enero 2012
Dom 8 Ene 2012
Mientras intento encontrar razones suficientes para escribir una opinión sobre Immortals (2011) de Tarsem Singh, aprovecho un momento de la tarde de este domingo de tareas en el hogar para escribir algo acerca del reretorno de Sherlock Holmes a la gran pantalla de la mano del director británico Guy Ritchie. Este fin de semana se ha estrenado Sherlock Holmes: juego de sombras (Sherlock Holmes: A Game of Shadows, 2011), secuela de la sorpresa de hace un par de años en la que Robert Downey Jr. y Jude Law tomaron las riendas de la encarnación en pantalla grande de la visión comiquera de Lionel Wigram sobre los famosos personajes literarios Sherlock Holmes y el Dr. Watson creados por Sir Arthur Conan Doyle.
Este vez Wigram deposita su producto en el trabajo de la pareja Michele Mulroney y Kieran Mulroney obteniendo a cambio un guión en la línea de su predecesora pero falto de ese factor sorpresa que nos sorprendió a muchos al sentarnos en la butaca del cine. Queda claro que el objetivo de Sherlock Holmes: juego de sombras está cumplido ya que entretiene, pero deja con cierta cara de indiferencia a aquellos que esperaban un poco más de, por ejemplo, un villano de la talla del Profesor Moriarty, un Jared Harris correcto, malévolo, calculador pero sin el carisma que por ejemplo derrochaba Mark Strong interpretando a Lord Blackwood… eso si que era verdadera maldad. Guy Ritchie por su parte vuelve a desplegar la táctica que tan bien le funcionó hace un par de años, llegando, en este caso, a resultar un pelín cansina. Haciendo cálculos, tranquilamente 25 minutos del metraje transcurren a cámara lenta y con la habitual verborrea de Holmes prenarrando lo que va a acontecer, y que luego acontece. Suena un poco a "vamos a meter de esto que siempre llama la atención a los espectadores"… pero la realidad es que hace falta más.
Póster español de Sherlock Holmes: juego de sombras
Avanza el siglo XIX, diversos atentados golpean con peligro la débil estabilidad política de la vieja Europa. Mientras todos echan las culpas a los anarquistas de turno, Sherlock Holmes tiene bastante claro que es el Profesor James Moriarty, tan inteligente y metódico como él, el que se encuentra detrás de todo. Holmes desvaría indagando diversos crímenes que sólo él es capaz de ver mientras que Watson, su inseparable compañero de aventuras, apunta a boda y prefiere pasar de los desquicies del hiperactivo investigador. Aprovechando la despedida de soltero de Watson, Holmes se cruzará con Madam Simza Heron, transitoria y poco aprovechable Noomi Rapace, una adivinadora de futuro gitana a la que une un extraño vínculo con el mismísimo Moriarty…
Y es que no siempre la misma fórmula debe funcionar se use como se use. Sherlock Holmes (2009) no solo contaba con el dicharachero estilo de Ritchie, que mola, si no que aunaba esto con una historia repleta de intrigas, bien cosechada, con discursos llamativos y con unos personajes que cuando fueron presentados embelesaron al respetable. Aquí se marca la gran diferencia, Holmes mantiene el ritmo, incluso se incrementan los desvaríos que le definen, y Watson sigue en su línea de hombre de acción encargado de controlar la hiperactividad de su compañero, pero el incremento de calidad en este aspecto no compensa que el personaje de Noomi Rapace aporte poco o nada, o que Moriarty deba ser un villano insuperable pero que en manos de los Mulroney se queda en algo bastante más simple. Por otro lado tenemos al hermano de Holmes, Mycroft, encarnado por un impagable Stephen Fry que, la verdad sea dicha, es probablemente el mejor nuevo aporte a la franquicia. El resto es mucha acción, sobresalientemente montada, pero con una carga de guyritchismo un pelín agotadora. Además, para mi el plan de Moriarty no es tan maligno y sorprendente.
En definitiva, vale la pena verla, siempre será divertido ver a la versión más Jack Sparrow de Sherlock Holmes, pero esta vez el caso que desafía al mejor detective de todos los tiempos se queda a medio camino y no resulta tan fresco como se esperaba.