Lun 30 Abr 2007
Nuevo día de trabajo pero con un festivo a la vista bastante interesante. Antes de publicar un post con las noticias aparecidas en las últimas horas, y que valen bastante la pena reseñar, un par de comentarios críticos del fin de semana.
Primero, el pasado viernes fui a ver La fuente de la vida (2006) de Darren Arofnosky y alucinado me quedo ante el bombo y platillo que se le da a este director. Personalmente creo que está totalmente sobrevalorado, Pi (1998) es un muermazo de muy señor mío, Réquiem por un sueño (2000) una paranoia de tomo y lomo, y The Fountain, prefiero este título al complementado en español, es tediosa hasta decir basta. ¿Innovación?, ¿diferencia?, ¿trasgresión? Más bien simples y llanas rarezas.
La idea de una triste historia de amor en tres épocas diferentes, bueno digamos mejor "una más dos", y protagonizada por los mismo personajes, Hugh Jackman y Rachel Weisz, es llamativa, pero cuando se te va la pinza y comienzas a divagar con neuras de la vida eterna y la muerte más flipantes viajes astrales se arma la marimorena. Detalles increíbles como es el uso cansino de las mismas secuencias de rodaje durante un tercio del film, deja vú desesperantes, tampoco ayudan al resultado final. Si a esto le sumamos la mayor paranoia vista hasta el momento de un viaje espacial, con auténticas referencias pictóricas al universo Monty Python, y un desvarío en modo karma hindú, pues tenemos lo que tenemos… un peñazo de muy señor mío que, sin embargo, mucha gente ha encumbrado, aunque otra tanta abucheado.
Por lo tanto, me sumo al punto discordante que la ha aborrecido. Aunque pueda resultar visualmente artística, las historias de amor sean conmovedoras, y el planteamiento de la posible vida eterna o su búsqueda científica molen, su traslado en manos de Arofnosky a la gran pantalla no. No se yo si se querrá tal proceso, pero el film cansa, aburre e incluso duerme. Un tostón!
Segundo, ayer me pasé por el Auditorio de Galicia a ver Las Zapatillas Rojas del Ballet Madrid, basado en el famoso relato de Hans Christian Andersen. Si tenéis la oportunidad de verlo en otras ciudades no le hagáis ascos a un cambio en el tercio de la cultura. Vale mucho la pena, y ofrece una puesta en escena genial uniendo el ballet clásico con los seriales de radio de los años 50, una especie de fusión teatro – ballet. Me quedé gratamente sorprendido.