Vie 2 Feb 2018
De esas noticias que cuando las lees te dejan patidifuso. Antes de ayer le veía en las noticias de TVE hablando sobre las nominaciones a los premios Goya de este año por Oro y Zona Hostil, y ayer a última hora de la noche me encontraba con este tweet:
Fallece el especialista en efectos especiales Reyes Abades, ganador de nueve Premios Goya. Este año estaba doblemente nominado, por Oro y Zona hostil. pic.twitter.com/V5tP6wapZY
— Academia de Cine (@Academiadecine) 1 de febrero de 2018
Pues sí, menudo palo, Reyes Abades, uno de esos incansables profesionales del mundo de los FX, ha fallecido a los 68 años de edad. Si te gusta el cine patrio escuchar el nombre de Reyes Abades era algo de lo más habitual y cotidiano. Con más de 250 trabajos a sus espaldas, sin contar otro tipo de participaciones en aspectos tan dispares como publicidad, televisión, espectáculos audiovisuales, parques temáticos y grandes eventos, hay que reconocer que se ha ido un mito, y elevando la equivalencia (con todo respeto) podríamos decir que el Stan Winston patrio (más que nada por lo versátil de su trabajo).
Un tipo con una depurada carrera plagada de éxito y reconocimiento merced a 9 premios Goya por sus creaciones para ¡Ay, Carmela!, Beltenebros, Días Contados, El día de la bestia, Tierra, Buñuel y la mesa del rey Salomón, Lobo, El laberinto del Fauno y Balada triste de trompeta. Pero ojo, porque aunque enfocado al trabajo patrio, Abades colaboró con films de capital extranjero aunque rodados en España como Los señores del acero (Flesh+Blood) de Paul Verhoeven, 1492: La conquista del paraíso (1492: Conquest of Paradise) de Ridley Scott, Sexy Beast de Jonathan Glazer, Che: Guerrilla (Che: Part Two) de Steven Soderbergh o la futura El hombre que mató a Don Quijote (The Man Who Killed Don Quixote) de Terry Gilliam.
Reyes Abades, el rey de hacer posible lo imposible
Para el recuerdo, con Reyes Abades fue donde el compostelano Alberto Hortas hizo sus prácticas, colaborando en los efectos de El espinazo del diablo de Guillermo del Toro.
La verdad, una gran pena.