Opinión


Pues nada, regresa el MCU a los cines de nuestra ciudad y es el turno del debut de un nuevo personaje, una renovación en toda regla para redefinir la Fase 4 en la que nos encontramos inmersos. Doctor Strange de Scott Derrickson abre además, y por completo, una puerta hasta ahora no muy explorada del mundo mágico de Marvel. Retazos tuvimos en Thor y Thor: el mundo oscuro, pero nada que ver con esta inmersión a pulmón parida por la casa de las ideas. Sin embargo, lo más interesante del producto es que el enfoque dado vuelve a aquellas raíces ahora ya olvidadas de "origen del personaje", pero llevadas a un punto más dramático y en la línea que plasmó con acierto el primero de los Iron Man. Doctor Strange se centra en los malos momentos, en la etapa más oscura y poco agraciada de un personaje como Stephen Strange. Un hombre brillante, egocéntrico como nadie y con un futuro sin límites. Las cosas cambian repentinamente y es en ese momento en el que la narración explota con minucioso detalle los peores momentos, la autodestrucción a la que se ve avocada Strange y la desesperación que le atormenta.

Pasado este mal trago el producto gira y enfoca la habitual línea de los films del MCU. De paso, y como la magia todo lo permite, se saca de la manga un auténtico exploit de Origen (Inception) para poder mutar sin compasión el mundo en el que viven los protagonistas del film. Ojo, visualmente estamos ante una delicia, un extenuante viaje alucinógeno que, en 3D y sala IMAX, marea como nadie. Cuesta mantener el foco pero eso no quita para que uno se sienta reconfortado cuando lo que busca es originalidad e impronta visual. Esta vez, y merced al mundo que ahora conocemos, las posibilidades son infinitas y Marvel sigue fusionando acción bien rodada, grandes efectos visuales, con el ciento y la madre de chascarrillos cómicos para que el espectador suelte carcajadas.

Guste o no este es el sello en el cine de Marvel y no van a cambiar. Doctor Strange tiene su dosis de mal rollo, pero termina siendo un producto amable, repleto de acción, de viajes astrales, de lisergia visual y de buenos actores. Benedic Cumberbatch tiene tanto ego como el propio Strange y es el total centro de la historia, le queda el papel como anillo al dedo. Secundado está por un anodino Chiwetel Ejiofor como Mordo, todavía no Barón, que seguro será explotado con mejores resultados en el futuro. Genial Benedict Wong como Wong, ideal compañero y complemento cómico de Cumberbatch, y no menos genial Mads Mikkelsen como Kaecilius, un villano con miras y razones certeras para hacer lo que hace. Tilda Swinton también mola y por ahí aparecen otros complementos que vistos y no vistos.

En definitiva, una perfecta presentación de un personaje con potencial y con posibilidades tan infinitas como la propia imaginación de sus presentes y futuros guionistas. No cuento nada más porque el terreno SPOILER está ya muy cerca, pero si os apetece disfrutar un rato pasaros por el cine. Y ojo, tiene dos escenas extra, y ambas son singularmente importantes (al fin).

Doctor Strange
Doctor Strange

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El punto final y mi despedida de este Sitges 2016 lo ha protagonizado otro clásico como Zombi (Dawn of the Dead) de George A. Romero, han pasado la versión restaurada en 4K del montaje de Dario Argento, al que han acompañado dos films muy diferentes. Por un lado la preciosa The Neon Demon, por el otro la simpática y conspiranoica Operation Avalanche.

The Neon Demon de Nicolas Winding Refn, ausente en el festival a última hora pero con tiempo para un par de saludos digitales al respetable, es el experimento visual más llamativo y colorista de la filmografía del directo danés. Protagonizado por una serie de bellezas de toma pan y moja, Ellen Fanning, Jena Malone, Bella Heathcote y Abbey Lee, The Neon Demon es un film bestialmente visual pero que entre bambalinas y salones de maquillaje cuenta una historia de egos mastodónticos, pérdida de inocencia por la vía macabra y que, si te dejas, te atrapa y embelesa como una sesión de fotografía de David LaChapelle. NWR se regodea con descaro en el artificial cascarón del mundo de la moda, lo insulta, lo deja a la altura del betún, pero aprovecha para mostrarnos con directa sutileza un universo de odiosa rivalidad, donde si hay que pisar que sea con tacón de aguja, y donde el bisturí es el arma usada para los duelos. Muchos dicen que la película está vacía, pero no creo que sea el caso. The Neon Demon es la montaña rusa del personaje encarnado por Ellen Fanning, de su llegada, su fulgurante subida y su, literal, desaparición. Sumad la música de Cliff Martinez, tecnomaestro que no dejará indiferente a nadie, o las apariciones de seres como Keanu Reeves o Christina Hendricks. Bravo.

La otra película, y punto final a mi periplo, ha sido Operation Avalanche, especie de mockumentary found fottage, si esto existe, que nos cuenta desde la perspectiva de un agente de la CIA, director de cine, y de su equipo de rodaje, cómo se filmó el supuesto falso aterrizaje en la Luna del Apollo 11. Sí, Stanley Kubrick sale citado e insertado digitalmente como ya hiciera con sutil maestría Robert Zemeckis en Forrest Gump. El resto de la película es un curioso trabajo, entretenido, repleto de giros, dimes y diretes.

La obsesión por el neón de NWR omnipresente en The Neon Demon
La obsesión por el neón de NWR omnipresente en The Neon Demon

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Y sigo con esto del Festival de Sitges 2016. Esta vez la cosa subió de nivel, no alcanzando la calidad de The Handmaiden pero si logrando tener dos o tres películas bastante redondas. La cosa comenzó con un descarado pero simpático rip-off the The Game de David Fincher, no se ocultan eso sí, titulado Fear Inc. de Vincent Masciale. A esto siguieron la sorprendente e inclasificable I’m not a Serial Killer, la no menos sorprendente y mucho más inclasificable Swiss Army Man, un revisionado del clásico Bubba Ho-Tep (aquí estoy saludando a Bruce Campbell) y la excesivamente visceral y caníbal Grave (Raw).

Como comentaba el día se puso en marcha con Fear Inc., nombre de una compañía que haciendo copia y pega de otras ya conocidas te invita a pasar tu peor experiencia vital haciéndote partícipe de una noche de terror en carne viva. Simpáticos personajes, mucho recuerdo a las "reglas" del cine de terror más convencional y un giro que, que queréis que os diga, ni chicha ni limoná. Simpática lo es, para recuperar dentro de unos días pues no. Se deja ver que no es poco, pero se queda en algo que pudo ser más de lo que realmente es.

De ahí salté a I’m not a Serial Killer, film inusual protagonizado por Max Records, el niño de Donde viven los monstruos (Where the Wild Things Are) y un ya muy anciano Christopher Lloyd. Y mucho ojo, pero estamos ante una muy grata sorpresa. Records interpreta a un chaval que presenta todos los síntomas para de mayor acabar convertido en un psicópata. Vive además en un entorno poco favorecedor, madre divorciada, padre que le manda regalos en Navidad con cero vinculación emocional, y trabajo de apoyo en una morgue de un pueblo de la América más profunda y anodina. Eso sí, el adolescente psicópata en potencia comienza a ser testigo de una serie de macabros crímenes que tienen lugar en su comunidad. La idea puede ser primaria, poco original, pero su tratamiento es tan inesperado que uno no puede más que sentirse atrapado por esta rareza muy recomendable.

Cartel de I'm not a Serial Killer
Cartel de I’m not a Serial Killer

El paso siguiente fue ver Swiss Army Man de Dan Kwan y Daniel Scheinert, producto escatológico, flatulento, erecto, y, todo sea dicho, triste y muy solitario. Paul Dano comparte pantalla con el cadáver de Daniel Radcliffe en una de las historias más extravagantes que os podáis imaginar. Personalmente me encantó, es tan diferente, tan adorable y tan inclasificable que bien merece su visionado. Cine bien realizado, digno de Charlie Kauffman, Spike Jonze o de Michel Gondry, amén de extraña revisión de la relación de nuestro Náufrago (Cast Away) favorito. Cambiamos el cromo de Wilson por el de Manny. Si tenéis oportunidad no dudéis en verla, eso sí, id con la mente abierta y preparados para conocer a la navaja suiza más tronchante de la historia, además de una historia sobre la triste y vacía vida del protagonista.

No voy a contar nada de Bubba Ho-Tep al tratarse de un film de la sección Sitges Classics y oportunidad única en la vida para conocer en persona a Bruce Campbell. El cierre del día lo protagonizó en mi caso Grave (Raw) de la impresionante mujer Julia Ducournau. Esta historia que causó estragos en el TIFF, gente saliéndose de la sala con el estómago revuelto, podría decirse que es no agradable para aquellos no avezados en tripas, higadillos y otros elementos de la casquería habitual del cine "gore". Grave (Raw) no es sin embargo terror, es una especie de experimento donde conocemos a una joven que descubre, en su primer año de facultad, que eso de ser vegetariana está sobrevalorado. El ansia por la carne, y no precisamente el solomillo de ternera, hará vivir al espectador una sensación enfermiza y malsana. No os voy a engañar, pese a alguna secuencia más excedida, no está nada mal y podría decirse que será perturbadora para muchos de los que se atrevan a verla.

Cartel de Grave (Raw)
Cartel de Grave (Raw)

 

Segunda jornada por Sitges y turno de lo que mi mano me dio para pillar a velocidad absurda, el sistema de entradas para prensa es un despiporre. Bueno, la cosa se repartió entre el topicazo Bed of the Dead de Jeff Maher, el quinto y ¿definitivo? episodio Phantasm Ravager de David Hartman (y Don Coscarelli), la infumable obra folklórica criminal malaya Interchange de Dain Iskandar Said, el viaje a los infiernos del desvarío Ballad in Blood de Ruggero Deodato y la magistral obra maestra The Handmaiden de Park Chan-wook.

No es por nada, pero levantarse de la cama para enfrentarse al morfeo mañanero de Bed of the Dead es lo que no os recomendaría. Desconozco los trabajos previos de Maher, que igual son potables, pero Bed of the Dead es un film vacuo donde la ración de tópicos se sirve a paladas. Policía con barba perfilada, alcohólico, odiado por su jefe, con un compañero negro que no le cae bien y una tragedia familiar sobre sus espaldas. Ahora pongamos a cuatro jóvenes que se van a un "hotel", que pagan una pasta por meterse en cuarto repleto de polvo y humedad, donde sólo hay una cama y donde esperan, al menos ellos, montar una sesión swinger. La cama se enfada, se fabricó con madera de un árbol impío, y pagarán aquellos cuyo pasado tenga un pecado. Comienzan las muertes y así hasta el final. Lo mejor, pero meada fuera de tiesto, es el hecho de que los teléfonos de los muertos sirvan para hablar con el policía que va a investigar la razón de su muerte. Para morirse del sueño.

Phantasm Ravager es sin embargo un obligado homenaje no sólo a la saga de Coscarelli, hoy comentaba con El Señor Ausente que ha sido su único trabajo durante más de veinte años, si no a todos sus más acérrimos seguidores. Vuelta de tuerca de Reggie Bannister, un vistazo y despedida al característico Angus Scrimm, y sin lugar a dudas algo así como el paso que le quedaba por dar a esta franquicia. Puede que mereciera haber sido cerrada con antelación, pero desde luego Phantasm Ravager es potable si eres fan del Hombre Alto, de los universos paralelos y de las esferas voladoras.

Y claro, luego te pones a patear por un Sitges gris y lluvioso para acabar sentado viendo Interchange, producto grotesco más terrible de lo que esperaba. El film es un thriller donde se juntan elementos tan dispares como el género policíaco, el romance imposible y la fantasía empapada por el folklore malayo. Francamente aburrida pero con una muy interesante propuesta para presentar como deja el "asesino en serie" los fiambres… no sé cómo hace, pero Dain Iskandar Said opta por poner ante el espectado cadáveres a los que les han drenado toda la sangre y, de paso, les han sacado todo el juego de venas dejándolas colgando como si de un racimo se tratara. Curiosa, malaya, aburrida y digitalmente a eones de cualquier otro mercado conocido.

Pero claro, uno no se puede quedar satisfecho si después de volverte al Retiro te encuentras con Ballad of Blood, del trasnochado y un pelín anciano Ruggero Deodato. Que sí, que Deodato es el hombre tras Holocausto Canibal (Cannibal Holocaust), que en su momento fue partícipe del revigorizante mondo terror italiano, el gore más extremo realizado en paralelo con aquellos otros míticos Umberto Lenzi, Dario Argento, Mario Bava, etc. Pero el Deodatto de ahora es un octogenario que quiere servir con exceso lo que podría ser un despiporre de Erasmus. Lo malo, se le va de las manos y convierte el Erasmus en una suerte de torture porn a la Eli Roth y su Hostel. Tenemos a italiana enseñándolo todo (Carlotta Morelli), novio colocado hasta las cejas que no sale del estado catatónico en todo el film y amigote negro que no reparte maría o hachís, que va, traficante de drogas con todas las de la ley. Un viaje extremo, bochornoso, pobre en todos los aspectos y digno de quedar oculto de la filmografía del bueno de Ruggero Deodato.

Y si uno pensaba que me iba a comer un día de mierda, nada más lejos de lo contrario. Sabía que Park Chan-wook no defraudaría y no, The Handmaiden (Ah-ga-ssi) no lo hace y encima va más allá. Es una obra maravillosa, que te enreda visualmente (la dirección artística es digna del Guillermo del Toro más victoriano y romántico), que se ve acompañada por una banda sonora de corte clásico occidental pero compuesta con maestría por el coreano Yeong-wook Jo, y que te traslada a una Corea / Japón post Segunda Guerra Mundial para contar una historia inusualmente hermosa y tan cambiante como el cine del mejor Quentin Tarantino. The Handmaiden es una delicia protagonizada por dos actrices brutales como Min-hee Kim y Kim Tae-ri, y que con impactante narrativa adapta la obra "Falsa identidad" de Sarah Waters. Pese a sus cerca de dos horas y media de duración Park Chan-wook te atrapa, te enreda en su madeja, te excita pero sin dejarte respirar ni un minuto. Personalmente la mejor película del festival con permiso de Nicolas Winding Refn, muy diferentes pero en su estilo ambas perfectas.

Cartel de The Handmaiden
Cartel de The Handmaiden

 

Bueno, comienzo con el repaso a la breve visita que he hecho este año al Festival de Sitges. A diferencia de ediciones anteriores, esta vez opto por las entradas resumen para no dejar nada en el tintero. Mejor que hacer mini reviews independientes, cuatro entradas como los días que he estado por la ciudad catalana y fin.

El pasado martes día 11 la cosa se repartió entre los films debut Let me Make You a Martyr de Corey Asraf y John Swab y Trivisa de Frank Hui, Jevons Au y Vicky Wong, el cambio de registro de Ti West con In a Valley of Violence, y el descontrolado viaje Dog Eat Dog de Paul Schrader. Poco puedo contar de la primera y la última. Tanto Let me Make you a Martyr como Dog Eat Dog son productos, no puedo defenderlos, infumables, eriales en toda regla que no hay quien soporte.

Let me Make you a Martyr tiene probablemente la historia más absurda y sin sentido en años, regada además con la intrascendente (que no os vendan otra cosa) aparición de Marilyn Manson en un papel de pseudo-villano de medio pelo. Tras pasar un tiempo en prisión, el protagonista (el amigo Niko Nicotera) regresa al pueblo en el que su novia y padre (Mark Boone Junior de "Sons of Anarchy") viven. Pero es llegar y comienza a morir el personal. Amigos del pasado que acaban agujereados, amigos de su padre que terminan agujereados, camellos que de tanto agujero necesitarán ropa nueva, padre, hijo y novia que no quieren quedarse atrás entre tanta perforación. En medio una niña secuestrada que no se entiende su presencia pero que está ahí porque a alguien le apetecía. Un cagarro. Pues eso, una opera prima destinada a sesiones tardías de festivales.

Dog Eat Dog de Schrader es, como reconocía el propio director con cara de sorpresa cuando le dieron el premio Máquina del Tiempo, un trabajo por el que nadie le recordará. El guionista de obras icónicas como Taxi Driver o Toro Salvaje (Raging Bull), cuenta con un reparto encabezado por Nicolas Cage y Willem Dafoe y sin embargo se embarca en una paranoia donde el exceso sirve para poco más que para levantar un dolor de cabeza de muy señor mío. Una historia que podría resultar medianamente entretenida desemboca en un viaje de excesos protagonizado por un hiperactivo, cargante y sobrepasado Dafoe… Pues sí, esperabais leer Cage pero hasta está comedido en comparación. El resultado resulta tan intrascendente como con la anterior.

Trivisa, film llegado de Hong Kong, apadrinado por el mismísimo Johnny To, y dirigido a tres bandas, es, dentro de su falta de ritmo, un thriller competente dentro del mundo del hampa de finales del siglo pasado. Tres gángsters venidos a menos se enfrentan al destino que no pueden evitar. El paso del tiempo ha transformado a los que en otro momento fueron los grandes nombres del mundillo en una sombra de lo que llegaron a ser. Curiosos relatos, cada uno en su estilo y con su historia, con un regalo muy de agradecer…una completa visita a la corruptela que tan bien conocemos en estas tierras y que asola otras. Se ve que hay millones de Luis Barcenas en Hong Kong y que todos quieren un trozo del pastel.

La mejor del día sin lugar a dudas fue In a Valley of Violence. El film de Ti West es una del oeste con buenas dosis de comedia, y que cuenta en su reparto con rostros sobradamente conocidos como los de la estrella Ethan Hawke, las crecientes Karen Gillan y Taisa Farmiga y, redoble de tambores, un John Travolta en su mejor papel en muchos años. Un western clásico con los tópicos del género: héroe solitario, pueblo de mala muerte, malas pulgas y excesos de autoridad. La verdad, meterse con el cowboy equivocado puede acabar provocando un violento despiporre. Sorprende el giro dentro del cine de Ti West. A recuperar cuando llegue de forma oficial a esta parte del planeta, a ver si tenemos suerte.

Conclusión, casi hago bacarrá el martes. Menos mal que In a Valley of Violence cumplió con las expectativas que tenía sobre ella.

Primer cartel de In a Valley of Violence
Primer cartel de In a Valley of Violence

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Este fin de semana se ha estrenado la segunda vuelta de tuerca al cine del género de terror de Fede Álvarez y Rodo Sayagues tras la sangrienta e hiperbólica Posesión Infernal (Evil Dead). Esta vez, y alejados del slasher al uso, aunque tenemos varios de cánones de esta específica división del horror más clásico, Álvarez, Sayagues y nuevamente la dupla Sam Raimi / Robert Tapert, bajo el sello Ghost House Pictures, visitan otras de las alternativas del terror moderno, el conocido como home invasion (Tú eres el siguiente, Knock Knock, Los extraños, Funny Games, Secuestrados, À l’intérieur,…), y le aportan ese granito de arena que la hace diferente, novedosa y, por lo tanto, más que interesante… el invasor pasa a ser la triste víctima, la que lo va a pasar mal y, muy probablemente, acabe inerte y convertido en un mueble más de la casa en la que se ha colado.

No respires (Don’t Breathe) cuenta la historia de tres jóvenes delincuentes de Detroit que asqueados por la vida que tienen deciden dar el golpe de su vida. Ella (Jane Levy), madre soltera, tiene en meta irse a California y dar una vida más plena y menos repugnante a su hija. Ellos han optado por seguirla, uno por la lógica de ser su pareja (Daniel Zovatto), el otro (Dylan Minette) porque vive los vientos por la primera. La cosa no saldrá como esperan cuando en ese último trabajo con el que pretenden cubrirse de gloria se cuelen en la casa de un ex-militar ciego (Stephen Lang). Estos son los muy sencillos mimbres de la historia de este par de uruguayos que van triunfando por Hollywood. La historia es simple, fácil de digerir y sin complicaciones a la hora de sentar la base sobre la que se extenderá la narración. Y aquí es donde Álvarez y Sayagues suben el listón y demuestran que con poco se puede hacer mucho y notablemente entretenido. Dominan el sonido o la ausencia del mismo, explotan más de lo previsto una ambientación sin pretensiones, logran un manejo de la tensión digno del cine más desesperante que os podáis imaginar. Juntemos esto a un reparto cumplidor, la Levy notable, Zovatto y Minette sin sobresalir cumplen y Lang, Lang… ciego pero no tonto.

La película cuenta además con suficientes detalles mal rollo para quedarse pegado a la butaca. El espectador se pasa un buen rato a oscuras, visualizando lo que no se ve y los terrores que están más cerca de lo que tu intuición de los protagonistas puede ver. Merced a la combinación de la música, el ritmo de la respiración y la enfermiza calma general, un buen rato de la película roza lo más angustioso que os podáis imaginar en años, recuerda a aquellos desesperantes momentos de The Descent de Neil Marshall donde sabías que la cosa estaba jodida y no podías advertir a las protagonistas. Sumemos un par de giros de guión que de dejan con cara WTF, pero WTF, WTF, y el puñetero perro, elemento crucial para lograr esos golpes de efecto que irremediablemente te hacen saltar en la butaca. Merece la pena verla, película de terror atípica y que quedará ahí en el recuerdo del que guste por pasarlo mal en el cine.

Uno de los carteles de No respires
Uno de los carteles de No respires

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El universo Hollywood sigue en sus trece y tras renovar y reinventar la saga Star Trek, merced a J.J. Abrams y una inexplorada línea temporal diferente, tenemos tercer capítulo de la nueva saga pero esta vez con un nuevo recambio… el hombre tras las cámaras.

Star Trek: más allá (Star Trek Beyond) incorpora a un tipo diferente, acostumbrado al ritmo más trepidante y enfrascado en un modelo de cine donde la hiperactividad es su marca de la casa. Justin Lin, he aquí la persona, se teletransporta al mundo Star Trek habiendo labrado su filmografía con films como A todo gas: Tokyo Race (The Fast and the Furious: Tokyo Drift), Fast & Furious: Aún más rápido (Fast & Furious), Fast & Furious 5 (Fast Five) y Fast & Furious 6 (Furious 6). Y sí, este es el estilo al que nos debemos agarrar si miramos más allá de aquellos comienzos en forma de Better Luck Tomorrow. Se trata además de una forma de hacer cine que de manera descarada se ha visto reflejada en la entretenida pero no por ello completa Star Trek: más allá.

Escrita por los inesperados Simon Pegg y Doug Jung, el primero sobrado en estas lides pero el segundo casi debutante, la saga Star Trek va más allá, nunca mejor dicho, recuperando algo que aunque presente no había sido explotado como los fans esperaban. En Star Trek: más allá el apoyo, la amistad, la necesidad de los compañeros de trabajo y la confianza en lo que van a hacer traspasa las fronteras. Esta era la esencia del Star Trek clásico, del grupo que encarnaran William Shatner, Leonard Nimoy, DeForest Kelley, James Doohan, George Takei, Nichelle Nichols y Walter Koenig, de cómo hacían frente a los retos y de cómo los superaban en conjunto. Esta esencia, estas motivaciones, esta camaradería ha sido recuperada por Pegg y Jung y se ve traslada fielmente a la gran pantalla. Así vemos como se profundiza en la relación entre Kirk (Chris Pine) y Bones (Karl Urban), entre el primero y Chekov (Anton Yelchin), entre el segundo y Spock (Zachary Quinto), a tope, entre Uhura (Zoe Saldana) y Sulu (John Cho) o entre Scotty (Pegg) con gran parte de todos ellos y sobre todo con la nueva incorporación, la entretenida y pizpireta Jayla (Sofia Boutella). Todos forman parte del grupo y, como tal, en todo momento se ayudan y la amistad trasciende. Esto es lo mejor del film, sin dudarlo, pero entonces es cuando al cosa se pone en formato diente de sierra y de lo mejor, Star Trek, pasas a lo peor, Krall.

Mágico momento en Star Trek: más allá
Mágico momento en Star Trek: más allá

Nuevamente lo más flojo de la obra que se nos presenta es el villano. En verdad no sé que pasa con el reboot de esta saga pero Nero (Eric Bana), para ser el debut de un universo renovado, casi molaba; Khan (Benedict Cumberbatch) pese a su magnífica presencia, todo lo que hace el actor británico es para flipar, acababa sin esencia; y este Krall, encarnado por un Idris Elba cero aprovechado, termina transformado en un malo de chichinabo. En serio, forzado hasta la extenuación Krall no funciona como debiera, su destino final es ridículo, muy ridículo, si bien la idea que le da forma y razón de ser son francamente originales e interesantes. Además, hay muchas acciones, decisiones y elementos de la historia que no son tenidos en cuenta pero que hacen plantearse en qué narices estaban pensando. En serio… Krall, la Franklin, Krall, la Franklin, Krall, la Franklin. Cuesta encontrar razón para dar sentido al por qué del villano, del momento elegido para tal o cual cosa, o como es posible que no se dé cuenta de las obviedades que pasa por alto. ¿Tan cegado por el odio está que no las ve venir?

Y junto a esto el cine del señor Justin Lin. Al que le guste el modelo cámara inestable disfrutará. Yo hace tiempo que no tengo paciencia ni aguante para este cine, me cansa, me cuesta prestar atención y mantener el foco en el montón del elementos que al mismo tiempo se mueven y que además la cámara tiemble de forma desesperante. Es lo que nos queda, pero prefiero las cosas un poco más pausadas. La película no es que sea despreciable debido a esto, para nada, pero con el villano descafeinado, los muchos jump the shark que se gasta, y el baile de San Vito… pues eso. Leches, que podrían tener algo redondo y digamos que se les ha olvidado como cuadrar las cosas.

Cartel serie limitada de Star Trek: más allá
Cartel serie limitada de Star Trek: más allá

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Pues ha llegado el día, ese en el que uno se sienta en la butaca del cine para verificar si toda esa habladuría, esa destructiva mirada, es realmente lo que merece David Ayer y su vástago Escuadrón Suicida (Suicide Squad).

Antes de nada es importante dejar las cosas claras, y es que la aventura de grupo de supervillanos de DC Films / Warner Bros. tiene fallos, más de los esperados, pero no por ello merece el castigo crítico que le lleva lloviendo desde que el embargo se levantó al otro lado del charco. ¿Es mala Escuadrón Suicida? Pues la respuesta es NO (lo más rotundo que os podáis imaginar). Es dinámica, imparable, muy entretenida y con personajes, secuencias y detalles francamente molones, amén de tratar con respeto a la creación de John Ostrander. Pero ojo, como ocurre con muchas otras aventuras, eso no quita que no la hayan cagado con varios aspectos. Además, se trata de una película que llega con una losa sobre ella muy pesada y, sobre todo, excesivamente egoísta e injusta. El estudio ha depositado toda la confianza en esta película, 175 millones de presupuesto son para quitar el hipo, y más que confianza da la sensación de que estaban seguros de que Escuadrón Suicida iba a ser lo que en ¿taquilla? y recepción (unanimidad) no fue Batman v Superman… alguien debería decirles que salvo Joker ninguno de los otros personajes tienen ni un ápice de la entidad del hijo de Krypton y el detective de Gotham. Al tema…

El Escuadrón Suicida AKA Suicide Squad al completo
El Escuadrón Suicida AKA Suicide Squad al completo

Se pueden citar los problemas en modo recetario arrancando por ese terrible montaje que se han gastado, John Gilroy solo o acompañado, que funciona a golpes y que semeja más ser un caos digno del peor enemigo del producto final. ¿Problemas del guión de Ayer?, ¿las supuestas presiones y los ajustes obligados por Warner para descafeinar el resultado? Quién sabe, pero desde luego por algo por lo que destaca este director es por su capacidad como guionista, su verdadero origen, en cine sucio, corrupto y de personajes al margen de la ley. La película encaja en su estilo, es su tipo de cine, ¿dónde está el fallo entonces?

También podemos hablar largo y tendido de campaña promocional falsa y errónea que han vendido, vibrante eso sí, pero mal guiada y mentirosa. Es fundamental no hacer creer lo que no vas a ofrecer, y en esto Escuadrón Suicida ha cumplido para mal. Joker (Jared Letto) es la justificación de la existencia de Harley Quinn (Margot Robbie), punto y final. Nos lo presentan, tiene varias apariciones donde se enfatiza la química entre los psicóticos personajes, y le preparan para el futuro que ha de venir… fin. Podemos seguir con más cosas, como por ejemplo indicando que si hablas de supervillanos, la moralidad, el buen rollo o eso de que se te haga un nudo en la garganta o sueltes una lagrimilla no lo deberías si quiera contemplar. Si tienes entre manos a un asesino en serie o un monstruo imparable, si venderías a tu madre por un trozo de pan y no dudas en matar mujeres y niños, desde luego no deberías dudar y en eso Escuadrón Suicida falla nuevamente. ¡Es pura contradicción!

Vale, por todo esto y alguna más Escuadrón Suicida la caga, eso no lo pongo en duda, pero también tiene muchos aciertos y estos hacen que la película merezca la pena. Y ojo, porque la guerra de la crítica cinematográfica y el espectador fan no para, pero es que muchas veces los primeros buscan algo que no existe y los segundos no tienen la experiencia fílmica como para saber si tal o cual cosa rompe con los cánones dentro del arte del cine. Pero vamos, uno lo que busca es entretenimiento, pasarlo bien, disfrutar de un par de horas de cine comiquero, acción, comedia, etc., y eso Escuadrón Suicida lo da. El Universo DC en cines está en bragas y ya iba siendo hora de tener la oportunidad de disfrutar de ellos en pantalla grande.

Sobre el mejunje de personajes que circulan destacan Deadshot, demostrado queda que a Will Smith se le puede recuperar, Harley Quinn, una pirada Margot Robbie enamorada del desquiciado pero poco aprovechado Joker, o Amanda Waller (Viola Davis), probablemente el villano real del film y una déspota de no te menees. En segundo plano y desdibujados tenemos a Diablo (Jay Hernandez), Killer Croc (Adewale Akinnuoye-Agbaje) o Boomerang (Jai Courtney)… claros segundones de la unidad de choque y aunque con sus momentos álgidos, muy dispares eso sí, no llegan a calar en el espectador. En un nivel más bajo tenemos a Rick Flagg (Joel Kinnaman) y la Encantadora (Cara Delevigne). El primero tiene un pase, la segunda como actriz no me encanta y su personaje no es de los que quedan en la memoria. No hablemos del irrisorio y efímero Slipknot (Adam Beach). Ojo, esto es cine, y es harto complicado, si no imposible, que todo dios tenga el mismo caché, más si observamos las propias billeteras.

Cartel mondo de Escuadrón Suicida... de nuevo desinformando
Cartel mondo de Escuadrón Suicida… de nuevo desinformando

Tras echar este vistazo en global hay que decir que la película funciona bien como una mixtura de referencias o esencias de obras como Doce del patíbulo (Dirty Docen) o 1997, rescate en New York (Escape from New York). Entretiene, visualmente cumple, y aunque se pase su primer acto presentando a los 7 miembros fundamentales, la gran desventaja que tiene frente a otras es que debe unir a un grupo de personajes que pocos conocen y encima que se genere química a velocidad del rayo entre ellos, refleja aspecto comiquero por todos su lados. ¿Atropellada? Sí, pero fiel y divertida. ¿Qué se echa de menos? Pues muchas cosas, algo más de sustancia para llegar a la ansiada R, una película más de David Ayer, violenta y amoral (aunque Viola Davis lo borda en ese aspecto), e igual menos precipitación. Pero no por ello se merece todos los palos que le están dando. La película funciona bien y tiene suficientes cosas buenas como para disfrutarla en pantalla grande. Además, siguiendo con la coherencia las presencias del lado bueno de los héroes, Batman (Ben Affleck) y alguien más, es perfecto para ligar el universo.

No es la repanocha pero lo que he visto me ha gustado.

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Creo que todos estamos de acuerdo si nos preguntamos eso de ¿pero qué coño esperabas de Independence Day: contraataque (Independence Day: Resurgence)? Vale, bajo esa perspectiva tengo que reconocer que no puedo decir mucho, pero como en el fondo no esperaba nada de lo nuevo de Roland Emmerich, ver la infamia que ha perpetrado me parece hasta excesivo. La secuela de la correcta ID4 (vista hoy en día roza lo soporífero) es un cagarro de los gordos. Es absurda, facilona, un cliché extralargo, muy aburrida y con más retornos de los deseados. Porque digo yo, ya si te cargas al Capitán Hiller porque se te baja del barco Will Smith, que bien hizo pese a no estar pasando tampoco su mejor momento profesional, por favor, acaba de paso con otros personajes más prescindibles que este e invéntate algo menos obsoleto.

A Roland Emmerich poco le debe dar la cabeza. Es el rey de la catástrofe, de la destrucción masiva y genio si lo tratamos como "imaginador" de posibles finales definitivos de la vida en el planeta Tierra. Si quieres ver una película donde mueran varios cientos de millones de personas entonces lo mejor es que hables con este director de origen alemán que algo se le ocurrirá, o simplemente echa un vistazo a su filmografía previa que unos cuantos productos de calibre apocalíptico los tiene. Tras unos años de vacas realmente flacas, aunque haciendo memoria creo que nunca ha tenido una fase de gordas salvo por Soldado Universal (Universal Soldier) y Stargate: puerta a las estrellas (Stargate), Emmerich se alía nuevamente con su alma mater Dean Devlin y nos traslada a un futuro insólito, increíble e irrisorio. Para mi que no se lo han ni planteado… en ese batiburrillo de supervivencia que era Independence Day, mucha de su gracia estaba en que había que tirar de ingenio, aunque absurdo, para acabar con los invasores. Teníamos aviones pilotados por borrachos que creían haber sido abducidos e incluso un virus informático mata extraterrestres. Ahora como tenemos su tecnología, de chichinabo visto lo visto, podemos hacerles frente en igualdad de condiciones.

Sumemos a este despropósito dentro del rango de la imaginación el de la elección del reparto. En 1996 estaban Will Smith, Jeff Goldblum, Bill Pullman, Robert Loggia, Randy Quaid, Mary McDonnell, Judd Hirsch y Brent Spiner. Muchos veteranos ya consagrados y algún joven como Smith que comenzaba con esta cinta a ser una estrella de ese mundo que es Hollywood. En 2016 están Liam Hemsworth, Jeff Goldblum, Bill Pullman, Jessie T. Usher, Maika Monroe, William Fichtner, Judd Hirsch y Brent Spiner. Por lo tanto, estás delegando el control de una película en gente, cuatro de los de esa lista se comen el 50% del metraje, que hace 20 años tampoco eran la repanocha… aunque Goldblum siempre ha sido un actor de alto rango y en muchos aspectos inigualable merced a su carisma y presencia. Pero el resto… acaba con Pullman, acaba con Hirsch y acaba con Spiner, no necesitamos recuperarlos y menos hacer uso de los mismos chistes que ya chirriaron de lo lindo hace dos décadas. De los nuevos me vale la Monroe, aunque este es el típico proyecto que acaba con una carrera en la que te has encumbrado gracias a The Guest o It Follows, y Fichtner, un secundario tan de lujo que siempre agrada. Pero claro, para rizar el rizo al aburrimiento lo sazonas con nuevos personajes pánfilos, terroríficos, penosos y patéticos como ese Dikembe Umbutu (Deobia Oparei) que da vergüencilla, o esa periodista encarnada por una buscadora de habichuelas como Charlotte Gainsbourg. En serio, es de traca.

La historia, escrita por la parte vacacional del imaginario de un par de actores secundarios mutados en pseudo-guionistas como Nicolas Wright y James A. Woods, los propios Devlin y Emmerich, o el único genio el grupo James Vanderbilt, le debemos recordar por Zodiac o Basic y olvidar por el resto de su filmografía, es de toma, pan y moja. Dentro del no tiene ni pies ni cabeza que suele ser este tipo de productos, esta en verdad no tiene ni pies ni cabeza… por lo tanto flipémoslo y hasta otra. Es todo tan absurdo que no puedo empezar. No se entiende nada y el truco del almendruco de la esfera echa cables es sin lugar a dudas el detalle que aniquila un producto ya de por si completamente prescindible. ¿Qué nos espera tras Independence Day: contraataque? Pues Emmerich quiere llevarnos al espacio para cargarse definitivamente la marca. Veremos si la taquilla se lo permite.

España entre los objetivos del nuevo Independence Day
España entre los objetivos del nuevo Independence Day

Publicado por Uruloki en
 

El mundo del cine y los videojuegos sigue demostrando que es harto complicado de adaptar lo segundo hacia lo primero si ese es el propósito que las grandes compañías tienen en mente. Así como la literatura, si nos centramos en géneros como el terror, la fantasía o la ciencia ficción, o el cómic, tienen un sentido narrativo fácilmente trasladable al cine, en gran parte todos mantienen una estructura similar, los videojuegos siguen dejando claro que no alcanzan con tanta facilidad esa esperada simbiosis transmedia. El episodio demostración de esta semana se llama Warcraft: el origen (Warcraft) de Duncan Jones y pone sobre la mesa que todo el potencial del mundo inventado por Blizzard hace ya un porrón de años se queda a medio camino entre un producto orientado completamente hacia el fandom más ansioso y la fantasía heroica cinematográfica que mejor a funcionado entre el público general cuando nos llegó desde otros medios, léase El Señor de los Anillos, Conan, etc. La gran pregunta que uno se plantea tras ver esta Warcraft: el origen es… ¿lo que he visto me ha llegado?, y más todavía ¿puede este film generar el suficiente interés como para vivir a lo largo de la próxima década de lo que pretende ofrecer?

Pues la verdad, revisada la película apuesto más por el lado negativo de las posibles respuestas que por la sana esperanza de que estemos ante una potente franquicia blockbuster que nos entretenga un verano y el siguiente también. Dejando de lado la presente problemática que supone no tener un conocimiento mínimo del universo que se nos presenta, el fandom gamer sentirá todo lo contrario a este pensamiento, el principal problema que le veo a esta aventura es lo anodino y poco trascendente que les ha quedado el producto final. Entiendo que esto es "el origen", una puesta en marcha, el pasto para futuros verdes prados, pero señores… ¡que estamos ante la guerra entre humanos y orcos, en un mundo de fantasía sin parangón, rico en detalles y posibilidades! Sin embargo nos traen personajes bastante planos con cero derecho a crear empatía y que tratas como auténticos peleles. Porque así están las cosas; presentas multitud de personajes, más o menos acertados, acrecientas el interés por ellos, logras que aumente su carisma a golpe de efectos especial y algo de humanidad, y sin control, o con más prisas de las debidas, les cierras el grifo y a otras cosa mariposa. Esto no ayuda lo más mínimo para atrapar a ese conjunto de espectadores que verdaderamente debían importarte captar… ten en cuenta que al resto ya te los has ganado desde hace una década, por lo tanto no te olvides de ellos pero tampoco concentres todo el esfuerzo en contentarles porque van a estarlo siempre en gran medida.

Con Warcraft: el origen se ve claramente que Duncan Jones conoce lo que quiere contar y, como gamer confeso, sabe de pe a pa lo que el seguidor debe desear ver y, sobre todo, vivir. Pero a estas alturas de la vida y conociendo las exigencias del público esto es definitivamente insuficiente. Más aún, Jones hasta ahora vivía acostumbrado a proyectos de rango claramente menor, muy centrados en contar historias complejas, con giros de esos que hacen pensar y muy cercanas a un único personaje en torno al que giraba toda la acción. Aquí se enfrenta a la grandilocuencia y el artificio más extremo en un mundo repleto de personajes con posible interés y protagonismo compartido, acción global en múltiples frentes y nada intimista. Es curioso que la historia que se cuenta tenga una base interesante y digna de explorar, pero es tan abrupta la narrativa y el transcurso de los acontecimientos que hace pensar que se ha optado por abarcar más de lo que seguramente debían pretender para poner en marcha esta franquicia. Esto se ve enfatizado por esa manía de abrir multitud de arcos y cerrarlos todos de golpe, sin miramientos y delicadeza. Que sí, que bajo la perspectiva de un hardcore gamer del WoW todo esto tiene sentido y está bien narrado, el ritmo aplicado a los acontecimientos es el correcto y o se cuenta ahora o esto puede durar eones. Ya, pero el no fan se ve envuelto en una vorágine de personajes transitorios que aparecen y desaparecen a ritmo endiablado y a golpe de máquina de escribir o pluma de Charles Leavitt y el propio Jones. ¿Hace falta este ritmo? Pues no lo sé, igual si lo viera desde la otra perspectiva la cosa iba a peor, pero desde esta desde luego algo que queda claro es que la figura del héroe, ese icono que suele destacar en el cine de aventuras, aquí se desvanece como un azucarillo en un vaso de agua. Warcraft: el origen se mueve hacia un objetivo arriesgado, el del visto y no visto, uno que en otros sitios funciona de maravilla, véase "Juego de Tronos", pero que aquí suena más a voy a probar la técnica y con suerte no cagarla. En definitiva, se mueve en el filo de la indiferencia respecto a la intrahistorias, y del que el planteamiento de una segunda parte sea algo que te la traiga al pairo porque la falta de continuidad y, ojito, este no es el modelo de negocio deseado creo yo.

En definitiva, Warcraft: el origen se deja ver, Duncan Jones ha hecho un trabajo visualmente "soberbio" aunque extremadamente videojueguil donde se ha ganado, no lo dudo, al fiel seguidor. Eso sí, el resultado es muy hoy sí, pero mañana no, y no extremadamente destacable, lo que a la larga puede provocar que ya nadie se acuerde de lo que ha de llegar. Legendary Pictures, ahora en manos de la china Wanda, confía en esos otros mercados alejados del siempre egocéntrico USA, pero esto no es solución cuando su objetivo principal es hacer un producto factura made in Hollywood. Debería pensar más en el resto de espectadores, en ir un poco menos acelerado y dar más empaque a tanto tránsito de personajes: Lothar (Travis Fimmel) es la aparente figura central, Garona (Paula Patton) más de lo mismo, Medivh (Ben Foster) aplica en el modelo aquí te pillo aquí te mato, Llane Wrynn (Dominic Cooper) sigue a este último, de Durotan (Toby Kebbell) si te he visto no me acuerdo, Orgrim (Robert Kazinsky) si te he visto no me acuerdo redux, y así podría estar hasta el infinito con la ingente cantidad de personajes que tienen cierta dosis de protagonismo, la cifra ronda los 20, pero que no llegan ni por asomo a dar un golpe en la mesa y decir "espectador, yo soy el que centrará tu interés".

Dos mundos y un destino... así es el mundo de Warcraft
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