Opinión


Alex de la Iglesia es un espécimen único dentro del panorama cinematográfico español. Como tal se siente libre a la hora de hacer películas y es capaz de pergeñar auténticas obras sublimes repletas de grotescos personajes, situaciones surrealistas y experiencias macabras. Como director de orquesta que es se mantiene fiel a su freakshow particular y siempre rueda acompañado de un reparto de figuras únicas, irrepetibles despojos humanos que en manos del director bilbaíno ofrecen sus mejores papeles. Balada triste de trompeta (2010) es la última genialidad del peculiar Alex de la Iglesia, una pieza maestra dentro de su filmografía, con un guión que desborda originalidad, con muchos homenajes al mejor cine, con altas dosis de humor más que negro, se acercan a lo bestial, y con una alucinante fusión de eventos de la España setentera que rozan lo obsceno. Pero hay algo más en esta su última película, hay una historia de amor verdadero aunque imposible y de perdón irracional al avasallador. Salvaje y violenta a todas luces, Alex de la Iglesia vuelve a crear algo diferente e inusual.

Cartel de Balada triste de trompeta de Alex de la Iglesia
Cartel de Balada triste de trompeta de Alex de la Iglesia

Estamos en 1937; mientras se celebra una función de circo para intentar hacer olvidar a niños y mayores eventos más siniestros, la Guerra Civil Española golpea sin descanso al otro lado de la carpa, los milicianos se cuelan para reclutar a cualquier precio a todo aquel que pueda sostener un arma. Obligado y ataviado con su disfraz de trabajo, el payaso tonto, genial Santiago Segura, protagoniza una auténtica carnicería a machetazo limpio entre las filas del bando Nacional. Tras ser detenido por el Coronel Salcedo (Sancho Gracia), es condenado a trabajos forzados en las obras del Valle de los Caídos. Allí recibirá las visitas e su hijo Javier quien tras sufrir el duro destino de su padre, y siguiendo el consejo de este en forma de "nunca serás gracioso. Serás el payaso triste, el que recibe las bofetadas. La felicidad la encontrarás únicamente en la venganza", decidirá seguir los pasos de los infantes de la familia… Año 1973, Javier, Carlos Areces en estado de gracia y dándolo todo, se une a una trouppe de circo encabezada por Sergio (Antonio de la Torre) y la trapecista Natalia (Carolina Bang). Allí arrancará su guerra particular contra el violento Sergio y su lucha por la conquista de Natalia

Pues esto es lo que hay. Una nueva película del poco prolífico Alex de la Iglesia, reflejo absoluto de su mejor cine alejado por completo del intento internacional que fue Los crímenes de Oxford (The Oxford Crimes, 2008) y la tristemente floja sitcom "Plutón B.R.B. Nero" (2008). Más cercano al gamberrismo de sus obras previas, se ve que sabe explotar los valores de lo cañí aunque dolerán a más de uno de los que la vean, por momentos hace recordar – siempre con respeto – a piezas claves de nuestra filmografía como La escopeta nacional (1978) de Luis García Berlanga. Queda claro que no será del gusto de todos, lo absurdo y surrealista de las situaciones que plantea se cobrarán un alto peaje, pero ya ha logrado sacarse de la manga varios nuevas secuencias irrepetibles del cine español más moderno. Carlos Areces y Antonio de la Torre se meriendan el metraje ofreciendo, el primero dominador absoluto, unas interpretaciones desquiciantes adornadas con trajes de clown dignos de película de terror.

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Al fin se ha estrenado una de las secuelas que más expectativas a levantado en los últimos tiempos. Son casi 30 los años que han pasado desde que en 1982 la Disney ofreciera al mundo TRON (1982) de Steven Lisberger. 30 años que han hecho que esta película de culto se ganara con respeto la honra de ser una de las pioneras en el uso de escenas generadas completamente por ordenador y que estas fueran combinadas además con actores reales. Eso si, 30 años que no han pasado como si tal cosa y que han dejado a la ya de por si normalita obra de Lisberger, ciencia ficción original pero entretenida y basta, con un aspecto demasiado retro, inmerecido y a todas vistas superado.

Pero para ello estamos en nuevo siglo, uno en el que la tecnología mejora en el simple intervalo de meses y en donde los efectos especiales están alcanzando cotas probablemente inimaginadas por aquellos que se esforzaron en 1982. TRON: Legacy (2010) de Joseph Kosinski es un proyecto sublime en muchos aspectos, esto no se puede negar, pero demasiado simple y poco original en otros, cosa no mala si uno quiere ser condescendiente con los tiempos que corren. Disney Pictures ha decidido apostar por la grandeza visual, atronadora y brutalmente llamativa, remozando el mundo virtual de TRON hasta un extremo que no dejará indiferente al fan de su predecesora. Además, la ha regado con una banda sonora que desde ya es obligada y que ha sido orquestada por los no menos legendarios Daft Punk. Viendo TRON: Legacy uno no puede más que vibrar y soñar con ese universo imaginario dentro de nuestros ordenadores. Eso si, lo que se cuenta no le sorprenderá tanto como igual pudiera o se debiera esperar. ¿Y el 3D? Bastante transparente como de costumbre.

Uno de los carteles de TRON: Legacy
Uno de los carteles de TRON: Legacy

Han pasado 20 años desde que el presidente de Encom, el mejor desarrollador de videojuegos del mundo, desapareciera. Un día Kevin Flynn, Jeff Bridges en todas sus formas, se despidió de su hijo como de costumbre pero esta vez para no volver. Tras la desaparición de Flynn, Encom sufrió y a punto de quebrar se recuperó bajo el mando de terceros que la llevaron de nuevo a lo más alto. Obsesionado desde aquel día, Sam Flynn (Garret Hedlund) ha vivido aparte de la dirección de Encom no gustoso con el rumbo que ha tomado la empresa. En pleno acto de rebeldía, Sam es un experto en tecnología como lo fuera su padre y aprovecha su capacidad como reto hacia otros, recibe un misterioso mensaje de su desaparecido padre que llega desde la cerrada sala de recreativos que este poseía. Tras encontrar la puerta secreta al mundo inimaginable que creó su padre, acaba atrapado en él. Pronto se dará cuenta de que nada es lo que parece y ayudado por Quorra (Olivia Wilde) deberá reunirse con su padre en una batalla a vida o muerte contra Clu y sus ejércitos.

Como ya he dicho TRON: Legacy es un desafío visual, extremo, colorista, moderno y repleto de imágenes de impacto que disfrutadas como se deben te pueden dejar clavado en la butaca. Pero la verdad es que, salvo por la música y la dinámica que ofrece, se queda en eso. A nivel historia tampoco es que sorprenda con la originalidad de su predecesora y poco ayuda el protagonismo que recae en un bloque de hielo facial que demuestra ser Garret Hedlund…. parece un molde casi tan digital como Clu. Menos mal que tenemos a Olivia Wilde en el fregado, una musa en potencia de una belleza tal que en el compás hiperactivo de TRON: Legacy logra dejar al respetable más enamorado de lo que está viendo. El tercero en discordia, Jeff Bridges hasta en la sopa, se ofrece primero como un uso excesivo de una arriesgada técnica de performance capture que no exenta de grandeza, la recreación del Bridges joven es perfecta aunque tan poco vívida que asemeja por momentos un muñeco de cera, acaba contando con más presencia de la recomendada. Segundo la transformación de Kevin Flynn a una especie de semidios zen y del que se prefiere no justificar ciertas habilidades que ha obtenido porque si. La verdad, mucha de la grandeza que se gana con todas las de la ley por un lado, vivan los efectos especiales, el neón, el vinilo sobre la piel y la música electrónica, la pierde poco a poco por otro.

Por lo tanto 100% recomendable, será disfrutada más por aquellos de imaginación desbordante y conformistas con una historia plana o degustadores de la obra original. TRON: Legacy viene a cubrir una deuda que había contraído con los años TRON y que gracias a la nueva era del cine ha sido pagada con creces.

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No sé cuánto ha pasado, pero haciendo cálculos y teniendo muy en cuenta que soy lento cuando se trata de lectura, creo que un mes y pico por lo menos. Aquel fue el día en el que Marc Pastor (@DoctorMoriarty) me invitó, menuda sorpresa más agradable me llevé, a sumergirme en la lectura de su último libro, "El año de la plaga", una obra de corte fantástico de la cual su autor estaba convencido encajaría como anillo al dedo en mis gustos y aficiones. La verdad, creo que en el mundillo de internet, como en la vida real, llegas a un punto donde reconoces a tus iguales y por ello os confirmo que no se equivocaba…

Recomendada al buen aficionado de misterio y ciencia ficción, lo que uno descubre al iniciar la lectura de "El año de la plaga" es que esta novela supura adoración por los horrores de la ci-fi más invasora, pero trasladada a la Barcelona de hoy en día. Constantes referencias y guiños a grandes clásicos del cine y la literatura como "Soy leyenda" de Richard Matheson o La invasión de los ladrones de cuerpos (Invasion of the Body Snatchers, 1956) de Don Siegel, amén de su mejor versión terrorífica como es La invasión de los ultracuerpos (Invasion of the Body Snatchers, 1978) de Phillip Kauffman, hacen que con el paso de las páginas y los capítulos uno se sienta conocedor de los acontecimientos que tienen lugar, la historia en el fondo ya nos la sabemos pero sorprende el peculiar y diferente enfoque que se le da. Ojo, esto, que visto así por encima puede parecer poco original, es sin embargo un gran punto a favor de la narrativa, ya que el lector reconoce las situaciones que se dan, las consecuencias que provocan y el desastroso destino que pueden conllevar. Todo es incluso más entretenido cuando descubres con gusto que Marc vive subyugado por recuerdos y referencias, y que trasladados al escrito hacen que la lectura se transforme en un compendio de marcas generacionales de esas que han perdurado almacenadas en lo más profundo de nuestra mente. De hecho, la forma de enfocar las situaciones por parte del protagonista recuerdan, en cierto modo, a la manera en la que Martin Tupper (Brian Benben) vivía acontecimientos en la divertida serie "Sigue soñando" ("Dream On", 1990-1996).

Misterio, horror, desesperación y muchos eucaliptos, pero muchos muchos. Esto es "El año de la plaga". Por lo tanto, una obra muy recomendable, disfrutable de principio a fin y con montones de referencias a esa cultura pop que hemos mamado desde nuestra infancia.

Portada de El año de la plaga de Marc Pastor
Portada de El año de la plaga de Marc Pastor

Últimamente, a Víctor Negro le duele mucho la cabeza. Su novia le ha dejado y no se ve capaz de superarlo. Es un agosto bochornoso en Barcelona, pero él no tiene vacaciones. Las compañeras de trabajo de este asistente social que se dedica a la atención a la tercera edad están empeñadas en buscarle una nueva compañía femenina, y él las deja hacer con resignación. Todo transcurre lentamente, entre la migraña, el desamor y el calor estival, hasta que una oleada de suicidios de ancianos dispara todas las alarmas. En las casas de los muertos

aparece invariablemente una maceta con una planta de eucalipto despidiendo un olor dulzón, y los familiares parecen demasiado resignados ante una pérdida tan trágica. Las noticias en los medios de comunicación son confusas: un misterioso virus con poder curativo convive con una mutación muy agresiva de la gripe A. La conexión a Internet desaparece, y los teléfonos móviles pierden la cobertura. En la televisión reponen películas antiguas. Todo es demasiado extraño, y Víctor Negro está decidido a averiguar qué pasa

Pues eso, si queréis pasar un buen rato leyendo una novela de ciencia ficción con cultura generacional a raudales pues esta es una compra factible para hacer más amena esta Navidad. Por si os interesa información sobre la obra de Marc Pastor

  • Web oficial del libro: El año de la plaga en RBA
  • Páginas: 384 páginas (14,0 x 21,3 cm RUSTICA)
  • Precio: 19 €
  • Referencia: OAFI449
  • ISBN: 9788498678437
  • Género: Novela de ciencia ficción
  • Sello Editorial / Colección: RBA Libros / Avenue
  • Fecha de publicación: 21/10/2010

 NOTA  Que alguien me explique, Marc esto va por ti, que significa lo de la página 214… ¿me obligas a descubrirlo?

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Bueno, pues aquí estoy para comentar mis impresiones, a más de uno seguro que no le gustan, sobre el nuevo capítulo en la prolífica saga creada por la multimillonaria J.K. Rowling. Este pasado fin de semana Warner Bros. estrenó mundialmente, movimiento lógico para lograr recaudaciones astronómicas y luchar contra filtraciones no deseadas, la primera parte del último episodio en las aventuras del mago Potter. Con Harry Potter y las reliquias de la muerte (1ª parte) (Harry Potter and the Deathly Hallows: Part I, 2010) estamos ante el principio del fin y la narración en celuloide del desenlace imaginado por Rowling para el destino del no ya tan joven Harry y sus sufridores compañeros de fatigas. Razones económicas por debajo, que iban a ser si no, son las que han provocado que tengamos que dividir nuestro entusiasmo entre noviembre y julio del año que viene.

Pero la verdad sea dicha, el hecho de que Warner Bros. haya optado por una fórmula principalmente económica, esto es innegable, ha favorecido a que Harry Potter y las reliquias de la muerte (1ª parte) sea una adaptación fiel, por no decir que la más fiel, de la mitad de una de las obras escritas por la señora Rowling. Porque si, está todo lo que debe estar y la adaptación, salvo algún que otro momento no tan grande como esperaba, tiene todas las referencias y todos lo momentos cruciales que acontecen en el espacio de historia que narra. Pero ojo, si bien este es un gran punto a favor, los entusiasmados lectores agradecemos el buen trabajo del guionista Steve Kloves, tiene otros cuantos en contra provocados por el mismo hecho, y son los que más me ha fastidiado en este caso. Ser fiel es bueno, pero expandir y no saber cortar hay veces que no favorece al resultado final. La verdad es que es complicado. Unas por defecto, Harry Potter y el misterio del príncipe (Harry Potter and the Half-Blood Prince, 2009) sufrió de este problema, y otras por exceso, esta de la que hablamos.

Póster español de Harry Potter y las reliquias de la muerte (1ª parte)
Póster español de Harry Potter y las reliquias de la muerte (1ª parte)

El final se acerca, Harry Potter, odioso y forzado Daniel Radcliffe, debe hacer frente esta vez, y sin el cobijo de fastuoso Hogwarts, al envite final del deleznable Lord Voldemort (Ralph Fiennes). Todavía impactado por el desenlace de su anterior aventura, Harry contará con Hermione, Emma Watson mejora, y Ron, Rupert Grint empeora, para cumplir con la última misión programada por Albus Dumbledore, encontrar los Horrorcruxes, objetos mágicos que contienen partes del alma de Voldemort, y destruirlos para lograr debilitar a su gran enemigo. Pero nunca nadie les ha dicho que esta tarea sea sencilla. Faltos de la guía y el abrigo de sus mayores, Dumbledore era demasiado sabio, Harry, Hermione y Ron deberán aventurarse en un viaje complicado, muy arriesgado y que no es más que un salto al vacío al abismo que el manto de maldad de Lord Voldemort cubre.

Veamos, no creo que sea un rarito, pero siempre he concebido el cine, o una película de este medio, como una historia que debe ser vista en su conjunto y contada de principio a fin. El cine se compone de actos y la traslación de papel a celuloide debería ser igual, aunque en este caso nos haya dejado un proyecto inacabado y carente del tan ansiado desenlace. Porque si, a Harry Potter y las reliquias de la muerte (1ª parte) le ocurre lo mismo que, por ejemplo, a Matrix Reloaded (2003) y, si no juegan mejor sus bazas, lo que puede que le ocurra a The Hobbit: Part 1 (2012). Al dividir una obra tan crucial en dos partes da la sensación de que es una historia inacabada, que lo es, y te deja, en mi caso, bastante frío. Sumemos que si en el tiempo de metraje dedicado al film, dos horas y casi media no incomodas pero por momentos bastante insulsas y tediosas, se añaden largos desvíos a narraciones complemento que ganan más protagonismo del que verdaderamente merecen, pues mal vamos. Esto provoca que acciones o desenlaces no vitales para el conjunto final, no con ello quiero decir que no deban incluirse, reciban un protagonismo a mi parecer excesivo, provocando que se transite demasiado por argumentos de segundo orden que sobrecargan las transiciones entre las situaciones más impactantes e importantes… vamos, demasiado plano paisaje ha colado para rellenar el producto. Obviamente no quiero desvelar nada, pero como lector de la obra escrita, hay muchos momentos en el viaje de los tres amigos que se ven un poco peleones.

Quitando estos factores a mi parecer a tener en cuenta de cara al futuro, Harry Potter y las reliquias de la muerte deberá ser vista sin cortes de 6 meses por en medio, hay que reconocer que el director David Yates, quién se lo iba a decir, vuelve a erigirse como artífice de un producto de calidad, muy bien realizado, oscuro como la obra, sombrío, siniestro y no exento de la suficiente maldad como para reconocer que Harry Potter es una saga que ha ganado enteros con el paso del tiempo. La dirección artística y la fotografía, en esta primera parte la carga de efectos digitales es claramente inferior a lo habitual, gratifican al espectador con una demostración de que con millones se pueden hacer auténticas virguerías. Y claro, si luego en julio te imaginas lo que nos queda por contar, pues te alegras lo suficiente como para asumir que, como en la obra, esta primera parte de la historia era más un poco transición de cara a la hiperbólica epopeya final.

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Robert Rodriguez es perro viejo y sabe que existe un amplio público deseoso de ver cine bien realizado y gamberro a más no poder, pero con ese aroma a serie B de los 70 y 80 que con el paso de los años ha sucumbido casi por completo. Sí, ese cine que un numeroso grupo de espectadores devoró en su juventud, y que ahora disfrutan gracias al filón que Rodriguez y compañía han descubierto y explotado. Esta semana se ha estrenado Machete (2010), la película nacida en su día en la mente de Robert Rodriguez como trailer imaginario, aunque con visos de largo, para mostrar en el pase USA de Grindhouse (2007), la arriesgada fusión de las versiones reducidas de Planet Terror (2007) y Death Proof (2007), y que llegó para demostrar que con mucho dinero también se puede hacer cine de serie B en la era de los blockbuster y los tentpole. Pues nada, uniendo fuerzas con Ethan Maniquis, montador de la práctica totalidad de sus películas y ahora convertido a co-director, y adornándose de sus mejores enseñas cinematográficas, ya sean en modo de excesivo exceso, o contando con muchos de sus inseparables como son Danny Trejo, Michelle Rodriguez, Tom Savini, Jeff Fahey o Cheech Marin, Robert Rodriguez concibe una pieza singular, cachonda, incalificable y que aunque adolece en varias fases de ritmo, esto no se puede negar, acaba por hacer las delicias de todos los asistentes a la sala de cine.

Póster español de Machete
Póster español de Machete

Machete (Danny Trejo) es un agente federal mexicano que lucha, a su manera, contra el cártel de Torrez (Steven Seagal). Su última incursión contra la banda de este narcotraficante le llevará a hacer frente al mismísimo líder de la organización y, tras ver como es traicionado por su propio jefe, sufrir en carnes su pesadilla más personal… perder todo lo que poseía. Varios meses después, el aspirante a la reelección y senador John McLaughlin (Robert De Niro), intenta, de la mejor forma posible, convencer a los electores que hay que parar los pies a los espaldas mojadas, los inmigrantes mexicanos que cruzan ilegalmente la frontera con los Estados Unidos de América pensando en que al otro lado tendrán, al menos, la oportunidad de un trabajo y una vida mejor. Pero los métodos de McLaughlin no son bien acogidos, incluso tiene en sus propias filas detractores que contratarán a uno de estos inmigrantes, casualmente Machete, para que acabe con el senador a cambio de 150.000$. Tras sobrevivir a la traición ejecutada por los que creía le contrataban, el plan no era otro que volver a poner al electorado a favor del senador, Machete iniciará una guerra personal contra estos. Una guerra donde aplicará lo que mejor saber hacer: pasar a cuchillo, destripar y amputar a todos aquellos que le tosan. En medio del fregado se cruzará con dos femme fatale a tener en cuenta: Sartana Rivera (Jessica Alba), una agente de inmigración, y Luz (Michelle Rodriguez), algo más que una simple vendedora de tacos…

Póster grindhouse de Machete
Póster grindhouse de Machete

Y es que Machete es sobre todo una demostración de que lo que hace falta en el cine moderno es descaro y mucho entretenimiento. En una mala época para el cine, gastarse tropecientos millones no es indicativo de nada, Rodriguez aplica todo lo que sabe y logra con sus propios medios sacar adelante un oda al cine violento sin concesiones ni plamplinas, el film de 25 millones de presupuesto es 100% Troublemaker Studios. Y es que uni de los valores a destacar del producto final es que se haya logrado suplir con creces el justito aporte interpretativo de Danny Trejo, porque hay que decir que con casi 200 películas a sus espaldas este inconfundible secundario es protagonista por primera vez. ¿Y como lo consigue? Machete tiene un guión simpático, descarado y con mucha crítica a ambos lados de la frontera. A este crucial valor, dosificado con esmero en un metraje por momentos frenético – aunque otros un pelín lento -, suma incorporaciones que harán las delicias de muchos de los presentes. Porque no solo sorprende la presencia de figuras de siempre como Robert De Niro en el proyecto, impensable en su día visto lo muy diferentes que son los mundos que habitan los dos Roberts, si no la posibilidad de albergar en una misma bobina de celuloide a esta figura con los opuestos Steven Seagal, Don Johnson o Lindsay Lohan. Porque se dice pronto… Steven Seagal haciendo de un Torrez catódico, más tieso y menos expresivo que una suela, pero tan hilarante con sus "puñeta" que su imponente presencia – es gigante – mola un huevo. Y que decir de Don Johnson como Von Jackson, esa parte siniestra y corrupta de la antiinmigración… una recuperación a reivindicar. O de Lindsay Lohan, seleccionada para un papel que le viene como anillo al dedo, capaz de dejar claro que su descarriada vida vale para ser plasmada en el cine.

En definitiva, debe verse, y más deberá disfrutarse con el unrated director’s cut prometido por director y protagonista no hace mucho. Eso si, me ha sabido a muy poco el cómico paseíllo de Osiris Amanpour, sencillamente grandioso! Y mucho ojo, habrá que ver como cierra el film en taquilla, a partir de ahora comenzará a ser rentable, pero es la puesta en marcha de un plan que esperemos se haga realidad… Thanksgivin de Eli Roth, Don’t de Edgar Wright y Werewolf Women of the SS de Rob Zombie.

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Puede que esto surja un poco a destiempo, pero tengo que reconocer que hasta hoy no he tenido la oportunidad, o no la he generado, de poder ver Los cronocrímenes (2008) de Nacho Vigalondo. Estrenada hace ya un par de años no pudo verse donde vivo y, como las cosas se van aplazando, el debe acabó quedando ahí aparcado, en lo más profundo, hasta convertirse en puro olvido. Hoy sin embargo todo ha dado un giro y, como ocurre con Héctor (Karra Elejalde) en la película, he comenzado a enmendar la plana. La verdad, ya en su día se habló positivamente del proyecto, del gran debut en el largo cinematográfico por parte de Vigalondo… pero lo que quiero dejar claro es que cualquier cosa que hayáis leído se ha quedado corta, Los cronocrímenes es una genialidad, una pequeña serie B tan inteligente como bien realizada, que no pretende rizar el rizo y que acaba por descubrir al espectador que a lo hecho pecho.

Póster oficial para Los Cronocrímenes

Conocemos a Héctor (Karra Elejalde) y a su esposa Clara (Candela Fernández). Recién instalados en su nueva casa, Héctor contempla con sus prismáticos el valle que tiene por delante. Contemplar la lejanía llevará a nuestro protagonista a descubrir como una joven (Bárbara Goenaga) se oculta tras unos matorrales, y como se medio desnuda para luego desaparecer. Aprovechando la ausencia de su esposa, la curiosidad llevará a Héctor al bosque intentando descubrir quién es la joven y que está haciendo. Su anhelo por saber, puede que más por puro impulso morboso o voyeur que por otra cosa, le lleva a descubrir a la joven completamente desnuda y aparentemente muerta para acabar sufriendo el ataque de un extraño personaje vestido con una gasa rosa que le cubre el rostro, una gabardina negra y unas tijeras como arma. Herido y aterrorizado, Héctor escapa hasta llegar a un recinto privado, una especie de laboratorio, donde un científico (Nacho Vigalondo) le ayuda a ocultarse haciendo uso de una máquina… una máquina del tiempo que le llevará unas pocas horas antes de que todo lo que pudo ver ocurra. Héctor decide en ese momento intentar cambiar las cosas.

Vigalondo se adentra sin miedo en el complejo mundo de la ciencia ficción temporal, cuidando al detalle aquellos mil errores donde se puede caer cuando te metes en el embolado de las paradojas y problemas de raccord que de ello se derivan. Con un reparto coral de 4 actores, Vigalondo no está del todo mal y se une a la fiesta para simplificar y abaratar las cosas, el proyecto suple el cero artificio con el que cuenta y cualquier limitación técnica que pueda tener con un guión enigmático y muy trabajado que logra mucho más de lo que si quiera pretenden la mayoría de productos que tientan a la suerte con este género. Vigalondo viaja al pasado y maneja con notable maestría todos esos detalles, enlazando los acontecimientos de forma singular y sorprendente, además de dar forma a todo mágicamente. Aquí destaca su cuidado con el montaje, con el que se gana al espectador que observa con desesperación todo lo que le ocurre a Héctor. Por su lado el reparto sorprende. Si bien Candela Fernández y Bárbara Goenaga intervienen lo justo y necesario, Karra Elejalde se echa a la espalda toda la complejidad del proyecto, y su absoluto protagonismo, transformándose en el tiempo de manera camaleónica e inevitable. La total sorpresa de los acontecimientos y lo que implican de cara al futuro ya vivido provocan más y más interés por descubrir como hace Vigalondo para ligar todo correctamente… cosa que logra con tesón y ganas de debutar con una ya obra de culto a nivel mundial.

Pues eso, que me ha encantado, me ha sorprendido y me ha confirmado que el cine español, de vez en cuando, también sabe hacer cosas completamente diferentes y dignas de los mayores reconocimientos.

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Bueno, bueno, bueno. Tras ese aciago viaje por el desierto comandado por Russell Mulcahy hace unos años y que resultó ser Resident Evil: Extinction (2007), Paul W.S. Anderson optó por tomar de nuevo las riendas de su criatura y volver a la carga sobre esta franquicia repleta de posibilidades, con un universo propio listo para explotar, e ideal para demostrar que si desconoces el camino del buen hacer, aunque la mona se vista de seda mona se queda. Resident Evil: ultratumba (Resident Evil: Afterlife, 2010) es una nueva vuelta de tuerca a más de lo mismo, con la tónica de siempre, con una continuidad aburrida hasta la extenuación y donde la capacidad de sorpresa es sustituida por una repetición de secuencias ya vistas en películas del pasado. Porque si, Resident Evil: ultratumba es mucho Matrix (1999), demasiado Matrix Reloaded (2003) o algo de Blade II (2002). Vamos, es muchas cosas menos si misma. Si a esto le sumamos que nos la presentan en 3D y bajo el epígrafe de "rodada con las cámaras que crearon Avatar" pues poco más se puede esperar. Si, está en 3D del bueno, da gusto que haya sido rodada enteramente en formato estereoscópico, pero a diferencia de Avatar (2009), Toy Story 3 (2010) y espero que alguna otra, Resident Evil: ultratumba saca jugo a lo previsible y demuestra que el objetivo del formato en esta película no es sorprender y agradar, si no recaudar.

Experimenta una nueva dimensión de lo mal que se pueden haResident Evil: ultratumba. cer las cosas
Resident Evil: ultratumba.
Experimenta una nueva dimensión de lo mal que se pueden hacer las cosas

Continuando con los acontecimientos narrados en Resident Evil: Extinction, Alice (Milla Jovovich) se dedica a dar caza a los miembros de la Corporación Umbrella allá por donde estén con la única intención de acabar con el virus T. Junto al ciento y la madre de clones que descubrió en el desierto de Nevada, Alice se cuela en unos de los grandes centros de operaciones con idea de acabar con los siniestros planes de contaminación mundial para encontrarse de nuevo con Wesker (Shawn Roberts), el mandamás último del cotarro. Tras no lograr el fin que la mueve, aniquila a todo aquello que respira salvo al armario Wesker, ya sola Alice se embarcará en un segundo periplo para reunirse con Claire (Ali Larter), K-Mart (Spencer Locke) y el resto de supervivientes de la anterior parte… si, aquellos que se dieron el piro en un helicóptero. Su destino Arcadia, aquella base secreta libre de la contaminación del virus T que supuestamente está oculta en Alaska. A su llegada a la remota y helada zona, una inesperada sorpresa le acabará llevando a la infestada ciudad de Los Ángeles. Allí se encontrarán con otro reducido grupo de supervivientes y con la demostración de que la sombra de Umbrella es más grande de lo que cualquiera puede imaginar…

Paul W.S. Anderson es un tipo de ideas fijas y Resident Evil es su adalid en el mundo del cine. Cuesta entender que con la de cosas buenas que tiene la saga "Bio Hazard" de Capcom, durante más de 8 años y con 4 películas a cuestas se haya logrado tan poco, argumentalmente hablando. La primera parte de la saga fue la más resultona de todas y de las pocas que jugó con los verdaderos valores del juego. La segunda parte no aportaba mucho pero al menos apostó por incluir personajes icónicos del mundillo, ese gran villano y mucho muerto viviente. Tras esos primeros films, normal el primero y flojo el segundo, la franquicia ha entrado en barrena con una superflua tercera parte y con este cuarto episodio donde las promesas de reimaginación se han quedado en agua de borrajas. Porque la verdad, no hay guión, no hay personajes, el carisma de Alice está cada vez más robotizado y aportaciones como la de Claire resultan tan vacías como el interés que pone Ali Larter en su trabajo. Sumemos las nuevas incorporaciones de "peso". Lo de Wentworth Miller es de auténtico pecado. Ataviado con un mono de faena, y bastante desmejorado con respecto a la serie que le encumbró, su caracterización como Chris Redfield es sencillamente triste. El resto no ofrecen nada que destacar. Nuestro Sergio Peris-Mencheta transita, el siempre bueno Kim Coates se ríe de Hollywood y Boris Kodjoe, el único que tiene cierta guasa y que ahora veremos en lo nuevo de J.J. Abrams, la serie "Undercovers" (2010), muestra cualidades. Quitando esto, el resto lo aporta el señor Anderson en forma de añadidos incomprensibles y 3D a borbotones. Que si estrellas ninja voladoras, gafas voladoras, hachas voladoras, aviones voladores, cuerpos voladores, balas voladoras y, menos mal que optan por algo diferente, cañones de magnum apuntando al espectador! Esto, la sobrecarga de slow motion, bestial, y una escena de 2 minutos de imagen fija, incalificable, hacen que Resident Evil: ultratumba no sea nada más que un batiburrillo de imágenes, un cromo, un videoclip de 90 minutos que se ve lastrado por lo aburridas y lo mal enlazadas que están todas sus secuencias- el pegamento guión se les acabó antes de comenzar el rodaje.

En fin, estaba visto. No esperaba mucho, pero tampoco esperaba nada… y es lo que ofrece.

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Ya son horas de ir recuperando viejas opiniones que tenía ahí pendientes y que a más de uno seguro que interesan. El primer capítulo del día sirve para dejaros con las impresiones generales que arraigaron en mi, y en los que me acompañaron, cuando acudí con cierta esperanza a ver Airbender: el último guerrero (The Last Airbender, 2010) del siempre agradable y particular M. Night Shyamalan. Antes de que entendáis mi enfado os quiero avisar que el cine de Shyamalan me gusta, y mucho. Considero superlativas obras como El sexto sentido (The Sixth Sense, 1999) y El protegido (Unbreakable, 2000), y muy a tener en cuenta por su mágico toque personal películas como El bosque (The Village, 2004), Señales (Signs, 2002), La joven del agua (Lady in the Water, 2006) o la reciente aunque irregular El incidente (The Happening, 2008). Todo el reconocimiento como buen cineasta que ha ido acumulando a lo largo de este tiempo, pese a las críticas, me hace no comprender las razones para haberla pifiado, por no decir cagado, de semejante manera con esta adaptación de la serie de dibujos animados del canal Nikelodeon "Avatar: The Last Airbender" (2005-2008). Porque pese al derroche presupuestario del que se habla, 150 millones de dólares para hacer la película y unos cuantos más para su promoción ( las malas lenguas aseguran que cantidades astronómicas), el resultado es, como poco, mediocre. Porque si, hay que decirlo. Airbender: el último guerrero huele a encargo que tira para atrás, una forma como cualquier otra de cobrar un sueldo sin ofrecer cine con cuño propio… eso si, el precio pagado por Shyamalan comienza a ser desmesurado. Quien siembra vientos, recoge tempestades.

Cartel español de Airbender: el último guerrero
Cartel español de Airbender: el último guerrero

En una época de fantasía, el mundo conocido se divide en cuatro poderosos pero desiguales reinos. Cada reino basa su fuerza en un elemento primordial como son el Aire, el Agua, la Tierra y el Fuego. Tras un siglo de enfrentamientos sin control reaparece Aang (Noah Ringer), el último de los Avatar, una especie de guerrero con la habilidad de controlar los cuatro elementos independientemente de el reino en el que haya nacido. Ayudado por los hermanos Katara (Nicola Peltz) y Sokka (Jackson Rathbone) del reino del Agua, Aang viajará de regreso a su templo para descubrir que en estos años de ausencia el reino del Fuego, controlado ahora por Lord Ozai (Cliff Curtis), ha hecho mella en el resto de los pueblos. En este punto el Avatar deberá tomar parte del enfrentamiento para intentar acabar con el avasallamiento que el reino del Fuego aplica sobre los otros reinos. Eso y escapar de Zuko (Dev Patel), el desterrado hijo de Ozai que pretende darle caza para volver a ganarse el respeto de su padre.

Y es que Shyamalan nos introduce en un llamativo y con posibles nuevo universo cinematográfico, trilogía al canto, sin considerar lo más mínimo la posibilidad de fracaso, que todo sea dicho no ha sido el caso… aunque cerca le ha estado. Por ello opta por dejarnos con un film inconcluso, sin cliffhanger que nos haga tilín de cara al futuro y menos con un final convincente que provoque al espectador ansias de pensar que lo que ha visto tiene una verdadera finalidad. Porque el gran problema del film es lo fatalmente explotada que está la idea. Se vuelve a demostrar que unos grandes efectos no son la solución y que un fiel reflejo de la fuente de la que bebes tampoco – aquí desconozco cuan fidedigna es respecto del original. La capacidad de sorpresa que tanto ha gustado en los trabajos previos de Shyamalan, ese toque personal que deja claro que es un tipo diferente alejado de las grandes majors, es sustituida por un compendio de situaciones que no aportan nada, que no generan tensión alguna y que para asombro del respetable desembocan en un vacío tan grande como una fosa abisal de esas que hay en los océanos del mundo. Porque Airbender: el último guerrero no es nada al fin y al cabo, o por lo menos no lo quiere ser. Y claro, ausente el particular sello del director, la película debería haber estado enfocada como tantos otros grandes proyectos que son diseñados exclusivamente para recaudar tropecientos millones porque el público al que van dirigidos así lo asegura. Lo malo es que Shyamalan deja claro que esto no es lo suyo y que su excelso currículo tiene hueco para un borrón de consideraciones estratosféricas.

Y creo que no es momento de hacer leña del problema de los jóvenes actores. Este tema es un caballo de batalla para todo director que decide hacerle frente. Shyamalan no se puede escaquear y tiene que lidiar con esto. Y claro, es de muy difícil solución ya que solo si logras tener la suerte de encontrarte con un Jamie Bell, una Anna Paquin o una Natalie Portman en el camino, puedes triunfar en este aspecto. El reparto de mal en peor…

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Si hay una saga de ciencia ficción cinematográfica que no ha sabido ser explotada como debiera es aquella que fue iniciada con rutilante éxito en 1987. Estoy hablando de la que se puso en marcha con la obra de culto Depredador (Predator, 1987) de John McTiernan, y que con el paso de los años se fue autodegradando, Depredador 2 (Predator 2, 1990) fue muy floja, hasta acabar fusionada para revivir sin brillo en esta década con otra de las ideas maestras de la ciencia ficción moderna… la insustituible franquicia Alien. Ahora una vieja y agradable idea pergeñada por Robert Rodriguez, modificada por Alex Litvak y Michael Finch, y ejecutada con soltura por Nimród Antal, llega a los cines para dejar claro que todavía queda algo bueno que sacar a este mundo, con sus errores, que tiene unos cuantos, pero entreteniendo y siendo fiel a como siempre debió retomarse lo engendrado hace ya muchos años por Jim Thomas y John Thomas. Porque Predators no pretende crear la rueda y menos superar a ese film al que tanto le debe – una raza extraterrestre inigualable y un universo creado para la acción más descabellada. Conocedora de que no puede ser mejor, ya nos dice el refranero "si no puede vencer a tu enemigo, únete a él", Predators bebe directamente de quien tiene que beber y opta por mantener varios de los iconos que nacieron en 1987, además de recrearse en las secuencias del film original homenajeando, ¿o plagiando?, a estas. La verdad, a mi todo esto me ha convencido y lo visto cumple con lo que promete, cine entretenido que vigoriza una saga injustamente maltratada, y con la seguridad de que seguiremos teniendo más Predators que echarnos al plato…

Póster español de Predators
Póster español de Predators

Sin conocer la razón, un grupo de ocho personas que no se conocen entre si despiertan en un densa jungla. Salvo uno de ellos todos se descubren como expertos en el uso de las armas y de la muerte ajena. Royce (Adrien Brody), aunque independiente líder nato, no tardará en tomar los mandos del grupo para intentar descubrir dónde narices están. Poco tardarán en descubrir que la jungla en la que se encuentran no es una jungla cualquiera y que, además de estar en un planeta desconocido, en ella los verdaderos especialistas de la caza no son ellos, si no unas criaturas que hasta ahora nunca han visto. Desde ese momento, y a pesar de las diferencias existentes entre todos ellos, deberán unir sus fuerzas para tratar no solo de escapar de este infinito coto de caza, si no para sobrevivir a lo que promete ser una fuga sin descanso y un combate desequilibrado entre el hombre y la criatura.

Y en global esto es Predators. Una película de acción y ciencia ficción que sin atisbo de pudor exprime todos aquellos valores que en 1987 explotara con agrado el film protagonizado por un inconmensurable Arnold Schwarzenegger. Porque la verdad… si la jungla es lo que el público demanda, y tras ver que llevar la saga a la urbe es sinónimo de fiasco, pues a la jungla te vas. Si el público vibró con la obra musical creada mágicamente en su día por Alan Silvestri, pues traes a John Debney, se curra unos arreglos como John Ottman hiciera para Superman Returns (2006), y logras que la gente se sienta como antaño. Si lo mejor es contar con los tipos más duros del planeta para combatir a los mejores cazadores del universo… pues haces lo posible por juntar un grupo medianamente convincente y no lo enfrentas a un único cazador, ofreciendo, en parte, lo que verdaderamente se demandaba, varios depredadores.

Pero está claro que no todo puede ser regularidad… todo esto que comento sería correcto si no fuera porque homenajear un poco se reconoce como positivo, el enlace con el film de McTiernan mola, pero apoyarte en muchas de las ideas, si no todas, de la película de 1987 es pasarse un pelín. Porque el destino de Hanzo (Louis Ozawa Changchien) no es para nada nuevo, de hecho resulta descafeinado, o porque el sentir de Mombasa (Mahershalalhashbaz Ali) tampoco sorprende. Aunque bueno, si luego añades vigorosas aportaciones como la de Stans (Walton Goggins) y buenas jugadas como las de Isabelle (Alice Braga), Edwin (Topher Grace) o Nikolai (Oleg Taktarov), pues sumas frescura a la idea. Pero claro, si por otro lado cuentas con el detalle de amigo de Cuchillo (Danny Trejo), que tiene un pase, y tiras bastante por la borda al meter en el fregado a un incomprensible e innecesario personaje como Noland – que alguien me explique cual es la función de Laurence Fishburne en el film – pues vuelves a desinflarte.

Y todo va así. Predators tiene sus cosas buenas pero también las hay malas. Le falta algo de originalidad y un poco más de miga. Cuenta con demasiados momentos que no aportan y provocan un sentimiento incómodo al respetable porque no se le da continuidad al film. Aunque ojo, no por ello deja de resultar una película disfrutable y que al fan del film en el que Dutch salió victorioso gustará…o a mi por lo menos me ha gustado y convencido. Entretiene que no es poco.

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Lo mejor es hacer frente a los malos rollos y hoy toca hablar de la primera de las decepciones de este verano, el nuevo periplo de Sylvester Stallone por el cine que mejor le ha comprendido y explotado, el de acción sin tapujos y contemplaciones. Antes de que más de uno entre a rebanarme el cuello por semejante aseveración he de decir en mi defensa que esta opinión viene claramente condicionada por el deseo y la esperanza de que Stallone hubiera optado por seguir el rumbo marcado en la brújula de la impagable John Rambo: Regreso al infierno (Rambo, 2008). Los Mercenarios (The Expendables, 2010) nos retrotrae con frescura (digital) y grandeza a ese subgénero cinematográfico que tantos buenos ratos nos hizo pasar hace ya un buen puñado de años, y donde el artificio era una fusión de pirotecnia avanzada más cuerpos musculados y rebosantes de testosterona que aguataban todo lo que les cayera encima… ya fuese una bomba cuasi nuclear, un helicóptero Mil Mi-24 o una panda de terroristas armados hasta los dientes. Pero lo que también nos ofrecían esas películas, y que en esta añoro, era cierto tono dramático que aportaba al resultado final un aroma de cruda realidad donde se demostraba que sí, si eres un tipo duro lo más seguro es que sobrevivas… pero también puedes acabar palmando o por lo menos sangrando a borbotones y magullado hasta lo indecible. Porque dentro del entretenimiento resultante que es Los mercenarios, digamos que si le rebajaran unos 30 minutos sería más soportable, falta esa dosis de obligado drama que, desconozco la razón, ha sido olvidada.

Cartel de Los mercenarios
Cartel de Los mercenarios

Barney Ross (Sylvester Stallone) es el líder de un comando de mercenarios que, siguiendo los designios de su pagador, aplican toda su destreza militar en marcar a fuego aquello por lo que han sido contratados. Tras un breve pero intenso prólogo donde la unidad de Ross es presentada al completo, son tanteados para hacerse cargo de un arriesgado trabajo… acabar con la dictadura que el General Garza – muy mal David Zayas – aplica sobre la población de Vilena, un pequeño país de una isla caribeña. Una primera toma de contacto por parte de Ross y su fiel compañero Lee Christmas a.k.a. Navidad – el que mejor reparte es Jason Statham – , les llevará a descubrir que la realidad sobre el nuevo trabajo para el que han sido contratados no se centra en Garza y sus fuerzas de choque, si no en James Munroe (Eric Roberts), un ex-agente de alguna oficina de inteligencia que apoyándose en los ofuscados deseos del general pretende hacerse con esta isla invernadero para fabricar cocaína como quien fabrica pan. Diversas luchas internas dentro del propio comando acabarán provocando lo esperado… la intervención en Vilena de estos soldados de fortuna.

Stallone sabe lo que se hace y tras renacer con John Rambo y Rocky Balboa (2006) vuelve a ofrecernos un agradable pero bastante descafeinado paseo por el cine de acción más clásico. Juntándose con viejas glorias del cine de tortas, como Dolph Lundgren, ¿Mickey Rourke y Eric Roberts?, haciendo uso de actuales parte caras, como Jet Li y el número uno Jason Statham, y subiendo al carro del cine que se estrena en sala a veteranos quebrantahuesos, como Terry Crews, Steve Austin y Randy Couture, el veterano y renovado director / actor / guionista pone sobre la mesa las suficientes credenciales como para esperar más entretenimiento del que finalmente logra generar. Y es que el problema de Los mercenarios, además de sus soporíferos altibajos, no es otro que derivar un producto que viene con el sello de "como el cine de los 80" pero que luego se pierde en historias secundarias que, todo sea dicho, no aportan nada al conjunto o en caóticas escenas donde pierdes el control a lo más mínimo. Si bien las dosis de acción son generosas, aunque el uso de lo digital acaba matando la gracia se mire como se mire, la intención de Stallone de llegar a más público de cara a recaudar más y así ofrecernos nuevos capítulos de esta nueva saga no es tan sabia como uno podía esperar. Nos alegra la apuesta, pero que la película se apoye en Stallone y Statham como figuras centrales no es suficiente si no te rodeas de algo de calidad y sobre todo menos desbarajuste. Ya lo comentaba un compañero al salir del cine, déjate de Roberts, Crews, Austin y Couture, e intenta encajar a Chuck Norris, Jean-Claude Van Damme o Steven Seagal. Si lo que quieres es hacer renacer viejas sensaciones, el factor Bruce Willis y Arnold Schwarzenegger es simpático pero insuficiente, y rememorar cine de ese que sigues viendo pese al paso de los años porque en el fondo es entretenido, apóyate en todo aquello que generó ese concepto y déjate de pamplinas. Zayas y Roberts sobran porque no aportan nada, como villanos son de risa, Li está en horas bajas e infrautilizado, Rourke podría no estar, Lundgren y Crews son los que más me han convencido pese a no contar tanto con ellos como se debería – será porque protagonizan las escenas más disparatadas – y Stallone y Statham cumplen.

En definitiva, por momentos alocada y por otros un suplicio. En conjunto no es lo que esperaba… confiemos en que la segunda parte que parece haber en cartera, la taquilla manda y por ahora Los mercenarios está cumpliendo con creces, tome otro enfoque porque como siga este camino mal vamos…

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