mayo 2010
Dom 23 May 2010
Este fin de semana se ha estrenado el nuevo intento de Disney Pictures y Jerry Bruckheimer por crear esa franquicia que pueda hacer compañía, o sombra, a la saga de los Piratas del Caribe recaudando tropecientos millones de dólares en todo el mundo. Basándose en el famosísimo videojuego creado por Jordan Mechner, Prince of Persia: las arenas del tiempo (Prince of Persia: The Sands of Time, 2010) probablemente logre alcanzar ese deseado estatus pero, tristemente, no conseguirá hacerse con este puesto por su demostrada calidad y si más por el bombo que se le ha dado en todas partes. Porque la realidad de Prince of Persia: las arenas del tiempo es la que uno se venía temiendo… película para ver, comentar, echar unas risas y poco más, no levantará pasiones y, esto no se podrá poner en duda, será uno de esos recuerdos que colocaremos en ese hueco de nuestro cerebro dedicado a funcionar como memoria volátil, hoy estará presente y mañana se habrá esfumado. Prince of Persia: las arenas del tiempo es pan para hoy y hambre para mañana, un blockbuster que cumplirá para sus productores pero que no alcanzará ese toque de necesitada calidad que tan poco abunda hoy en Hollywood. En USA se estrena la semana que viene, seguro que recauda una cifra obscena y dentro de un par de años tendremos una trabajada secuela, pero la película de Mike Newell es más de lo mismo…
Póster final de Prince of Persia: las arenas del tiempo
La historia arranca presentándonos a un jovencísimo Dastan que en su etapa juvenil vive robando en los barrios pobres de su ciudad natal. Por casualidades de la vida, Dastan será adoptado por el rey Sharaman (Ronald Pickup) y compartirá su vida y educación desde ese momento con sus dos nuevos hermanos, Tus y Garsiv. Han pasado 15 años y un complot de venta de armas a un pueblo enemigo llevará a Tus (Richard Coyle), Garsiv (Toby Kebbell) y Dastan (Jake Gyllenhaal) a invadir la ciudad sagrada de Alamut, todo bajo la atenta mirada y algo más de su tío Nizam (Ben Kingsley). Allí Dastan conocerá a la hermosa princesa Tamina (Gemma Arterton) y se convertirá junto a ella en un prófugo después de acusarle del asesinato de Sharaman. En su escapada descubrirá los poderes de una daga mágica y la oscura y siniestra conspiración que se erige en torno a su familia.
Prince of Persia: las arenas del tiempo es una mixtura de géneros tan habituales como son la comedia, la fantasía o la acción más disparatada y artificiosa. Bruckheimer decide combinar todos estos elementos otra vez y tras varias sacudidas del cóctel el resultado es lo que se puede ver en el cine. Pero ojo, si bien logran adaptar algunas de las cualidades del videojuego que trasladan a la gran pantalla, más de sus versiones modernas que de aquel clásico de MS-DOS que tanto nos entretuvo, la historia ideada por Mechner y guionizada por Boaz Yakin, Doug Miro y Carlo Bernard no llega a cuajar como debería. Los personajes son bastante mediocres, planos y carentes de encanto, desde el increíble Dastan interpretado por Gyllenhaal, tiene el carisma de un corcho, hasta la pareja fotocopia en blanco y negro de Han Solo y Chewbacca que son el Sheik Amar (Alfred Molina) y su inseparable Seso (Steve Toussaint). De todas formas lo que más llama la atención es la opción tomada por Bruckheimer y compañía. La película está repleta de acción, múltiples escenas de parkour – que hacen recordar el videojuego – y altísimas dosis de comedia pro-evasión de impuestos y otras ñoñerías / chascarrillos que sirven de carcajada al público pero que hacen que te ausentes de lo que verdaderamente importa. Para hacer la películas más simpática y amena, la producción juega con esa química de pareja que no para de odiarse pero que sabes que la realidad es otra. Y luego está el toque de fantasía, infrautilizado durante las tres cuartas partes de la película, y con traca final de esas que no sorprenden ya a nadie. Porque sorprende que una inversión más que notable, se habla de 150 millones de dólares, den como resultado unos efectos digitales que no llegan a aportar nada nuevo y que incluso pueden parecer hasta poco resultones.
En definitiva. Se puede ir a ver, pero nada más. Es divertida, no llega a aburrir del todo pero es muy poco sorprendente, cuando la verdad es que este factor deberían haberlo explotado bastante más.