El trío calavera que forman Matthew Vaughn, Jane Goldman y Mark Millar son los encargados de ponernos muy pero que muy contentos con Kingsman: Servicio Secreto (Kingsman: The Secret Service, 2014), adaptación y ejemplo del modelo creativo que define el enfant terrible Millar, y uno donde prima lo gamberro, auténtico, imaginativo y, amén, violento. Vaughn, aunque parco en trabajos si tenemos en cuenta la de años que lleva metido en el ajo, vuelve a dar el todo por el todo con una obra cinematográfica divertida, macarra, educada, hiperactiva y generosamente sangrienta. Ya en el pasado lo hizo de vicio, Kick-Ass: listo para machacar (Kick-Ass, 2010) le permitió probar lo que era unirse a estos dos colaboradores, X-Men: Primera Generación (X-Men: First Class, 2011) o Stardust (2007) le sirvieron para trabajar con la Goldman y ponernos sobre la pista de grandes aventuras y mejores ideas… son lo mejor de lo mejor.
Kingsman, entrada por parte de Vaughn en un género que no había tocado hasta el momento, es por lo pronto una película que bebe de los iconos que hemos degustado a lo largo de muchísimos años si nos paramos a pensar en esa imagen del grupo de caballeros británicos que sin despeinarse y con formas depuradas son capaces de salvar el mundo, encabezados todo sea dicho por una impoluto y perfecto Colin Firth en el papel de Harry Hart, nombre el clave Galahad… sí, uno de los caballeros de la mesa cuadrada redonda del rey Arthur (Michael Caine), Merlín (Mark Strong) o Lancelot (Jack Davenport) también aparecen por la película. Estos caballeros son una suerte de agentes doble cero modernos a la par que clásicos donde prima la etiqueta en forma de planchados trajes a medida, y donde hay cabida para los cachivaches más inusuales, fantástico el zapato cuchillo a lo Rosa Klebb (Lotte Lenya), el paraguas de mil usos o la simple referencia al zapatófono de turno… algo muy pero que muy Maxwell Smart (Don Adams).
Pero Kingsman tiene mucho más ya que cuenta con su villano de postín, un magnate de internet que responde al nombre de Richmond Valentine, a esta versión de Samuel L. Jackson hay que escucharla en versión original, que siempre va acompañado por la frenética y escandalosa bailarina argelina Sofia Boutella… no me lo podéis negar pero esa Gazelle está al nivel henchman de Tiburón (Richard Kiel) o Oddjob (Harold Sakata)! Valentine es además un arma de doble filo, parece tonto pero en el fondo de esa tontería hay una mente perversa, excéntrica y sin un ápice de moralidad… de hecho mete miedo cuando le da congoja descubrir los efectos de su plan. Pero lo mejor de todo es que si bien este señor es el gran malo, es la realidad de nuestros días la que le permite hacer su trabajo. Que sí, que su plan es de los de uno entre un millón, es tan James Bond que se te hincha el pecho de sólo pensarlo, pero Millar, y por lo tanto Goldman y Vaughn, se ríen de los dirigentes de hoy en día, de las puñeteras corruptelas que protagonizan y del por qué no mirar para otro lado si de regalo voy a tener un suculento maletón repleto de billetes. Kingsman es por lo tanto un elemento crítico y por ello se disfruta mucho más.
Y paralelo a todo esto, a ese espíritu de las historias de espías de James Bond, F de Flint o el dúo dinámico John Steed y Emma Peel, se nos cuenta una segunda historia, una en la que el rebotado social Gary ‘Eggsy’ Unwin (Taron Egerton) es la baza elegida por Harry Hart para aprovechar la carencia de la pata de la mesa que son los agentes de Kingsman y cubrir así una vieja deuda que adquirió en su pasado. Egerton apunta muy alto, cubre con creces su papeleta de chico de barrio que apunta a nuevo agente Kingsman, apoyado por la planta y presencia de ese galán que es Firth. En definitiva, una película 100%, y me quedo corto, recomendable. De esas con las que te lo pasas teta, te ríes, lo flipas y te cubres de gloria como antaño lo hacías viendo las rocambolescas misiones de tus agentes secretos favoritos.
Mención especial al plano final de Hanna Alström como la Princesa Tilde… gamberrismo calenturiento!
Kingsman: Servicio Secreto