Coincidiendo con el preestreno de Ready Player One llegó a las salas de cine Pacific Rim: insurrección (Pacific Rim: Uprising), secuela del film que hace ya unos años se sacó de la manga el mexicano Guillermo del Toro junto al guionista Travis Beacham. Este vez, y tras la salida de Del Toro por las prisas de Legendary, el proyecto cayó en manos de Steven S. DeKnight, guionista total de la sudorosa y salvaje "Spartacus: Sangre y arena" ("Spartacus: Blood and Sand"), por momentos escritor y productor a tiempo completo de la segunda temporada de "Daredevil" para Netflix. Con esos mimbres DeKnight se vio ante un propuesta desafiante, una que le permitía dar el paso que seguramente estaba deseando… llegar al Hollywood más mainstream y de blockbuster sin tener que tocar otras teclas previamente. El resultado, seguramente no el esperado.
Pacific Rim: insurrección es una película nacida a la sombra de un medio éxito. El film de Guillermo del Toro, que gustó a unos más que a otros, era una apuesta personal de tapatío y una clara muestra de su desmedida adoración a estas grandes criaturas que son los kaiju del país del sol naciente. Del Toro quería hacer lo que no había visto todavía, plasmar ese género en la meca del cine como nunca antes se había hecho. Su deseo por crear a un Godzilla, crear su personal visión de los Alien Baltan, King Joe o Alien Metron de Ultraman, o sacarse de la manga una especie de Mazinger Z, fue lo que llevó a que Pacific Rim fuera una realidad, una que no funcionó en taquilla como en el fondo esperaron, si bien era de suponer que algo así ocurriría por tratarse del nacimiento de una posible franquicia que debía ganar adeptos a toda velocidad.
Y este es el gran problema de Pacific Rim: insurrección. El espíritu que Del Toro transmitió a su producto aquí queda totalmente diluido en manos de un director que, pese a poner la mejor de sus intenciones en su trabajo, no deja de atender a un encargo más. Toda aquella fascinación, aquel milimétrico seguimiento al producto final, la adoración y fe puesta en un proyecto de índole casi personal y con pocas posibilidades de triunfar, en Pacific Rim: insurrección no se refleja. La película de DeKnight sirve de secuela pero sin serla, olvidando por obligación a los personajes que sentaron las bases de lo que ahora pretende contar. Vale que regresan algunos, de forma anecdótica Mako Mori (Rinko Kikuchi), de forma un poco más continuista Burn Gorman como Hermann Gottlieb y Charlie Day como el Newton Geiszler, pero no existe la gracia, no se explota el color, y la razón dada para lo que ocurre es de índole tan peregrina y forzada que mete miedo que se haya permitido trasladar el plan a película. Se notan las prisas para que esta anunciada secuela no pasara a formar parte de los proyectos que pudieron ser y nunca fueron.
Sí, Pacific Rim: insurrección es entretenida y se deja ver, pero si al salir te preguntas las motivaciones de Jake Pentecost (John Boyega), la razón de la importancia de su rival y compañero Nate Lambert (Scott Eastwood), el porqué de la existencia de un personaje tan poco creíble como el de Amari Namani (Cailee Spaeny), o qué ha llevado realmente al villano a hacer lo que hace (e incluso plantearte cómo narices lo hace), obtendrás como respuesta un incómodo silencio. Lo mismo con lo secundarios, ojito a la importancia y presencia que tenía Hannibal Chau (Ron Perlman) en Pacific Rim, ojito a la relación padre / hijo entre Herc (Max Martini) y Chuck Hansen (Robert Kazinsky), ojito a la rivalidad nunca resuelta entre este último y Raleigh Becket (Charlie Hunnam), u ojito a la posible historia personal entre este y la propia Mako. En este aspecto, fundamental para construir una historia, Pacific Rim: insurrección es la más pura nada.
En fin, Pacific Rim: insurrección es anodina pero entretenida, secuela de alguna forma del film de Del Toro pero no queda claro si bien decidida o meditada como necesaria. ¿Hubiera sido mejor esperar? Pues no, sencillamente porque no se habría realizado nunca. A toro pasado es fácil hablar, pero Pacific Rim: insurrección no logrará cuajar por su total carencia de pasión y fe en lo que puede ofrecer. Al final una muy digna película donde grandes robots se meten de leches con imponentes criaturas Kaiju… menos de las esperadas y desde luego no tan impactantes como las de hace unos años.
Cartel de Pacific Rim: insurrección