Sáb 2 Jul 2016
Creo que todos estamos de acuerdo si nos preguntamos eso de ¿pero qué coño esperabas de Independence Day: contraataque (Independence Day: Resurgence)? Vale, bajo esa perspectiva tengo que reconocer que no puedo decir mucho, pero como en el fondo no esperaba nada de lo nuevo de Roland Emmerich, ver la infamia que ha perpetrado me parece hasta excesivo. La secuela de la correcta ID4 (vista hoy en día roza lo soporífero) es un cagarro de los gordos. Es absurda, facilona, un cliché extralargo, muy aburrida y con más retornos de los deseados. Porque digo yo, ya si te cargas al Capitán Hiller porque se te baja del barco Will Smith, que bien hizo pese a no estar pasando tampoco su mejor momento profesional, por favor, acaba de paso con otros personajes más prescindibles que este e invéntate algo menos obsoleto.
A Roland Emmerich poco le debe dar la cabeza. Es el rey de la catástrofe, de la destrucción masiva y genio si lo tratamos como "imaginador" de posibles finales definitivos de la vida en el planeta Tierra. Si quieres ver una película donde mueran varios cientos de millones de personas entonces lo mejor es que hables con este director de origen alemán que algo se le ocurrirá, o simplemente echa un vistazo a su filmografía previa que unos cuantos productos de calibre apocalíptico los tiene. Tras unos años de vacas realmente flacas, aunque haciendo memoria creo que nunca ha tenido una fase de gordas salvo por Soldado Universal (Universal Soldier) y Stargate: puerta a las estrellas (Stargate), Emmerich se alía nuevamente con su alma mater Dean Devlin y nos traslada a un futuro insólito, increíble e irrisorio. Para mi que no se lo han ni planteado… en ese batiburrillo de supervivencia que era Independence Day, mucha de su gracia estaba en que había que tirar de ingenio, aunque absurdo, para acabar con los invasores. Teníamos aviones pilotados por borrachos que creían haber sido abducidos e incluso un virus informático mata extraterrestres. Ahora como tenemos su tecnología, de chichinabo visto lo visto, podemos hacerles frente en igualdad de condiciones.
Sumemos a este despropósito dentro del rango de la imaginación el de la elección del reparto. En 1996 estaban Will Smith, Jeff Goldblum, Bill Pullman, Robert Loggia, Randy Quaid, Mary McDonnell, Judd Hirsch y Brent Spiner. Muchos veteranos ya consagrados y algún joven como Smith que comenzaba con esta cinta a ser una estrella de ese mundo que es Hollywood. En 2016 están Liam Hemsworth, Jeff Goldblum, Bill Pullman, Jessie T. Usher, Maika Monroe, William Fichtner, Judd Hirsch y Brent Spiner. Por lo tanto, estás delegando el control de una película en gente, cuatro de los de esa lista se comen el 50% del metraje, que hace 20 años tampoco eran la repanocha… aunque Goldblum siempre ha sido un actor de alto rango y en muchos aspectos inigualable merced a su carisma y presencia. Pero el resto… acaba con Pullman, acaba con Hirsch y acaba con Spiner, no necesitamos recuperarlos y menos hacer uso de los mismos chistes que ya chirriaron de lo lindo hace dos décadas. De los nuevos me vale la Monroe, aunque este es el típico proyecto que acaba con una carrera en la que te has encumbrado gracias a The Guest o It Follows, y Fichtner, un secundario tan de lujo que siempre agrada. Pero claro, para rizar el rizo al aburrimiento lo sazonas con nuevos personajes pánfilos, terroríficos, penosos y patéticos como ese Dikembe Umbutu (Deobia Oparei) que da vergüencilla, o esa periodista encarnada por una buscadora de habichuelas como Charlotte Gainsbourg. En serio, es de traca.
La historia, escrita por la parte vacacional del imaginario de un par de actores secundarios mutados en pseudo-guionistas como Nicolas Wright y James A. Woods, los propios Devlin y Emmerich, o el único genio el grupo James Vanderbilt, le debemos recordar por Zodiac o Basic y olvidar por el resto de su filmografía, es de toma, pan y moja. Dentro del no tiene ni pies ni cabeza que suele ser este tipo de productos, esta en verdad no tiene ni pies ni cabeza… por lo tanto flipémoslo y hasta otra. Es todo tan absurdo que no puedo empezar. No se entiende nada y el truco del almendruco de la esfera echa cables es sin lugar a dudas el detalle que aniquila un producto ya de por si completamente prescindible. ¿Qué nos espera tras Independence Day: contraataque? Pues Emmerich quiere llevarnos al espacio para cargarse definitivamente la marca. Veremos si la taquilla se lo permite.
España entre los objetivos del nuevo Independence Day