Mar 4 Feb 2014
Y algunos se preguntarán que tiene David O. Russell que últimamente parece apostar exclusivamente por productos con premio, que le pregunten si no a Robert Redford. Pues desde luego un gran saber hacer, mucho ojo, probablemente suerte y, por qué no decirlo, grandes e impagables apoyos a la hora de promocionar sus últimas aventuras como director. De un tiempo a esta parte O. Russell no para de acertar, cualquier tiempo pasado en este caso no fue mejor, y tras The Fighter (2010), El lado bueno de las cosas (Silver Linings Playbook, 2012) y ahora esta La gran estafa americana (American Hustle, 2013), estamos ante un caso insólito de frenética dirección que da como resultado films que han cosechado sin control premios y más premios, a la par que reconocimiento.
Por otro lado este director sabe rodearse de nombres y, como ya hiciera en las otras películas citadas, no ha dudado tirar de agenda y cosechar en su pasado volviendo a contar primero con Christian Bale, ganador de un Oscar por The Fighter, Jennifer Lawrence, ganadora de un Oscar por El lado bueno de las cosas, Bradley Cooper, no ganador pero ahí le anda gracias a este director, Amy Adams, cinco veces nominada al Oscar y ya conocida del director por el primer proyecto de esta gran etapa, o Jeremy Renner, otro que tal baila con papelones como los de The Town (2010) o En tierra hostil (The Hurt Locker, 2008), ambas nominaciones, aunque también con más de un tropiezo considerable. Con este plantel ni queriendo se puede hacer algo malo, aunque tampoco tiene porque ser extremadamente bueno. Esto es lo que le pasa a La gran estafa americana, una visión libre de la nada conocida operación Abscam, aquí podríamos hacer lo mismo con la Pokemon por poner un ejemplo, por la cual el FBI decidió contar con el apoyo de un estafador e informante llamado Melvin Weinberg para poder acabar con una trama de corrupción donde campaban a sus anchas políticos o mafiosos. En la película el Weinberg este ha evolucionado a un tipo llamado Irving Rosenfeld (Bale), uno que vive a su ritmo, estafando, pero sin resultar demasiado evidente todo lo que hace. Junto a este curioso empresario figura su amante Sydney Prosser (Adams), y junto a él ambos serán "reclutados" por el ansioso agente del FBI Richie DiMaso (Cooper), rey del pelo rizado y la excitación descontrolada, para dar caza a un muy rocambolesco y evolutivo plantel de delincuentes, corruptos y mafiosos… ¡como la vida misma pero en modo comedia!
Y es que en global La gran estafa americana funciona como multigénero, siendo los golpes de efecto más cómicos aquellos que hacen relajarte con bastante asiduidad, pero pasando también al drama personal donde el temor a los actos que uno comete hacen crecer dudas y pesares asociados a la amistad, las relaciones personales y la profesionalidad. Todo esto da forma a una historia simpática, cargada de estética setentera donde los cardados, la laca, los rulos de alcoba y un ya mítico bisoñé, hacen que te metas más y más dentro de la obra. Encantadores los paseos por la pantalla de gente como Michael Peña y sobre todo un Robert De Niro que adopta la forma de aquellos ítaloamericanos en gafa de pasta y muchos años que Scorsese encontraba para pulular por sus obras mafiosas más geniales. Pero eso si, conforme el film avanza, y el lío se hace más y más grande, más crecen las esperanzas de ver un desenlace magnífico a lo El golpe (The Sting, 1973)… pero claro está, eso no está al alcance de muchos, y O. Russell no es capaz de tomar el pulso final resultando todo en un desenlace descafeinado que no hace sombra a todo lo que durante dos horas ha ido montado con maestría y diversión.
En fin, vale mucho la pena verla, pero la veo como otra The Fighter o El lado bueno de las cosas… para disfrutar pero mucho me temo que será la que no rasque nada, o muy poco, en los siguientes premios.
Uno de los carteles para el mercado usa de La gran estafa americana