La técnica está con Rian Johnson pero la fuerza… la fuerza… la fuerza no le acompaña todo lo que se esperaba, o no por lo menos como todos la conocíamos hasta ahora. Una vez vista y meditada Star Wars: Los Últimos Jedi (Star Wars: The Last Jedi) hay que plantearse dos cosas, ¿aceptamos esta nueva propuesta y tiramos millas? o, por el contrario, ¿ponemos el grito en el cielo y nos rasgamos las vestiduras? Si con el Episodio VII la gente se dividió también entre la magnífica recuperación del tono clásico y la cero originalidad parida por J.J. Abrams, con Star Wars: Los Últimos Jedi va a ocurrir más de lo mismo. Hace unos años muchos optaron por quedarse anclados en el "plagio" con la historia de 1977, ahora otros muchos se quiebran por dentro recitando la máxima "este no es el Star Wars que yo conocía".
Partamos de un hecho inamovible e irrefutable, si queremos tener Star Wars para rato y no volver erre que erre con lo del "esto es una burda copia" hay que aceptar ciertas cosas, y si bien estas pueden ser inconcebibles en la mitología, un salto de fe de vez en cuanto no nos va a matar. Tras Star Wars: El Despertar de la Fuerza (Star Wars: The Force Awakens), Rogue One fue el primer paso del giro narrativo de la saga creada por George Lucas, ahora nos plantamos ante la ruta que ha tomado Rian Johnson con Star Wars: Los Últimos Jedi, no quedarse en la simple presentación del más de lo mismo, criaturas de todo calado, viejos amigos que renquean por donde pasan, o secuencias clon de películas idolatradas. Johnson ofrece un punto de innovación, abre una puerta nunca explorada hasta el momento que a los más devotos destrozará por dentro, pero que a esas nuevas generaciones las dejará satisfechas. Eso sí, hay elementos que funcionan, otros son para arrancarse los ojos.
Lógicamente no voy a entrar en detalle con esos elementos que levantan ampollas entre los más escrupulosos seguidores de la saga, pero se agradece que Star Wars: Los Últimos Jedi siga explorando un camino conocido por todos, y que al mismo tiempo deje sobresalientes novedades si nos centramos en la historia de los dos principales protagonistas: Rey (Daisy Ridley) y Kylo Ren / Ben Solo (Adam Driver). La nueva película de la saga marca dos líneas argumentales. Por un lado el viaje de Rey, su encuentro con Luke Skywalker y su aprendizaje en la Fuerza, aquí en medio tenemos al Líder Supremo Snoke y Kylo Ren como gran contrapunto. Por otro asistimos al periplo de Poe Dameron, Finn, Leia, Rose (odiada por muchos / todos) y los restos de la Rebelión, y al juego del ratón y el gato que juega con ellos la Primera Orden comandada por ese personaje que es el General Hux. En ambos casos hay aciertos y fallos, mejores y peores jugadas, excelentes propuestas y errores garrafales.
Sigo pensando que Kylo Ren es el gran villano que merecíamos para esta nueva trilogía. Más aun, nuevamente nos adentramos en sus más internas dudas, sus tribulaciones más desconcertantes y las obsesiones que le acosan. Es, sin duda, el gran acierto de Star Wars: Los Últimos Jedi. Ahondar como se ahonda en su personalidad, en su origen, en su periplo al reverso tenebroso de la Fuerza, su crecimiento como enemigo mortal. De igual forma que Luke ponía en un brete a su padre Darth Vader al final de El Retorno del Jedi, aquí Kylo Ren se frustra y se enfrenta a su yo interior, plasmando constantes dudas que toman por sorpresa al espectador que en realidad no sabe que creer en cada momento. Es, repito, el acercamiento más completo y complejo que se ha hecho hasta ahora de esta transformación. Sobresaliente. En el lado opuesto esta Rey que, como si se hubiera ido al planeta Dagobah, vive las excentricidades de un ermitaño. ¿No pasaba Yoda de Luke en su primer encuentro?, ¿no le ofrecía sopa, robaba y sacaba de juicio al que luego se transformó en maestro Jedi? Aquí es más de lo mismo, truculento en algunos momentos, pero no deja de ser lo mismo. ¿Nadie recuerda ya el encuentro de Luke con su yo mismo en la cueva donde predominaba el lado oscuro? Esta es la esencia Star Wars y está 100% presente en esta nueva aventura.
Ojo, luego está la otra historia, un poco patetiquilla, donde el reparto de roles derivan todos en el mismo concepto, qué es hacer el bien y qué es hacer el mal. Claro está, hay licencias que se nos antojan imperdonables, grotescas todas ellas, pero licencias al fin y al cabo. No están gustando y el excesivo metraje de la cinta acaba haciendo la transición todavía más sufrida. Desde luego Star Wars: Los Últimos Jedi no es perfecta, podían haberse ahorrado cosas, pero si uno prefiere quedarse con lo bueno ahí queda el pulso Kylo Ren / Rey, para mi de matrícula de honor. Veremos mayo del 2019, pero hay chicha de sobra sobre la mesa, y seguro que no nos dejará para nada indiferentes.
Cartel final de Star Wars: Los Últimos Jedi