Siete años después de que Zack Snyder trasladara a cine una de las obras gráfico-historias más trepidantes, heroicas y salvajes del mundillo comiquero, gracias Frank Miller, Warner Bros. ha decidido volver a las andadas y poner en manos de Noam Murro una falsa secuela, hablemos de cine paralelo, que explora nuevamente los excesos visuales que triunfaron con mérito en aquella 300 del 2007. Pero la realidad es otra, y si bien Murro se maneja bien fotocopiando el estilo gráfico impuesto por Snyder, no sé sí marca de la casa pero ahí le anda, esta 300: el origen de un imperio (300: Rise of an Empire, 2014) sucumbe como el 90% de secuelas en términos de calidad, carisma y entretenimiento. El despilfarro visual, sobreexpuesto para rizar el rizo bajo el prisma del 3D y que desconozco si merecerá la pena evaluar, no sirve como manto que deba tapar las vergüenzas reales de un producto más, para pasar el rato, y que ofrece muy pero que muy poco.
Con el cambio de cromos, obligado, Noam Murro ha salido medio perdiendo. Aquel Gerard Butler en estado de gracia y ciclado al no va más juntos a otros 300, entre los que se encontraban actores como Michael Fassbender o Dominic West, ha sido cambiado por un no demasiado carismático Sullivan Stapleton, actor con potencial que no termina por explotar, y una caterva de secundarios que como son granjeros, poetas y obreros pues acaban sucumbiendo al hiperbólico nivel muscular de los guerreros espartanos. Regresan la Reina Gorgo (Lena Headey) y Xerxes (Rodrigo Santoro), pero como si no lo hacen, y junto a ellos el plato fuerte de la aventura, esa belleza que responde al nombre de Eva Green y que aunque en la piel de un personaje bastante absurdo, tiene tiempo para enardecer al pabellón masculino de la sala con una de las escenas tórridas más WTF y fuera de lugar de los últimos años… ¿en qué momento se planteó la tensión sexual que se desencadena?
El resto del producto es menos de lo que se podía esperar de el. Primero, el exceso visual se pasa de rosca y cae en el peligroso espectro del videojuego llegando a perder todo el encanto que Snyder logró con sus cromas en el reducido espacio de las Termópilas. Aquello fue personalidad, cierta innovación y aventura gloriosa, esto se resume en la escena del caballo. Segundo, las batallas marinas, modo clon pero con final boss cada una de ellas, donde al estrategia de Temístocles (Stapleton) supera la ridiculez con la que hacen la guerra los generales persas. Salvo Artemisia (Green) el resto parece que recibieron el título el día que embarcaron. Tercero, el tedio de un guión repleto de diálogos rimbombantes, frases elocuentes y vacío en general que sobrevive gracias a los impulsos que le da cada cuarto de hora el cambio de registro y la entrada en faena del slow motion, a velocidad normal la película se les queda en hora y cuarto, o ese gore superlativo no exento de amputaciones, desmembramientos o ríos de color rojo oscuro.
En definitiva, probatura de cara a recaudar, extender los derechos, y ver si es posible hacer una tercera parte donde Xerxes vuelva a tomar las riendas de aquella controvertida sensación homoerótica que aderezaba el 300 de Snyder. Producto palomitero propio de Hollywood de hoy en día que con su R a cuestas espero que sirva de nueva muestra de que el cine para adultos, violento, sexual y extremo, también merece contar con inversión.
Uno de carteles de 300: el origen de un imperio