Cine social reivindicativo y ciencia ficción, un par de géneros difícilmente conjugables pero que en manos de sudafricano Neill Blomkamp son más que fusionables. Tras sorprendernos con la magnífica Distrito 9 (District 9, 2009), opera prima y estilizada visión del apartheid sufrido en la tierra de Nelson Mandela a la que transformó poniendo el foco en una raza extraterrestre avocada a la segregación social, el bueno de Blomkamp vuelve a la carga con una idea nuevamente interesante pero destinada, no es tan profunda como su predecesora, a encontrar una mayor cantidad de público a la que complacer. Con esos mimbres del pasado se ha gestado Elysium (2013), nueva oportunidad para disfrutar, o al menos intentarlo, de un modo de cine diferente repleto de mensaje social pero bajo el prisma que otorgan los grandes estudios y los presupuestos boyantes. Si a esto le sumas un buen conjunto de actores, con estrellas como Matt Damon o Jodie Foster, a los que acompañan los cada vez más geniales Sharlto Copley y William Fichtner, o los siempre cumplidores Alice Braga y Wagner Moura, pues el resultado debía ser, al menos, cercano al de su predecesora. Pero no, Elysium lo tiene todo pero sin embargo no acaba por cuajar como se esperaba de ella.
Nuevamente Blomkamp explora algo que sin darle demasiadas vueltas es el pan nuestro de cada día en el mundo en el que vivimos. Esa cada vez más gruesa frontera que existe entre el denominado primer mundo y el resto del planeta es en Elysium representada por los miles de kilómetros que separan la Tierra de una idílica base espacial que recuerda a la nave Odisseus de "Ulises 31" ("Yurisiizu 31", 1981-1982) o a la estación de 2001: una odisea en el espacio (2001: A Space Odyssey, 1968). Incluso existe el reflejo terráqueo de esa separación social que también existe entre nosotros y que diferencia a los que peor lo pasan de aquellos que viven con cierta comodidad laboral pero no en el paraíso que en este caso viene a representar el pulcro mega satélite. Todo esto Blomkamp lo representa a la perfección jugando incluso de forma sibilina con la predominancia de las lenguas en según que parte de este nuevo mundo vivas – si, tristemente lo hispano muerde el polvo – y al igual que hiciera en Distrito 9 el mensaje está ahí, poner en relieve para el público de los cines algo que vemos día si y día también en la pequeña pantalla. Todo esto se agradece, por si había alguno que no se había enterado, pero ojo, esta vez aplica una deriva más acomodada y puede que obligada vistos los 115 millones con que ha contado para la producción.
Este punto sea quizás lo que lastra la idea, por otro lado magnífica, con una historia no excesivamente dinámica que pone sobre los hombros de Max (Matt Damon) el peso del destino de todos los que sufren en la Tierra. Pero lo más curioso son los giros que le da Blomkamp al guión. Si ya el objeto que define la película es más que suficiente para atraer el interés del espectador, el director / guionista decide meter por medio luchas internas que, visto a nivel global, puede ser incluso el reflejo de las oscuras guerras que se tienen entre manos los grandes países que dominan el mundo en el que vivimos (EE.UU. vs Rusia, EE.UU. vs. Corea, EE.UU. vs el resto del mundo). Desde este punto de vista uno puede incluso llegar a apreciar la evolución del personaje de Jodie Foster, bastante siniestro y manipulador, y desde luego disfrutar enormemente del despliegue dictador que Sharlto Copley, nuevamente lo mejor del film, ofrece a la grada. La verdad, un villano a anotar en la lista de grandes del celuloide… menudo desquicie tiene.
No se, tengo que reconocer que en parte se disfruta enormemente pero que por otro lado sufre de vacíos e ideas bastante inconexas que desvían el foco de lo que realmente se pretende hacer ver, ¿demasiado quiero agradar a todos?. Eso si, visualmente es perfección…
El cartel Mondo de Elysium obra de Martin Ansin