Sáb 26 Sep 2009
Entramos en plena fiebre cinematográfica otoñal con un fin de semana repleto de cosillas para pararse a ver y opinar. Lo que hay que dejar caer antes de comentar el resultado final de uno de esos films que han llegado a las carteleras, es que junto a su compañero de viaje, con quien ha compartido muchas de las entradas de este blog durante los últimos meses, llegan con el San Benito de las flojas y dispares opiniones. Y no es para menos…
El primer capítulo de este poco prometedor fin de semana, siempre hablando de los géneros que copan este blog, lo protagoniza Los sustitutos (Surrogates, 2009), el nuevo film de Jonathan Mostow que los sellos Buena Vista y Touchstone Pictures han producido. Previo a centrarme en lo que me ha parecido tengo que confesar que no me he leído la novela gráfica de Robert Venditti y Brett Weldele. Por lo tanto, soy deudor y no podré comparar lo visto con lo leído y más aun, no podré saber si es fiel reflejo del origen. Sea como fuere, he buscado información por ahí que destaca que el camino tomado por Michael Ferris y John D. Brancato, guionistas de esta película y del anterior film de Mostow, la inefable Terminator 3: La rebelión de las máquinas (Terminator 3: Rise of the Machines, 2003), ha sido el de la libertad absoluta y la infidelidad suma. Espero que alguien me lo pueda confirmar pero, por lo visto, se podría decir que ya en su día el salto al cine de "Surrogates" no comenzó con buen pie, o por lo menos no con el que se esperaba.
Póster español de Los sustitutos / Surrogates
Estamos en un futuro no muy lejano. A lo largo de los últimos 20 años las investigaciones en temas de robótica han evolucionado a un ritmo vertiginoso alcanzando su culmen con la creación de los sustitutos, robots / replicantes de perfecta apariencia humana que permiten que nos quedemos en casa a cuidar de nuestras lorzas favoritas mientras un perfecto y escultural cuerpo deambula por ahí trabajando, haciendo los recados y, por supuesto, ligando con otros bellezones de no te menees. Pero claro, no todos comulgan con la nueva religión. Se nos descubre que aquellos que reniegan de los sustitutos y que prefieren seguir siendo más humanos mantienen una cruda batalla contra sus "iguales". Todo va perfecto, hay paz, nadie se habla pero tampoco se pegan… hasta que un día se comete el asesinato de dos sustitutos. La cosa no iría a más, que se muera un sustituto no significa que se muera su propietario, si no fuera porque el crimen lo comete un humano real y porque el arma utilizada ha traspasado el muro de datos que separa al huésped de su dueño. El resultado no puede ser peor los sesos de estos últimos ha quedado licuado. En este punto arrancará la verdadera trama del film, en la que los agentes del FBI Greer (Bruce Willis) y Peters (Radha Mitchell) comenzarán a buscar la letal arma e intentar resolver el misterioso crimen.
Y claro, luego te encuentras con lo que te encuentras. Personajes de chiste como el interpretado por Ving Rhames, ya le pueden haber pagado bien para lo que hace, o el de James Cromwell… por minutos se cuentan sus apariciones. Luego un sustituto versión de Bruce Willis con un aspecto que vaya por dios, ni diciendo al actor que se esté quieto ni usando todo el maquillaje digital de la historia se puede competir con una idea un poco más original y menos arriesgada. Porque digo yo, ¿no podrían haber buscado otro actor que hiciera de Willis en los momentos sustituto?, tampoco son tantos. Luego como se desarrolla todo. La verdad, es una pena que no se aproveche una trama con este potencial. Además, no se entiende muy bien ese tono edulcorado de la subtrama de sufrimiento personal que oculta por momentos lo que realmente vamos a ver. Sumemos el total desvió que se gastan en el desenlace final, haciéndonos olvidar el verdadero origen del film. En fin, el trabajo de Mostow es trabajo de fin de semana, la película puede verse pero deja claro que tras seis años de ausencia el director no mantiene el punto como lo mantuvo en su día. Aunque haciendo memoria, ¿algún día tuvo ese punto?
Ni los efectos, por momentos mediocres y muy plasticosos, ni la acción, reducida a dos o tres escenas, son potencial suficiente como para que el proyecto acabe por enganchar del todo. Nada, un producto para pasar el rato, ver, estar 88 minutos en el cine, alucinante pero cierto, y salir con un sabor de boca agridulce. Ni chicha ni limoná.
NOTA Que alguien me explique si Greer piensa realmente lo que hace cuando lo hace. ¿Las consecuencias no son ni meditadas?