Sáb 16 Ago 2014
Paramount sigue explotando con éxito los archifamosos y molones juguetes de la factoría Hasbro y Takara Tomy. Han pasado ya unos cuantos años y, si bien las cosas no han cambiado tanto como se esperaba, la fórmula sigue siendo perfectamente válida si ponemos sobre la mesa el dato de que pese a invertir en el producto 210 millones en estos momentos el estudio se ha embolsado la friolera de 1.032 a nivel mundial, aunque el mercado USA estamos ante la peor recaudación de todas las películas hechas hasta el momento. Pero bueno, dejando de lado esta frivolidad, aplica eso de poderoso caballero es don dinero, regresan con mucha fuerza las criaturitas en Transformers: la era de la extinción (Transformers: Age of Extinction, 2014), otra vez con Michael Bay a la cabeza y unos cuantos giros a aplicar a la historia conocida durante, eso si, unos extremadamente largos 165 minutos de película. Que si, que alguno dirá que es una gran pasta y por lo tanto todo vale, pero al igual que otras franquicias que pululan por ahí el dinero no está íntimamente relacionado con la calidad y esta tampoco se libra.
Bay ha renovado no se si con muchas ganas gran parte del equipo y tras cerrar la etapa que protagonizaron con éxito Shia LaBeouf, Megan Fox y otros como John Turturro, Tyrese Gibson o Josh Duhamel, podríamos discutir muchas cosas, ahora es la oportunidad de Mark Wahlberg, Nicola Peltz, Stanley Tucci o Kelsey Grammer, amén de la aparición del molón Titus Welliver. En fin, ni mejores ni peores, sencillamente diferentes… ¿o puede que demasiado iguales? El tema es que el adorno actoral, como siempre, se ve nuevamente iluminado por todo lo que Michael Bay significa, y esta vez tan recalcado que hasta parezca que lo haga en modo automático. Sus planos a cámara lenta, su uso de colores, brillos y contrastes extremos, sus composiciones al atardecer donde se quema la imagen y sus movimientos rotantes de cámara entorno a un punto fijo mientras todo lo demás se desplaza… ese modelo de cine conocido como Bayhem. Sumadle ahora todo lo más grande y destructivo que os podáis imaginar. Bay además encuentra en Peltz una suerte de nueva Fox, esta se nos queda en 19 cuando la otra tenía sobre 22 si bien en la película rezan que tiene 17 – lo que resulta chocante con lo calenturienta de la muchacha y lo extraña que es la relación que mantiene con su padre -, al tiempo que pone sobre los hombros de su inseparable Wahlberg, padre peliculero de Peltz, el peso del protagonismo humano, con permiso de Tucci, equivalente cómico de Turturro y probablemente lo mejor de la película, o Grammer, villano inusual y bastante poco creíble.
El resto es más de lo mismo, miles de transformers pululan por el planeta mientras una unidad paramilitar les da caza para poder crear otros transformers haciendo uso de un metal salido de los robots y que han bautizado como transformio, olé, al tiempo otros transformers espaciales que hacen tratos con humanos desean cobrarse algún trofeo… Optimus Prime por poner un ejemplo. En medio del fregado odio humano hacia los transformers en general, odio transformer hacia los humanos en general y odio transformers hacia los transformers en general. Un cristo bendito donde para mantener la equivalencia a films previos un reducido grupo de población, 3, acaba transformada, tenía que decirlo, en la unidad salvadora de la humanidad porque, todo sea dicho, les ha pillado de camino y tienen ese sentido de la responsabilidad inculcado. El resto pues la fórmula de siempre: acción a raudales marca de la casa, con más pirotecnia que nunca y unos robots excesivamente humanizados si exceptuamos al mencionado Optimus y al callado Bumblebee. La historia de Ehren Kruger no aporta nada nuevo, ni creo que lo pretenda, ya que estamos ante un producto de estudio que viene a hacer lo que le han mandado… recaudar dinero.
¿Y cuál es el problema a todo lo contado? Pues el exceso, el tratar de hacer un film extremo que dura casi tres horas y del que cuando esperabas extenuado de tanta hiperactividad que la cosa tocaba a su fin, el clímax de la película dura por lo menos una hora y eso es inaguantable, va y regresa con un acto final nuevamente agotador, en China, donde no hay tiempo ni para tomar el aire. Ah, y como lo grande mola pues te sacas de la manga los infrautilizados Dinobots y más epicidad, de esa que hasta te sale por las orejas. Ah, y ojo al dato porque nuestro héroe Cade Yaeger (Wahlberg) es capaz de aguantar el peso de un transformers con sus brazos al tiempo que blande una espada en un combate tras haber caído de mil millones de sitios y tener el cuerpo digo yo que algo machacado.
Michael Bay y su Transformers: la era de la extinción