Sáb 21 Abr 2018
Pues ala, vista Un lugar tranquilo (A Quiet Place) no puedo más que decir que aun ahora la angustia, la intensidad y el desasosiego recorren mi cuerpo.
De vez en cuando el cine de terror logra dar con esa tecla que transforma un espectáculo no mayoritario en un producto mainstream capaz de hacer sombra a los habituales proyectos que recorren las salas de cine. El caso más reciente es Déjame salir (Get Out), gracias al cual Jordan Peele sigue frotándose las manos ante el impactante éxito cosechado por su película. Gente como James Wan lo ha ido logrando de forma habitual hasta acabar convertido en una especie de rey midas del terror… de hecho tiene su propio universo franquicia como si de cine comiquero se tratase. Blumhouse, productora de Jason Blum, le anda a la par. Un estudio que opta por presupuestos bajos, acordes con las necesidades reales de un género donde lo anormal e inconcebible juega con nuestra psique. Si bien no todo lo que toca es oro, raro es el proyecto que no destaque (aunque los hay), pero por lo general si la cosa arranca con la entradilla de Blumhouse entonces puedes mostrarte confiado.
Ahora es el momento de Un lugar tranquilo, obra cumbre de la filmografía de John Krasinski, más actor de comedia y habitual reparto de voz, que arriesga con una historia complicada de contar pero con la que sin embargo ha acertado de pleno en su nuevo salto a la silla de dirección (sus incursiones previas son bastante olvidables todo sea dicho). Porque Krasinski ha decidido echar un órdago múltiple. Primero por el género. El terror no es uno de los medios más sencillos para contar historias íntimas, pero sin embargo Un lugar tranquilo es una que merece ser contada y sobre todo sentida. Una historia de supervivencia absoluta, de desmedida protección, de adoración por la familia y de intenso dolor personal e íntimo.
Segundo por el guion de Bryan Woods y Scott Beck, con apoyo del propio Krasinski. Sí, estamos ante una idea muy compleja de contar, una historia basada en las miradas, los silencios, las sensaciones y que por lo tanto tiene que estar muy bien narrada para que su director pueda sacar todo el potencial que tiene. Woods y Beck, si miráis sus filmografías descubriréis que con Un lugar tranquilo puede que cambie el rumbo de sus carreras, se sacan de la chistera un cuento de terror terrible, en donde el diálogo en voz de los personajes se reduce a unos pírricos minutos, y donde por lo tanto todo se basa en los gestos, acciones, miradas y sensaciones que los actores logren transmitir al espectador.
Aquí está el tercer factor de la grandeza de Un lugar tranquilo. Su reparto. Krasinski como Lee Abbot notable, Emily Blunt (su esposa en la vida real) más que sobresaliente con un papel que te deja angustiado, sobre todo durante el intenso tercer acto del film en donde sufres la torturadora intensidad del dolor que padece Evelyn Abbot. Tercero Millicent Simmonds y Noah Jupe, impagables hijos cinematográficos de los Abbot y piezas clave de esta historia que te mantiene en vilo desde su abrumador principio a su un pelín más convencional final. Y ojo, porque esto es todo (que no es poco). Un lugar tranquilo no se expande más allá de esto y ni falta que le hace. Es una película completa, en la que también destaca la fabulosa, por momentos íntima por momentos acongojante, música de Marco Beltrami. Una banda sonora que explora el desasosiego que sufre esta familia en un entorno adverso, complejo y que no permite expresarte como realmente desearías.
Un lugar tranquilo es de todo menos tranquila. Desesperante, angustiosa, expresiva, un torbellino de sensaciones merced a los sufridos y atormentados rostros de sus protagonistas. En definitiva, un joya de las que merece disfrutarse en total silencio para, si cabe, pasarlo todavía peor.
Uno de los carteles de Un lugar tranquilo