Vie 31 Ago 2018
Tras su paso por el pasado Festival de Sitges, donde su responsable se llevó el premio a la mejor dirección, al fin ha llegado a los cines, aunque de forma limitada, Revenge, el violento (o hiperviolento) film de la parisina Coralie Fargeat.
Partamos de un hecho evidente, Fargeat juega sus cartas de forma indudablemente consciente. Primero por el simple hecho de servirse del mayor de los excesos para poner ante el espectador, ya sea masculino o femenino, una suerte de John Rambo con cara de Matilda Lutz (ese corto homenaje Cloverfield titulado "MEGAN" o la perezosa Rings de F. Javier Gutiérrez). Si Rambo pudo, ¿por qué no va a poder esa joven frágil, grácil y de rostro angelical que responde al nombre de Jennifer? Segundo, porque en el exceso está la clave. Si te pasas de serio la película sería aborrecible por misógina, cruenta y salvaje, pero si te excedes hasta el paroxismo entonces lo que te queda es una autoparodia gore que muchas veces ha sido ya pasto de nuestras retinas (y de nuestra capacidad de abstraernos para no acabar vomitando ante semejante dislate). Tercero, sorprendente o no, Revenge muestra desde el punto de vista de una mujer el lado más repudiable de las visiones masculinas que pueblan nuestro mundo. En esta era del empoderamiento femenino, Revenge planta en su primer tercio a una mujer objeto, un pelele en manos de hombres que "interpretan" mal los mensajes que transmite… aunque cuando la mona viste de seda mona se queda (porque citar a Santiago Seguro es demasiado fuerte).
Revenge juega muy bien esta doble clara, arranca proponiendo un juego sucio, de incitación, de tirar la caña para luego esconderla, y de nauseabunda realidad. Luego se saca la chorra y se mea en todo eso… ¿cómo? Pues mutando a Jennifer en una suerte de Lady Death que no deja títere con cabeza, y eso que no hay desmembramientos ni amputaciones. Revenge se sirve del exceso por exceso como ya hicieron en su día Sam Raimi en Terroríficamente muertos (Evil Dead 2: Dead by Dawn) o Peter Jackson en Tu madre se ha comido a mi perro (Braindead). Hay tanta sangre en Revenge que cuesta entender cómo no se ahogan Jennifer y los tres engendros que la acosan.
En definitiva, Revenge es una joyita, no apta para todos los paladares por lo truculenta que puede resultar, pero de obligada visión para echarte unas buenas risas a costa de esos dos mundos que nos plantea Fargeat, el aborrecible de la misoginia y la mujer como objeto, tratado por una directora, y el del gore slapstick tratado entre la seriedad y lo muy paródico.
Cartel festivalero de Revenge