Sáb 7 Ago 2010
Hollywood es un universo que desde hace muchos años adolece de buenas y originales ideas. El efectismo, la parafernalia y obsesiones como la adaptación y el remake son, salvo contadas excepciones, aquello que puebla con grotesca y fastuosa presencia las salas de cine de medio mundo. Pero la meca del cine conserva un estatus de calidad gracias a un grupo de autores que a lo largo del tiempo han ido demostrando que el séptimo arte está en constante evolución y lejos de convertirse en un subproducto de si mismo. La privilegiada e imaginativa mente de Christopher Nolan ha vuelto para dejar claro que él es uno de esos directores que han marcado y marcarán pauta en esto del cine. Sin miramientos se debe reconocer que Nolan apunta al siglo XXI, si no lo es ya, lo que John Ford, Alfred Hitchcock, Orson Wells, Francis Ford Coppola o Martin Scorsese fueron al siglo pasado. Origen (Inception, 2010) es en definitiva una nueva genialidad del padre de Memento (2000), Insomnio (Insomnia, 2002), Batman Begins (2005), El truco final (The Prestige, 2006) y El caballero oscuro (The Dark Knight, 2008). Una obra maestra de la ciencia ficción y del cine en general porque, si uno rasca un poco en su superficie, se da cuenta que el film toca otros muchos géneros como el drama familiar, el thriller de acción desbordante y trepidante, o la intriga y el suspense más elaborado.
Póster español de Origen
¿Qué pasaría si el espionaje, en este caso industrial, profundizara directamente en la mente de los espiados? Cobb (Leonardo DiCaprio) es el jefe de una unidad de secuestradores de mentes, mercenarios a disposición del que pague mejor, que se cuelan en los sueños de la gente para, mediante magníficos engaños, sonsacar ideas o robar secretos. Probado por el misterioso Saito (Ken Watanabe), y junto a su inseparable Arthur (Joseph Gordon-Levitt), deberá reunir un grupo de colaboradores muy especial para lograr el más difícil todavía… colarse en la mente del empresario Robert Fischer (Cillian Murphy), hijo de un gran magnate en sus últimos días, para provocar que el imperio del que será futuro dueño desaparezca cuanto llegue a sus manos. Cobb, Arthur, la arquitecta Ariadne (Ellen Page), el maestro del disfraz Eames (Tom Hardy), el químico Yusuf (Dileep Rao) y Saito, urdirán un plan que les llevará al viaje definitivo al interior del subconsciente humano en el que deberán enfrentarse no solo a la protegida y peligrosa mente de Robert Fischer…
Origen resulta ser el retorno de Nolan a una de las obsesiones que más le inquietan, la fragilidad de la mente humana y lo maleable que puede ser. Si en Memento jugó con la memoria, en esta nueva oda al buen cine decide penetrar en ella y tratar de convencernos de que esta podría ser alterada. Nuevamente logra que el espectador se quede boquiabierto, pendiente durante casi 150 minutos de todo detalle que se muestra y se antoja vital para poder comprender todos los secretos de la por momentos compleja historia. Apoyado por un gran presupuesto, necesario si lo que pretendes narrar es un viaje al engaño mental por capas y resultar convincente, se nos lleva a un enrevesado laberinto de imaginaciones a cada cual más llamativa. Lo mejor de todo es que la totalidad de los personajes son vitales en este periplo ya que el viaje narrado por Nolan trasciende las mentes de todos ellos. Si la dosis de ciencia ficción sesuda ya de por si supera todas las expectativas, el director añade un fabuloso factor en forma de lento transcurrir del tiempo cuanto más profundo es el sueño dentro del sueño. La grandeza de disfrutar como los acontecimientos de un nivel afectan a otro, y como está todo conectado y relacionado, deja al espectador ansioso por ir más allá, algo que Nolan corresponde sin contemplaciones para sobrecoger más. Y si la trama de espionaje empresarial y ciencia ficción no deja tiempo para tomar una bocanada de aire y algo de relax, Nolan añade de regalo una catarsis vital que atormenta a Cobb, y a todos los que se cuelen en sus pensamientos, en la forma de su esposa Mal (Marion Cotillard). Un drama personal que sirve de mecha para que todo sea más complejo y retorcido, y que añade más tensión, si esto es posible, al ya de por si infinitamente arriesgado viaje al subsconciente humano. ¿Y qué decir del desenlace? Pues al igual que en otros proyectos deja al espectador manga ancha para decidir por si mismo y debatir las posibles conclusiones que sin lugar a dudas surgirán. Una genialidad como otra cualquiera que gustará a un nutrido número de espectadores, yo entre ellos, pero que a otro buen número no acabará de convencer.
Mención especial merecen Leonardo DiCaprio y Hans Zimmer. El primero por dejar atónitos a todo el mundo al confirmarse como el mejor actor del momento. La evolución de este actor parece no tener fin y en cada proyecto que protagoniza aporta una profesionalidad que no hace más que agrandar el gusto por verle al frente de un reparto. El segundo por volver a cumplir con creces ofreciendo una banda sonora diferente y de un impacto que te hace sentir parte de la propia película.
En definitiva… una obra maestra del cine moderno.