Pues ya estamos, Peter Jackson, Fran Walsh, Philippa Boyens y Guillermo del Toro han desembarcado con el segundo episodio en la extensa adaptación, por momentos libre, de la magnífica obra "El Hobbit" de J.R.R. Tolkien. Nuevamente la invasión se hace con esos puede que polémicos 48fps y ese HFR 3D que hace semejar a la Tierra Media un símil de serie de televisión de la BBC cuando el plano corto y el cartón piedra hacen acto de presencia. Pese a todo eso, otra vez el formato ideal para ver el producto es en el que ha sido rodado, un formato diferente y atronador visualmente hablando cuando la hiperactiva movilidad de la cámara te traslada como si de una montaña rusa se tratara por los interiores del Bosque Negro o de la rocosa y megacolosal Erebor.
Junto a este aspecto más técnico al fin se logra que la adaptación de El Hobbit sea en el fondo una fusión de diversas historias, perfectamente ligadas y tratadas de tanto en cuanto, que se han ido elaborando a lo largo de las casi tres horas que dura el film. Desde luego que en comparación con la primera película, El Hobbit: La Desolación de Smaug (The Hobbit: The Desolation of Smaug, 2013) tenía que dar para mucho más y lo logra. Primero por contener una presencia tan excelsa y mítica como el dragón Smaug, ser único y de libre imaginación en la literatura de Tolkien que cuenta con una personalidad perfectamente trasladada a la gran pantalla. Segundo por montar esa importante parte de los Apéndices de la obra de escritor británico en la que Gandalf (Ian McKellen) se va al encuentro del Nigromante en Dol Guldur, la voz que escuchamos en la versión estrenada en cines patrios es la de Benedict Cumberbatch gracias a la lengua negra que habla todo el rato. Y tercero, cuarto o quinto, porque se incluyen todas las líneas presentes también en la obra, desde el periplo de los enanos y Bilbo (Martin Freeman) por El Bosque Negro, su encuentro y propias vicisitudes en el reino de Thranduil (Lee Pace) y sus elfos silvanos, o la llegada a la Ciudad del Lago donde Bardo (Luke Evans) lucha por el protagonismo con el Gobernador (Stephen Fry). Jackson lo ofrece todo bien hilvanado, bravo, y tiene tiempo para ofrecer material de su propia cosecha donde por generación espontánea surgen personajes inventados. No tengo nada en contra de Legolas (Orlando Bloom) y Tauriel (Evangeline Lilly), pero ser una sexta historia de El Hobbit: La Desolación de Smaug sacará a más de uno de quicio salvo que piense en esa necesidad (e incluso obligatoriedad) de incluir en la narración y al coste que sea un personaje femenino con vital protagonismo.
El resto es despiporre y excelencia artística… o casi. Vale que es primordial el uso de los efectos digitales, que Weta es una de las más grandes en este aspecto y que mano a mano lucha con ILM por ocupar el puesto de honor dentro del reino de los VFX es un hecho. Pero no, veo innecesario que todo orco sea ficticio, y más cuando hace 10 años el trabajo de maquillaje había sido más que sobresaliente y merecedor de grandes alabanzas y premios. Smaug si, superlativo diría, Erebor también si lo que pretendes mostrar es su magnificencia (aunque deberíamos observar con actitud un poco más crítica y recordar los tiempos del combinado usado para Minas Tirith, Minas Morgul u Osgiliath). La Ciudad del Lago es una delicia de la arquitectura dentro del mundillo de la dirección artística, plagada de detalles y de clasicismo técnico, y también se disfruta mucho con el Bosque Negro, una aceptable fusión de efectos prácticos y elementos digitales para compensarlos… En fin, bien porque la evolución manda pero no tanto si piensas en las posibilidades del resultado final haciendo uso de pequeños matices que, dentro del costo final de la aventura, tampoco hubiera sido tan diferente (de hecho se rueda con actores maquillados de orco que luego se cambian digitalmente).
En definitiva, una película perfecta en su ritmo, repleta de grandes momentos, centrada en las historias de la obra, expandida sin necesidad y con cambios respecto a su fuente literaria que seguramente harían sonrojar al propio Tolkien si este se levantara de su tumba, pero eso es lo que hay. Nos queda ahora una tercera parte, El Hobbit: Partida y Regreso (The Hobbit: There and Back Again, 2014), que se aleja en estos momentos un año de nuestra vista. Un año que dará para ver la versión extendida de El Hobbit: La Desolación de Smaug, para valorar qué puede ofrecer Peter Jackson como cierre y que, sospechas, apunta a apoteosis digital puede que sangrante y dentro del corte de El Señor de los Anillos: El Retorno del Rey (The Lord of the Rings: The Return of the King, 2003). Veremos, pero desde luego la duda permanecerá ahí y más viendo el punto de corte entre este segundo episodio y el siguiente… no hay ninguna de las historias tratadas cerrada, todo sigue abierto y pendiente de decidir. Lo más curioso, no molesta y engrandece más el resultado final.
El cartel final de El Hobbit: La Desolación de Smaug