Hacía mucho tiempo que no iba al cine. Creo recordar que desde principios de junio, estrenos menores en ciudades pequeñas implican que te quedas con las ganas, no he tenido oportunidad de volver a una sala a ver una película en pantalla grande. Por eso ayer acudí a ver The Amazing Spider-Man (2012) de Marc Webb con cierto interés, y esperando una renovación de la saga del trepamuros arácnido adaptada a los tiempos que corren y las nuevas tendencias. Antes de seguir leyendo he de decir que no conozco la versión comiquera ultimate del personaje, nunca me llamó la atención aunque entiendo que es mucho más teenager nuevo milenio y puede que con otras inquietudes cercanas al momento de su publicación. Por ello la impresión tras ver el retorno de Spider-Man en manos de Sony ha sido ciertamente desmotivante. Es lógico de todas formas que si planeas un reboot lo que vengas a contar, y más en este caso de historias con origen catártico, te acabe sonando a repetición incesante. Si uno se abstrae de este incómodo detalle, en The Amazing Spider-Man se ve intención de dar una vuelta a ese aspecto pero acaban innovando cero patatero, al final lo que descubres vuelve a sonarte a viejo y poco elaborado. Aun así The Amazing Spider-Man consigue tejer una base interesante para su narración optando por una versión más atormentada o rebelde de Peter Parker, bien por la versión encarnada por Andrew Gardfield. Nuestro héroe es bastante opuesto a concepciones previas. Es inconformista, está lastrado por su pasado, se enfrenta a sus miedos sin tapujos (aunque con resultados adversos), y oculta sus secretos de una forma bastante más dolorosa y realista… una de esas tendencias que triunfan en esta última década. Pero la duda que me asalta es la siguiente. Todos estos positivos valores a explotar, sumados a la parafernalia comiquera y la carga de acción, efectos visuales y personajes icónicos, ¿es material propio para un director como Marc Webb? Pues visto The Amazing Spider-Man tengo serias dudas.
Uno de los muchos carteles de The Amazing Spider-Man
Peter Parker (Andrew Gardfield) es un joven normal, de un barrio normal que estudia en un instituto normal. Si bien su pasado se viste de incomprendido abandono de sus padres en casa de sus tíos Ben (Martin Sheen) y May (Sally Field), la vida de Peter transcurre en apacible monotonía. Pese a destacar en sus estudios sobre sus compañeros, sufre del habitual maltrato del abusón de la clase al tiempo que es transparente para el factor femenino del instituto. O eso cree el hasta que conoce a Gwen Stavy (Emma Stone). Pero su vida dará un verdadero giro cuando descubra un polvoriento maletín dejado por su padre que le acabará llevando a la torre Oscorp y a contactar con el investigador que colaboraba con él en ciertos proyectos de genética. Una picadura de araña, el asesinato de su tío Ben a manos de un maleante de tres al cuarto, una extraña fórmula y el cruce de las vidas del doctor Curt Connors (Rhys Iffans) y Peter Parker, servirá de punto de inflexión para el nacimiento de Spider-Man… y de la criatura conocida como El Lagarto.
Algo que curiosamente me ha sorprendido es que pese a las notables carencias de ritmo en la narración, el metraje se diluye por momentos en historias de diferente calado emocional como la relación entre Peter Parker / Gwen Stacy / Capitán Stacy (Denis Leary) o la del primero con sus tío Ben y May, al final el resultado no es de los que provocan somnolencia. Es llamativo y positivo, pero en estas dos horas y cuarto de metraje la alternancia de elementos de transición con los de comedia y acción logran mantener el interés aunque estés deseando pasar página en instantes puntuales. Podría decirse que al final uno asiste a un film de claros altibajos que se compensan para acabar resultando en una película convencional, pasable pero tampoco para echar cohetes. Además, sumemos de todo un poco y hablemos de aspectos más técnicos. Por ejemplo, ¿qué ha pretendido un nada agraciado James Horner con una banda sonora que suena a brutalmente trillada? Cualquier posible valor a sumar en cuanto a inventiva y creación de una fanfarria significativa queda tirada por los suelos en una composición que pisa sin miramientos retazos de algunas de sus piezas más reconocibles. Luego el aspecto técnico de los efectos visuales. Hay que reconocer que es todo sobresaliente, esas escenas en primera persona valen lo suyo, lo mismo que trasladar al cine las imposibles poses comiqueras que tanto molan. Pero algo falla y el carisma de un villano como El Lagarto no es que sea lo más destacable debido al diseño final que han elegido. Entiendo que hay que defender como notable esta versión Steve Ditko del personaje, que ciertamente está bien, pero si apuestas por una versión más ultimate de Spider-Man, ¿qué impedía enfocar al Lagarto hacia esa tendencia?
En fin, entretiene pero poco más. Además, primer episodio de un total de tres con escena en medio de los créditos. Lo que si, para nada una escena a valorar en comparación con las que nos suelta Marvel Studios y sus proyectos. Personalmente no me ha aclarado nada y me ha dejado medio indiferente.