noviembre 2009
Sáb 14 Nov 2009
El pasado fin de semana me pasé por el cine para poder ver The Box (2009) de Richard Kelly tras bastante tiempo esperando por algo salido nuevamente de sus manos, si, Southland Tales (2006) todavía no la he visto y no se cuando podré hacerlo. Basado en un relato corto de ciencia ficción titulado "Button, button" de Richard Matheson, Kelly expande esta historia que juega con el tema de la moralidad hasta sacarse de la manga un largo de ciencia ficción bastante decente pero con la sensación de que algo falta para que el resultado final sea un producto 100% disfrutable.
Estamos en los años 70, Norma Lewis (Cameron Diaz) y Arthur Lewis (James Marsden) son un matrimonio bien avenido que tiene un hijo en común. Arthur trabaja para la NASA y tras ser responsable de algún que otro importante cachivache en la carrera espacial por conocer Marte, sueña con dar el gran salto que le llevará al estrellato, y no tanto como metáfora. Su esposa Norma trabaja en un exclusivo colegio de pago donde, de paso, estudia su hijo. Un día y sin venir a cuento pasa por casa de los Lewis un misterioso caballero llamado Arlington Steward (Frank Langella). El señor Steward, raramente desfigurado, lleva consigo una caja con un botón rojo y una llave. Una vez abierta la caja Arlington le hace a Norma una oferta bastante siniestra y que dará que pensar. Si pulsa el botón de la caja ocurrirán dos cosas: una persona que no conocen morirá y a cambio ellos recibirán la nada despreciable cifra de 1 millón de dólares. La compleja decisión se verá desequilibrada por un factor inesperado, Arthur se lleva un buen palo en el trabajo al quedarse fuera del programa espacial y ver como el alto nivel de vida que siguen se queda fuera de sus manos. No cuento más porque lo mejor es verlo.
Con solo tres proyectos entre sus manos, la magistral Donnie Darko (2001) y la mencionada antes Southland Tales además de esta, Kelly es un incomprendido maestro de la psicología más trabajada y esto es The Box, un gran experimento de desesperación, de moralidad y de ciencia ficción sorprendente y extraña hasta el exceso. Kelly transforma un relato sobre una decisión y el tratamiento de las causas que esto implica en un film que toma como premisa este valor pero que le sirve, de paso, para entrar en un universo de ficción complejo, cargante y por momentos completamente desconcertante. Lo más llamativo es el imparable cúmulo de sorpresas que oculta el bueno de Arlington Steward. Desde un principio se nos habla de él, de lo que le ha pasado y es por ello que su presencia es permanentemente desesperante. Pero claro, de ahí pasamos a extrañas situaciones que Kelly decide no explicar y que prefiere dejar colgadas para que nos sintamos más y más incómodos. Preguntas como ¿desde donde trabaja el señor Steward? o ¿cómo narices hace para contar con un ejército de acólitos controlados mentalmente? quedarán ahí permanentemente colgadas.
Pero eso es lo bueno, al final Richard Kelly demuestra que lo que pretendía hacer era adaptar la obra de Matheson y eso es lo que nos ofrece. Un fiel reflejo del concepto, donde el trasfondo es el deseado por Matheson y donde todo lo extra es parafernalia que ayuda al espectador a abstraerse por momentos de la raíz de la historia y pensar en otras posibilidades que en verdad no existen.