Jue 19 Ene 2012
Este pasado fin de semana me animé a ver la última película del siempre interesante Álex de la Iglesia. Tengo que reconocer que siento cierta debilidad por el trabajo de este bilbaíno, pero por primera vez en mucho tiempo he que claudicar y reconocer que La chispa de la vida (2011) no es lo que me esperaba encontrar. Algo que se debe advertir es que el nuevo film del autor de grandes obras cinematográficas del panorama español como El día de la bestia (1995), La comunidad (2000), 800 balas (2002) o Balada triste de trompeta (2010), debería verse como un producto coral, una especie de circo ambulante, con tendencias a uno de los horrores, de personajes con gran personalidad y poca moral que aportan mucho sentido a la tragicomedia que protagonizan José Mota y Salma Hayek. Porque si, si bien estos dos son los que se llevan el peso de la historia, la importancia de estos secundarios son lo que revitalizan el burlesco trabajo de guión de Randy Feldman. Magníficos son los variopintos personajes que encarnan actores como Juan Luis Galliardo, Blanca Portillo, Antonio Garrido, Manuel Tallafé, Fernando Tejero o, para mí el mejor y el más desagradable, Juanjo Puigcorbé. Si uno observa la película desde este punto de vista puede incluso llegar a pasárselo francamente bien. El ansia de protagonismo en una tragedia ajena causa verdadero pavor pero, como espectadores, nuestra mala baba hace que disfrutemos. Lo que pasa es que pese a estos buenos valores, que deben ser tenidos en cuenta, la tendencia hace que uno acabe chocando, como ha sido mi caso, contra el muro en que se transforma el humorista número uno del panorama televisivo patrio. Ojo, estos efectos suelen tener un gran condicionante que tiende a venir de atrás. Mota es Mota, y aunque en muchos momentos logra convencer y transmitir el verdadero dramatismo que machaca cruelmente a muchos millones de españoles, es triste y patético lo que le pasa y a lo que llega, en otros, el giro completo interpretativo, no sé si buscado adrede, hace que vuelvas a ver lo que no deseas que ocurra.
Cartel de La chispa de la vida de Álex de la Iglesia
Roberto (José Mota) es un publicista que tras dos años en paro ve como el mundo que le rodea se tambalea. Una situación económica desesperada, acompañada por una frustración personal galopante y ver como aquellos que en un momento de su vida le agradecieron mucho ahora le dan la espalda, le está machando. Ya nadie recuerda que él fue el creador del slogan "La chispa de la vida" para la gigante Coca-Cola. Hundido moralmente decide mirar hacia adelante y recordar tiempos mejores. Para ello planea ir al hotel en el que pasó su viaje de novios junto a su esposa Luisa (Salma Hayek). La sorpresa se la lleva cuando, al llegar a Cartagena, descubre que aquel hotel de días felices es ahora un museo donde se expone una parte de la ciudad romana recientemente descubierta. Mientras intenta abandonar el lugar Roberto sufre un fatídico accidente que le dejará postrado y debatiéndose entre la vida y la muerte. La casualidad marca el ritmo y el círculo mediático se pone en marcha… publicidad, famoseo, política, mamoneo, la peor calaña y decisiones patéticas… todo confluye en torno a Roberto mientras que intenta solventar su futuro antes de que le liberen.
Y eso es lo que tenemos. Buenos golpes de efecto debidos al correcto hacer de un elenco de actores notable, dramatismo de ese que te deja sin aire, la película jode lo suyo y hay que reconocer que te llegas a quedar con cara de no me jodas, pero en definitiva una historia normal y curiosa de ver aunque poco atrayente. Nada más. Técnicamente a la altura, musicalmente fabulosa, ole por el trabajo de Joan Valent aunque echo de menos a Roque Baños, y eso.