Hace tiempo que no me siento a opinar sobre alguno de los estrenos recientes que he visto, la última fue ¡Shazam! hace ya un par de semanas, pero desde ese día… En fin, pasa por caja Cementerio de animales (Pet Sematary), nueva adaptación de la novela de Stephen King que ya en 1989 fue llevada al cine por Mary Lambert y guión del propio King, era floja.

Treinta años después, momento ideal para que una nueva generación conozca la macabra obra del maestro, el entuerto recae en manos de Kevin Kölsch y Dennis Widmyer, los responsables de satánica, transformadora y retorcida Starry Eyes, apoyados esta vez por un reparto de alto nivel conde destacan los rostros de Jason Clarke, eterno abonado a los altibajos y que tan pronto hace El amanecer del planeta de los simios (Dawn of the Planet of the Apes) como protagoniza Terminator: Génesis (Terminator Genisys), se sube al carro de la multipremiada Mudbound o se pierde entre las mil puertas de Winchester: La casa que construyeron los espíritus (Winchester), y John Lithgow… icono de la villanía y la comedia.

Pese a los mimbres, directores emergentes, obra de Stephen King y reparto notable, Cementerio de animales no pasa más que por ser una más en este mar de cine de terror que nos invade (y que se agradece). A estas alturas todos conocemos la trama, la familia Creed (padre, madre, hija e hijo), se trasladan de la agotadora Boston a la localidad de Ludlow, Maine. Han comprado una casa y un terreno descomunal, dentro del cual existe un cementerio para mascotas. En lugar da mucho de sí, y las primeras visiones comienzan a acechar a Louis (Clarke) y Rachel (Seimetz). Si bien el buen vecino Jud (Lithgow) advierte al padre de familia de que hay lugares que no deberían ser explorados, cuando la tragedia golpea comienzan a tomarse las decisiones menos acertadas… y macabras.

Y si bien a nivel adaptación la cosa no está mal, y eso que Kölsch y Widmyer se toman libertades para añadir a la historia más mal rollo, la verdad es que todo resulta ser un completo desaguisado de ideas, decisiones, líos mentales y sustos a la moda del "te voy a subir el volumen y así saltas". Esta es la realidad de mucho del terror que ahora nos visita, un género hipervitaminado, con más ofertas de las esperadas y donde aparentemente todo vale. Kölsch y Widmyer dan demasiada entidad a la historia de Rachel, optan por minar la credibilidad de Jud, siembran el relato de algunos detalles gore, los menos, y pasan por completo de ese elemento omnipresente en todos los avances vistos… los niños enmascarados.

En fin, para ver, disfrutar (igual alguno) y olvidar por completo.

Cementerio de animales, por carteles molones que no sea
Cementerio de animales, por carteles molones que no sea