Y en estas me fui al cine a ver Los Odiosos Ocho (The Hateful Eight) de Quentin Tarantino, un nuevo episodio, el octavo, de la carrera cinematográfica de un estilo hiperdefinido, propio de un hombre de referencias único en su espectro, incomparable, extremo hasta el paroxismo, esponja del pasado, y hacedor de un cine no del agrado de todos los estómagos o "sentires". Los Odiosos Ocho es un nuevo ejemplo de lo que es el medio expresivo de la cinematografía para Quentin Tarantino, un hermoso cuento de navidad en forma de western teñido de rojo intenso y plagado de personajes descritos al detalle, diferentes por completo, pero que como piezas de un rompecabezas encajan en una historia que ya resulta entrañable.
Los Odiosos Ocho es teatro hecho de celuloide de 70mm, no en vano el director de Tennessee se plantea transformarla en libreto para que sea representado, una obra de suspense al más puro estilo Agatha Christie en donde sabemos que las cosas no van bien desde un principio pero en la cual su creador va haciendo crecer el misterio y las sospechas en torno a todos los protagonistas… hasta el prometido y siempre esperado desenlace final. Tarantino nos lo oculta todo y si bien sabemos cosas a cada minuto no lo sabemos todo hasta ese instante en donde el conjunto explota. ¿Quién es quién es esta rocambolesca película de encierro?
Por otro lado la obra está repleta de sensaciones que recuerdan a La Cosa (The Thing) del maestro John Carpenter. La obra de Carpenter, adorador del western de John Ford pero obligado a adaptarse a los medios con películas del oeste encubiertas como Asalto en la comisaría del distrito 13 (Assault on Precinct 13), nos llevaba a un páramo helado y allí enfrentaba a una serie de hombres a los elementos y a un terror desconocido. Los Odiosos Ocho explora la misma fórmula, atrapa a 8 dispares personajes, o nueve si damos entrada a O.B. (Jason Parks), en una posada bloqueada por una ventisca invernal / infernal en medio de la nada. El espectador sabe desde el principio que las cosas no van bien y pronto los propios personajes, encabezados por ese ser supremo que es el Mayor Marquis Warren (Samuel L. Jackson), comenzarán a plantar sospechas sobre los que allí cohabitan. No sólo eso, Los Odiosos Ocho usa piezas musicales míticas de la obra de Carpenter, compuestas por el propio Ennio Morricone, amén de referenciar al film de Carpenter descaradamente con, por poner un ejemplo, la apariencia de O.B., una fotocopia de R.J. McReady compartiendo con este barba, gafas, sombrero y función… piloto (R.J. de helicópteros vs. O.B. de diligencias).
Y como producto Tarantino el film es suyo. A nivel interpretativo si bien se vuelve a apoyar en esos tres o cuatro actores que asocias a su cine y cuyas vidas son propiedad del director, en esta ocasión Tim Roth como Oswaldo Mobray, Michael Madsen como Joe Gage y el ya mencionado Samuel L. Jackson como el Mayor Marquis Warren, esta vez pone al frente a gente como Kurt Russell, que vive una nueva era dorada merced a films como este o Bone Tomahawk y que es icono cinematográfico de los 80’s gracias al también al referenciado Carpenter, la desparecida y olvidad Jennifer Jason Leigh como Daisy Domergue, papel que le ha valido una nominación al Oscar, o Demián Bichir como Bob, actor mexicano que va y viene pero que no termina por hacerse con un hueco en el mundo hispano de Hollywood. De regalo Bruce Dern como el General Sandy Smithers, segunda vez con Tarantino y obligado a aguantar una de las humillaciones más brutas escritas para cine, y Walton Goggins como el Sheriff Chris Mannix, personaje indispensable y de nivelazo que junto a Jackson disfruta de grandiosos diálogos y momentos.
El resto es fórmula Tarantino. Esa narrativa basada en episodios continuados con alguna vista atrás, ese montaje con cortes abruptos, licencias por todas partes como ese momento voz en off donde es el propio director el que actúa como narrador de los acontecimientos, ese Grand Guignol de salvajismo desmedido y de descontrol humano. Destacar una fotografía fantasmagórica para los exteriores brillantes / oscuros y nevados, nuevo guiño a La Cosa de Carpenter y el trabajo de Dean Cundey, aquí perpetrado por su habitual Robert Richardson. Y qué decir de la banda sonora, al fin Tarantino logra uno de sus grandes objetivos vitales, que Ennio Morricone le componga una suite a medida. Las piezas del maestro italiano supuran misterio y recuerdan mucho a viejas piezas como las que escuchamos Los intocables de Eliot Ness (The Untouchables).
En fin, cine no para todos los gustos, desmedida y descontrolada, pero una delicia para ver en pantalla grande unas cuantas veces. Tarantino es único y mucho le echaremos de menos cuando deje de hacer cine. Los Odiosos Ocho es su segundo western, pero también es terror, comedia y suspense de altos vuelos.
Fabuloso póster de Los Odiosos Ocho de Quentin Tarantino