Dom 16 Jul 2017
Pues aquí tenemos el tercer episodio de una trilogía que arrancó en 2011 y que ha ido evolucionando a mejor, tras el arranque de Rupert Wyatt, gracias al trabajo realizado por Matt Reeves en su segunda y tercera parte. La guerra del Planeta de los Simios (War of the Planet of the Apes), cierre mayúsculo, basa su historia en un camino que discurre por dos senderos claramente definidos, el bélico mucho más cercano al subgénero de las grandes evasiones en el que se enfrentan humanos y monos, y el mesiánico, en el que nuestro protagonista César (Andy Serkis) busca la redención en un entorno en el que, cómo líder, es el guía de un nuevo pueblo que pese al paso de los años sigue siendo joven e inexperto.
Nuevamente la incomprensión y el odio exacerbado lleva al ser humano a mostrar su cara más odiosa como ya ha ocurrido a lo largo de la historia (la propia de la saga y la de nuestro mundo real). Además, esta vez la batalla toma un cariz diferente, uno basado en el encabronamiento del Coronel (Woody Harrelson), una suerte de Walter E. Kurtz que, convencido de que la culpa es de los monos, quiere aniquilar a los primates al tiempo que hace lo propio con su propio pueblo. Ya lo descubrimos en la muy notable El amanecer del planeta de los simios (Dawn of the Planet of the Apes), también de Reeves, la raza humana se extingue sin solución por el virus de los monos y no hay nada que hacer. Por lo tanto, si uno puede ser causa o efecto del virus entonces sobras… esa es la visión del personaje de Harrelson: villano, obsesionado y básicamente trastornado.
Pero este odio reluce en ambos lados. En el humano ya lo he explicado antes, pero en el lado de los simios no se andan con chiquitas. Por César pasan los años y no es en vano. Las tensiones del pasado, Koba siempre estará presente, provocan en el líder dudas, resquemores y, por ende, odio. Su primer encuentro con el Coronel no hace más que disparar el desquicie de nuestro protagonista, y este odio provocará que se desboque más allá de las posibles consecuencias que más adelante dará como resultado. Ahí es donde la humanidad de César está más presente. Sus sentimientos, el sufrimiento al que se ve enfrentado, es propio de los humanos acabar tomando decisiones arriesgadas y alocadas, en muchas ocasiones poco meditadas y que tendrán seguramente efectos nefastos sobre tus iguales.
La guerra del Planeta de los Simios es la historia de dos mundos diferentes, pero en el fondo muy iguales. Tecnológicamente desequilibrados pero, en el fondo, que buscan un objetivo común… la supervivencia. A la ya de por sí gran historia que nos plantean los guionistas Mark Bomback y el propio Reeves, debemos sumar la maestría musical de Michael Giacchino, genio que logra llegar al corazón al tiempo que a la mayor de las emociones. De regalo Reeves dirige una película casi sin diálogo, de miradas, de sensaciones y de decisiones pero, eso sí, no exenta de momentos de acción sin freno (la secuencia de arranque es vertiginosa). En definitiva, vale mucho la pena y creo que es el cierre ideal para un enfoque del inicio que, si regresara, debería viajar en el tiempo mucho más adelante para evolucionar en otro momento relevante del universo del Planeta de los Simios.
El cartel final de La Guerra del Planeta de los Simios, cine con mayúsculas
Me gustó mucho. Y muy mesiánica, como dices. Está plagada de guiños bíblicos (sobre todo del Éxodo) que digieres bien porque la historia está bien construida, pero se agradecía que fueran un poco menos evidentes.