Dom 5 Ene 2014
Sigo anclado pensando que Balada triste de trompeta (2010) es la última gran película del director bilbaíno Alex de la Iglesia. Con Las brujas de Zugarramurdi (2013) no se puede negar que el estilo de este tipo de espíritu permanentemente joven e irreverente revive con imponente fuerza tras la desconcertante La chispa de la vida (2011). Este resurgir se debe a un arranque imparable, excepcional e incalificable donde, curiosamente, Jaime Ordóñez, el taxista, Manuel Tallafé, el cliente del taxi, y Macarena Gómez, la madre Armagedón, se comen con descaro a los también simpáticos y vitales protagonistas encarnados por Hugo Silva y Mario Casas. Si, la escena de Sol y la posterior fuga, fabulosa la idea de que los mimos más incalificables sean los reyes del mambo (ese hombre invisible), uno llega a Zugarramurdi y comienza el lento pero imparable descenso a los infiernos de lo anodino.
La verdad, aunque el film sigue contando con impulsos repletos de simpatía y mala baba merced nuevamente a las aportaciones puntuales del notable elenco de actores, mención especial a la pareja de policías encarnados por Pepón Nieto y Secun de la Rosa, el desvarío padre donde ya caen pesaditas Terele Pávez, Carolina Bang o Carmen Maura no llega a levantar las pasiones que debería. Resulta cansina la desgana de algunas y la sobreprotección de otras, menos mal que la buena aportación de Javier Botet, muy divertido, añade algo de serenidad al extremadamente desquiciante final, largo, pesado y aburrido, que deriva en un incomprensible happy ending bastante penoso donde da la sensación de que Alex de la Iglesia solo pretende contentar a todo el reparto… ¿por?. La verdad, no tiene razón de ser y más tras ver que el humor negro cuando más siniestro y macabro mejor es. ¿Se ha olvidado ya de la fórmula que usó con Acción mutante (1993), El día de la bestia (1995), Muertos de risa (1999), La comunidad (2000), 800 balas (2002) o la ya mencionada Balada triste de trompeta?
Ah, mención especial no solo a la excepcional banda sonora de Joan Valent, si no a esa intro, en esto Alex de la Iglesia sigue siendo un dios, donde uno puede disfrutar de mil y un guiños a otras tantas brujas que han asolado, y asolan, el mundo sin la propia necesidad de irse a Zugarramurdi a participar en un aquelarre.
Cartel final de Las brujas de Zugarramurdi
La culpa es de Carolina Bang, que lo tiene atontado.
Quitando el final de la peli (lo del teatro) que es una chorrada, el resto de peli es genial, casi casi recupera toda su genialidad del día de la Bestia…
A mi me pareció un capítulo de Los hombres de Paco con brujas
Me pareció un coñazo de mitad para alante
Es una absurdez, pero absurdez de la de vergüenza ajena. Por no merecer, no merece ni el tiempo de verla pirateada en casa, ¡deberian pagar por soportarla!
Si «Balada triste…» te pareció una gran película me parece que mejor de esta no veo ni fotos…
Amén, John. Dice mucho del patético estado del cine español que un tuercebotas que no sabe dónde poner la cámara, (no digamos ya escribir un guión sin ayuda), como De la Iglesia sea considerado de lo más ‘in’ por la fauna gafapastil y ocupe las portadas de Cinemanía mes sí y mes también. Y eso de meter a su novia en todas las películas y series que dirige, aunque sea una nulidad interpretando, ya empieza a rozar lo siniestro… Normal que se diera la gran hostia en la taquilla.
La película se divide en dos partes claramente diferenciadas, la primera parte hasta que empiezan las brujas a saltar y a marear con un cgi infumable, esa parte es PURA OBRA MAESTRA, divertida, con un montaje trepidante y delirante, de lo de mejor que ha rodado desde ‘El dia de la bestia’, a partir de ese momento la película se derrumba inexplicablemente porque Alex no sabe como resolverla, yo vería el primer tercio, que es para eyacular y disfrutar como un cerdo y después me la quitaría porque lo demas es penoso y ese monstruo final es bochornoso.
La pelicula mas machista que he visto en años, me pone enfermo.
Cierto, encontré que el nivel de misoginia del film roza lo absurdo. En ese sentido está muy cerca de «The Wicker Man» de Neil Labute, autentica oda al miedo/odio a la mujer.