Todavía tengo guardadas varias mini reviews del pasado Festival de Sitges 2013, y conforme las películas llegan a los cines, o según me dé el aire, pues opto por sacarlas a la luz. Dado que el fin de semana viene ligerito, aprovecho la jornada para hablar de El viento se levanta (Kaze tachinu / The Wind Rises, 2013) de Hayao Miyazaki y los Estudios Ghibli. El supuesto último film de este maestro de la animación, muchos han sido los tildados con este adjetivo y al final siempre encuentra razones para ofrecernos un capítulo más en su impresionante carrera, es algo completamente diferente a todo lo que ha realizado hasta el momento. Alejado del enfoque más "familiar" con el que han llegado todas sus anteriores producciones – Mi vecino Totoro (Tonari no Totoro, 1988), Nicky, la aprendiz de bruja (Majo no takkyûbin, 1989), El viaje de Chihiro (Sen to Chihiro no kamikakushi, 2001) o Ponyo en el acantilado (Gake no ue no Ponyo, 2008) por poner un ejemplo -, El viento se levanta es un nuevo homenaje a una de sus pasiones, la aviación, y un film vital sobre las personas, sus ilusiones, los retos y en el fondo, una parte importante y singular de la historia de Japón.
Contar la vida de Jiro Horikoshi, el diseñador del conocido Zero, el avión que trajo de cabeza a los aliados en la Segunda Guerra Mundial, ha levantado ciertas ampollas en según que partes del mundo por ese tratamiento político / pacifista de algo que en el fondo, seamos realistas, no lo acabó siendo. Pero la realidad es otra, aquí se cuenta la vida de Horikoshi, desde su infancia cuando en sueños hablaba con el diseñador aeronáutico italiano Giovanni Battista Caproni, de su apuesta vital por este estudio, de los malos momentos tras el terremoto de Kanto, la Gran Depresión que sufrió el país, su vida y relaciones personales, y la definitiva entrada del país en esa segunda gran guerra. Este aspecto realista, estamos ante una película de animación que podría ser perfectamente narrada en acción real, aleja la obra de un buen grupo de público, los peques, y seguramente de algunos fans del Miyazaki que no verán en El viento se levanta esa continua fantasía que pueblan todas sus obras.
Pero todo esto debería dar igual. Estamos en definitiva ante una nueva obra maestra visual, impecable, detallista, elaboradísima y magnífica en infinitos aspectos. Agotadoramente técnica, debe serlo, pero no exenta de vitalidad y humanidad como es obligado en la obra de este director. Hay espacio para todo, para conocer en detalle la evolución de la aeronáutica en Japón siempre en manos de Jiro Horikoshi, pero también para conocer sus relaciones familiares, complejas y tristes, y de amistad. Y a la habitual y excelsa técnica de la animación del Estudio Ghibli debemos sumar nuevamente el trabajo de Joe Hisaishi que pone como es menester la música al film, y algo más. Ese algo más está muy presente en los oníricos encuentros entre Jiro y Caproni, pero también en los momentos de caos del terremoto de Kanto o siempre que se enciende un motor de avión. El uso de voces, sonidos guturales, soplidos, etc. para dar vida a todos los efectos sonoros es algo tan inesperado como fabuloso y merecedor de sus disfrute.
En fin, si podéis verla hacedlo, vale la pena pese a la triste distribución que ha tenido, y que por otro lado es algo de agradecer a la gente de Vértigo si tenemos en cuenta las pocas oportunidades que tenemos de ver la obra de Miyazaki en pantalla grande. Y ojo, que somos afortunados si nos comparamos con el mundo en general.
Uno de los carteles de El viento se levanta