Mar 21 Dic 2021
La magia del multiverso funciona, y bien que lo saben en Marvel Studios. Las posibilidades son infinitas y cuando tienes casi 20 años de historia a tus espaldas puedes hacer lo que te venga en gana. Spider-Man: No Way Home es un nuevo ejemplo (no el primero) y una descarada delicia, sea ya en lo visual como en el emotivo juego que practica, plagada de villanos icónicos, y de buenos y malos momentos. Es ya de paso un film destinado a un público todavía más extenso si cabe del que podría estar siguiendo las aventuras de Tom Holland como tu amigo y vecino Spider-Man, ya que aquellos que en 2002 flipamos con el film de Sam Raimi estamos hoy de enhorabuena.
Spider-Man: No Way Home, un salto al vacío con pilares de éxito asegurado
A estas alturas de la vida creo que uno ya sabrá todo lo que pasa en Spider-Man: No Way Home, o casi (no seré yo el que os lo cuente). Los trailers han sido generosos mostrando a Alfred Molina de nuevo como el mejor villano visto en cines en el universo Spider-Man, el mítico Doctor Octopus de la inmejorable Spider-Man 2, a Willem Dafoe como el pelele Norman Osborn en manos del manipulador Duende Verde de Spider-Man, a Jamie Foxx como un más normal y menos azul Max Dillon / Electro de The Amazing Spider-Man 2: El poder de Electro, y, aunque menos presentes claramente visibles, a Rhys Ifans como el Dr. Curt Connors / Lagarto de The Amazing Spider-Man, o a Thomas Haden Church como Flint Marko / El hombre de Arena de Spider-Man 3. Todos ellos llegan aderezados con ese J.K. Simmons en el impagable papel de J. Jonah Jameson, presente en los films de Sam Raimi, pero no en los de Marc Webb, y del que nos llevamos una sorpresa al verle al final del anterior film de esta saga en el MCU. Vamos, un multiverso de acción real, el no va más… menos mal que nos lo cuelan con magia.
Todos a una Fuente Ovejuna en Spider-Man: No Way Home
Una de las cosas más curiosas que ocurren con este nuevo film es que si bien lo habitual es que el pastiche de personajes que pululan por los films del MCU acaben liando al más pintado, Spider-Man: No Way Home es un claro ejemplo de cuanto más mejor, siempre y cuando ocurra como aquí pasa… todos nos conocemos. La saturación bien llevada, sacando provecho de muchos años de pico y pala, eleva a un film donde hay espacio para buenas dosis de acción, comedia clásica modo Marvel, y donde todo queda bien contrastado con no escasos momentos de reflexión sobre las decisiones tomadas (muchas de ellas malas) y el dolor que siempre ha golpeado la vida del solitario y medio pelele Peter Parker. Además, el juego de reconstrucción ideado por las mentes de los guionistas Chris McKenna y Erik Sommers, el equipo de este triple periplo Spider-Man dentro del MCU, sirve para añadir una muy necesaria vuelta de tuerca donde el espíritu original de Steve Dikto y Stan Lee tenga presencia, dejando ahí aparcadas viejas ideas que, sabe dios, puede que algún día regresen, pero que a toda vista son ya innecesarias si tenemos en cuenta los enlaces que se han construido en esta película.
En fin, Spider-Man: No Way Home es una carta muy bien jugada, una perfecta fusión de 20 años de cine moderno, palomitero y al alcance de todos. Entretenida, emotiva, y abierta (o cerrada) a un futuro más acorde con el superhéroe que lo protagoniza.
El único cartel que mola de Spider-Man: No Way Home