Mar 10 Ene 2012
Me preocupa ver como algunos cineastas se acomodan como si tal cosa una vez se han definido en el siempre variopinto y singular universo que es Hollywood. Los hay que se les reconoce a leguas por el extenuante uso de la cámara lenta ya sea para ofrecernos un eterno puñetazo o para alargar sin razón brincos y cabriolas varias, otros destacan por sus hiperactivas secuencias repletas de pirotecnia de esa que ensordece, y unos cuantos, Tarsem Singh por ejemplo, por su cuidada y siempre disparatada arquitectura decorativa repleta de lustrosos trajes o imposibles escenografías. Pero nuevamente se demuestra que no todo lo que entra por los ojos es sinónimo de calidad, e Immortals (2011) acaba arrastrando su llamativo aspecto, un gran bravo, por un lodo de aburrimiento y poca originalidad.
El cuño "de los productores de 300" con el que te venden la película logra el mismo efecto que la famosa frase "del visionario director", un análisis exhaustivo y donde se profundizará hasta el mínimo detalle de lo ofrecido. Pero ni la película es la misma, ni la frescura del guión coincide, ni reparto, ni nada. Cada idea es diferente y en este caso el aburrido guión pergeñado por Charley y Vlas Parlapanides destroza un proyecto que tiene mucho que contar y más si se sabe sacar jugo a la tecnología que impera en el cine de hoy en día. Además de esto sumemos un reparto poco acertado con un Mickey Rourke que no encaja pese a su pinta de animal de bellota o un héroe encarnado por Henry Cavill, el nuevo Superman, que por mucho que lo intente no da la talla al verse acompañado por un par de sosos que responden al nombre de Stephen Dorff y Freida Pinto… madre mía, menudo par. Luego tenemos el pack de dioses, divinos todos ellos, donde toman el mayor protagonismo Zeus (Luke Evans) con Poseidón (Kellan Lutz), Atenea (Isabel Lucas) o Ares (Daniel Sharman) haciendo el canelo.
Póster español de Immortals
El Rey Hiperión (Mickey Rourke) está enfadado con los dioses del Olimpo al no interceder estos por él y su familia en un momento de gran necesidad. Debido a ello decide arrasar con toda Grecia ya que lo que perjudica a unos debe ser igual para todos. Su objetivo es hacerse con el Arco de Epiro, un arma mística con la que podrá liberar a los Titanes para que estos pongan de verano tanto a los humanos como a los dioses que campan a sus anchas. En medio de la locura de Hiperión surgirá un bastardo, Teseo (Henry Cavill), que tras ver como su pueblo es masacrado, contará con la ayuda del maleante Stavros (Stephen Dorff) y la oráculo Phaedra (Freida Pinto) para adelantarse a Hiperión en la búsqueda de la decisiva arma.
Y es que lo poco bueno que tiene Immortals vuelve a ser la arriesgada apuesta del señor Singh y la correspondiente respuesta del equipo de dirección artística y escenografía, o el vestuario de Eiko Ishioka, un fijo en la carrera del director de origen indio aunque, esta vez, impacta menos de lo habitual. El resto es un poco sorprendente, la película opta por unos derroteros que la hacen más bruta de lo que se podía esperar y el alocado Hiperión se rodea de tropas medio mutantes que han pasado por la mesa del cirujano aunque sin anestesia. Esto da pie a que los dioses se vuelvan locos y apliquen hemoglobínicos correctivos, cosa incomprensible porque tan fácil de matar es Hiperión como sus lacayos. Por lo tanto, la manida fórmula cámara lenta con tortazos que arrancan cabezas de cuajo pasa a tomar un protagonismo que hace que por momentos veas el producto de otra manera, producto palomita, y te olvides del desastroso guión y planteamiento de los Parlapanides. Luego, en esos momentos donde no queda otra que atender a lo que se cuenta, observas con asombro errores, faltas de carisma y puro relleno… amén de incongruencias narrativas que sonrojan.
En fin, película del montón que no pasará a los anales de la historia ni será recuperada por Singh en su currículo.