Antes de nada, si vas a ver La Cumbre Escarlata (Crimson Peak) de Guillermo del Toro, que lo merece, un pequeño pero importante aviso… no debes esperar una película de terror porque sencillamente NO lo es, aunque golpes de efecto los tenga. No hay peor negocio que el que la distribuidora está haciendo con este film, vendiendo un producto como si fuera de miedo cuando los fantasmas, que los hay, son más bien reflejos del pasado que vienen a advertir al presente de acontecimientos, futuros en algunos casos. De hecho, como reflejo fiel de lo que se nos contará desde el principio, la propia obra que Edith Cushing (Mia Wasikowska) escribe en la película es un símil de lo que se ve luego en ella, reconociendo la propia autora, que se quiere ver reflejada en Mary Shelley, que su relato no es uno de fantasmas, si no que se trata de una historia con un fantasma en ella. Guillermo del Toro nos advierte de esta forma de lo que vamos a ver.
La Cumbre Escarlata debe ser vista por lo tanto como lo que es en realidad, un romance gótico, con la impronta que define gran parte de la filmografía del director mexicano, pero que no obstante bebe directamente del tono de obras clásicas como la Rebeca (Rebecca, 1940) de Alfred Hitchcock, El castillo de Dragonwyck (Dragonwyck, 1946) de Joseph L. Mankiewicz o las obras de Jane Austen. Del Toro al tono comentado añade su sello, sus fantasmas aviso, una mansión ciertamente encantada o más bien puede que maldita (respira y cruje que da gusto), y derroche creativo. La historia en sí es bastante simple y el director parece no querer ocultarla en ningún momento, joven aristócrata inglés llega a Nueva York buscando ayuda financiera para un proyecto que le permita explotar su hacienda. Sir Thomas Sharpe (Tom Hiddleston) y su hermana Lucille Sharpe, de la que hablaré más adelante, mueven sus hilos con idea de lograr hacerse con un buen puñado de dinero. Él es un galán, un héroe que en el fondo no lo es tanto, pero suficiente como para que Edith caiga rendida a sus pies… y deseo. De ahí en adelante el foco nos lleva a la mansión de Allerdale Hall, casa señorial de los Sharpe que en pleno declive necesita, claramente, de una buena inversión de dinero para mantenerla. Los Sharpe por lo tanto se descubren, si no lo habían hecho antes, como cazadores de dotes aunque con aviesas intenciones. Para rizar más el rizo la comentada Lucille Sharpe, una Jessica Chastain sobrecogedora, lo mejor de la película, hermana paranoica, desquiciada, siniestra. A su lado la Danvers de Rebeca es una mojigata. Es este punto, la relación entre los hermanos Sharpe lo que desquicia. Son raros, son falsos, él enamorado y ella poseedora de mayor almacén de odio posible hacia Edith.
Y claro, ¿dónde están los fantasmas? Pues en la mansión. Pululan, advierten, echan un cable al entuerto con el que se encuentra la protagonista. Pero nada más, no pretenden asustar, pretenden avisar, tratar de que el presente no comenta los errores del pasado. Bajo sus pieles pues gente como el español Javier Botet, que se hace cargo de tres papeles, o Doug Jones, uno para el veterano actor. El otro gran personaje del film es la mansión, impresionante despliegue creativo, visualmente imponente, derroche de imaginación y hermosura en cada tabla que la constituye, tendrá premio seguro. Sombras por todos lados, rojos escarlata que burbujean e invaden paredes, sótano y suelos. Sumemos un vestuario fiel, homenajeador de la Lucy del Drácula de Coppola. Lo triste del tema es que ante el gran público La Cumbre Escarlata entrará más por los ojos que por su historia, obra del propio Del Toro y su colaborador Matthew Robbins, pero esto será porque la venden de una forma, terror, y no de otra, romance.
Alguno se pregunta entonces porqué una clasificación R. Pues por varios momentos truculentos, por la opresión a la que Edith es sometida, por los secretos que oculta el film y que sólo se descubren si la ves. Entonces entenderás la razón de una R. ¿Merece la pena? Pues sí, pero ojo, no vayas pensando que te vas a cagar de miedo, para nada, deben pensar más en un film de misterio, con mucho romance gótico y con fantasmas como complemento y marca de la casa.
Uno de los carteles de La Cumbre Escarlata