Opinión


El bueno de Rodrigo Cortés vuelve a las andadas tras la impactante Buried (2010) y esta vez apuesta por una idea propia que navega con firmeza por el controvertido mundo de los médiums. Luces Rojas (Red Lights, 2012) se estrena rodeada de no cierta polémica crítica que si bien la ha tildado de sobresaliente en su concepción y transcurso, le achacan un desenlace desconcertante y poco agraciado para todo lo gestado previamente. El Festival de Sundance sirvió de puerto de partida para Luces rojas y en él le llovieron muchos palos no exentos, curiosamente, de simultáneas y grandes alabanzas. Pese a todo hay que reconocer que Cortés hace lo que tiene que hacer y vuelve a demostrar que es un tipo con muchísimo talento y capaz de dar las suficientes vueltas a una historia enrevesada pero perfectamente construida para que el espectador se sienta, como fue mi caso, intrigado, atraído y extrañado por lo que se narra. Luces rojas ofrece de todo un poco. Comenzando por un reparto sorprendente encabezado por reconocidas estrellas internacionales de la talla de Cillian Murphy, Sigourney Weaver y Robert De Niro, a las que acompañan rostros habituales como los de Toby Jones, Joely Richardson o Leonardo Sbaraglia, o nuevas caras que sin dudarlo deberemos seguir desde ya, léase Elizabeth Olsen. Secundados estos por un guión metódico e intrigante, repleto de falsedad, mucho engaño o decisivos golpes de efecto que, pese a su simpleza y puede que extrema comodidad, no deberían ser razón suficiente como para tirar por tierra un producto notable. Y todo esto envuelto en una agradable factura de producción made in Hollywood, que lo es, donde hay momento para todo… sustos, cierto aburrimiento y, importante, sorprendente sorpresa.

Cartel final de Luces rojas de Rodrigo Cortés
Cartel final de Luces rojas de Rodrigo Cortés

Luces rojas nos cuenta como dos investigadores de fraudes paranormales, la veterana doctora Margaret Matheson (Sigourney Weaver) y su joven ayudante Tom Buckley (Cillian Murphy), estudian los más diversos fenómenos metapsíquicos con la intención de demostrar su origen fraudulento. Su vida se reparte entre la formación académica en la universidad y los bolos en los que echan por tierra a médiums de diversa calaña. Pero cuando Simon Silver (Robert De Niro), legendario psíquico y tal vez el dotado más célebre de todos los tiempos, reaparece después de treinta años de enigmática ausencia, pasa a convertirse en el mayor desafío mundial para la ciencia ortodoxa y los escépticos profesionales. Pero si bien la doctora Matheson prefiere dejar pasar la marea Silver, sus razones tiene, Tom comienza a desarrollar una densa obsesión por el enigmático personaje, cuyo magnetismo se refuerza de forma peligrosa con cada nueva manifestación de oscuros fenómenos inexplicables…

Creo que seguir hablando de Luces rojas es sinónimo de correr el riesgo de entrar en el peligroso terreno de los spoilers. Por ello, y sin querer profundizar en mucho detalle, vale la pena indicar que el film juega con el espectador rememorando conocidas obras de engaño y truco como las similares aunque dispares, en éxito, El truco final (The Prestige, 2006) y El ilusionista (The Illusionist, 2006). Al tiempo la película sirve para acompañar al personaje de Murphy por el siniestro y tormentoso laberinto de la duda esotérica que rodea a Simon Silver. Hechos, consecuencias y obsesión, Luces rojas tiene de todo un poco. Si a estos factores, que hacen bien a un thriller de corte sobrenatural, les sumas una gran dirección o un montaje bien calibrado y maquinado hasta el extremo para guiar al espectador por donde realmente interesa, pues el resultado es, por necesidad, notable. De todas formas Luces rojas, y sus dos horas de constante ardid, pueden acabar sabiendo a poco por lo facilón de su desenlace. En fin, merece ser vista, eso lo tengo bastante claro. Además, que un director como Rodrigo Cortés esté trabajando con primeras figuras y haciendo propuestas tan alejadas del sistema que predefinen a nuestra cinematografía es digno de elogiar. Y ojo, que Emergo (2011) de Carles Torrens y con guión de Cortés, y si llega a estrenarse algún día, es tan positiva como Luces rojas, aunque adolece del mismo problema que esta.

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Este fin de semana me he dado un homenaje acudiendo al cine la friolera de tres veces en dos días. Tras visionar La mujer de negro (The Woman in Black, 2011) de James Watkins y Shame (2011) de Steve McQueen el pasado viernes, ayer fue el turno de otra de las películas que más interés había despertado en este inicio de año tras su sobresaliente acogida al otro lado del charco. Estoy hablando de Infierno blanco (The Grey, 2011), mucho más llamativo y sugerente el título original, auténtica transformación del muy acelerado y bastante irregular, al menos en sus últimas apuestas, cine de Joe Carnahan. Tomando como base a adaptar la obra "Ghost Walker" de Ian Mackenzie Jeffers, trasladada a la gran pantalla además por este y Carnahan, asistimos a un film francamente sugerente sobre la condición humana y la transformación del ser ante situaciones bruscas, extremas y desesperanzadoras, y cómo se enfrenta uno al fatal destino aun cuando la moral y la capacidad física alcanzan cotas rematadamente bajas. Mucho ojo, Infierno blanco es un lobo con piel de cordero, una película aparentemente de acción que oculta sin embargo la Defensa (Deliverance, 1972) del nuevo siglo, una guerra desigual entre hombres y lobos, con las peores condiciones climáticas que nadie se pueda imaginar como telón de fondo, y en donde se impone un alucinante Liam Neeson, actor que con la madurez que le otorgan los 60 años que cumplirá en unos meses ha logrado algo francamente difícil… transformarse en una estrella con gran personalidad y un registro abrumador.

Cartel de Infierno blanco "Una vez más, combatiré la última gran pelea de mi vida. Vivir o morir hoy. Vivir o morir hoy"
Cartel de Infierno blanco
"Una vez más, combatiré la última gran pelea de mi vida. Vivir o morir hoy. Vivir o morir hoy
"

Estamos en una refinería en medio de la mortífera Alaska. John Ottway (Liam Neeson) trabaja en ella como uno de los encargados de la protección de los operarios que se dedican día y noche a extraer el preciado oro negro de la fría tierra en la que habitan. Las extremas condiciones del lugar confirman que estamos en el único sitio donde acaban los hombres que no son aptos para la convivencia con sus iguales. Cuando el turno se termina, Ottway y un amplio grupo de trabajadores se embarcan en un vuelo de regreso a zonas más habitables. Pero una desagradable sorpresa en forma de accidente aéreo dejará a un reducido grupo de supervivientes malheridos en un paraje desolador. Aislados de cualquier vestigio de civilización reconocible, y heridos en su gran mayoría, no solo tendrán que hacer frente a los peligros propios de la yerma y fría tierra en la que se les olvidará, si no de una manada de lobos que como raza dominante de la zona, y viendo en este grupo a invasores no deseados, harán todo lo posible por acabar con ellos para proteger su territorio.

Y es que la desolación es lo que más impone a uno cuando estás sentado frente a la pantalla mientras ve Infierno blanco. La emotiva composición de Marc Streitenfeld envuelve una película donde la fragilidad humana alcanza límites solo imaginables cuando el destino futuro y la esperanza que se tiene sobre él se desmoronan por completo. Tensión constante que sin embargo sufre de algún momento irregular, pero que mantiene perfectamente el interés sobre una batalla a vida o muerte, un auténtico reto por la supervivencia que va golpeando al espectador conforme las fichas van cayendo. Infierno blanco confirma nuevamente que no hacen falta grandes derroches para impactar, y que con buena mano, una historia poderosa y un elenco de actores ajustado, pero al que acabamos conociendo en gran detalle, se tiene un triunfo asegurado.

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Este pasado fin de semana me animé a ver la última película del siempre interesante Álex de la Iglesia. Tengo que reconocer que siento cierta debilidad por el trabajo de este bilbaíno, pero por primera vez en mucho tiempo he que claudicar y reconocer que La chispa de la vida (2011) no es lo que me esperaba encontrar. Algo que se debe advertir es que el nuevo film del autor de grandes obras cinematográficas del panorama español como El día de la bestia (1995), La comunidad (2000), 800 balas (2002) o Balada triste de trompeta (2010), debería verse como un producto coral, una especie de circo ambulante, con tendencias a uno de los horrores, de personajes con gran personalidad y poca moral que aportan mucho sentido a la tragicomedia que protagonizan José Mota y Salma Hayek. Porque si, si bien estos dos son los que se llevan el peso de la historia, la importancia de estos secundarios son lo que revitalizan el burlesco trabajo de guión de Randy Feldman. Magníficos son los variopintos personajes que encarnan actores como Juan Luis Galliardo, Blanca Portillo, Antonio Garrido, Manuel Tallafé, Fernando Tejero o, para mí el mejor y el más desagradable, Juanjo Puigcorbé. Si uno observa la película desde este punto de vista puede incluso llegar a pasárselo francamente bien. El ansia de protagonismo en una tragedia ajena causa verdadero pavor pero, como espectadores, nuestra mala baba hace que disfrutemos. Lo que pasa es que pese a estos buenos valores, que deben ser tenidos en cuenta, la tendencia hace que uno acabe chocando, como ha sido mi caso, contra el muro en que se transforma el humorista número uno del panorama televisivo patrio. Ojo, estos efectos suelen tener un gran condicionante que tiende a venir de atrás. Mota es Mota, y aunque en muchos momentos logra convencer y transmitir el verdadero dramatismo que machaca cruelmente a muchos millones de españoles, es triste y patético lo que le pasa y a lo que llega, en otros, el giro completo interpretativo, no sé si buscado adrede, hace que vuelvas a ver lo que no deseas que ocurra.

Cartel de La chispa de la vida de Álex de la Iglesia
Cartel de La chispa de la vida de Álex de la Iglesia

Roberto (José Mota) es un publicista que tras dos años en paro ve como el mundo que le rodea se tambalea. Una situación económica desesperada, acompañada por una frustración personal galopante y ver como aquellos que en un momento de su vida le agradecieron mucho ahora le dan la espalda, le está machando. Ya nadie recuerda que él fue el creador del slogan "La chispa de la vida" para la gigante Coca-Cola. Hundido moralmente decide mirar hacia adelante y recordar tiempos mejores. Para ello planea ir al hotel en el que pasó su viaje de novios junto a su esposa Luisa (Salma Hayek). La sorpresa se la lleva cuando, al llegar a Cartagena, descubre que aquel hotel de días felices es ahora un museo donde se expone una parte de la ciudad romana recientemente descubierta. Mientras intenta abandonar el lugar Roberto sufre un fatídico accidente que le dejará postrado y debatiéndose entre la vida y la muerte. La casualidad marca el ritmo y el círculo mediático se pone en marcha… publicidad, famoseo, política, mamoneo, la peor calaña y decisiones patéticas… todo confluye en torno a Roberto mientras que intenta solventar su futuro antes de que le liberen.

Y eso es lo que tenemos. Buenos golpes de efecto debidos al correcto hacer de un elenco de actores notable, dramatismo de ese que te deja sin aire, la película jode lo suyo y hay que reconocer que te llegas a quedar con cara de no me jodas, pero en definitiva una historia normal y curiosa de ver aunque poco atrayente. Nada más. Técnicamente a la altura, musicalmente fabulosa, ole por el trabajo de Joan Valent aunque echo de menos a Roque Baños, y eso.

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Me preocupa ver como algunos cineastas se acomodan como si tal cosa una vez se han definido en el siempre variopinto y singular universo que es Hollywood. Los hay que se les reconoce a leguas por el extenuante uso de la cámara lenta ya sea para ofrecernos un eterno puñetazo o para alargar sin razón brincos y cabriolas varias, otros destacan por sus hiperactivas secuencias repletas de pirotecnia de esa que ensordece, y unos cuantos, Tarsem Singh por ejemplo, por su cuidada y siempre disparatada arquitectura decorativa repleta de lustrosos trajes o imposibles escenografías. Pero nuevamente se demuestra que no todo lo que entra por los ojos es sinónimo de calidad, e Immortals (2011) acaba arrastrando su llamativo aspecto, un gran bravo, por un lodo de aburrimiento y poca originalidad.

El cuño "de los productores de 300" con el que te venden la película logra el mismo efecto que la famosa frase "del visionario director", un análisis exhaustivo y donde se profundizará hasta el mínimo detalle de lo ofrecido. Pero ni la película es la misma, ni la frescura del guión coincide, ni reparto, ni nada. Cada idea es diferente y en este caso el aburrido guión pergeñado por Charley y Vlas Parlapanides destroza un proyecto que tiene mucho que contar y más si se sabe sacar jugo a la tecnología que impera en el cine de hoy en día. Además de esto sumemos un reparto poco acertado con un Mickey Rourke que no encaja pese a su pinta de animal de bellota o un héroe encarnado por Henry Cavill, el nuevo Superman, que por mucho que lo intente no da la talla al verse acompañado por un par de sosos que responden al nombre de Stephen Dorff y Freida Pinto… madre mía, menudo par. Luego tenemos el pack de dioses, divinos todos ellos, donde toman el mayor protagonismo Zeus (Luke Evans) con Poseidón (Kellan Lutz), Atenea (Isabel Lucas) o Ares (Daniel Sharman) haciendo el canelo.

Póster español de Immortals
Póster español de Immortals

El Rey Hiperión (Mickey Rourke) está enfadado con los dioses del Olimpo al no interceder estos por él y su familia en un momento de gran necesidad. Debido a ello decide arrasar con toda Grecia ya que lo que perjudica a unos debe ser igual para todos. Su objetivo es hacerse con el Arco de Epiro, un arma mística con la que podrá liberar a los Titanes para que estos pongan de verano tanto a los humanos como a los dioses que campan a sus anchas. En medio de la locura de Hiperión surgirá un bastardo, Teseo (Henry Cavill), que tras ver como su pueblo es masacrado, contará con la ayuda del maleante Stavros (Stephen Dorff) y la oráculo Phaedra (Freida Pinto) para adelantarse a Hiperión en la búsqueda de la decisiva arma.

Y es que lo poco bueno que tiene Immortals vuelve a ser la arriesgada apuesta del señor Singh y la correspondiente respuesta del equipo de dirección artística y escenografía, o el vestuario de Eiko Ishioka, un fijo en la carrera del director de origen indio aunque, esta vez, impacta menos de lo habitual. El resto es un poco sorprendente, la película opta por unos derroteros que la hacen más bruta de lo que se podía esperar y el alocado Hiperión se rodea de tropas medio mutantes que han pasado por la mesa del cirujano aunque sin anestesia. Esto da pie a que los dioses se vuelvan locos y apliquen hemoglobínicos correctivos, cosa incomprensible porque tan fácil de matar es Hiperión como sus lacayos. Por lo tanto, la manida fórmula cámara lenta con tortazos que arrancan cabezas de cuajo pasa a tomar un protagonismo que hace que por momentos veas el producto de otra manera, producto palomita, y te olvides del desastroso guión y planteamiento de los Parlapanides. Luego, en esos momentos donde no queda otra que atender a lo que se cuenta, observas con asombro errores, faltas de carisma y puro relleno… amén de incongruencias narrativas que sonrojan.

En fin, película del montón que no pasará a los anales de la historia ni será recuperada por Singh en su currículo.

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Mientras intento encontrar razones suficientes para escribir una opinión sobre Immortals (2011) de Tarsem Singh, aprovecho un momento de la tarde de este domingo de tareas en el hogar para escribir algo acerca del reretorno de Sherlock Holmes a la gran pantalla de la mano del director británico Guy Ritchie. Este fin de semana se ha estrenado Sherlock Holmes: juego de sombras (Sherlock Holmes: A Game of Shadows, 2011), secuela de la sorpresa de hace un par de años en la que Robert Downey Jr. y Jude Law tomaron las riendas de la encarnación en pantalla grande de la visión comiquera de Lionel Wigram sobre los famosos personajes literarios Sherlock Holmes y el Dr. Watson creados por Sir Arthur Conan Doyle.

Este vez Wigram deposita su producto en el trabajo de la pareja Michele Mulroney y Kieran Mulroney obteniendo a cambio un guión en la línea de su predecesora pero falto de ese factor sorpresa que nos sorprendió a muchos al sentarnos en la butaca del cine. Queda claro que el objetivo de Sherlock Holmes: juego de sombras está cumplido ya que entretiene, pero deja con cierta cara de indiferencia a aquellos que esperaban un poco más de, por ejemplo, un villano de la talla del Profesor Moriarty, un Jared Harris correcto, malévolo, calculador pero sin el carisma que por ejemplo derrochaba Mark Strong interpretando a Lord Blackwood… eso si que era verdadera maldad. Guy Ritchie por su parte vuelve a desplegar la táctica que tan bien le funcionó hace un par de años, llegando, en este caso, a resultar un pelín cansina. Haciendo cálculos, tranquilamente 25 minutos del metraje transcurren a cámara lenta y con la habitual verborrea de Holmes prenarrando lo que va a acontecer, y que luego acontece. Suena un poco a "vamos a meter de esto que siempre llama la atención a los espectadores"… pero la realidad es que hace falta más.

Póster español de Sherlock Holmes: juego de sombras
Póster español de Sherlock Holmes: juego de sombras

Avanza el siglo XIX, diversos atentados golpean con peligro la débil estabilidad política de la vieja Europa. Mientras todos echan las culpas a los anarquistas de turno, Sherlock Holmes tiene bastante claro que es el Profesor James Moriarty, tan inteligente y metódico como él, el que se encuentra detrás de todo. Holmes desvaría indagando diversos crímenes que sólo él es capaz de ver mientras que Watson, su inseparable compañero de aventuras, apunta a boda y prefiere pasar de los desquicies del hiperactivo investigador. Aprovechando la despedida de soltero de Watson, Holmes se cruzará con Madam Simza Heron, transitoria y poco aprovechable Noomi Rapace, una adivinadora de futuro gitana a la que une un extraño vínculo con el mismísimo Moriarty

Y es que no siempre la misma fórmula debe funcionar se use como se use. Sherlock Holmes (2009) no solo contaba con el dicharachero estilo de Ritchie, que mola, si no que aunaba esto con una historia repleta de intrigas, bien cosechada, con discursos llamativos y con unos personajes que cuando fueron presentados embelesaron al respetable. Aquí se marca la gran diferencia, Holmes mantiene el ritmo, incluso se incrementan los desvaríos que le definen, y Watson sigue en su línea de hombre de acción encargado de controlar la hiperactividad de su compañero, pero el incremento de calidad en este aspecto no compensa que el personaje de Noomi Rapace aporte poco o nada, o que Moriarty deba ser un villano insuperable pero que en manos de los Mulroney se queda en algo bastante más simple. Por otro lado tenemos al hermano de Holmes, Mycroft, encarnado por un impagable Stephen Fry que, la verdad sea dicha, es probablemente el mejor nuevo aporte a la franquicia. El resto es mucha acción, sobresalientemente montada, pero con una carga de guyritchismo un pelín agotadora. Además, para mi el plan de Moriarty no es tan maligno y sorprendente.

En definitiva, vale la pena verla, siempre será divertido ver a la versión más Jack Sparrow de Sherlock Holmes, pero esta vez el caso que desafía al mejor detective de todos los tiempos se queda a medio camino y no resulta tan fresco como se esperaba.

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No suelo opinar sobre films que se alejan de los géneros que con más asiduidad se tratan en el blog, por no decir que casi en exclusiva. Pero de vez en cuando uno recapacita, medita un rato, y se ve con la necesidad de ofrecer a los lectores un razonamiento elocuente, y probablemente condicionado por un cruel fanatismo, para que vayan, sin miramientos, a ver una película al cine.

En este caso vengo a hablar un rato de Drive (2011) del director danés Nicolas Winding Refn, una delicia cinematográfica a medio camino entre la soledad, las relaciones personales platónicas y la violencia más desgarradora. Lo más curioso del film, estas cosas ocurren hasta en las mejores familias, es que se trata de uno que viaja en la más distante polaridad; o te encanta, como es mi caso, o lo más probable es que la aborrezcas, como hay más de uno por ahí que ya me lo ha dejado caer. Aunque lo que cuenta es una historia bastante clásica, lo que hace a Drive prevalecer sobre el resto es la sabia combinación de dos dinámicas opuestas que merced a una buena dirección, un guión parco en palabras pero lleno de miradas que hablan por si solas, unos silencios llenos de contenido o un reparto sobresaliente, se fusionan a la perfección. Todo esto que tiene de bueno, el pausado ritmo hace que uno disfrute mucho más de los momentos, sube enteros en un tramo final que sirve, para paladares aguerridos, de periplo por el malsano lado de la violencia que más salpica y duele ver. Eso es Drive, una historia sencilla que se convierte en pieza clave del 2011 gracias a todo lo que la rodea, que no es poco.

Cartel molón de Drive
Cartel molón de Drive

Y sigo justificando que Drive es mucho más. Es un maravilloso Ryan Gosling, impasible, implacable, casi mudo pero directo y vivo en cada frase que suelta. Una Carey Mulligan que suplica en cada mirada un brazo en el cual apoyarse. Un Bryan Cranston siempre cumplidor le pongan donde le pongan. O un Albert Brooks transformado y alejado, como bien indicaba un amigo, de los habituales papeles a los que nos tenía habituados. Junto a estos cuatro pilares que asientan los cimientos de la perfecta narración, también hay espacio para el debutante Kaden Leos, o los solventes Oscar Isaac, Christina Hendricks y Ron Perlman. Añadamos a este flamante reparto una gran banda sonora compuesta por Cliff Martinez que, la verdad sea dicha, se ve gratamente impulsada por magníficos temas musicales que nos introducen más en los acontecimientos y que animan una historia que basa mucha de su narrativa en lo visual y lo sonoro. Y podría seguir con la rutilante fotografía, el buen guión, el sublime montaje, etc.

Drive es en definitiva una película de momentos, un arranque magnífico y medido al milímetro, una completa segunda parte dedicada a los personajes, sobre los lazos que surgen entre ellos y lo inalcanzable que son muchas veces las cosas, y una tercera etapa, acto definitivo, violentamente insuperable. Nunca los héroes son como te los imaginas. En este caso se trata de un guerrero sin nombre que verá su destino truncado por dejar que una debilidad le cambie de rumbo.

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Bueno, se acerca el final del 2011. En poco más de 72 horas desde este momento, el número de cuatro cifras de nuestros calendarios cambiará de valor y lo que se haya visto en el período de 365 días previo al domingo se quedará en el cupo de "pfff, eso es del año pasado". Por mi parte tengo que reconocer que ha sido un año entretenido, un pelín decepcionante por lo visto en lo tocante al término blockbuster pero con grandes apuestas que ha cubierto mis necesidades básicas de cara a disfrutar del cine en pantalla grande (y pequeña). A continuación os dejo con una breve lista de proyectos que en este 2011 que ahora termina me han hecho pasar buenos momentos. Ojo, no indico orden, preferencia ni nada que se le parezca. Ni la primera es la que más me ha gustado ni la última la que menos. Son, en definitiva, películas con las que me lo he pasado bien y que sin dudarlo recomendaría a todo aquel que me preguntara por algo interesante que ver o comprar.

Uruloki

  • Super 8 (2011) de J.J. Abrams. Una vuelta al espíritu cinéfilo de los 80 parido por Amblin Entertainment y la vigorosa mente de Steven Spielberg. Abrams se nutrió de todos los valores del cine de esa época y ofreció una película genial con algunos momentos irrepetibles y brutalmente emocionantes. El mejor reparto de niños visto en años. Fabulosa.
  • X-Men: primera generación (X-Men: First Class, 2011) de Matthew Vaughn. El necesario renacimiento de la saga mutante en manos de 20th Century Fox por la puerta grande, y más tras las decepciones de X-Men: la decisión final (X-Men: The Last Stand, 2006) y X-Men orígenes: Lobezno (X-Men Origins: Wolverine, 2009). Film de aroma bondiano con una primera parte tan espectacular y bien trabajada que puso la película, para mi sin contemplaciones, en lo más alto del top de cine comiquero de este 2011.
  • Melancolía (Melancholia, 2011) de Lars von Trier. Vista por primera vez en Sitges 2011 y luego doblada en un cine de Santiago de Compostela. Dolorosa, apabullante, extraña y apocalíptica. Una película de dos velocidades con una primera parte más lenta pero desconcertante, seguida de una segunda donde el terrible desenlace va minando al espectador hasta el vibrante final. Obligatoria de ver con el dolby surround en modo destrucción total. Se me pusieron los pelos como escarpias.
  • Attack the Block (2011) de Joe Cornish. Otra de las sorpresas más agradables que me llevé en Sitges 2011 aunque luego fue vapuleada por la distribución en nuestro país. Pese a la complejidad para echarle un vistazo merece ser disfrutada una y mil veces. Una joya gamberra que narra una invasión extraterrestre en un barrio chungo de la periferia de Londres. Ojo, además del debut de Cornish en el arte de la dirección, pude mantener una entrevista con él en el mismo festival, el resultado es bastante sobresaliente merced al buen reparto de jóvenes, la banda sonora electro / pop y unos efectos de primer nivel obra de Spectral Motion.
  • The Artist (2011) de Michel Hazanavicius. Probablemente la mejor película del año. Regreso a los orígenes del cine para narrarnos una historia sobre el orgullo y la necesaria adaptación a los cambios. Para romper moldes, y demostrar que todo es posible pese estar en el nuevo milenio, ha sido rodada en blanco y negro, formato 4:3 y muda. Magistral Jean Dujardin, fabulosa Bérénice Bejo, mágica música la de Ludovic Bource y una obra genial que se llevará todo lo habido y por haber. Debe verse si o si y al precio que sea. Emocionantemente positiva.
  • Drive (2011) de Nicolas Winding Refn. Violenta y romántica al 50%. Cine negro moderno protagonizado por un Ryan Gosling parco en palabras pero tan directo como una puñalada. Grandiosa banda sonora que riega un film intenso, bastante perturbador y violentamente grotesco. Extraña pero sorprendente. Casualmente se estrena hoy en cines de la mano de Disney. Al cine…
  • Sucker Punch (2011) de Zack Snyder. Aquí seguro que más de uno se tira de los pelos, pero es que soy así. Snyder nos metió en un videojuego y se lo pasó teta gestando una de las películas más hiperactivas y raras de los últimos años. Una oda a las lolitas, las minifaldas y las sobradas en diversos mundos imaginarios plagados de orcos nazis, dragones, robots futuristas, samuráis gigantes y demás. Derroche visual sin parangón.
  • El origen del planeta de los simios (Rise of the Planet of the Apes, 2011) de Rupert Wyatt. Otro de los reboot del año. Aunque en este caso es más bien una precuela del mítico film de 1968, estamos ante una nueva prueba de que los efectos visuales no tienen límites. Esta vez Weta fue la encargada de crear al primer personaje que, merecidamente, debería guiar a Andy Serkis a su primera nominación al Oscar. La vitalidad de César mete miedo.
  • La piel que habito (2011) de Pedro Almodóvar. Una de las películas que más me han gustado del director manchego. Extraña, delirante y alucinante. Con cierto punto terrorífico, una historia tan propia de Almodóvar que la forma de encajar las piezas de este puzzle médico hacen que le estés dando vueltas a la cabeza durante un buen rato. Mantuve una entretenidísima tertulia con la persona con la que fui a verla.
  • Senna (2010) de Asif Kapadia. Pese a ser del 2010 es una de las triunfadoras del Festival de Sundance del 2011. Documental que todo hijo de vecino debería ver. Historia de un ídolo inolvidable con un nivel de competitividad solo comparable con su genialidad y sus guerras personales con otros genios de su época. Mejor disfrutar del director’s cut que de la versión mal estrenada en cines. Casi una hora más sobre la veloz vida de este extraordinario piloto.

La verdad, me dejo el ciento y la madre de películas. Insidious (2010) de James Wan, para mi lo mejor del cine de terror de este año, Cisne negro (Black Swan, 2010) de Darren Aronofsky, peli del año pasado pero estrenada aquí en febrero, 127 horas (127 Hours, 2010), The Fighter (2010), Valor de ley (True Grit, 2010), Secuestrados (2010), Mientras duermes (2011), 13 asesinos (Jûsan-nin no shikaku, 2010), etc. En fin, junto a esto, y si uno recorre aquello que le ha gustado, ¿por qué no hacer lo propio con los proyectos que no han cubierto las expectativas levantadas? Pues al tema…

  • Conan el bárbaro (Conan the Barbarian, 2011) de Marcus Nispel. Atroz se mire por donde se mire. No merece ni recordarla por lo patética que fue.
  • Green Lantern (2011) de Martin Campbell. Otra gran decepción. Se esperaba mucho pero no ofreció nada. Warner Bros. y DC Entertainment Inc. demostrando que no saben explotar y menos explorar los verdaderos poderes de la ingente librería de superhéroes que poseen. Por ahora solo Batman está cubriendo con lo que se espera de el… veremos en el 2012 y 2013.
  • Cowboys & Aliens (2011) de Jon Favreau. Otra pantomima más de esas que Hollywood vende como si fuera el no va más. Mal el reparto, mal la historia, mal los efectos, mal el ritmo, previsible y penosa.
  • Piratas del Caribe: en mareas misteriosas (Pirates of the Caribbean: On Stranger Tides, 2011) de Rob Marshall. Las ideas se acaban y estos erre que erre. Para olvidar.
  • El sicario de dios (Priest, 2011) de Scott Charles Stewart. El bueno de Stewart se debería quedar donde mejor se le da… el mundo de los efectos visuales. Por ahora ninguno de sus trabajos como director convencen y esta "adaptación", en este caso ni el entrecomillado sirve, fue terrible.

Sin dudarlo hay por ahí alguna más. Por ejemplo Invasión a la tierra (Battle L.A., 2011), In Time (2011), etc. Ahora bien, me gustaría saber qué es lo que más os ha gustado y decepcionado en este 2011.

 

Este fin de semana he tenido la oportunidad de disfrutar, a distintos niveles, de dos proyectos de ciencia ficción, género que de cuando en cuando nos sorprende con revitalizantes ideas. El primero de ellos, y que me vi el pasado viernes, ha sido In Time (2011) de Andrew Niccol, apuesta del genero con una premisa francamente interesante pero que haciendo honor negativo, por no decir deshonor, a su nombre, acaba siendo un gran pérdida de tiempo. Niccol es responsable de una de las grandes joyas de la historia de la ciencia ficción, la siempre sorprendente Gattaca (1997), y hombre de sobra capacitado para ofrecer films y guiones sugerentes como El show de Truman (The Truman Show, 1998), El señor de la guerra (Lord of War, 2005) o, si me apuráis, S1m0ne (2002). Pero poco ayuda asentar una base robusta, esto de vivir al límite con el tiempo como cruel moneda de cambio es muy atractivo, para acabar construyendo castillos en el aire merced a un deseo de agradar a las masas que prefieren acción sin ton ni son en lugar de algo que haga pensar un poco. Sumemos al grave desvío de atención argumental un reparto claramente infrautilizado encabezado por Justin Timberlake, Amanda Seyfried, Johnny Galecki, Olivia Wilde y Cillian Murphy. De todos los nombrados vale la pena decir que lo de Galecki es de chiste, y eso que esto de comedia tiene poco, mientras que lo de Timberlake y Seyfried es pobre a todas luces… el caso de la Wilde es tan efímero que no vale la pena ni tenerlo en cuenta. Pero ojo, lo actores en este caso puede que no tengan la culpa porque… ¿qué hacer con un guión que va en caída libre?

Cartel español de In Time
Cartel español de In Time

Estamos en un futuro lejano, la raza humana ha sido modificada genéticamente para, además de dejar de envejecer a los 25 años, contar un reloj vital que establece el tiempo de vida que te resta. Pero este tiempo no corre para todos a la misma velocidad… todo cuesta, tiempo, y mientras unos se enriquecen, lo menos, la mayoría vive en ghettos donde las posibilidades de salir adelante radican en como manejes tus cronometradas esperanzas de vida (vicio, ocio y delirantes impuestos marcan el ritmo). Por lo tanto, una sociedad donde conviven, si se puede decir, seres casi inmortales frente a humanos con fecha de caducidad. La vida de Will Salas (Justin Timberlake) transcurre en el lado más siniestro de la sociedad, pero todo cambiará el día que se cruce en su vida uno de esos ricos con cientos de años en su reloj vital pero que ansía a toda costa una muerte inmediata… un cuerpo inmortal no implica una mente igualmente perpetua. Salas dará el salto al high standing y en su vida se cruzarán no solo la cabeza loca Sylvia Weis (Amanda Seyfried), si no el recaudador del tiempo Raymond Leon (Cillian Murphy).

No se en que habrá pensado Niccol, director, guionista y productor de In Time, para tirar por la borda un planteamiento original y llamativo aunque complicado de explotar. ¿Miedo escénico por el currículo que atesora?, ¿temor por la reacción de la taquilla?, ¿la siempre peligrosa imposición del estudio que te gestiona? Sea como fuere In Time apuesta por el corre calles más insustancial en lugar de darle una vuelta de tuerca a su simbólico planteamiento. Porque la verdad sea dicha, si en lugar de tiempo los protagonistas lucharan por dinero el resultado sería, tristemente, el mismo. Las obviedades que traslucen en In Time asustan, mientras que lo manido y previsible de los acontecimientos es muy preocupante… siempre hay tiempo pese a que esto es justo lo que los protagonistas no les sobra. Y es que lo más peligroso de un film con el tiempo como mortífera moneda de cambio es jugar con este factor y sacarte de la manga imposibles atléticos o momentos de la historia donde la incongruencia narrativa provoquen quedarse con cara de WTF. Y claro, una vez entras en esa dinámica pues de perdidos al río… ridículos pulsos por tus últimos minutos de vida, transformaciones en modo Bourne que no se entienden, atracos a lo Bonnie y Clyde con resultados dignos de Robin Hood, y un sinfín de cosas que te dejan claro que In Time es insulsa y muy costosa si valoramos el poco tiempo que tenemos hoy en día para el ocio.

No vale la pena ni los 109 minutos que dura, para perder el tiempo estamos con la que está cayendo!

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Fue en 1982 cuando mis padres nos regalaron a mi hermana mayor y a mi la sexta edición del primer álbum de Tintín editado por Juventud. Desde aquel año, y por cada cumpleaños o celebración especial, teníamos la oportunidad de disfrutar de nuevas aventuras de este intrépido reportero creado por el mítico Hergé. Tintín se ha convertido por lo tanto, supongo que a muchos de vosotros también os ocurrirá, en una de las bases de la imaginación que inundaba nuestras mentes en la denominada como tierna infancia. Muchos años más tarde, a principios de los noventa para ser más exacto, llegaron las aventuras de este personaje en formato serie animada aunque en nuestro caso pudimos también disfrutar de alguna entretenida película en ese mismo formato como fue Tintín en el tempo del sol (Tintin et le temple du soleil, 1969) – siempre le dábamos al avance rápido cuando el puñetero de Zorrino se ponía a cantar. Queda claro pues que a lo largo de todo este tiempo las hazañas de Tintín, Milú, el Capitán Haddock, Tornasol o Hernández y Fernández han sido lectura amena en momentos de añoranza de tiempos más pausados y creativos. Ahora estamos en el 2011 y gracias a las más depuradas técnicas de animación por ordenador los no menos míticos Steven Spielberg y Peter Jackson han unido sus fuerzas para demostrar a las nuevas generaciones que no todo tienen que ser estudiantes picados por arañas, hijos de planetas imposibles o vengadores multimillonarios. Las Aventuras de Tintín: El Secreto del Unicornio (The Adventures of Tintin, 2011) es un paso adelante no solo en el cine de animación, si no también en el de las aventuras más fastuosas y divertidas. Con un reparto que podrá ser disfrutado mucho más en su versión original – Jamie Bell, Andy Serkis, Daniel Craig, Simon Pegg o Nick FrostSpielberg y Jackson se han sacado de la manga una pieza de obligada visión ya sea porque has sido o eres lector de la obra de Hergé, o simplemente porque tienes ganas de pasar un entretenidísimo rato sentado en una butaca del cine como hacía tiempo que no se tenía oportunidad.

El cartel español de Las aventuras de Tintín: el secreto del Unicornio
El cartel español de Las aventuras de Tintín: el secreto del Unicornio

El famoso, curioso e insaciable joven periodista Tintín (Jamie Bell) y su leal perro Milú descubren de casualidad en la maqueta de un barco llamado el Unicornio que han adquirido en un mercadillo un secreto en forma de pergamino de otro siglo. Pero el secreto forma también parte del siniestro Ivan Ivanovitch Sakharine (Daniel Craig), un tipo que cree que Tintín conoce el misterio que rodea a la historia del Unicornio y que por ello hará todo lo posible para recuperar lo que considera como suyo. La verdadera aventura de Tintín ya ha comenzado y esta le llevará a lidiar no solo con un enigma del pasado y un viaje por medio mundo, si no también a conocer al mordaz y cascarrabias Capitán Haddock (Andy Serkis), un lobo de mar borrachín cuyo pasado está íntimamente ligado al misterio del Unicornio, o a compartir indagaciones con los torpes detectives Hernández (Simon Pegg) y Fernández (Nick Frost)…

Y en esas estamos, una historia fresca, que fusiona con maestría y destino cinematográfico las obras "El cangrejo de las pinzas de oro" y "El secreto del Unicornio", aunque, como ha sido mi caso, te deja un pelín frío al encontrarte con que la verdadera continuación de esta aventuras, "El tesoro de Rackham el Rojo", no está presente en el film. Un trabajo de guión igualmente excelso el realizado por Steven Moffat en su práctica totalidad aunque completado por Edgar Wright y Joe Cornish, con el que pude mantener una amena charla en el pasado Festival de Sitges, trabajo que cuenta de paso con la maestría musical de John Williams, probablemente una de sus mejores composiciones de los últimos años con claras referencias a piezas ya clásicas como la trilogía Indiana Jones, los primeros años de Harry Potter o la contemporánea Atrápame si puedes (Catch Me If You Can, 2002). Si todo esto, guión y música magníficos, lo juntas con el universo Hergé pues no queda más que quitarse el sombrero, pero si de paso pones a Weta Digital dándolo todo para gracias a las más modernas técnicas de motion capture lograr un realismo brutal pues apaga y vámonos. Las Aventuras de Tintín: El Secreto del Unicornio cuenta con una escenografía que ya de por si te deja anonadado por su extrema calidad y realismo sin parangón, pero a la que debemos añadir un traslado de los personajes impresionante. Tintín, Haddock, Sakharine, Hernández, Fernández, Allan, Celestino Panza y un largo etcétera que es mejor no desvelar para irse sorprendiendo cada vez que se descubran. Si bien los títulos de crédito del principio nos trasladan al mundo de la viñeta, el paso dado en el film resulta magnífico aportando una increíble viveza de los personajes que sin embargo juega y funciona a la perfección con el aspecto caricaturesco de los mismos. La expresividad es tal que uno no puede ni imaginarse lo que podrás ser dentro de unos tres años el segundo film de las aventuras de Tintín.

Por lo tanto, un producto muy disfrutable, que no he visto en 3D porque no creo que aporte nada, y que si bien puede dejar algo incómodos a los conocedores de la obra de Hergé, hay que reconocer que es la forma idónea de que esto funciones a la perfección como obra cinematográfica. Todos al cine!!!

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Con una semana de retraso con respecto a su estreno en USA ha llegado a los cines de España La cosa (The Thing, 2011) de Matthijs van Heijningen Jr., la precuela con aroma a remake de la insuperable obra maestra del cine de ciencia ficción y terror que es La cosa (The Thing, 1982) de John Carpenter. Con un reparto encabezado por Mary Elizabeth Winstead, Joel Edgerton, Ulrich Thomsen, Eric Christian Olsen o Adewale Akinnuoye-Agbaje, el proyecto de Universal Pictures deja claro desde su inicio que se ha trabajado aplicando el mayor respeto al film del que bebe, pero pese a ese respeto, encomiable trabajo, también se confirma que esta La cosa no es ni por asomo una pizca de lo que Carpenter ofreció hace ya casi 30 años. Escrita por Ronald D. Moore y Eric Heisserer, por decir algo, La cosa descubre y confirma la alarmante falta de ideas originales y creativas que hoy en día masacra a Hollywood salvo en contadas ocasiones. Vale que es una precuela, pero está más cerca del remake y salvo alguna idea curiosa, quizás me guste más la forma de identificar a los infectados en este caso, lo que debía ser un film de asfixiante tensión y desconfianza extrema se transforma en otro producto más de bicho correcaminos con presencia digital global y muy poco truculenta. Grandioso el esfuerzo realizado por Alec Gillis y Tom Woodruff Jr. de Amalgamated Dynamics, Inc., pero exceptuando la secuencia de la primera autopsia post muerte de uno de los miembros investigadores, queda más que claro que no hay suficiente arrestos para parir algo tan viscoso y grotesco como lo que Rob Bottin creo tras un año de intenso trabajo que, todo sea dicho, le llevó a acabar ingresado en un hospital por lo extenuante del reto. Pero bueno, pese a todo Matthijs van Heijningen Jr. y todo su equipo de colaboradores logran un producto dicharachero, muy dinámico y francamente entretenido, y hoy en día estas son fórmulas básicas para que una compañía de el beneplácito al producto creado. Eso si, por ahora y en cuanto a términos de taquilla huele más a fiasco… raro.

Póster patrio para La Cosa de Matthijs van Heijningen Jr.
Póster patrio para La Cosa de Matthijs van Heijningen Jr.

Base Thule, Antártida, 1982. Un grupo de científicos noruegos, guiados por una extraña señal oculta en una frecuencia poco común, ha hecho un increíble descubrimiento bajo el hielo, una monumental nave extraterrestre y, lo que es más sorprendente si cabe, el primer ejemplar de otro planeta llegado a la Tierra. El Dr. Sander Halvorson (Ulrich Thomsen) y su colaborador Adam Goodman (Eric Christian Olsen) acuden raudos y veloces a hacerse con los servicios de la paleontóloga Kate Lloyd (Mary Elizabeth Winstead). Su llegada a la base Antártida les llevará a descubrir de primera mano lo que promete ser un hito para la humanidad. Una vez en el centro científico, y con un bloque de hielo que contiene a la criatura congelada, comienza el desastre… el hielo conservaba en perfecto estado a la cosa, de manera tan perfecta que también la mantenía con vida. Con el calor arranca el fin de todo y tras verse libre llegan las primeras muertes. Los científicos deben hacer frente a algo que no comprenden y que para más INRI logra imitar a la perfección aquello que digiere.

Y es que podría contaros todo lo que se ve porque poca sorpresa os vais a encontrar. La cosa es La cosa y no otra cosa, cosa que por otro lado habría sido difícil de concebir. Bien rodada, con un reparto solvente y que cumple como es su obligación, unos efectos en la línea de lo que se ofrece hoy en día y una historia, que si bien no es nada original, acaba por entretener… todo esto es bueno. Por lo tanto, un producto en la línea mainstream que por otro lado se convierte en algo normal, no sorprendente y para nada innovador. Los grandes estudios no disfrutan con el riesgo y ven más fácil revivir viejas experiencias y explorarlas amoldándolas a los cánones de hoy en día. Ojo, como bien decía la persona con la que fui al cine, falta ese punto visceral, de víscera, que John Carpenter y por lo general el cine de los 80 y de los practical effects lograban insertar en cada una de sus películas. Su punto fuerte, llevará a mucha gente a descubrir el buen cine cuando deseen saber que pasa después de este despiporre, que de paso es infinitamente superior en calidad. Eso y que te llevas unos cuantos sustos logrados por el cansino efecto del ruido de rigor que lleva a la exaltación inmediata. Lo malo, el mundo que se conoce el percal, puede que se entretengan, como es mi caso, pero en el fondo lo que se ve no aporta nada. Eso si, algo que me encantó es el final en modo enlace. Vale la pena verse todos los títulos de crédito que justifican con grandeza el inicio de la película de Carpenter y de paso el desbarajuste que se encuentran en la base sueca, "son noruegos mac", MacReady (Kurt Russell) y el doctor Cooper (Richard Dysart). Dadle una oportunidad, igual no os sentís defraudados…

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