En un año plagado de cine comiquero de la factoría de la acera de enfrente, DC Films / Warner Bros. han tenido a bien sacar a la palestra uno de esos proyectos prometidos que formaban parte del universo expandido antes de su caída en desgracia… la desgracia que supuso el fiasco taquillero y de recepción sufrido por la injustamente tratada Liga de la Justicia (Justice League). El plan ya de aquella estaba claro, junto a la confirmada Wonder Woman (Gal Gadot), Aquaman (Jason Momoa) era el personaje que más escenas había logrado robar en el film del supergrupo, por encima incluso del rey de la comedia Flash (Ezra Miller). Por lo tanto, suficiente para augurar que en solitario la cosa podría funcionar.

Warner Bros. decidió entonces dejarnos con el culo torcido fichando a lo grande y James Wan fue la inesperada sorpresa de este muy entretenido popurrí de cine de aventuras arqueológicas, cine de acción submarina, comedia de chascarrillo / absurda, historia romántica y, si me apuras, hasta terrorífico viaje al mundo más oscuro y salvaje visto… ¿no os recuerda cierta etapa del viaje de Aquaman y Mera al suplicio de Riddick en Pitch Black o a la batalla contra las criaturas salidas de la brecha en Pacific Rim? Pero no sólo eso, el film funciona además como origen, pero sin profundizar en esta vertiente aunque se sirva del recurso flashback para ir explicando la evolución del héroe hasta acabar convertido en lo que es… un macarra con mucho carisma. En fin, David Leslie Johnson-McGoldrick y Will Beall han decidido montar una a lo grande tocando todos los palos posibles, vinieran o no a cuento, para durante unas extensas casi dos horas y media contarnos la historia de Arthur Curry, hijo de una reina atlante (Nicole Kidman a tope) y un farero (Temuera Morrison), y su obligada intervención para parar a su hermanastro Orm (Patrick Wilson). Enlazando, y en medio del plato combinado cocinado, un villano con mucho futuro como Manta Negra (Yahya Abdul-Mateen II). Superior.

Y en lo dicho es donde Aquaman funciona tan bien de cara al público. Es una puñetera navaja multiusos, un todoterreno o una macedonia donde siempre habrá algo que te guste. Aquaman complace a los deseosos de ver a un pseudo-Indiana Jones perdido por un desierto en busca de tumbas milenarias, hace las delicias de los que quieren ver el cine de acción que tan bien plasmaron Zack Snyder o Patty Jenkins en sus respectivas apuestas dentro del universo DC, vale de escapatoria para echarse unas cuantas risas con las tonterías de patio de colegio que Aquaman y Mera se traen entre manos, y, porqué no, para viajar al mismísimo infierno y el mundo perdido en busca de santo grial del film de Wan… el tridente definitivo. El resultado es un trabajo impecable, y seguramente muestra de que este otro enfoque es lo que se quiere. Como añadido destacar lo visualmente arrollador de los efectos digitales, aunque se parezca demasiado al brillante mundo de Avatar, secundados por diversos planos secuencia imposibles (la persecución por los tejados de ¿Taormina?), o unas coreografías brutales como el momento Atlanna o las diferentes apariciones del destacado Manta Negra. Incluso a nivel musical la cosa destaca, queda muy claro que las canciones están ahí para reírse de las situaciones (y se agradece), y hasta la banda sonora de Rupert Gregson-Williams ofrece momentos bastante interesantes.

Pues lo dicho, Aquaman mola y Arthur Curry es el primero de la clase que se separa de la trascendencia que abanderaron Superman (Henry Cavill) y Batman (Ben Affleck). Además, tenemos guiños comiqueros como el momento Aquaman a lomos del caballito de mar, pena que no fuera una manta, y junto con el gran carisma que derrocha Momoa, tan pronto es ducho en historia como un panoli que no se entera de nada, pues todo funciona. Hay futuro.

El genial cartel de Auqman presentado en la Comic-Con de San Diego 2018
El genial cartel de Aquaman presentado en la Comic-Con de San Diego 2018