá en total tensión durante su metraje, pendiente en todo momento de los oscuros secretos y grotescos acontecimientos que protagonizan los miembros de la familia Stoker. Comentaba como factor importante el modelo de cine de Park Chan-Wook, un modelo que destaca por la parsimonia con la que ocurre todo, y porque al no tener espacio para el dinamismo, salvo en momentos de impacto, puede llegar a desesperar pero que, sin embargo, se ve totalmente compensado por contar con historias desgarradoras, tremebundas y que no dejan indiferente a nadie. En esta ocasión mucho más y de la misma calidad que con sus anteriores trabajos.

Stoker, escrita esta vez por el actor transformado en debutante guionista Wentworth Miller, si, el Michael Scofield de "Prison Break" (2005-2009) o si me apuráis el Chris Redfield de la saga Resident Evil, resulta ser uno de los thrillers más siniestros y turbadores que se han podido ver en años. Morboso y calenturiento a partes iguales, hay momentos que causan total estupor, cuenta no solo con un reparto que te deja con los ojos abiertos, lo de Mia Wasikowska es de sobresaliente, alucinante, y más si tenemos en cuenta que tiene al lado compañeros de viaje como el impenetrable y seductor Matthew Goode o la plásticamente artificial Nicole Kidman, si no que añade un aspecto técnico notable donde destacan muchas otras cosas, como la virtuosa fotografía de Chung Chung-hoon. Todo en Stoker sorprende, desde su retorcida historia hasta sus secretos más insondables, y vamos, que lograr lo que logra, y narrarlo como lo narra, es de aplaudir con gran estruendo.

La joven India Stoker (Mia Wasikowska) acaba de cumplir los 18 años y como siniestro regalo recibe la fatal noticia de que su padre, y gran amigo, Richard (Dermot Mulroney) ha fallecido en un trágico accidente. Sin poder asimilarlo y con su inestable madre Evie (Nicole Kidman) como una compañera en este golpe vital se cuela en su vida Charlie (Matthew Goode), hermano de su padre y del que India no sabía nada. Con este yéndose a vivir a la casa de Evie e India, a partir de ese momento se pone en marcha un viaje iniciático, o más bien de conocimiento, que pone en marcha Charlie

Cartel español de Stoker
Cartel español de Stoker

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«Desde lo de New York ya nada ha sido igual«. Tomando como punto de partida esta frase, hay que decir que lo premonitorio de la misma aplica ya no sólo a la historia que se plantea en esta película, si no a su concepción completa. Iron Man 3 (2013) es en toda regla un viaje a los infiernos en la suntuosa vida del millonario Tony Stark, nuevamente un superlativo, desquiciado y temeroso Robert Downey Jr., un viaje que gracias a Shane Black toma un rumbo de goce absoluto donde conviven de igual forma la acción, el drama y retazos de la más divertida comedia. Pero Black, en este caso el engranaje que hacia falta para que el nivel de la aventura repuntara, no sólo demuestra que como director de blockbuster es un acierto total, arriesgada apuesta que le ha salido a Marvel Studios de perlas, si no que su rol de guionista junto a Drew Pearce ha significado que las ideas y objetivos que se planteaba creativamente en el escrito contaban también con una visión previa a su traslado a la gran pantalla. Este singular, pero a la postre importante detalle, ha supuesto el mismo efecto que en Los Vengadores (The Avengers, 2012) tuvo Joss Whedon. Shane Black es un maestro del entretenimiento y por lo tanto ha dado a Iron Man la frescura que con Jon Favreau se había perdido por completo en la descafeinada segunda parte de la franquicia. Su complemento Drew Pearce es otro crack que con una carrera mucho menor sabe como sacar jugo al mundillo de los superhéroes más peculiares gracias a la serie «No Heroics» (2008)… y aquí ese sello también esta muy presente. Por lo tanto, otra demostración más que deja claro que con un gran guión, el de Iron Man 3 lo es, tienes medio camino al éxito ya recorrido. Si a esto añades actores y medios propios del modelo Disney / Marvel pues obtienes un producto muy superior a la media y, en este caso, el mejor blockbuster en lo que va de año. Y ojo, porque el dúo Mandarín (Ben Kingsley) y Aldrich Killian (Guy Pearce) es probablemente el complemento perfecto para una historia inesperadamente sorprendente.

Fucking Awesome!
Fucking Awesome!

Tony Stark (Robert Downey Jr.) se encuentra en horas muy bajas. Tras su crítica intervención en los acontecimientos de New York, no todas las semanas salvas el mundo colándote en un agujero de gusano para evitar una invasión alienígena mientras eres apoyado por un dios, un súper soldado y un gigante verde, la catarsis en la vida del millonario le ha llevado a sufrir crisis de todo tipo. Más inseguro y vulnerable que nunca, el pasado que le definió como Iron Man vuelve a azotarle. El Mandarín (Ben Kingsley) hace acto de presencia y desde ese momento la vida de Stark cambiará drásticamente…

Y esto es Iron Man 3, un acierto que amasará millones, el cierre de un arco argumental que nació gloriosamente en el 2008 y, de alguna forma, la visión más cercana a «El demonio en la botella», visto aquí más como «El demonio en la inseguridad», que podremos disfrutar en cines. Visualmente impactante pero más alejada de la armadura que en anteriores viajes. Y, esto debe decirse, con el villano más genial que se ha sacado Marvel Studios de la manga en este lustro de éxitos… Ben Kingsley es en un plano paralelo y muy diferente la encarnación de El Mandarín más inimaginable y fabulosa que se podía hacer del icónico personaje.

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