"Berlín 1977", el director de moda italiano Luca Guadagnino nos traslada en este 2018 a un pavoroso universo de brujas, psicoanálisis, sinsentido y truculencia gestado, sin embargo, ese mismo año de hace ya cuatro décadas, un año en el que las mentes del maestro del giallo italiano Dario Argento y su colaboradora Daria Nicolodi, parieron el primer episodio de la denominada como trilogía de "Las tres madres".
De ese germen nace esta nueva Suspiria, un cuento diferente y divergente, con total personalidad y visión propia, maquinada esta vez por David Kajganich, guionista de varios episodios de la igualmente subyugante "The Terror". Aquel horror visual, martilleante y quemado por la intensa fotografía de Luciano Tovoli, amén de repleto de dobles juegos y misterios de Argento, se ve ahora transformado en un trabajo pausado, gris, taciturno, casi cansino, pero sumamente enervante en manos de Guadagnino. El terror de esta nueva Suspiria vive no sólo en el interior de esa escuela de danza de renombre mundial que comandan un grupo de perturbadoras profesoras encabezadas por Madame Blanc, una alucinante y brillante Tilda Swinton, si no en ese convulso Berlín dividido en el que la Baader Meinhof libraba su particular batalla (eso y una extraña mirada al presente de las secuelas de la Segunda Gran Guerra). Ese extraño doble juego, si haces un no muy deseado remake al menos no lo fotocopies, viene a dividir al espectador, divisando este las complicaciones de una época en un entorno sobrenatural sobre el que aparentemente nada de esto debería afectar.
Guadagnino presenta dos historias y nos las cuenta en seis actos y un epílogo. La primera de las historias es la esperada surgida de la obra original, la llegada de la joven bailarina americana Susie Bannion (sobresaliente y esforzada Dakota Johnson) a la escuela comandada por Blanc y su aquelarre de brujas teutonas, por ahí andan Miss Taner (Angela Winkler), Miss Mandel (Jessica Batut), Miss Vendegast (Ingrid Caven), Miss Muller (Reneé Soutendijk) o Miss Griffith (Sylvie Testud)… un elenco de frau con marcados acentos. La segunda de las historias es la gran novedad y lo que hace que todo comience a ser diferente. Es una historia centrada en el psiquiatra Josef Klemperer, ahora toca brillante y alucinante Tilda Swinton, su investigación tras la desaparición de Patricia, efímera Chloë Grace Moretz, y las dudas que le genera sus charlas con una horrorizada Sara (Mia Goth). El film transcurre y se disipa de forma irregular entre estas dos historias, llegando a tener por momentos una importancia mayor la narración sobre Klemperer – saludos al cameo de Jessica Harper -, pero la verdad es que es la historia brujeríl, esa esperada presencia de las referenciadas Mater Suspiriorum, Mater Tenebrarum y Mater Lachrymarum, las que cubren las esperanzas reales. Truculencia, matriarcado, sufrimiento y tortura. Este es el lado más siniestro de esta Suspiria que pasa por hacer coreográfico la perturbadora muerte de una de las bailarinas, y que inyecta en rojo sangre, total homenaje a Tovoli, un explosivo softcore donde lo más inesperado tiene lugar.
En verdad esta Suspiria es muy diferente, arriesgada e innovadora. La propuesta de Guadagnino es desde luego inesperada y como se ha podido comprobar no del agrado de todos aquellos que la han podido ver. Será recordada.
Cartel final de Suspiria