Estimado Dan Gilroy, ya puede sacar pecho. Al igual que ocurrió ayer con Damien Chazelle y su impresionante Whiplash, lo suyo y su Nightcrawler (2014) es también para dar infinitas gracias.
Resulta que este veterano guionista, su pasado se viste de las muy irregulares Freejack: sin identidad (Freejack, 1992) o El legado de Bourne (The Bourne Legacy, 2012), aunque merece un fuerte aplauso por The Fall: el sueño de Alexandria (The Fall, 2006), ha dado con la tecla al sacarse de la manga la vida y obra de Louis Bloom, una suerte de esquizoide supino armado con una cámara que encarna con desagradable maestría el mago Jake Gyllenhaal. Gilroy nos cuenta una interesante historia, la de un tipo que en su propio mundo vive con esa lacra que confirma que no es capaz de hacer nada con su presente. Un día, y gracias a que se cruza con un "reportero" freelance interpretado por Bill Paxton, acaba por probar suerte en el medio del periodismo mediocre, del de los bajos fondos, la falta de moral y la superficialidad más absoluta, ese en el que explota el morbo más sangrante, literal, de los que podemos imaginar. Ríete tu de Tele 5 y sus milongas. Bloom se adentra a toda velocidad en un mundo siniestro y altamente competitivo movido por el regusto de lo macabro y lo violento, y, como pez en el agua gracias al impulso que le da la periodista encarnada por Rene Russo, va haciendo su agosto en la calientes noche de la ciudad angelina.
Gilroy no inventa nada nuevo, pero se anima a juntar en nuestro tiempo monstruosidades varias como las que ya conocimos viendo films como El fotógrafo del pánico (Peeping Tom, 1960), El ojo público (The Public Eye, 1992) o Network, un mundo implacable (Network, 1976). Chupando de todas estas películas el director crea a este personaje que responde al nombre de Louis y nos emboba viendo su "arte". Bloom dirige, engaña, maneja, miente, corrompe y no duda en explotar todo aquello que nos puede resultar más deleznable, el último tercio del film es brutal como ya lo fuera el montaje que se sacaba de la manga Leon Bernstein (Joe Pesci) con sus cámaras de fotos. Pero eso que supera con creces el concepto de desagradable es a ojos de Nina Romina (la Russo), producto, calidad y, sobre todo, resultados. No importa la carencia de ética que tenga lo filmado por Bloom, es valor para el canal en el que trabaja la Romina, y por lo tanto hay que comprarlo, porque o ellos u otros, obviando debates internos sobre la moralidad, y emitirlo… aunque siempre apuntando eso de "las escenas que van a ver son violentas, están avisados".
En definitiva, Nightcrawler es otra que debe verse ya no sólo por lo mutante de Gyllenhaal, que mete miedo, si no porque pone sobre la mesa una especie que en realidad puede que ya exista… aunque, crucemos los dedos, no a ese nivel de mediocridad, ¿no?
Cartel de Nightcrawler