Gracias a dios he podido encontrar algo de tiempo para echar un vistazo, uno no más Santo Tomás, a la tercera parte de la, confiemos, finalizada trilogía Resident Evil. Tras el curioso y pasable trabajo realizado por Paul W.S. Anderson en Resident Evil (2002) y su mediocre segundo intento con Resident Evil: Apocalypse (2004) pensaba, inocente de mi, que no se podía hacer nada peor. No se porqué, pero se me metió en el periquito que el hecho de cambiar de director, y que además fuera Russell Mulcahy el seleccionado para rodar las nuevas aventuras, podía aportar savia nueva a un saga que funcionaba por impulsos, y ahora por moribundos estertores. El resultado final no ha podido ser peor, Resident Evil: Extinction (2007) es una nueva demostración de como gastar dinero en algo que podía resultar medianamente interesante. Simplón, indiferente o lineal, así se puede definir un producto que comienzas a ver y del que, al terminar, sales como si no hubiera pasado nada.

Póster molón de Resident Evil: Extinction

Algo que además se confirma viendo esta película es el peligro que tienen los famosos featurettes o secuencias que aparecen continuamente por la red. Como producto de marketing son el no va más, generan expectativas falsas para que la gente piense que el montante definitivo puede ser incluso agradable. Pero visto lo visto, y quitando lo ya conocido, este nuevo episodio del famoso juego de la Capcom no aporta nada relevante. La primera mitad de la película es completamente insulsa, puede que la secuencia de los perros tenga un pase, eso si, requetecopia de sus dos antecesoras, pero desde ahí hasta el encuentro con los cuervos y la fusión del grupo es paja de la buena que no vale para nada. Luego comienza el despiporre… todo lo malo que puede pasar pasa, vamos, que si en un momento crítico lo peor es que te entre un apretón pues va y te entra. La película está tan cargada de topicazos que canta de lo lindo. Que si el colega mordido que engaña al grupo mientras todos observamos como cada día está más pálido, y eso que es negro, que si en el momento menos indicado de todos se te queda el coche atascado, que si se te acaban o caen las balas cuando peor lo tienes… estos, y un largo etcétera de despropósitos, campan a sus anchas por Resident Evil: Extinction. Tras el berenjenal montado, en el que parece que palma hasta el apuntador aunque luego de la sensación de que no ha sido para tanto, el film ofrece un momento que no entiendo, ¿control humano vía satélite? y ¿telequinesia?, seguido del final acompañado por un pedacito extra alucinante. Todavía sigo intentando asimilar a que viene todo lo que ocurre con el doctor Bacterio de Umbrella Corporation , los clones y la sociedad esa secreta de pegote que sale de vez en cuando. Lamentable.

El film es tan penoso que no han sido capaces de cerrar, o no les han dejado, ningún posible resquicio de continuación. Además, ya no contamos con un único posible argumento, ahora tenemos dos probables vertientes para estrujar un poco más la desmenuzada gallina de los huevos de oro. El "final" del grupo de Claire Redfield, una mediocre Ali Larter, es la pera. A 20 minutos del cierre de la película, y tras cargarse como quien no quiere la cosa a todos los personajes secundarios con diálogo, se sacan de la manga un helicóptero con 4 plazas que da cabida a bastante más gente y con el que pretenden ir del desierto de Nevada hasta Alaska. Se ve que esa historia está metida ahí con calzador porque es arrancar el vuelo y que te den arroz catalina… nos importa un huevo saber que ha pasado con ese grupo, ¿cuarta parte? Luego viene lo de Alice, de nuevo Milla Jovovich ofreciendo más de lo mismo y sin más recursos que los habituales demostrados.

En fin, la película no tiene ni pies ni cabeza. Visto lo visto hubiera preferido un cantoso plagio de Mad Max 2, el guerrero de la carretera (1981) con el grupo de supervivientes intentando hacerse con gasolina combatiendo contra zombis y mad doctors de Umbrella. Lo tenían todo, el autobús, un par de coches, el camión container con las torretas en la parte de arriba… Lo dicho, el señor Mulcahy se ha cubierto de gloria haciendo un desastre aburrido, tremendamente breve – el film en realidad dura poco más de 80 minutos – y muy en la línea de los films de Paul W.S. Anderson.