"¿Queréis salir de aquí? Hablad conmigo", esto era lo que Max (Mel Gibson) prometía a un grupo de supervivientes del páramo en la obra de culto Mad Max 2: El Guerrero de la Carretera (Mad Max 2: The Road Warrior, 1981). "¿Queréis verdadero cine de acción? Hablad conmigo", esto fue lo que George Miller nos prometió cuando se anunció este nuevo Mad Max: Furia en la Carretera (Mad Max: Fury Road, 2015) hace ya un buen puñado de tiempo. Sangre, sudor y lágrimas, una producción complicada, elaborada hasta el más mínimo detalle, cuidada y deseosa de traer al nuevo siglo un modelo de cine que ya habíamos olvidado. George Miller ha trabajado duro y una vez vista Mad Max: Furia en la Carretera no se puede decir más que este australiano es un artesano, un verdadero maestro, un genio convencido de que la fórmula sigue funcionando y un señor capaz de meternos en vena dos horas de acción sin pausa, de auténtico frenesí, de atronador espectáculo, de referencias e iconos, de paranoia, de situaciones impactantes, imparables e impagables, de locura enfermiza deudora del mismísimo Lord Humungus (Kjell Nilsson) y de conocimiento absoluto de conceptos como el del ritmo en el cine (ya sea pasado, actual o futuro). Mad Max: Furia en la Carretera es una odisea digna de verse una y mil veces, y que pese a tener defectos, que los tiene, supura cine espectáculo por todos sus putos costados, desprende aroma a queroseno y a desierto infinito.
George Miller se lo ha currado, ha vuelto a pensar en aquello de que el cine de acción es como una obra de ballet y cada movimiento debe ser pensado hasta el extremo. Todos los detalles, todos los cuidados, todos los pasos siguientes a dar deben ser meditados, coreografiados y cumplidos a raja tabla para lograr lo que ahora se ve en cines… Mad Max: Furia en la Carretera! Otra gran detalle, que puede ser visto de diferente forma, es la presencia de Tom Hardy en el film. Miller ha optado por dar un giro a la escena y si Max en el pasado era el protagonista de sus historias, el eje sobre el que todo giraba, aquí pasa a un segundo plano, crucial igualmente, dejando el papel principal y la responsabilidad de las cosas en manos de Furiosa, una superlativa Charlize Theron que se come la pantalla de forma escandalosa. Por lo tanto, ¿Mad Max? Pues sí, Mad Max como tuerca, como engranaje, como biela necesaria para que todo esto funcione y como eslabón crucial para que la historia se desarrolle y llegue al término que debe llegar. Eso sí, a Hardy le falta, pero mucho, para llegar al carisma que Mel Gibson, actor con mayúsculas, le daba al icónico personaje. Mad Max transmitía pero aquí acompaña… y no es lo mismo.
Miller por otro lado vuelve de paso a explorar una mitología de mutaciones, de tumores, de seres sin humanidad y con la cabeza perforada de mil formas. En primera fila la figura de Immortan Joe, regresa Hugh Keays-Byrne en un papel que le viene al pelo donde nuevamente sus ojos, otrota a lomos de una motocicleta, transmiten la villanía, el odio, la obsesión y el amor que siente por los diversos personajes que se cruzan en su camino. Es grotesco y es perfecto, criatura digna de villanos previos en este mismo universo (y con una caterva de familiares que ya ha pasado a engrosar la lista de monstruos del páramo). Conocemos a Nux, curioso elemento ya clásico en el cine de Miller / Max encarnado por Nicholas Hoult que pone sobre la mesa el "todo esto podría tener solución". Acompañado por las novias de Immortan Joe y una familia de nómadas futuristas volveremos a recuperar la esencia tanto de Mad Max: El Guerrero de la Carretera como de Mad Max: Más allá de la Cúpula del Trueno (Mad Max Beyond Thunderdome, 1985), con Miller apoyándose por completo en estos dos films y rescatando muchos de sus elementos para dar forma a esta nueva obra que, eso sí, no sabemos en que momento del tiempo se debería colocar o, incluso, si pertenece a ese mismo ciclo.
Para completar el producto una producción mágica, saturada de colores anaranjados desérticos y azules nocturnos, con una fotografía de John Seale fabulosa, una diseño de producción de Collin Gibson apabullante, o un vestuario bestial de Jenny Beavan. Todo enormemente magnificado por un equipo de especialistas de escándalo, pirotecnia para el espectáculo y coches, motos, camiones… coches, motos y camiones que explotan, que se deshacen en secuencias de infarto, de destrucción masiva y perfecto descontrol, está todo tan hecho al milímetro que da gusto haber esperado lo que hemos tenido que esperar. Sumemos la música de Junkie XL que te hace vibrar junto al sonido de los motores durante todo el puñetero metraje y ya está. Cine de acción revival, un retorno tan mítico como el que nos diera en su día Sylvester Stallone y su John Rambo (Rambo, 2008)… cine de acción con mayúsculas en un mundillo donde estas cosas parecían haberse olvidado.
Uno de los muchos apoteósicos carteles de Mad Max: Furia en la Carretera