Confieso que soy uno de los que disfrutaron como un niño viendo Star Wars: El Despertar de la Fuerza (Star Wars: The Force Awakens). Confieso un año después que soy otra vez uno de los que ha flipado, merced a ese imparable tercer acto, de Rogue One: Una Historia de Star Wars (Rogue One: A Star Wars Story) de Gareth Edwards. Aunque alguno pueda pensar que es cruel decirlo, podríamos asegurar egoístamente que estamos ante la merecida primera precuela, porque podríamos seguir viajando al pasado, del inicio de la trilogía clásica de la saga de George Lucas, aunque haya un par de agradecidas referencias a ese último y medio decente film que fue Star Wars: Episodio III – La venganza de los Sith (Star Wars: Episode III – Revenge of the Sith).
Tras toda la polémica montada con el rodaje de Rogue One: Una Historia de Star Wars, recordemos ese montón de secuencias que tuvieron que volver a rodarse entre junio y julio de este año, o la aparición final de Christopher McQuarrie (nunca llegó a ser oficial y de hecho no sale acreditado) o Tony Gilroy en temas de reescritura de guión e incluso participación en la mismísima producción como director de segunda unidad, la esperanza sobre Rogue One: Una Historia de Star Wars estaba un poco en entredicho. El estreno sin embargo ha confirmado más lo positivo que lo negativo, si bien el film adolece (innegable) de ciertos momentos de falta de ritmo que la hacen peligrar durante sus dos primeros actos.
Rogue One: Una Historia de Star Wars supone de paso una vuelta de tuerca importante dentro del conjunto de historias de la Guerra de las Galaxias más canónica. Se trata de una historia centrada en un hecho que acontece dentro de la línea de la fuerza, pero sin tener en cuenta, o con muy poca relación, a los personajes que definen esta. Rogue One: Una Historia de Star Wars es una versión de Star Wars centrada en esos momentos que siempre llamaron la atención, donde se contara lo que le pasa a tal o cual personaje que si miramos la línea narrativa original acabaría por no tener suficiente importancia dentro del conjunto de cosas a narrar. Sin embargo lo que se descubre es sumamente crucial, como lo puede ser que nos cuente lo que hizo Boba Fett entre los episodios V y VI, o como perdió realmente Lando Calrissian (Billy Dee Williams) el Halcón Milenario.
Rogue One: Una Historia de Star Wars viene a justificar la razón de que la primera Estrella de la Muerte fuera imperfecta (algo que nunca trascendió), ahí estuvieron francamente hábiles John Knoll, un mito dentro del mundo de los efectos visuales, y Gary Whitta. Este detalle, aparentemente baladí si recordamos La Guerra de las Galaxias (Star Wars), permite crear una historia completa, una historia de traición, redención, reencuentro, egocentrismo y amistad. Porque sí, en dos horas y un poco hay tiempo para todo esto, para contarnos la complicada relación familiar de Galen Erso (Mads Mikkelsen) y su hija Jyn (Felicity Jones), de la amistad entre Chirrut Îmwe (Donnie Yen) y Baze Malbus (Wen Jiang), de las meritorias ansias de poder de Orson Krennic (Ben Mendelsohn) o del "ma han abierto los ojos" del piloto imperial Bodhi Rook (Riz Ahmed). Ojo, el film también deja un detalle singular sobre la mesa… en todos lados cuecen habas, y si bien el Imperio instaura un dominio basado en el terror, la Rebelión tampoco se las anda con chiquitas y no duda en asesinar antes de preguntar… pero claro, Rogue One: Una Historia de Star Wars pone el acento sobre un detalle que no siempre fue justificado, todo movimiento político tiene sus claros y oscuros, y la Rebelión no podía librarse.
Por lo tanto, estamos ante una historia muy diferente a lo que hasta ahora habíamos visto, alejada por completo de la senda seguida por J.J. Abrams, una donde las referencias se convertían en calco (algo que dolió a muchos), y más cercana a un constante dramatismo nunca plasmado en esta franquicia. Vale, había detalles, la muerte de Darth Vader en El Retorno del Jedi (Return of the Jedi), la congelación de Han Solo (Harrison Ford) en carbonita en El Imperio Contraataca (The Empire Strikes Back) o la muerte de Obi Wan (Alec Guiness) en La Guerra de las Galaxias. Pero en Rogue One: Una Historia de Star Wars esto se traslada al total del metraje, siendo el sentimiento la base de su narración durante los dos primeros actos que además desemboca en una última fase de armas tomar. Aquí es donde se debe dar gracias a Knoll, Whitta, Weiz, Gilroy y sobre todo Gareth Edwards, un director que dentro de su cine busca siempre el punto te machaco el corazón. Su debut cinematográfico Monsters así lo reflejaba, y si uno indaga en Godzilla nuevamente se dará cuenta de que es omnipresente en toda su historia. Ojo, esto tiene mérito, sobre todo porque es un cambio arriesgado de tono con muchísimas posibilidades y que triunfando, que lo hará, abre si cabe más el impresionante abanico de historias que se pueden llevar a la gran pantalla.
Visualmente la película es una delicia. Los medios de hoy en día sirven para aplicar continuidad en todos los aspectos, y uno que era fundamental era en lo que se conoce como la dirección artística. Rogue One: Una Historia de Star Wars es excelsa en ese aspecto, eso estaba claro tras ver lo bien que habían hecho las cosas Abrams y su equipo el año pasado. Pero no sólo eso, Rogue One: Una Historia de Star Wars juega con una baza que para algunos chirriará y para otros será la confirmación de que esto es el camino que se debe seguir. Los cameos introducidos en Rogue One: Una Historia de Star Wars son cruciales, por un lado para aplicar linealidad a una historia de forma casi milimétrica, por otra para poder indicar que hoy en día todo es posible. La mirada al pasado es total y, sorprendentemente, más importante de lo que personalmente esperaba. Si bien la presencia de Darth Vader era conocida, otras caras que surgen de la sombra son sorpresa, si bien la historia que se nos cuenta las hacía casi necesarias (una de ellas sí, la otra es un gran guiño).
En fin, Rogue One: Una Historia de Star Wars es una delicia, soy persona de buen conformar, pero no se puede negar que su tercer acto es el perfecto modelo para contar el dramatismo de una misión suicida como plantearse robar los planos de la Estrella de la Muerte. Hay intrahistorias que aportan poco interés, lo de Saw Guerrera (Forest Whitaker) está bastante metido con calzador, pero el conjunto al final es francamente recomendable y desde luego muy pero que muy disfrutable.
Cartel de Rogue One: Una Historia de Star Wars